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LA ASOCIACIÓN ANDALUZA de Escritores y Críticos Literarios ha hecho
público el nombre de los finalistas del XXV Premio Andalucía de la
Crítica en las modalidades de poesía, novela y cuento,
tras la votación de más de cien críticos y especialistas que han
seleccionado entre todas las obras publicadas por autores andaluces a lo
largo de 2018.
POESÍA
Entre las obras seleccionadas en la categoría de poesía para alzarse con el
máximo galardón de las letras andaluzas, hay, en esta ocasión, mayoría de
obras publicadas por poetas andaluzas; en concreto, Antes que el tiempo
fuera, de la cordobesa Juana Castro (Hiperión); Geografía de la memoria,
de la granadina Mariluz Escribano (Calambur); Bajo la luz, el cepo, de la
también granadina Olalla Castro Hernández (Hiperión); La espalda de la
violinista, de Teresa Gómez (Fundación José Manuel Lara), Las niñas
siempre dicen la verdad, de la sevillana Rosa Berbel (Hiperión) y
Matria,
de la gaditana Raquel Lanseros (Visor); a ellos se suman Biología,
Historia, del poeta granadino afincado en Málaga Antonio Jiménez Millán
(Visor Libros), Cancionero del amor fruitivo, del malagueño José Lara Garrido
(Ed. Cancioneros Castellanos), En busca de una pausa, del jiennense Juan
Carlos Abril (Pre-textos), La palabra muda, del accitano Antonio Enrique
(Eds. El Gallo de Oro) y Señales subjetivas, obra del poeta de Rute José
María Molina Caballero (Ed. Ánfora Nova).
NOVELA
En cuanto a narrativa, han sido seleccionadas Cara de pan, de la autora
afincada desde la infancia en Sevilla Sara Mesa (publicada en Anagrama);
Fractura, del autor argentino-granadino Andrés Neuman (Alfaguara);
El
ausente, del melillense residente en Sevilla Antonio Rivero Taravillo
(La Esfera de los Libros); Final feliz, del sevillano Isaac Rosa
(Editorial Seix Barral), y Sur, del malagueño Antonio Soler, editada por
Galaxia Gutenberg.
CUENTO
En esta categoría, seis libros optan al premio: Arde hasta el fin,
Babel, del sevillano Diego Vaya (Ed. Maclein y Parker);
Fantásticos biografemas, del almeriense José Valles (Alhulia); Libro de
los silencios, de Francisco Silvera (EDA Libros); Cuentos completos, del
cordobés Rafael Mir Jordano (Diputación Provincial de Córdoba); Mi bello Fauvel, del malagueño Gonzalo Campos Suárez (Ed. Adeshoras), y
Sucederá la flor, obra del granadino Jesús Montiel, publicado por Pre-textos.
Los ganadores, que recibirán una escultura de la artista cordobesa Marta
Campos, se conocerán durante el mes de marzo, cuando un jurado compuesto
por veinte miembros entre profesores, críticos literarios y periodistas
elijan las obras andaluzas más relevantes publicadas a lo largo de 2018
en un acto que tendrá lugar en el Centro Andaluz de las Letras (Málaga).
La entrega de premios tendrá lugar a mediados de mayo en un acto que
cuenta con la colaboración de la Fundación UNICAJA, la Consejería de
Cultura de la Junta de Andalucía y el Centro Andaluz de las Letras.
17 de Enero de 2019. |
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OBRAS FINALISTAS
Categoría: POESÍA |
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En las líneas que siguen, el lector puede acceder a comentarios
resumidos de las obras que han resultado finalitas en el XXV Premio
Andalucía de la Crítica, correspondiente al año 2019, en la
categoría de Poesía, según decisión del jurado constituido al
efecto, en el que han actuado como presidente Francisco Morales Lomas,
Remedios Sánchez, Antonio Hernández, José María Barrera, Manuel Gahete,
José Sarria, María Rosal Nadales, Blas Sánchez Dueñas, José Cabrera
Martos y Paloma Fernández Gomá. |
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«Antes que el
tiempo fuera»
Juana Castro
Ediciones Hiperión, Madrid, 2018 |
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1.
Antes que el tiempo fuera,
de
Juana Castro
Se trata de una alegorización
sobre el origen de la humanidad.
Estructurado muy simétricamente
en tres apartados: “Quieres oír
el mar?”, “Siempre el mismo
tren”, “Dame la mano, madre”.
Desde el bello nacimiento a la
luz con el pinzón y el dolor y
la herida rumiando, va creando
una historia personal desde el
distanciamiento de la tercera
persona en una época de
posguerra, «Una niña, cristal,
junio de otra». Y surge cierto
lenguaje cientifista con el mar
como origen de esa humanidad, de
la mano de Amaltheus, una
amonita, uno de los fósiles más
antiguos. Al mismo tiempo que
surge ese nacimiento del mundo
con la simbólica amonita, va
creando su historia personal,
casi paralela e imbricada con
ese nacimiento del mundo, porque
el nacimiento y la evolución de
cualquier persona lo es también
de su mundo propio, personal e
intransferible. De ahí que en el
poema “Ajuar” hable de esa
relación de la madre con la hija
y la navaja como símbolo de
muchas cosas, como en la obra de
Lorca: «Una moza ya está /
puesta de largo / con su fértil
navaja». La mujer y su trabajo
ofrece una imagen en la línea de
una defensa militante como en el
alusivo “Silencio sideral”. Es
una poesía anti-sentimental y
antirretórica que trata de
construir el pensamiento.
Se encuentra presente el dolor,
los naufragios, la soledad, la
lucha, siempre imbricada con esa
simbología de la humanidad en
evolución que se asimila a esa
historia personal, como en el
poema “Destellos”, con la
posguerra como presencia:
«festejaban el fin de los
cadáveres». En algunos casos sí
existe una denuncia y un dolor
profundo, como en “Luminaria”:
«Morir con treinta años. Eso era
/ la vida. Desamparo, dolor, /
el miedo…». En el poema “Sutura”
se observa esa asociación de
significados cuando dice: «Y
Amaltheus la madre cruza /
despavorida el puente / de todas
las consultas al materno / con
su hijo en los brazos». Ese
símbolo de la maternidad
dolorida también está muy
presente y el dolor y el
sentimiento de agresión: «los
hombre / y su charco de
sangre…».
Es un gran libro que, al mismo
tiempo que conduce esa historia
de la humanidad de violencia,
rencor…, advierte de la
situación de la mujer, de esa
Amaltheus simbólica adherida al
tiempo: «El tiempo aumenta de
valor cuanto más cerca / nos
mira el precipicio». Un gran
verso sin duda. Esa Amaltheus se
siente siempre en situación de
persecución ante esa atronador
antropofagia y «aterida, entra /
en la boca del subterráneo». El
espacio de la casa, la familia y
la simbólica madre están muy
presentes en el último apartado,
donde realiza una síntesis de
sus mundos: la madre, la abuela,
la hija («Vuestra madre / la
vieja cefalópada sin remos») al
tiempo que está presente ese
ámbito del trabajo de la tierra
(«Los hermanos, el padre, las
azadas») para, finalmente, en el
último poema “Vislumbre”,
ofrecer una definición de lo que
somos, ese Amaltheus que fue
hija, madre, pequeñez en el
ocaso, polvo en la roca, pero,
sobre todo, tiempo, «Era tan
solo el tiempo». |
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«Bajo la luz,
el cepo»
OLALLA CASTRO
Ediciones Hiperión, Madrid, 2018 |
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2.
Bajo la luz, el cepo,
de
Olalla Castro Hernández
Es un libro de gran interés, con
una estudiada uniformidad a
pesar de los cuatro apartados en
los que se estructura: “La
expedición perdida de Franklin”
(1845-1848), “Por la ruta de
Siskiyou” (1848-1855), “Las
histéricas de la La Salpêtrière”
(1862-1867) y “La leprosería de
la isla de Molokái” (1866-1869).
Con él, Olalla Castro ha querido
realizar una alegoría en torno a
la existencia desde el viaje
inicial hasta el ingreso en la
leprosería. Es un viaje hacia la
nada, el dolor, el miedo y la
muerte, en el que la figura del
hombre es completamente atacada
como responsable acaso de la
existencia de la mujer.
Una dicotomía que estará muy
presente sobre todo en la
segunda y la tercera partes, en
las que los comentarios sobre el
hombre poseen en general un aire
negativo.
En ese recorrido se pretende
fundar el mundo, y, a través de
una senda narrativo-descriptiva,
la autora va ahondando en claves
de la existencia en las que
sensaciones como el miedo, las
sombras, el poder del hombre…
poseen una simbología
determinante.
La protagonista tiene el nombre
de Virginia y nos habla de su
miedo y su soledad mientras los
hombres beben, y se busca «una
salida / a este laberinto que
deslumbra». La luz y las
palabras tan iguales operan como
confines y trincheras, y, en esa
huida, también Virginia acaba
siendo John y se es consciente
de que «siempre se muere
caminando», al tiempo que van
dejando «un reguero de muertos
sobre el hielo»,
y llegando incluso al
canibalismo: «Abriendo el cráneo
a un hombre moribundo / y
succiono esa cosa viscosa / que
aún está caliente».
La historia avanza por esa
alegoría del viaje familiar
(ahora hacia un supuesto espacio
americano ocupado por los
indios) como aquellos
aventureros americanos «sobre
esta blanda miseria que nos
une». Y en ese recorrido
familiar existe la sensación de
impostura y pérdida: «Mis padres
y mis hermanas / parecen olvidar
que le rezan / a la misma
persona que nos ha abandonado».
Un viaje que progresivamente va
hacia la desesperación y la
muerte en los apartados
siguientes, en los que ya «los
hombres vestidos de uniforme /
han deshilachado una a una las
certezas». Un poemario que poco
a poco se va convirtiendo en un
grito de la mujer ante el medio
y donde los hombres de blanco
«dicen que nuestra locura se
aloja / entre las piernas».
Hombres que dominan pero a la
vez son los sanadores. Una
dicotomía que progresivamente
muestra al hombre todopoderoso y
la mujer víctima: «Todas hemos
nacido con el mal en los ojos, /
dice el doctor mientras, / con
un pequeño martillo de metal, /
me da golpecitos en las sienes».
Son mujeres que están internadas
por locas, atacadas, zaheridas:
«Me mira con un fósforo en los
ojos / y me incendia con esta
culpa inútil, / para después
marcharse». Y, en definitiva,
dirá: «Mi dolor les pertenece».
En el último apartado está en la
leprosería de Molokái donde
surge el hombre-farol que le
señala o el hombre con montañas
en el rostro. Continúa con una
alegorización en la que los
esquemas dicotómicos están
presentes, se observa la
estructura de poder que todo lo
conforma y determina, y donde
están siempre presentes la
desolación, el dolor, la
desesperación y la imposibilidad
de salir de allí: «Sé que solo
saldré de este sitio / cuando
alguien me arrastre, / cargando
con mi cuerpo». |
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«Biología,
Historia»
Antonio
Jiménez Millán
Visor Libros,
Madrid, 2018 |
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3. Biología,
Historia, de Antonio
Jiménez Millán
Jiménez Millán se introduce en la memoria con un aire
sentimental. Un recorrido por la historia personal: las
calles de Granada, los diversos lugares vividos. Son
situaciones que se asocian al ámbito familiar. Son
escenarios anímicos que han quedado en la memoria y
ahora se recuperan idealizados. Podemos encontrar
espacios, lugares, paisajes, amores y deslumbramientos
diversos. Lo autobiográfico está presente. No le
interesan las anécdotas que marcan la rutina, sino el
sentido de ser fraccionado en mensajes, vicisitudes y
vivencias que nos sobresaltan sometiéndonos a la
dolorosa sensación de la inestabilidad, los escrúpulos
de la senectud, las resignaciones de la madurez, cruzada
por los miedos infantiles, la vacilación de los jóvenes.
Todo gira, pues, en torno; una abstracción en torno a
nuestra existencia y nuestra identidad en esa
conformación de personajes histórico. También hallamos
elementos culturales diversos y una reflexión personal
sobre la función de la cultura en el desarrollo del ser
y su historia. Hay también una visión sobre la amistad,
muy presente en el afecto hacia su amigo Juan Carlos
Rodríguez. |
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«Cancionero
del amor fruitivo»
JOSÉ LARA GARRIDO
Editorial Cancioneros
Castellanos, 2018 |
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4.
Cancionero del amor
fruitivo, de
José
Lara Garrido
Es la primera obra lírica que
publica José Lara Garrido,
catedrático de Literatura de la
Universidad de Málaga y
académico del Instituto Lombardo
de Milán, una de las máximas
autoridades en el Siglo de Oro,
al que ha dedicado un buen
número de ensayos, siendo
profesor visitante en múltiples
universidades de todo el mundo.
Como poeta, Lara Garrido ha
escrito una decena de poemarios,
que permanecen enigmáticamente
inéditos hasta el momento [1].
Acaso, como revela el autor, por
un pudoris causa
irrelevante ya. Con
Cancionero del amor fruitivo
(con edición de J. Plaza
González), José Lara Garrido
destapa el tarro de las esencias
de su lírica bien timbrada para
ofrecernos ochenta y cinco
poemas de una sensorial belleza
y de una singular ternura. El
amor es el elixir que determina
este cancionero amoroso en el
que la literatura de raigambre
clásica vuelve de la mano de un
orfebre del verso: «He querido
rendirme en cancionero, /
hacerme prisionero, como ofrenda
/ ofrecida por siempre ante tus
ojos (…) Mi palabra es promesa y
es ofrenda, / sacrificio pautado
por el libro».
Estructurado en diez bloques
(“Rimas proemiales o el renacer
de Orfeo”; “Los prodigios del
destino”; “Fruición de la
hermosura. Primeros retratos de
la amada”; “Confesiones y
plegarias. Perfiles del amor
fruitivo”; “Admiración de
maravillas. Los retratos de
Orfeo”; “Homenajes a la amada
como musa y lectora”;
“Remembranzas de los estados del
amarte y del encuentro con al
amada”; “Breve manual del diario
acontecer y excelencias de la
amada. Proclamación del cuerpo
de la amada y fruición sensitiva
de los amantes”, y “Cambios de
amor y rimas de
recapitulación”), se trata de
uno de los poemarios más
penetrantes sobre el amor
escritos en la poesía
contemporánea, en el que el
dominio de las estructuras
clásicas es absoluto
(fundamentalmente el soneto, las
sextinas…), junto con los
endecasílabos o los
alejandrinos.
El poeta siente la necesidad de
dar forma a la música y a los
sentimientos, creando la figura
del caminante que halla en la
amada una forma de impulso vital
y un reencuentro con lo esencial
de la existencia, representado
en una amada real que viene a
recuperar el consuelo del yo
poético y su pérdida primaria.
El recurso a todo tipo de tropos
es constante, lo que conforma un
lenguaje refinado, donairoso y
de una profunda emoción
interior. La dicción es un pozo
sin fondo donde los símbolos,
los símiles y las figuras de
repetición, y las imágenes más
poderosas de la poesía desde
Fernando de Herrera, toman su
espacio propio en la lírica de
un poeta que nace a la poesía
desde el amor profundo, un amor
de madurez que, sin embargo,
tiene las condiciones y la
emoción de un amor juvenil por
la plétora de su dicción. La
amada es identificada con la
luz, pero también adquiere la
categoría deificante porque crea
de nuevo al poeta para la vida,
que vuelve a “ser” gracias a ese
encuentro de amor. Una amada
siempre corpórea, de ahí el
retrato, los continuos poemas
que hablan de sus manos, de sus
ojos…, el tríptico de su piel,
sus pies («dos pies donde la
nieve fulge en oro / por el
mágico marco de sandalias / que
se abren en señal de paraíso»).
Su encuentro con la amada nace
con un lenguaje rico en su
abundancia imaginaria y sonora
pero contenido en su serena
sinceridad, en endecasílabos en
los que la palabra asume el
espacio y el poeta se declara
«un estoico que vence el
desengaño / y apuesta siempre
por primar la vida». Mucha vida
y pasión destilan estos versos
que son un reconocimiento a la
esencia del “ser con otro”, de
vivir en el amor, en la caldera
de los afectos con una mujer que
es «compañera / de la búsqueda
en el océano infinito / de los
seres humanos, atrevida, /
intrépida, resuelta y sabedora /
de la trampa terrible: el
espejismo / de cuantos
atraviesan un desierto / y creen
ver oasis en la arena».
En esa plenitud, el yo poético
apuesta por la esencia del vivir
y ofrece su amistad, su ser,
aunque el dolor y el llanto en
ocasiones puedan deslindar todo
un mundo que se traiciona. Una
«pupila fue el abismo», su
pupila que avanza con la luz y
la música simbólica de un nuevo
Orfeo que ante los ojos de la
amada («órbitas solares») haya
la metáfora definitoria junto a
la dulzura de su irradiación.
Toda la tradición de la poesía
clásica española a través de
intertextos e hipertextos está
definitivamente conducida por
una mano segura, pero, sobre
todo, por un corazón poderoso.
Porque ambos (técnica literaria
y vida) están tan imbricados que
es difícil desunirlos. Los
labios de la amada abren
albores, y «levanta a pasión de
los luceros» y se une a la
música en un «concierto en
divinales / tramas de articulada
contextura».
Una poesía que nace para la
ternura y los sueños, una poesía
ungida por la sabiduría de lo
observado y la presencia de la
mejor tradición clásica de la
literatura española. |
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«En busca de
una pausa»
JUAN CARLOS
ABRIL
Editorial Pre-Textos,
Valencia, 2018 |
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5. En busca de una
pausa, de Juan Carlos
Abril
En busca de una pausa,
de Juan Carlos Abril, nace de un
principio relevante: la
construcción de la identidad
vital y lo vivido con un impulso
hacia el futuro. El título ya
sugiere esa dilación reflexiva.
Esta galería existencial posee
un recorrido preciso que erige
hitos en el camino: el exilio
involuntario, la amistad, la
detención en el camino, el
aprendizaje/desaprendizaje y la
vuelta. Son temáticas que le
permiten al poeta especular
sobre el sentido de los sueños y
la nostalgia del futuro, pero
también adentrarse en sí mismo e
incidir en su felicidad
alcanzada o inhóspita: «No somos
/ lo que somos / sino lo que
seremos. / ¡Despierta al otro
que hay en ti! / Aunque no esté
de moda, / su utopía / vuelve
habitable el mundo».
Existe mucho de arquitectura
personal a través de la mirada
en el espejo de la conciencia y
de la vida, en un desdoblamiento
de su yo, que le permite ponerse
del otro lado y descubrir «la
realidad, la verdadera». Y, en
esa realidad, el yo poético, que
nos revela con sus dudas y sus
claridades el sentido de esa
identidad: «Quién soy yo / que
aprendí a vivir / con la
respiración nerviosa / y el
antifaz, las manos hábiles / de
un corazón en vísperas». Un
concepto que remarca en toda la
obra y nos conduce por su
laberinto interior, siempre
propenso a la dialéctica de
determinación/indeterminación,
aunque con ese prurito se
construya el poemario para
conocerse y saber por qué
vericuetos nos hemos conducido.
En plena madurez vital, el poeta
se pregunta por sueños de
antaño, por el camino hallado y
sus símbolos: «Las severas horas
/ de la autocrítica». Es
consciente de la complejidad de
esa realidad, de su misterio, de
los “amaneceres/agrios” y la
convivencia con la enfermedad:
«La vida, me decían, es muy
simple, / pero el complejo era
yo». Unas veces con un discurso
lleno de evidencias, y otras
simétrico con la simbología del
camino y el atajo vital con
todos sus auxilios personales:
tierra que tiembla, lucha,
misterio del corazón, corrientes
emocionales con la presencia del
amor y la necesidad de
autenticidad. Pero siempre
renace un discurso ético, que
hace que la existencia tenga un
pleno sentido: «Yo sé que no
estás solo / buscando otra
moral, / pues para encontrar
algo hay que perderlo. / Y para
ser feliz hay que sentir / el
mundo con su estómago vacío, /
su orilla fabulosa / de arenas
devorantes». Una sorprendente
imagen que nos convoca hacia un
humanismo reflexivo y vital
abierto también a las
interpretaciones donde zozobra
contenidamente un ser en la
encrucijada vital donde
sobrevivir ante las decepciones
y los sueños rotos, pero siempre
mirando hacia la luz del futuro
con el azar de la compañía y la
corriente emocional del discurso
amoroso, como en “Esperar es un
camino”.
Un hombre ante su destino y ante
la contemplación de su pasado
para extraer consecuencias en
medio de la vorágine de las
ficciones, de las expectativas,
de los amaneceres rotos, y con
la consistencia de lo vivido y
la sobriedad de sus
conclusiones: «Nadie dijo que
vivir / fuera fácil, vivimos
tiempos / deshabitados y se
desbaratan / aquellas
precauciones impermeables».
Un poemario sustancial,
complejo, rico en matices donde
hay amplios y profundos
consensos sobre la indagación
poética y el bastimento de los
sueños en una lírica que nace
siempre para la conciencia y el
conocimiento, como en “Para
escapar”, donde, con una
claridad sin ambajes, expresa un
momento de su existencia sobre
la que ejerce la autocrítica:
«Me amenazaban, querían
cambiarme / con argumentos
generosamente absurdos (…) // No
fui constante —Abril / mezclando
memoria y deseo— / Ni amé
demasiado la vida». Pero también
donde emerge la preocupación por
el Dasein, esa voluntad
consciente de ser, estar,
pensar: «Yo creía en las cosas
/ porque necesitaba creer, /
porque pertenecía a un código».
Un lenguaje para la construcción
de un pensamiento que sea un
cierta respuesta moral ante la
existencia y en la recuperación
de su yo: «Y tú / una nueva
moral que implique / otro común
denominador, otro / sentido
común».
Son muchos los poemas como
“Palimpsesto”, “Los últimos
días”… en que se halla esa
dialéctica de presente/pasado y
en los que, a través de la
redención memorial, vacía su
vida, su inocencia, su dolor…
tratando siempre de conformar la
forja de un hombre, como en su
poema “Pan de ayer”, donde
reconoce que todavía permanecen
aquellas ilusiones por las que
un día luchó. Un recorrido por
los ámbitos vividos pero con el
proyecto de futuro «y una sed de
ilusiones infinita», en ese
juego también de desencantos y
procesos de autodestrucción y
besamanos con el amor y la
paciencia del vivir.
En definitiva, un poemario
jubiloso, de gran altura lírica
en el que subyace el tiempo
vivido como alianza para
edificar los sueños, nuevos
caminos sin imposturas y la
esperanza de hallar el ser en su
identidad creadora. |
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«Geografía
de la memoria»
MARILUZ ESCRIBANO PUEO
Editorial
Calambur,
Valencia, 2018 |
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6.
Geografía de la memoria,
de
Mariluz Escribano Pueo
Geografía de la memoria
es un libro que sigue la estela de otros anteriores
donde están presente, a la vez, el ámbito personal y
familiar desde una perspectiva sentimental que fija la
atención en los detalles de la existencia: la
contemplación de una tarde, de un paisaje, de un paseo
por la naturaleza genera una evocación sentimental.
El lenguaje es directo, claro y con tendencia a una
expresividad contenida llena de nostalgia y sentimiento.
Posiblemente, en contraste con otros libros anteriores,
parece un libro finalista que permite, en cierto modo,
una despedida pero profundizando en temas que son
personales siempre y sentimentales pendientes de la
evocación memorial y los pequeños detalles de la
existencia sobre los que fija su foco. |
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«La
espalda del violinista»
TERESA GÓMEZ
Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2018 |
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7. La espalda de la violinista, de
Teresa Gómez
Es una obra que posee una enorme claridad expositiva. Un
prólogo excelente de Ángeles Mora, siendo el cuerpo y la
música los dos elementos esenciales de su visión
personal: un preludio y tres movimientos. Los afectos
están muy presentes como juego de presencia/ausencia.
Pero también están presentes los elementos de contención
expresiva tanto como la voluntad de creación metafórica
y la trascendencia del paisaje, la ciudad, o los
elementos en torno a la identidad y el silencio, como se
puede ver en los poemas “Tu silencio” y “La noche”,
donde, junto a la soledad, existe una connivencia de los
sentidos. Hacia el final se produce una concentración de
los significados en el tono narrativo de los poemas y
una búsqueda de lo luminoso. |
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«La
palabra muda»
ANTONIO ENRIQUE
El
Gallo de Oro Ediciones, Bilbao, 2018 |
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8. La palabra
muda, de Antonio
Enrique
La palabra muda
es una obra de una gran dureza,
determinación y consistencia
sobre el holocausto. Aunque es
consciente de que son muchos los
años transcurridos desde
entonces, sabe que el dolor está
ahí presente y quizá intuye que
la historia tiende a repetirse
al cabo cuando la desmemoria
triunfa. Con esta obra quiere
que la memoria persista. Para
ello, Antonio Enrique toma la
palabra como resorte
fundamental, emplea su
sonoridad, su peso, su dureza
para transmitirnos la imagen
pero también la sonoridad y el
tacto del dolor, la sensación de
que todavía está presente, ahí
adherido.
El libro se estructura en 22
poemas, por cada una de las
letras del alfabeto hebreo, y
cada poema sigue el simbolismo
de la letra elegida, como
explica en la “Nota” a la
edición el propio autor. A ellos
se le añade un epílogo con el
título de “Adentro y más
adentro”, donde, desde lo
narrativo-reflexivo y la
simbólica semilla y el ser, nos
habla de esa flor de la que se
forma el corazón del hombre y
del ruiseñor, “su conciencia
solitaria”, una semilla como
promesa, pero también del
transcurro de lo vivido, de la
inmanencia y el ser en su
libertad y armonía. Y añade:
«Tampoco yo sabía adónde el
libro me llevaba, hasta bien
avanzado este (…) Las raíces hoy
perduran en la soberbia y la
codicia de un planeta cada día
más devastado por obra exclusiva
del ser llamado humano».
Son palabras, en definitiva, que
nos advierten de esa deriva
humana pero que también inciden
en la consistencia de lo humano
en pos de un humanismo solidario
que está siempre presente en
estos versos, cuyo discurso
ético corre parejo al deambular
de la palabra que toma el título
de cada uno de esos poemas que
poseen un continuum donde el
horror se presenta como una
fortaleza inexpugnable, algo que
no cansa y mata.
A través de un lenguaje
bíblico-metafórico con diversos
símbolos del horror y un
lenguaje axiomático definitivo e
imprevisible, Antonio Enrique
rompe, rasga, crea, toma la
palabra en su dolor y amargura,
en su fortaleza sonora y surge
ese hombre dolorido con unos
versos áridos, directos,
contundentes.
El punto de vista que toma
permite adentrarnos en la
tragedia de destrucción y muerte
de un modo sencillo pero con
gran fortaleza, en el que las
palabras tienen el peso de su
fuerza tanto como la
adjetivación: las bellas mujeres
son un despojo, el tren maldito,
la edad marchita, las fosas
comunes y la muerte como la
salvación, en muchos casos. En
determinados momentos, como un
curso para la derrota, surge
también el amor, apegado a la
muerte, como en el poema
quevediano, en los poemas XII y
XIII. |
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«Las
niñas siempre dicen la verdad»
ROSA BERBEL
Ediciones Hiperión, Madrid, 2018 |
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9. Las
niñas siempre dicen la verdad,
de Rosa Berbel
Hay un mundo muy personal en el
que progresivamente va creándose
esa nómina de las sensaciones en
torno a un mundo que se
estuviera creando desde abajo y
donde todos los referentes
familiares juegan una enorme
importancia. Existe un tránsito
que va por la esperanza, pero
también podemos encontrar
momentos para la desesperanza y
la desmotivación o el agobio
personal, aunque llama la
atención que lo haga desde su
juventud con tanta madurez
expresiva. |
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«Matria»
RAQUEL LANSEROS SÁNCHEZ
Editorial
Visos Libros, Madrid, 2018 |
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10.
Matria, de Raquel
Lanseros
La poesía de Raquel Lanseros
encierra una propiedad esencial:
“la momentánea eternidad”, y, en
consecuencia, el “ímpetu
epicúreo de afirmación vital”.
Una lírica robusta y lúcida, que
produce sensaciones emocionales
y vibraciones profundas muy
cercanas al lector, a su vida
cotidiana, a sus pequeños
relatos diarios, con los que
alcanza un valor sensitivo
penetrante y la conmoción de
estar inmersos en la
cotidianidad, en la “momentánea
eternidad”.
Con su última obra, Matria,
dedicada a su hijo, penetra
directamente en la esencia de lo
humano, lo convierte en materia
sensible, vivificante,
esplendente. Un libro de
suculenta riqueza expresiva y
múltiples matices, sinuosidades,
lecturas diversas y
enriquecedoras donde se aúnan el
caudal del significante junto a
una apuesta por el ser humano,
latente, presente, en un “nuevo”
y diferente compromiso para el
siglo XXI, en el que la
incertidumbre haya su camino más
solícito y la poeta se pregunta
«¿qué es lo que debo creer? /
¿Lo que me dicen los otros / o
lo que yo puedo ver?».
El poema es receptáculo de
sabiduría y recorrido vital,
biográfico y sublime donde la
escritora de Jerez transita del
yo al vosotros, del tú a ellos,
en un camino de ida y vuelta que
inspira la línea de una poética
abierta a todo tipo de
circunstancias vitales y
estéticas en la que tan
importante es el espacio privado
como el público, la
introspección íntima como su
relación con el mundo. Un libro
enérgico, audaz y de fortaleza
probada, duro, consustancial a
nuestro tiempo, pero de una
endiablada ternura, en la que el
fuego lo preside todo, el «fuego
que consume, pero también
calienta», y en él su voz se
hace conciencia ante «la memoria
como patria íntima / el único
dominio con vino de justicia», o
ante las personas queridas, como
en el poema “Padre”: «Me oigo
gritarle al mundo desde dentro
de ti». O el hijo, a quien
dedica la obra: «El otro es
breve y frágil / apenas
perceptible / aún cuenta por
semanas su presente (…) / El
otro es un proyecto de espesura
/ el alba que despunta perfecta
como un blanco».
Los recursos expresivos (incluso
hasta la ruptura silábica de
diversas palabras o el desempleo
consciente de los signos de
puntuación) y la cercanía por
momentos a recursos propios de
la vanguardia son puestos en
funcionamiento para penetrar en
los grandes signos de nuestro
tiempo: el lugar que ocupamos en
nuestra existencia, el recorrido
vital, Europa, el homenaje a
América, el compromiso con los
derrotados, los balances de una
biografía, el amor, la vejez,
las cicatrices del corazón, su
recorrido, el antropocentrismo y
su discurso demoledor, la
ruptura de los sueños, el
concepto de culpa, el miedo a
estar a la deriva, esa condición
de la existencia, y el sentido
de la nada: «Inútil aspirar a su
clemencia. / Sus únicos amores
conocidos / son la palabra nadie
/ y la palabra nunca».
Pero esta materia del
significado está inmersa en un
significante de ingente riqueza
y abundantes recursos
lingüísticos que permiten tanto
adentrarnos en la casa familiar
y la búsqueda de la felicidad
como detenerse en la conciencia
y hacernos uno con ella, siendo
conscientes de nuestra inanidad
y desmemoria: «Poesía / que sabe
hablar con Dios y nunca muere».
En ocasiones, el discurso puede
estar más cercano a la épica,
como en su bello poema “Europa”,
con sus palabras a medio
recorrido, un hermoso canto a
ese “camino” a medio construir:
«¿qué puedo hacer a hora? ¿qué
hago? el viento aúlla / en una
red so no ra que me at urde /
soy un ángel ca ído ante tus
pies, europa / ¿dónde has
plantado todos tus cadáv eres? /
nunca sé lo que tr amas / aquí
esto y vara do en tu colina / en
medio de esta plaga de perga
mino y sed / europa, eres la
niña sin padres que me observa /
con apetito afónico encrudada
sin lágri mas» (sic).
Una poesía que nos permite
entrar en una continua
meditación sobre lo que somos,
sobre lo que vamos construyendo
en nuestro día a día; una lírica
para preguntarse por el lugar
que ocupamos en el mundo y esa
“liquidez” que tanto nos
concita, al tiempo que tratamos
de instigar un nuevo lenguaje
que nos permita descubrir el
misterio de lo creado: «El
lenguaje se mira al espejo / que
refleja vigor y belleza». Pero
siendo muy conscientes siempre
de la alegoría de lo
aprehendido, de la constatación
de un fracaso: «Creía / que la
felicidad era algo así / un
futuro rociado de esencias
orientales».
En unas ocasiones, la claridad
desnuda su palabra; en otras,
por el contrario, lo simbólico
se adueña de la singladura del
poema y expande sus registros,
como en “Hendaya-Irún 1962” o
“666”, con el diabólico emblema
numérico.
La poesía de Raquel Lanseros se
inserta en el siglo XXI, nace de
su corazón, pero llega al
corazón del mundo a través de
una palabra preservada,
profunda, vital, afianzada en
una época llena de
incertidumbres. |
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«Señales
subjetivas»
JOSÉ MARÍA MOLINA CABALLERO
Editorial
Ánfora Nova, Rute (Córdoba), 2018 |
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11. Señales subjetivas,
de José María Molina Caballero
Estructurado en treinta y ocho poemas,
Señales subjetivas es un libro que se
centra en las señales del título en torno a
temáticas diversas de tipo existencia,
memorial, nostálgico perfectamente
organizado en diversos bloques precisos,
exaltación de la luz, los contrastes con la
sombra y la obsesión temporal con un aire de
emoción e intensidad. Están muy presente en
la obra los espacios para la reflexión y un
aire pesimista que lo inunda todo.
A través de los endecasílabos blancos,
Molina Caballero incide en un conjunto de
ideas muy significativas que permiten un
viaje interior con una tendencia a la
búsqueda expresiva y el uso de un lenguaje
paralelístico. Se trata de una simbología en
cuatro cuatro apartados, y una sola para el
introito y otra para el epílogo.
Las señales subjetivas permiten avanzar en
un recorrido personal en el que no existe
hálito para la esperanza, con un tono
meditabundo que ejerce un poder total sobre
el poemario. |
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Francisco Morales Lomas
(Campillo de Arenas, Jaén,
1957). Licenciado en
Filosofía y Letras, y en
Derecho por la Universidad
de Granada; Doctor en
Filología Hispánica por la
Universidad de Granada;
Catedrático de Lengua
Castellana y Literatura y
Profesor Titular de la
Universidad de Málaga.
Es Académico de la Academia
de Buenas Letras de Granada,
de la Academia de Artes
Escénicas de España y de
la Real Academia de Córdoba.
Poeta, narrador, dramaturgo,
ensayista, columnista y
crítico literario
perteneciente a la
“Generación de la Transición”.
Su poesía ha sido definida
como fiel representante
del “Humanismo
solidario”,
por su compromiso personal y
sus valores estéticos, y su
teatro pertenece a la
corriente literaria
llamada “Canibalismo
Dramático”.
Es especialista en
literatura española de los
siglos XX y XXI. Es miembro
fundador de la corriente
“Humanismo Solidario”, cuya
Asociación Internacional
Humanismo Solidario preside
desde su fundación.
En la actualidad es
Presidente de la Asociación
Andaluza de Escritores y
Críticos Literarios (AAEC),
Presidente y fundador de la
Asociación Internacional
Humanismo Solidario (AIHS),
Vicepresidente de la
Asociación Colegial de
Escritores de España
(Andalucía) (ACE-A),
Vicepresidente de la
Asociación de Dramaturgos,
Investigadores y Críticos
Literarios de Andalucía
(ADICTA).
Entre los reconocimientos
que ha recibido figuran
haber resultado Finalista,
en los años 1998, 1999 y
2002, del Premio de la
Crítica; Premio Doña Mencía
de Salcedo de teatro 2002;
Finalista del Premio
Nacional de
Literatura (Ensayo), en
2006; Premio Andalucía de la
Crítica en 1998;
Premio Joaquín Guichot de la
Consejería de Educación de
la Junta de Andalucía;
Premio de Periodismo del
Ministerio de Economía; y
Premio Internacional de
teatro José Moreno Arenas
2013, entre otros.
Ha publicado una cincuentena
de títulos hasta el momento,
muchos de los cuales han
sido traducidos a varios
idiomas. En este sentido,
cabe destacar, entre sus
últimas obras líricas, los
poemarios
Noche oscura del cuerpo,
Col. Ancha del
Carmen, Ayuntamiento de
Málaga, 2006; El agua
entre las manos, Col.
Aula de Literatura José
Cadalso, Fundación Municipal
de Cultura ‘Luis Ortega
Brú’, San Roque, 2006; La
última lluvia, Eds.
Carena, Barcelona, 2009;
Elogio de la rutina,
antología, Ayuntamiento
de Roquetas de
Mar, Almería, 2010; y
Puerta del mundo, Eds.
En Huida, Sevilla, 2012.
Dentro del género narrativo,
entre sus últimos títulos
publicados figuran El
secreto del agua,
relato, «Gibralfaro», 79,
enero-marzo 2013; Bajo el
signo de los dioses,
novela, primera entrega de
la trilogía «Imperio del
Sol», Alcalá Grupo Ed.,
2013; Comenzar el futuro,
relato, en «Cuentos
engranados» (Coords.
Carolina Molina y Jesús
Cano), Ed. Transbooks, 2013;
Cautivo, novela,
segunda entrega de la
trilogía «Imperio del Sol»,
Ed. Nazarí, Granada, 2014;
En algún lugar del
corazón, relato,
publicado en «Cervantes
tiene quien le escriba», Eds.
Traspiés, Granada, 2016; y
Puerta Carmona,
novela, tercera entrega de
la trilogía «Imperio del
Sol», Ed. Quadrivium,
Girona, 2016; El viento
entre los lirios,
Colección DRelatos, Eds. En
Huida, Sevilla, 2019.
En el campo de la dramática,
cuenta, entre otras
aportaciones, con títulos
como «El encuentro», en III
Certamen de teatro
Dramaturgo José Moreno
Arenas, Eds. Carena,
Barcelona, 2012; «El
desahucio», V Premio de
teatro Dramaturgo José
Moreno Arenas, Eds. Carena,
Barcelona, 2014; y las
distintas obras aparecidas
en los títulos genérico de
Teatro Caníbal Completo,
volúmenes I, II, III y IV,
Eds. Carena,
Barcelona, 2015-2018.
Y ya, por último, en el
campo de la crítica
literaria, cabe citar: La
lírica conmovedora
de Francisco García Lorca,
discurso de entrada en
la Academia de Buenas Letras
de Granada, Academia de
Buenas Letras de Granada,
2015; Poetas del ’60.
(Una promoción entre
paréntesis), en
colaboración con Alberto
Torés, Ed. El Toro Celeste,
Málaga), 2015; Poética
machadiana en tiempos
convulsos. Antonio Machado
durante la República y la
Guerra Civil, Ed.
Comares, Granada, 2017;
Ser y tiempo, Antología
poética de Emilio Prados,
estudio, edición y selección
de F. Morales Lomas,
Fundación Málaga, Número 24
de la Colección Cuatro
Estaciones, Málaga; La
poesía de Vicente
Aleixandre. Cuarenta años
después del Nobel, en
colaboración con Remedios
Sánchez, Ed. Marcial Pons,
Madrid, 2017; y El hilo
de Ariadna. Literatura y
críticas contemporáneas,
Servicio de Publicaciones de
la Fundación Unicaja,
Málaga, 2018.
Como columnista, ha
colaborado en diversos
medios, como SUR,
La Opinión de Málaga,
Ideal, Diario Málaga,
Diario Siglo XXI,
Wadi-as y Diario La
Torre.
Podéis conocer sus últimas
creaciones a través de su
web «MORALESLOMAS»
y el blog «MORALESLOMAS».
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 3. Página 12. Año XVIII. II Época. Número 103.
Abril-Junio 2019. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2019 Francisco Morales Lomas.
© Las imágenes se usan exclusivamente como ilustraciones del texto, y han sido tomadas por el autor, a través del buscador Google, de diferentes sitios digitales, a cuyos titulares corresponden los derechos de autor que pudieran concurrir sobre ellas.
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