VI
Es evidente que el doctor Abraham Van
Helsing no es monista, como lo es de manera
tan explícita Baruch Spinoza, sino que es
dualista, esto es, que cree en la dualidad
alma-cuerpo, o, si se prefiere,
espíritu-materia. Ya Platón creía en la
dualidad alma-cuerpo en el hombre. El alma
es para Platón el auténtico hombre, mientras
que el cuerpo es su prisión, además de ser
una mera sombra de aquella. Eso es lo que le
responde Sócrates a Simmias en el Fedón,
o del alma: «…porque mientras tengamos
el cuerpo y esté nuestra alma mezclada con
semejante mal, jamás alcanzaremos, de manera
suficiente, lo que deseamos […] nos queda
verdaderamente demostrado que, si alguna
vez, hemos de saber algo en puridad, tenemos
que desembarazarnos de él y contemplar tan
solo con el alma las cosas en sí mismas […].
Y mientras estemos en vida, más cerca
estaremos del conocer, según parece, si en
todo lo posible no tenemos ningún trato ni
comercio con el cuerpo, salvo en lo que sea
de toda necesidad, ni nos contaminamos de su
naturaleza, manteniéndonos puros de su
contacto, hasta que la divinidad nos libre
de él. De esta manera, purificados y
desembarazados de la insensatez del cuerpo,
estaremos, como es natural, entre gentes
semejantes a nosotros y conoceremos por
nosotros mismos todo lo que es puro»
(66a/67a) [28]. Más adelante, también se
pronuncia Sócrates en el mismo diálogo a
favor de la inmortalidad del alma: «En
efecto, si el alma existe previamente y es
necesario que, cuando llegue a la vida y
nazca, no nazca de otra cosa que de la
muerte y del estado de muerte, ¿cómo no va a
ser también necesario que exista una vez que
muera, puesto que tiene que nacer de nuevo?»
(77c/77d) [29].
Para Agustín de Hipona, también el hombre
está compuesto de alma y cuerpo, pero
fundamentalmente es una unidad, pues es el
alma la que posee al cuerpo, la que lo
gobierna. En su escrito De quantitate
animae (XIII, 22), dice: «El alma es
cierta substancia dotada de razón que está
allí para dominar y regir el cuerpo». Como
comenta a este pasaje Johannes Hirschberger,
el hombre, hablando en propiedad, es solo
alma para San Agustín. El cuerpo no tiene el
mismo rango [30]. En otro escrito, De
moribus Ecclesiae Catholicae et de moribus
Manichaeorum (XXVII, 52), escribe: «Es
el hombre un alma racional que tiene un
cuerpo mortal y terreno para su uso». Por
tanto, a diferencia de Platón, y a
diferencia de Orígenes, para San Agustín el
alma no vive encerrada en una prisión. En
cualquier caso, el hombre es concebido por
San Agustín esencialmente como alma, pero en
el sentido de que el cuerpo está supeditado
a ella [4]. Tampoco es baladí la expresión
«alma racional», ya que deja abierta la
puerta a que la filosofía pueda iluminar las
verdades de la fe, del mismo modo que la fe
habrá de ser guía de la razón. La fe, en San
Agustín, se convierte en una ciencia de la
fe. De ahí su famosa respuesta: «Intellige
ut credas; crede ut intelligas» (Comprende
para creer; cree para comprender) [5]. Es
decir, que San Agustín está buscando un
equilibrio entre la fe y la razón; dicho de
otro modo, quiere comprender el contenido de
la fe. Esta postura supone nada menos que
desbrozar el camino de Santo Tomás de
Aquino.
Étienne Gilson sintetiza de este modo la
posición de Tomás de Aquino en lo que se
refiere a las relaciones entre la fe y la
razón: Santo Tomás distingue entre fe y
razón, pero ve también la necesidad de su
concordancia. El ámbito de la
filosofía proviene de la razón;
el de la teología, de la
revelación. Ambos dominios están
perfectamente delimitados, pero puede
constatarse que ocupan en común un
determinado número de posiciones. Ni la
razón, usada correctamente, ni la
revelación, ya que procede de Dios, pueden
engañarnos. Pero resulta necesaria una
concordancia entre ambas. Debemos llevar lo
más lejos posible la interpretación racional
de las verdades de la fe, esto es, tenemos
el deber de ascender por la razón hacia la
revelación y de volver a descender desde la
revelación hacia la razón. Las
equivocaciones de la filosofía suelen darse
cuando quiere probar en una materia en que
la prueba racional es imposible, y la
decisión, por tanto, debe pertenecer a la
fe. Para Santo Tomás es siempre mejor
entender que creer. Las dos teologías que él
distingue, la teología revelada, que
parte del dogma, y la teología natural,
que es elaborada por la razón, deben
concordar y complementarse. La teología que
sobre todo desarrolló el Doctor Angélico, y
en la que se mostró verdaderamente original,
es la teología natural. Gracias a la fe sabe
hacia dónde se dirige, pero los recursos que
emplea son los de la razón [6].
Todas estas posiciones intelectuales las
conoce perfectamente Van Helsing, ya que no
en balde posee el doctorado en Filosofía.
Por eso hemos afirmado antes que en él
convergen pensamientos muy profundos
provenientes de los tres grandes autores
citados, a los que hay que añadir,
insistimos, toda la tradición científica
desde Copérnico y Galileo hasta Charcot, que
sería el último científico, en este caso
médico de profesión, en cuanto a proximidad
temporal con los acontecimientos narrados
que se menciona en la novela. En el capítulo
XIV, ante el temor que le confiesa Mina a
Van Helsing de que este pudiera reírse del
contenido del Diario de su marido, en
el que se describen los extraños sucesos
acaecidos en el castillo de Drácula, le
responde el médico: «He aprendido a no
menospreciar las creencias de nadie, por muy
raras que sean. He tratado de mantener una
mente abierta». Este gran representante del
espíritu científico, del verdadero espíritu
científico, que por su propia naturaleza es
abierto y tolerante, también pondera en
varias ocasiones la inteligencia de Mina, su
fina intuición, su valentía y determinación,
así como su ternura y su bondad. Pero ello
no le impide ver en Mina una criatura de
Dios. Lo dice en ese mismo capítulo: «Ella
es una de las mujeres de Dios, modelada por
Su propia mano para mostrarnos a nosotros,
los hombres, y a otras mujeres, que existe
un cielo en el que podemos entrar, y que su
luz puede llegar aquí, a la tierra». Estas
palabras solo puede decirlas un cristiano,
y, muy probablemente también, un creyente
judío, ya que Maimónides dejó bien sentada
la creencia en la resurrección de los
muertos y en la vida eterna [7].
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Abraham Van Helsing (Peter Cushing),
de origen neerlandés y de edad
avanzada, ostenta entre sus títulos
ser doctor en Medicina y doctor en
Filosofía (Letras), y, según la
crítica, está inspirado en Gerard van Swieten,
un médico neerlandés que llegó a trabajar para la emperatriz María Teresa I de Austria y que realizó, por encargo de esta, los primeros estudios sobre vampiros. El Dr. Van Helsing perseguirá a
Drácula hasta acabar con él. (WP). |
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Pero, simultáneamente, se multiplican las
manifestaciones de reconocimiento de Van
Helsing hacia la inteligencia de Mina, como
la que se produce en el capítulo XXV,
inmediatamente después de hacer ella un
impecable razonamiento lógico sobre el
previsible modo de actuar del conde. Esta
proliferación de alusiones sobre las
capacidades intelectivas de la heroína de la
narración, no dejan lugar a dudas de que
Bram Stoker en absoluto puede ser tildado de
misógino, o de favorecer la condición
masculina frente a la femenina, como
malintencionadamente han querido insinuar
algunos críticos. Mina no tiene, eso sí es
cierto, la honda formación académica y la
vasta cultura de Van Helsing, pero sus
capacidades intelectuales son semejantes, su
curiosidad, su penetrante análisis de los
hechos, su valía para el razonamiento
deductivo, son equiparables, equivalentes a
las del médico de Amsterdam. En esta novela
no puede sostenerse, desde ningún punto de
vista, que la mujer sea inferior
intelectualmente al hombre. El ejemplo de
Mina es la prueba concluyente. Lucy es más
frívola, más indolente, pero del mismo modo
que eso también ocurre entre los varones;
unos son más superficiales y otros más
profundos. Así ha sido siempre y continuará
siéndolo [8].
Ahora bien, Bram Stoker demuestra también
sus excelentes dotes como creador al evitar
la construcción de personajes planos o
simplistas, al menos en lo que se refiere a
los personajes principales, que, como ya se
ha indicado, son Mina y Abraham van Helsing.
Esto significa, naturalmente, que uno es un
hombre y la otra es una mujer, y que, por lo
tanto, son diferentes, diversos en su
constitución biológica, pero distintos
también en su constitución anímica, porque
el mundo de los sentimientos de una mujer
es, por fortuna, distinto al mundo de los
sentimientos de un hombre. Aunque Van
Helsing sea precisamente también una persona
bondadosa, capaz de mostrar una inusual
ternura en circunstancias delicadas y
complejas, no por eso su perfil como varón
queda desdibujado, sino todo lo contrario.
Lo que ocurre es que es ya de edad avanzada,
y la pulsión sexual se ha aminorado en él
notablemente. Además de que tampoco es
desdeñable en él su corrección, su
exquisitez, su innata educación en el trato,
su respeto profundo hacia los demás, sean
hombres o mujeres.
Pero me interesa insistir en la dimensión
trascendente que se desprende de las
palabras de Van Helsing al referirse a Mina,
a la que ve como una mujer inteligente,
perspicaz, resolutiva, valiente, noble, pero
también hermosa —muy hermosa—, sensible,
plena de sentimientos saludables y
positivos, entre los que destaca su
capacidad para amar. Los críticos agnósticos
o ateos no pueden borrar lo que Stoker
escribió, y eso que escribió es muy nítido y
preciso: Mina es «una de las mujeres de
Dios, modelada por Su propia mano», que está
guiando con entereza, sabiduría y amor al
grupo que persigue al espíritu maligno. Mina
y Van Helsing son, en este sentido,
personajes complementarios; sus cualidades,
todas buenas y positivas, no solo sirven de
guía, sino que mantienen la cohesión del
grupo y la firme decisión de combatir con
todas sus fuerzas el Mal.
El malvado conde logra llegar hasta Mina, de
igual modo que había entrado anteriormente
en contacto físico con Lucy, y clavarle sus
afilados dientes en el cuello, a fin de
succionar su preciada sangre y poder
atraerla a su ámbito demoníaco, transmutarla
en una criatura maléfica semejante a él, en
una no-muerta.
Pero hay críticos y hay lectores que se
empecinan en no querer ver la realidad de
los hechos, en no reconocer la descripción
exacta que hace de los mismos el novelista.
Porque
cuando esos
críticos insisten tanto en el trasfondo
sexual de la narración, que, por supuesto
que lo hay, están también sugiriendo o
admitiendo abiertamente que tanto Lucy como
Mina se «entregan» a Drácula, experimentan
un cierto placer oculto en que el conde las
haga suyas y las posea para siempre,
arrebatándoselas a Dios. Insisten en que esa
«entrega» es una entrega complaciente, más o
menos aceptada; en cualquier caso, no negada
por ellas hacia el que quiere ser su señor y
dueño absoluto. Pero olvidan esos críticos,
o prefieren olvidar, que la pretendida
«entrega» en ningún caso es voluntaria, que
ambas mujeres, ni por un segundo, son
conscientes de lo que les está sucediendo,
sino que están siendo violentadas, forzadas,
«violadas». Lucy porque es sonámbula,
circunstancia que aprovecha Drácula para
elegirla como fácil víctima propiciatoria.
El primer ataque junto a la ruinosa abadía
de Whitby y las posteriores agresiones, se
producen siempre que Lucy se halla dormida o
en ese estado, un estado en el que no tiene
decisión alguna sobre su voluntad. Los
persistentes ataques la van debilitando, van
operando en ella una terrorífica
transformación de su aspecto físico y de la
disposición de su alma, a pesar de los
esfuerzos de ambos médicos por salvarle la
vida mediante transfusiones de sangre [9], o
tratando de impedir que el vampiro se le
acerque más físicamente. La persona
sonámbula puede, afirma Derek Russell Davis,
«moverse intencionadamente o levantarse y
andar», aunque «parece aturdido, absorto y
sin respuesta a mucho de lo que sucede a su
alrededor […] Algunas veces, aunque no
típicamente, una persona que camina dormida
parece estar actuando, como Lady Macbeth,
representando sueños irracionales y
fragmentarios […] Tiende a ocurrir en el
comienzo de la noche, durante el sueño
“ortodoxo”, cuando se observan en el
electroencefalograma ondas largas y lentas»
[10]. Lo importante aquí es constatar la
carencia volitiva de la persona sonámbula,
su imposibilidad de controlar sus acciones.
Por eso decimos que Lucy es forzada,
«violada» en sentido figurativo, pero son
los sucesivos y reiterados ataques los que
operan la metamorfosis en ella.
Al «morir» en realidad no ha muerto, sino
que se ha transmutado en una no-muerta,
según hemos aclarado antes.
El «placer» que haya
podido sentir es involuntario, aunque es
cierto que las continuadas actuaciones
exitosas del vampiro van ejerciendo una
lenta pero implacable atracción de ella
hacia él, mejor dicho, un «abandono», una no
resistencia;
pero no debemos olvidar
ni por un instante que esa no resistencia se
produce siempre cuando no está despierta;
jamás la ataca el vampiro estando en
vigilia, lúcida, consciente, sino estando
sonámbula, dormida o en estado de delirio.
Me parece importante subrayarlo para
desenmascarar manipulaciones interpretativas
del texto. Por muy crítico que pueda ser
Bram Stoker con la hipócrita moral
victoriana, no hay aquí el más ligero asomo
de amor, de enamoramiento de la víctima
hacia su despiadado verdugo. La «atracción»,
la «seducción» es plenamente inconsciente
—repito, involuntaria—. Los que se empeñan
en hacer una lectura unilateral, una lectura
fundamentalista, en el sentido de que hay un
placer oculto, una aceptación escondida por
parte de Bram Stoker hacia la transgresión
moral, están llevando a cabo una lectura
sesgada del contenido de la narración. Creo
sinceramente que esta es una cuestión que no
se presta a equívocos. No mezclemos ni
confundamos el texto del escritor irlandés
con algunas películas o posteriores
tratamientos literarios del mismo tema.
Stoker dice lo que dice, y me parece que
está muy claro. Hay una lucha, un rechazo de
la víctima hacia el Mal. Si el Mal vence en
el caso de Lucy, ello también tiene que ver
con la estructura de la personalidad de la
víctima, con su constitución espiritual, con
su menor entereza, con su mayor debilidad,
pero, asimismo, con su sonambulismo. Este
hecho, este factor es decisivo.
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Arthur Holmwood (Michael Gough) está comprometido con
Lucy Westenra y es quien ayuda al
Dr. Van Helsing en su persecución del
conde Drácula. A mitad de la narración, el padre de Holmwood muere, y el hereda el título de
Lord Godalming. Él será quien
clave la estaca de madera a Lucy después de que haber sido convertida en una vampira. (WP). |
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Sin embargo, cuando falta ya muy poco para
que muera, y después de que Van Helsing haya
impedido enérgicamente que Arthur
corresponda a la solicitud de Lucy de darle
un beso de despedida, puesto que ya está
enteramente poseída por el espíritu
demoníaco, la muchacha, en las que serán sus
últimas palabras, todavía tiene el
suficiente resto de bondad en su corazón
como para decirle al profesor: «¡Es usted mi
verdadero amigo! —dijo con voz débil, pero
con un patetismo indecible—. ¡Mi verdadero
amigo, y también suyo! ¡Oh, protéjalo, y
deme a mí la paz!» (párrafos finales del
capítulo XII). No solo le agradece que haya
salvado a Arthur del contacto con sus labios
malditos, sino que le ruega que haga con
ella, con su cuerpo, lo que tenga que hacer,
a fin de liberarla y salvar su alma. La
misma decisión, aunque mucho más firme,
tomará Mina más adelante cuando contemple la
hipótesis de haber sido atrapada para
siempre por Drácula.
Pero la actitud filosófica, moral e incluso
religiosa de Bram Stoker en relación con el
comportamiento de la víctima elegida por el
conde respecto de este, la expresa con total
contundencia el novelista en el caso
concreto de Mina Harker. La ambigüedad
desaparece aquí por completo. Asistimos a un
verdadero combate del Bien contra el Mal, de
las fuerzas de la Luz contra las de las
Tinieblas, y aunque Mina no muestre esa
respuesta inmediata y definitiva de Jesús de
Nazaret cuando fue tentado tres veces por
Satanás, rechazándolo sin dubitación alguna,
nuestra heroína está muy cerca de esa firme
resolución, aunque, claro está, el mal
inoculado está también ejerciendo sus
efectos, sus letales y terribles efectos,
tan paulatinos y eficientes, pero ahora el
Mal tiene que vérselas nada menos que con
una naturaleza humana extraordinariamente
pura, casi sin asomo de pecado, que posee la
capacidad de amar en un grado muy alto, y
que, además, es una criatura inteligente,
muy inteligente, dueña de sí misma, que se
resiste a que su razón sea sometida,
esclavizada, y mucho más a que lo sean su
corazón, el íntimo mundo de sus sentimientos
y su espíritu, que solo pertenece a Dios. El
combate es terrible, a veces agónico, de
dimensiones casi cósmicas, porque se están
enfrentando los dos polos eternamente
opuestos, el Bien y el Mal.
A pesar de sus
enormes cualidades positivas, a pesar de su
inteligencia, de su templado razonamiento
lógico, a Mina la salva, en última
instancia, su profunda fe en Cristo, su
pureza de corazón, su natural inclinación
hacia el bien y hacia la justicia.
Es
verdad que va a contar con la inestimable
ayuda y la colaboración constante de Van
Helsing, que no se aparta de ella, que la
protege sin descanso, trazando incluso, muy
cerca ya del desenlace, un círculo alrededor
de ella con trozos de Hostias consagradas,
además de proporcionarle un crucifijo, del
que Mina no se separa, y, de paso, como
científico informado de los últimos avances
en su disciplina médica, empleando con ella
el método de la hipnosis desarrollado por
Charcot, a fin de que Mina pueda
proporcionar información sobre los
movimientos y los
propósitos de
Drácula, evitando que pueda escapar de sus
perseguidores.
Hay que tener en cuenta que Jean-Martin
Charcot empezó a trabajar en el hospital
parisino de la Salpêtrière en 1853. Después
de un breve paréntesis en que ejerce la
medicina privada, vuelve al mismo hospital
en 1862, del que es nombrado director médico
en 1866. Su empleo del método hipnótico11
parece que tiene lugar en la Salpêtrière a
partir de 1878, publicándose en 1882 su
primera obra importante sobre los resultados
de la aplicación de la hipnosis a la
histeria: Sur les divers états nerveux
déterminés par l'hypnotisation chez les
hystériques.
Estimo conveniente recordar aquí que fue
James Braid (1795-1860) quien inventó el
término «hipnotismo», aunque las primeras
prácticas hipnóticas casi con toda seguridad
fueron llevadas a cabo por el médico vienés
Franz Anton Mesmer (1734-1815), si bien él
hablaba todavía de «magnetismo animal» (Le
Magnétisme animal, París, 1779). Un
miembro de la Sociedad Teosófica, Jules
Dupotet, conocido magnetizador, inició en el
mesmerismo a John Elliotson
(1791-1868), catedrático de práctica médica
en el University College de Londres.
Elliotson empleó el mesmerismo como método
en ciertos trastornos nerviosos funcionales
[12]. A partir de él, la historia del
mesmerismo se funde con la del hipnotismo, y
es entonces cuando entra en escena Charcot.
En definitiva, que prácticas muy similares
al hipnotismo, si no hipnóticas, eran ya
empleadas en Viena en el último cuarto del
siglo XVIII. La importancia de Charcot
radica en el extraordinario desarrollo del
método, conocido por Sigmund Freud a partir
de octubre de 1885, cuando era su alumno en
la Salpêtrière.
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Lucy Westenra (Carol Marsh) pertenece a una familia acaudalada, es la mejor amiga de
Mina Murray y está comprometida con
Lord Holmwood. Lucy morirá, según se cree, de una enfermedad misteriosa derivada de perdidas severas de sangre como resultado de reiteradas visitas de algún animal desconocido que bebió su sangre, animal que resulta ser, como lo descubrirían más adelante,
Drácula. (WP). |
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Hagamos aquí un inciso para aclarar una
cuestión que no puede demorarse por más
tiempo. Hemos dicho que Mina Harker está muy
dotada para el razonamiento discursivo, para
la deducción, a partir de ciertos datos y de
ciertas premisas. Pero también hemos
insistido en el hecho de que su formación no
es científica, sino que su actuación está
guiada por su inteligencia y su poderosa
intuición. En cuanto a Abraham van Helsing,
pues en relación con él hago esta breve
aclaración, su formación, su espíritu y su
método científico se ponen de manifiesto
constantemente desde que aparece en la
novela. Pero hay una expresión suya que se
presta a todo tipo de confusiones, en lo que
al método científico se refiere, que es
cuando, en el capítulo XXV, en la entrada
del Diario del Dr. Seward
correspondiente al 28 de octubre, le dice a
Mina que su mente (la de la joven) funciona
bien y no como la de un criminal, como es el
caso de Drácula, que «razona a
particulari ad universale», es decir,
literalmente, «de lo particular a lo
universal». Esta sí sería para mí la vez en
que Stoker no expresa con claridad su
pensamiento, cometiendo probablemente un
grave error filosófico y semántico, que me
resulta inexplicable en un escritor como él.
He revisado una y otra vez la edición
original, y las traducciones son correctas.
Quizás quiso simplificar en exceso, o decir
algo correcto, que, sin embargo, escribió de
un modo incorrecto. Ya en el capítulo XIX,
en el Diario de Jonathan Harker del 1
de octubre, nos encontramos con una
expresión parecida pronunciada por Van
Helsing: «También hemos aprendido una
lección, si se me permite argumentar a
particulari», es decir, algo así como
«partiendo de este caso particular», como
indica en nota Flora Casas. Pero lo cierto
es que esa expresión, como oportunamente
recuerda Molina Foix en la nota 188, no
existe. Son dos extraños errores, aunque el
del capítulo XXV es más misterioso. Porque
el caso es que la expresión a particulari
ad universale, sí es correcta y existen
ejemplos de su uso. Un ejemplo sobresaliente
es el que está contenido en un libro de
filosofía del jesuita Andrés de Guevara y
Basoazábal (Guanajuato, 1748-Piacenza,
1801), en donde dice: «… quae a particulari
ad universale deducit» [13]. Esta expresión,
que, insisto, incomprensiblemente se la
adjudica Bram Stoker, a través de Van
Helsing, al modo de razonar de un criminal,
de Drácula en este caso, está en realidad
aludiendo al método científico inductivo,
que es el que en buena medida está aplicando
nuestro doctor holandés a lo largo de toda
la novela.
La ciencia no puede basarse exclusivamente
en el método inductivo, como tampoco
únicamente en el deductivo, pero la
inducción, tal como la entendió en
primer lugar Aristóteles, es fundamental
para el desarrollo del espíritu científico y
para el ejercicio de la ciencia. En el libro
primero, capítulo segundo, de los Tópicos,
que es el quinto de los tratados que
componen el Organon de la lógica
aristotélica, dice el Estagirita: «la
inducción es un tránsito de las cosas
individuales a los conceptos universales»
[14]. En el libro octavo, capítulo primero,
asimismo de los Tópicos, agrega: «la
inducción debe marchar desde los casos
individuales a lo universal, y desde lo
conocido a lo desconocido» [15]. La
importancia del pensamiento analítico de
Aristóteles y de su pensamiento lógico para
el nacimiento de la «ciencia en sentido
moderno» y para la verdadera fundación de la
«filosofía científica», ha sido reconocida
por sus más eminentes estudiosos [16]. Sobre
el concepto de «inducción» en Aristóteles,
ha escrito con gran claridad William Keith
Chambers Guthrie en su justamente célebre
Historia de la filosofía griega [17]. La
aportación del pensador empirista inglés
Francis Bacon (1561-1626) al proceso
inductivo científico y la de los pensadores
racionalistas, especialmente el alemán
Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), quien
hablaba del ascenso de la mente desde los
particulares a los principios, también han
de ser tenidas muy en cuenta.
Antes de referirnos a las sesiones
hipnóticas a las que somete periódicamente
el doctor Van Helsing a Mina, digamos algo
sobre cómo ataca a esta por vez primera el
vampiro. Pero completemos previamente la
descripción del vampiro y el conocimiento
sobre su poder al que ha llegado Van
Helsing, que, además, ha contado con la
inestimable ayuda de su amigo Arminius, de
la Universidad de Budapest, para obtener
información histórica sobre los antecedentes
familiares y la existencia pasada, cuando
era una persona viva y real, de Drácula.
Tanto la descripción de los poderes del
vampiro como la escueta biografía y la
genealogía familiar del conde las escribe
Mina Harker en las páginas de su Diario
reproducidas en
el capítulo XVIII. El poder del nosferatu se
acrecienta a medida que multiplica sus
ataques y succiona más sangre de sus
víctimas. Además de astuto, cuenta
con la ayuda de la necromancia, es decir, el
poder de la adivinación mediante la
invocación a los muertos, estando estos, si
el vampiro se acerca a ellos, a sus órdenes.
Es cruel y no tiene corazón. Puede estar en
cualquier sitio con suma diligencia, según
su voluntad, cuando y donde desee, aunque
con ciertas condiciones, así como
metamorfosearse (en lobo, en murciélago, en
bruma, en polvo) y gobernar los elementos,
como la tormenta, el viento, la niebla y el
trueno (recordemos aquí la siniestra
travesía de la goleta Deméter que transporta
a Drácula desde el puerto de Varna y su
extraña e inexplicable llegada a Whitby,
teniendo en cuenta que toda la tripulación
había muerto, así como la transformación del
conde en perro y alcanzar de ese modo la
orilla de la localidad costera inglesa).
Puede dar órdenes a ciertos animales, crecer
y hacerse pequeño. Es un ser sin conciencia.
No solo no muere con el paso del tiempo,
sino que sus energías y sus facultades
vitales se rejuvenecen cuando puede engordar
a costa de la sangre de los vivos. No come
ni bebe, no produce sombra ni se refleja en
un espejo. Cuando aparece en la bruma que él
crea, la distancia que puede alcanzar esa
bruma es limitada. Puede ver en la
oscuridad.
Pero
también tiene sus limitaciones; por ejemplo,
no es libre, ni puede ir donde quiera, salvo
que se cumplan determinadas condiciones. Por
eso viaja en la goleta metido en una caja
con tierra de Transilvania. Necesita
la ayuda de peones, de seres humanos a los
que engaña y le sirven de meros instrumentos
para sus propósitos. No puede entrar en un
sitio a no ser que se le franquee la entrada
una primera vez. Durante el día cesa su
poder, y solo en ocasiones, de día, tiene
una limitada libertad. Sus cambios de lugar
solo pueden efectuarse al mediodía, a la
salida del sol o en el crepúsculo. El ajo
reduce su poder, una rama de rosa silvestre
sobre su féretro le impide salir de él y una
bala consagrada disparada contra el ataúd
donde reposa lo mata verdaderamente.
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Mina Murray (Melissa Stribling), ayudante de director de escuela en un comienzo, se convertirá luego en la esposa de
Jonathan Harker, y es la mejor amiga de Lucy Westenra, a quien visita en
Whitby cuando la escuela cierra por vacaciones de verano. Mina y Jonathan, ya matrimonio, unen fuerzas con el
Dr. Van Helsing, que ahora vuelca su atención en destruir al conde. (WP). |
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Todos estos son los preciosos datos que Van
Helsing ha ido averiguando, tanto a través
de las informaciones proporcionadas por el
Diario de Jonathan Harker, como por
la experiencia acumulada en el caso de Lucy
y las investigaciones y consultas en las
bibliotecas.
Drácula ataca por primera vez a Mina cuando
está sola en las habitaciones en que se
halla alojada provisionalmente, junto con su
marido, en el interior del manicomio que
dirige el Dr. Seward, ya que ambos esposos
no han tenido más remedio que dejar su
residencia en Exeter y permanecer durante un
tiempo en Londres, hasta que el vampiro
pueda ser destruido. Lo ocurrido, es decir,
aquello que puede recordar, lo describe
minuciosamente Mina en la entrada de su
Diario del 1 de octubre, en el capítulo
XIX.
El día anterior se había quedado sola en su
habitación, pues el grupo (todos son
hombres), con la mejor de las intenciones,
ha decidido por ahora mantenerla lejos de
las pesquisas y de la localización de los
cajones de tierra diseminados por Drácula en
diversos lugares de Londres, a fin de
alejarla del peligro. Pero el efecto es el
contrario. Es el conde el que acude al lado
de su nueva víctima. El vampiro se aproxima
hacia el edificio transformado en niebla
blanca, deslizándose muy sigilosamente,
lenta y casi imperceptiblemente. Esta niebla
la ve la propia Mina, pero no le concede la
importancia debida, aunque le llamó la
atención la vitalidad propia que parecía
poseer. En la cama la invadió una especie de
letargo, pero, al no poder conciliar el
sueño, se levantó, se acercó a la ventana y
vio que la bruma era ahora más espesa y que
se deslizaba como queriendo adherirse a las
paredes y llegar a las ventanas. Volvió a la
cama, se tapó todo su cuerpo, incluida la
cabeza, con las mantas, asustada como
estaba, en parte por los ensordecedores
gritos de Renfield, y debió de quedarse
dormida, pues no recordaba a la mañana
siguiente nada de lo sucedido durante la
noche, excepto extraños sueños; extraños
porque era como si se mezclasen los
pensamientos propios del estado de vigilia
con la fase onírica. Repárese en la precisa
descripción de lo que Mina cree que ha
ocurrido, un don que poseen muy pocas
personas. En ese estado como de duermevela,
entre la vigilia y el sueño, diose cuenta de
la creciente pesadez de su cerebro y de sus
miembros, así como de la pesadez, de la
humedad y de la frialdad del aire. Todo
estaba muy oscuro, pero la diminuta llama de
la lámpara de gas le permitió percibir que
la bruma, a pesar de su densidad, se colaba
por las rendijas de las ventanas, que
estaban cerradas (ella recordaba muy bien
haberlas cerrado).
Rememoremos una vez más aquí cómo se
introduce Lucy por entre las rendijas del
panteón, adelgazándose hasta extremos
inverosímiles. Mina va siendo invadida de
nuevo por el letargo; de ahí que no pudiese
levantarse para comprobar si efectivamente,
a pesar de saberlo, estaban bien cerradas
las ventanas. Los ojos se le cerraban de
sueño, pero, inexplicablemente, podía ver a
través de los párpados. La niebla, cada vez
más espesa, se introdujo por las rendijas de
la puerta, y empezó a adoptar la forma de
una columna, que le evocó las palabras del
Éxodo: «Porque durante el día la Nube
de Yahveh estaba sobre la Morada y durante
la noche había fuego a la vista de toda la
casa de Israel» (40, 38) [18]. La fijación
de la mirada de Mina, a pesar de tener los
ojos cerrados, en la llama encendida, le
hizo entrever, entre la espesa bruma, dos
ojos brillantes y como de fuego, dos ojos
rojos como los que creyó haber visto Lucy en
Whitby. Se acordó entonces Mina de las
palabras del Diario de Jonathan
cuando describe a las mujeres vampiro que
había visto en el castillo de Drácula. Desde
este instante, Mina debió desvanecerse por
completo, siendo lo último que recordaba un
rostro blanco, lívido, que se inclinaba
sobre ella en medio de la bruma. Al
despertar por la mañana, como hemos indicado
antes, cree que todo ha sido una pesadilla,
un espantoso sueño que, si llegara a
repetirse —lo escribe ella misma—, podría
perturbarle la razón.
Esto es exactamente lo que dice el texto.
¿Es posible deducir de esta descripción que
Mina se «entregase» a Drácula, que hubiese
un escondido placer, un voluntario abandono
hacia ese ser maligno que quiere apoderarse
de su alma? Porque Drácula quizás pretenda
apoderarse del cuerpo de Mina, poseerla,
circunstancia que en todo caso no se
menciona, pero de lo que no cabe duda es que
anhela arrebatarle para siempre su alma,
arrojándola a una condenación maldita. A la
pregunta anterior, mi respuesta es no. Mina
se encontraba en un estado de
semiinconsciencia, primero, y de
inconsciencia profunda, después. No es en
absoluto responsable de lo que ha sucedido.
El vampiro ha visto la posibilidad de atacar
a su víctima, de iniciar la diabólica
espiral que irá conduciéndole paulatinamente
a apoderarse de ella, a tener poder sobre
ella, y la ha aprovechado inmediatamente. Se
ha metamorfoseado en una sustancia
verdaderamente sutil, ambigua,
indeterminada, como es la bruma, la niebla,
y, cuando Mina ha sido vencida por esa
atmósfera enrarecida, malsana, envenenada;
cuando Mina no ha podido resistirse al
sueño, es cuando Drácula, adoptando ahora su
forma característica, le ha clavado los
dientes en el cuello y le ha sorbido parte
de su sangre. Habrá quien deduzca todo tipo
de mensajes ocultos, de alusiones sugeridas
por el novelista, como, por ejemplo, que lo
que en realidad ha sucedido es, también, que
Mina ha sido poseída sexualmente por el
conde. Admitámoslo. Concedamos a tales
intérpretes esa posibilidad. Sigo
considerando ese hecho irrelevante desde el
punto de vista en que me he situado desde el
principio de mi argumentación, esto es, que
no puede demostrarse el más ligero atisbo de
abandono voluntario, de entrega consciente
de la hermosa joven hacia el malvado
demonio. Esto es para mí lo relevante y lo
significativo: que Mina no se siente atraída
por el Mal.
Todavía se va a producir un segundo asalto
del conde hacia Mina, aún más violento y
espeluznante que el primero, que, además,
transcurre en presencia de Jonathan y que
también tendrá varios testigos, entre ellos
ambos médicos, que pudieron ver con sus
propios ojos la horripilante escena, aún
inconclusa, pues estaba desarrollándose
cuando irrumpieron
de improviso en la estancia, teniendo por
eso que suspender su terrible acción
Drácula, lleno de cólera y de ira,
retrocediendo ante la presencia de la Hostia
consagrada y de los crucifijos.
Toda
la escena es descrita pormenorizadamente por
John Seward en su Diario del 3 de
octubre, en el capítulo XXI. Entre el
anterior y primer ataque a Mina y este
segundo, han transcurrido, pues, apenas
setenta y dos horas. ¿Qué es lo que vieron
Van Helsing y John Seward al entrar
violentamente en la habitación?
A Jonathan yaciendo
en la cama, en estado de shock,
estupefacto. A Mina arrodillada junto al
borde izquierdo de la cama, y a su lado, de
pie, Drácula.
Con la mano izquierda
le sujetaba las manos y con la derecha le
agarraba la nuca «para obligarla a bajar la
cabeza hacia su pecho. El camisón blanco de
la mujer estaba cubierto de manchas de
sangre, y por el desnudo pecho del hombre,
que asomaba por la camisa desgarrada,
discurría un fino reguero. La actitud de
ambos guardaba una terrible semejanza con un
niño que obligase a un gatito a meter el
hocico en un plato de leche para forzarlo a
beber». Una cólera diabólica se apoderó del
conde, que arrojó a su víctima sobre la
cama, tratando de atacar al grupo, que, como
hemos adelantado, se defendió vigorosamente
con los objetos sagrados, hasta que el conde
de nuevo se transformó, de manera repentina,
en vapor y volvió a deslizarse por debajo de
la ventana, escapando. Mina pronunció
entonces un grito agudo y aterrador,
hallándose su rostro «cadavérico, con una
palidez acentuada por la sangre que manchaba
sus labios, mejilla y barbilla; de su cuello
manaba un fino reguero de sangre. Tenía los
ojos desorbitados por el terror. Se tapó el
rostro con sus pobres manos magulladas, que
mostraban en su blancura las señales rojas
del terrible apretón del conde, y se oyó un
gemido sofocado y desolado, en comparación
con el cual el grito que había lanzado antes
no parecía más que la expresión rápida de
una aflicción infinita».
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«Drácula» es
una novela
publicada
en 1897 por
el irlandés Bram
Stoker,
quien ha
convertido a su
antagonista,
Drácula, en
el vampiro más
famoso de la
Historia. Se
dice que el
escritor se basó
en las
conversaciones
que mantuvo con
un erudito
húngaro llamado
Arminius
Vámbéry,
quien le habló
de Vlad
Draculea. La
novela, escrita
de
manera epistolar,
presenta otros
temas, como el
papel de la
mujer en
la época
victoriana, la
sexualidad, la
inmigración, el
colonialismo o
el folclore.
Como curiosidad
cabe destacar
que, aunque Bram
Stoker no
inventó la
leyenda
vampírica, su
novela ha sido,
sin embargo, la
que ha alcanzado
gran popularidad
gracias a las
versiones que se
han hecho de
ella en el cine,
el teatro y la
televisión. En
la versión del
fotograma,
Christopher Lee
interpreta al
Conde de la
leyenda, de la
literatura y de
la
cinematografía.
(WP).
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