«Tú que llevas las orejas de fuera, fíjate
a ver si no oyes ladrar los perros.»
CORRÍA EL AÑO 1982, CUANDO los alumnos de
literatura latinoamericana de la Universidad
de Stanford, una de las más prestigiosas de
los Estados Unidos, recibieron al escritor
mexicano Juan Rulfo, invitado por el chileno
Fernando Alegría, escritor, crítico
literario y diplomático, quien, a la sazón,
fungía como docente en dicha casa de
estudios.
La temática objeto de estudio, hablar del
oficio de escritor y de la soledad; saber
vivir buscando esa soledad para,
posteriormente, escribir tratando de
combatirla. Eric Nepomuceno, traductor de
Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano,
Juan Carlos Onetti y de Juan Rulfo al
portugués, presente en ese diálogo,
escribiría posteriormente: «Rulfo encantó a
la gente como un flautista encantador de
serpientes con su música suave, mágica».
Rulfo, continúa escribiendo, «habló y habló.
Al final, había un especia de magia en el
aire».
Dijo Rulfo en esa cita: «Todo es
imaginación. El escritor escribe mentiras.
Trabaja con la imaginación. Y su trabajo es
crear, a través de la imaginación, una
realidad que aparenta ser real, pero es
mentira. Y ese es el gran riesgo, el
escritor crea una realidad a partir de la
mentira, pero jamás podrá crear una realidad
partiendo de falsedades. Una cosa es la
mentira del escritor, otra cosa es la
falsedad. No se puede ser falso».
Ante la pregunta de un estudiante sobre el
cuento No oyes ladrar a los perros,
«¿Qué significa, en ese cuento, la imagen
del perro?», Juan Rulfo contestó «Un
perro», y explicó: «es que en el campo no
había luz, o la luz se apagaba muy
tempranito en la noche y uno, al caminar,
sabía que donde ladraban los perros había un
pueblo».
También, Rulfo contó cosas del campo, habló
de la revolución mexicana, dijo que escribía
primero a mano, después a máquina, y recordó
todo el trabajo de cortar y cortar hasta
llegar al texto puro. Recordemos que, en
varias ocasiones, el escritor Eduardo
Galeano solía decir que la brevedad la
aprendió de Juan Rulfo, que le dijo: «Se
escribe por la otra punta del lápiz, la que
tiene la goma de borrar, pero, ante todo,
debe cortarse con el hacha».
Regresando al turno de preguntas, dijo
nuevamente que el escritor es un mentiroso.
Una chica se levantó y le dijo a Rulfo:
«Creo que tiene razón, el escritor es un
mentiroso. Usted, maestro Rulfo, dice eso de
lo que escribió, y es mentira, pues mi
abuela es de Jalisco y me cuenta historias
muy parecidas a las que usted escribió. Y si
ella me las cuenta, eso quiere decir que las
historias de El llano en llamas son
verdaderas». «Así es —dijo Juan Rulfo—, el
oficio de escritor es contar realidades que
no lo son.
... ... ...
El lema de la Universidad de Stanford es:
“Die Luft der Freiheit weht”, cuya
traducción del alemán es: “Sopla el viento
de la libertad”.
En una entrevista con motivo del 60
aniversario de la publicación de la novela
Pedro Páramo en el 2015, Clara
Angélica Aparicio, viuda del escritor
jalisciense, dijo: «Juan Rulfo fue un hombre
que disfrutaba la libertad para escribir, la
libertad para vivir, libertad para todo».
Rulfo escribió dos obras, El llano en
llamas (1953) y Pedro Páramo
(1955). El escritor decía: «Quería escribir
en forma más simple, con personajes más
sencillos y no hablar como se escribe, sino
escribir como se habla».
En su libro Memorias del fuego. (III) El
Siglo del Viento, el escritor uruguayo
Eduardo Galeano escribe sobre el escritor
mexicano: «1968. Ciudad de México. Rulfo.
Narrador de desventuras de los vivos y los
muertos, guarda silencio. Hace 15 años dijo
lo que tenía que decir en una novela corta y
unos pocos relatos, y, desde entonces,
calla. O sea, hizo el amor de hondísima
manera y después se quedó dormido». |