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EL PASADO MES de marzo, la
Asociación Andaluza de
Escritores y Críticos Literarios
concedió el XXV Premio Andalucía
de la Crítica a la novela Sur,
de Antonio Soler; un mes más
tarde, y con enorme acierto, la
Asociación Española de Críticos
Literarios corroboró nuestro
arbitraje, otorgándole el Premio
Nacional de la Crítica a esta
misma obra en Villafranca del
Bierzo (León).
Esta elección, pues, nos sitúa
ante una de las novelas más
importantes de los últimos años,
y a su autor, Antonio Soler,
como uno de los pocos escritores
españoles que tiene ambos
premios en dos ocasiones.
Valores de SUR
La elocuente categorización de
la novela pivota sobre cuatro
ámbitos: la construcción de la
ciudad-símbolo como espacio
mítico con proyección universal;
la profunda recreación de un
mundo dilatado, personal,
propio, en donde transcurre la
vida cotidiana de unos 200
personajes, lo que nos conduce
inevitablemente a la comparación
con La colmena de Cela;
la profunda relevancia del
lenguaje, la expresividad, la
riqueza y pluralidad de
registros, con diversas personas
narrativas, el uso del monólogo
interior, el whatsapp, el
amor al peso y medida de la
palabra y la frase, la
meticulosidad y pulcritud en la
selección que tanto nos
recuerdan a John Dos Passos y su
Manhattan Transfer; y, en
cuarto lugar, la profundización
en las claves de la existencia,
el dasein (el estar ahí)
en sentido heideggeriano que
estableció en Ser y tiempo
las claves de la modernidad,
¿para qué el vivir? Pregunta
trascendente que nos conmueve y
nos permite definir la
existencia, el ser o no ser en
un tiempo concreto 18 horas de
una ciudad, como Joyce en su
Ulises. Un escritor que
siempre fue un referente para
Soler, Vila-Matas o Garriga Vela
con sus sempiternos encuentros
en Dublin cada mes de junio,
durante la celebración del
Bloomsday.
Una de las máximas que fijó
Tolstoi en su momento es que si
quieres ser universal, debes
hablar de tu aldea. Lo hicieron
grandes narradores: el propio
Cervantes, sin ir más lejos,
pero también lo han hecho
grandes novelistas como el
propio Joyce, García Márquez,
Juan Marsé o los académicos Luis
Mateo Díez y Antonio Muñoz
Molina. El espacio mítico de
Soler es Málaga, y desde Málaga,
ciudad-fetiche, ciudad
contemporánea que se construye y
deconstruye, “ciudad vivida”
(como señala en la cita inicial
de Octavio Paz) cimienta un
trabajo de campo para la
reflexión, el
encuentro-desencuentro y para
sumergirse en el vivir, en el
día a día, en los resortes de la
cotidianidad. Esas turbinas
donde se producen las mayores
pasiones y las más pérfidas
infamias, y también la búsqueda
de la felicidad, el sexo, la
pérdida de la esperanza o el
consuelo de la amistad. Esos
barrios lentos (en palabras de
González Vera) que concitan «la
imagen simple y sepia de la
vida, la puta realidad». Y sobre
los que dirá Soler «El suyo
también es un barrio lento, sin
ninguna vegetación y demasiado
asfalto, demasiado cemento,
demasiada gente amontonada. Sí,
gente a la deriva, y gente
salvándose, piensa» (p. 398).
Este es el mundo espacial sobre
el que articula este microcosmos
narrativo con proyección
universal. Seres encerrados en
su propia botella-mundo
observándose y buscándose, como
el Atleta. En este sentido se ha
escrito mucho en diversos foros
del “territorio Soler” para
incidir en este espacio ficticio
propio de la ciudad de Málaga,
que ha estado presente en muchas
de sus obras, por ejemplo,
Las bailarinas muertas,
también Premio Nacional de la
Crítica. |
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Con la malagueñísima calle Larios de
fondo, Antonio Soler presenta SUR,
su última novela, que ha merecido ser
galardonada con el Premio de Narrativa
Alcobendas Juan Goytisolo 2018, el Premio
Francisco Umbral 2019 y el Premio Andalucía
de la Crítica 2019 (Novela). |
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Málaga, el gran personaje
espacial de Soler
La novela comienza con una
admirable descripción inicial
donde, como una especie de
Macondo andaluz, «la leche tibia
del cielo se derrama en silencio
sobre todas las cosas» (p. 17),
y bulle la vida. Ipso facto, el
travelling y esa imagen fílmica
a la que propende Soler nos
llevan a un hombre vestido con
un mono verde y la entrada de
pleno en la cotidianidad, donde
también surge de pronto el
empleado de la gasolinera y,
sobre todo, un hombre moribundo
que yace, «esa masa parda.
Sesenta y cinco kilos, ovillado,
recogido sobre sí mismo» (p.
18), acosado por las hormigas
rojas y omnívoras. Un comienzo
fulgurante que nos va a permitir
conocer un conjunto de historias
enlazadas donde los momentos
relevantes se hallarán en torno
a la familia Dioni (Dionisio
Grandes)-Ana Galán-Guille
(Guillermo Grandes Galán), la
familia del Atleta y su entorno,
la historia del empresario
Céspedes-Carole Benoit-Julia
Mamea, la familia de Amelia con
sus hijos Jorge (Gorgo) e Ismael
y todos aquellos personajes que
se mueven en su ámbito, como la
novia de Jorge, Gloria, o los
amoríos platónicos de Ismael con
la Giganta. A ellos se unen las
historia de Pedroche con Belita;
así como la de Nene Olmedo, Rai
(Raimundo Arias), Eduardo
Chinarro, La Penca (Aurori,
Aurora Perea Pemán) y su hermano
el Yubri. En menor medida, la
figura de Gabriel (Muñiz Muñoz),
modelo homosexual.
Estas historias van
alternándose, cruzándose,
sintetizándose, interactuando
entre ellas, creando misterio y
sugestión a través de unos
doscientos personajes en gran
número de secuencias breves e
intensas, cinematográficas, que
van transitando sus vidas.
Supervivencias que concitan todo
tipo de emociones e intensidades
vitales, pequeñas historias
cotidianas en las que el lector
fácilmente puede penetrar y
sentirse cómodo porque forman
parte de nuestro día a día
entrelazándose en una especie de
juego de interrelaciones y
muñecas matrioskas, de modo que
unas historias nos pueden llevar
a otras y estas de nuevo a
otras, y cerrar en ellas o abrir
su proyección interior. Como
sucede, por ejemplo, con la
interpolación de la historia de
la niña Angelita y el asunto del
Vampiro, recuperada por el
Atleta, una historia macabra y
expresionista: «En el testamento
dijo que sin saber cómo ya le
había dado a Angelita una
cuchillada en el vientre» (p.
252).
Personajes normalizados
En efecto, los personajes de
Sur son personajes
“normalizados”, pertenecientes a
la clase media o media-baja en
diversas vertientes que aspiran
a concitar y reproducir la
simbología de la cotidianidad,
sus miserias y alegrías.
Una de las temáticas que
adquiere un espacio fundamental
y desbordante es la sexualidad.
Está muy presente desde el
inicio, asociada simbólicamente
a la “supuesta muerte” del
personaje prologal cubierto por
las hormigas omnívoras, Dioni,
que había sufrido un ataque al
corazón en un lugar solitario
después de estar unos días fuera
de casa y tras pelearse con su
mujer, la doctora Galán, con la
que, en determinados momentos, a
pesar de su homosexualidad
inconfesa, vive una sexualidad
ardorosa animándola a que se
masturbe mientras existen
«fantasías, tríos imaginarios,
perversiones suaves» (p. 296).
Ana Galán va descubriendo una
vida acolchada y las peculiares
ausencias de su marido. Por lo
que no fue ninguna sorpresa
cuando el Dioni «apareció con la
camisa desgarrada, un ojo
cerrado y el labio partido» (p.
297). Ana Galán ya sabía lo que
había en la historia secreta de
su marido. Pero en determinados
momentos es tremendamente dura
con él y sus diálogos poseen
enorme tensión y violencia
verbal. En un momento
determinado le dirá ella: «Se
puede ser maricón, pero no
cobarde» (p. 389). Dioni conduce
su existencia en esa dualidad
oscura en la que, por una parte,
es un hombre normal que entrega
a su familia lo que cualquier
otro, estabilidad, cuidados,
seguridad, cariño a su mujer y
desvelo a su hijo, pero, al
mismo tiempo, lleva una relación
paralela y homosexual con
Vicente Gómez Peña, que tendrá
también una doble vida con Gema.
Vida y violencia asociadas con
diversas ópticas y referentes.
Un personaje, este Dioni, el
moribundo inicial, que también
iniciará en la homosexualidad a
Ranea, un compañero de estudios,
abogado también homosexual: «La
polla de Ranea rozaba la mesa.
Un animal ciego explorando lo
que había a su alrededor. Cerca
de los libros, cerca de la mano
de Dioni» (p. 196).
Esta historia de Dioni es
vehicular en la obra y crea la
espina dorsal en el relato
modulando las piezas diversas
que surgen en él, a través de la
cual Soler ha querido también
articular una estructura
circular, pues el comienzo de
Dioni moribundo poseído por las
hormigas es una metáfora
existencial que solo tiene
sentido en el cierre final de la
novela en el mismo lugar que
comenzó la obra, en el espacio
donde las hormigas se hacen
depositarias del espacio, al
tiempo que la doctora Ana Galán
deja escapar un largo suspiro
mientras contempla la lejanía
del mar y los reflejos en la
negrura del agua, no sin antes
preguntarse «cuál será ahora su
rutina, su territorio. Y de pie
en medio del salón se pregunta
quién vería a Dioni por última
vez. Con quién cruzó las últimas
palabras, si Dioni mostró
desesperación, si desveló algo.
Cómo llegó allí, a hacer lo que
ha hecho» (p. 471). En ese
ámbito también tendrá su
protagonismo particular su hijo
Guille, que está enamorado
platónicamente de Mónica
Ovejero.
Con una sexualidad desbordante
emerge también la figura del
empresario Céspedes y la joven
Carole, que conforman otra vía
fundamental en la obra por su
constante presencia. Desde ellos
nos llega una sexualidad
arrebatada, complementada en
determinados momentos con Julia
Mamea. El abogado Céspedes es
uno de los grandes fornicadores
de la obra, propensa a todo tipo
de vividores sexuales, que se
plantea muchas preguntas sobre
la existencia: «Una vida es un
continente. Una vida no puede
valer tan poco ni estar
condensada en unos cuantos
instantes» (p. 181). Y en cuya
mente se ponen reflexiones
recónditas que adquieren un
carácter definitivo y promisorio
en la novela por su
generalización: «Todos creyendo
que rigen sus destinos,
alucinados, persiguiendo
visiones, espejismos. Tejiendo
trabajosamente una tela de araña
sin pensar que un soplo de brisa
se la llevará por delante.
Inocentes, bondadosos,
esforzados, limpios. Toda esa
gente mejor que él. Los ha
conocido, ha vivido con ellos. Y
se ha olvidado de ellos.
Céspedes siente que algo se
ablanda, no solo en su interior
sino en la corteza del mundo. Y
al final todos mezclados y todos
huérfanos, todos subidos en esta
balsa de la Medusa, viene más o
menos a pensar» (p. 360).
Al hilo del diálogo con Carole
irá reconstruyendo su historia
familiar y sabremos de la
percepción de Carole en torno a
él, que quería ser poeta pero
Céspedes se autoflagela y se
tilda de gilipollas por no haber
sabido entrar en contacto con
otro mundos: «Y sí, era un
gilipollas, si quieres decirlo
así. Vine aquí, estudié en la
Complutense. Conocí a Carlos
Moya, un sociólogo (…) No me
habría gustado ser poeta, eso
nunca se me pasó por la cabeza
ni eso ni nada parecido, pero sí
poder vivir como ellos, estar en
conexión con otros mundos» (p.
363). En su pasión sexual con
Carole existen escenas
profundamente eróticas: «Nunca
me la han chupado así. Ese
orgullo. Y a Céspedes lo inunda
una nueva ola de tristeza, la
noche ahí afuera, esos campos
carcomidos por la negrura» (p.
415). En ellos, al igual que en
muchos de los personajes,
existen una búsqueda de
identidades pero también de
felicidad, de mostrar ese
dasein heideggeriano, de
manifestar su existencia, su
estado en la vida.
Y, como venimos diciendo, la
sexualidad posee un valor
simbólico y fáctico
extraordinario, como sucederá
también con Julia Mamea,
arrebatadora y consciente de que
había entrado en su vida como el
agua. Con ella llega a momentos
de verdadera pasión erótica,
como cuando Céspedes la llevó a
su cuarto mientras el amigo,
Ortuño, esperaba en el salón y
le decía:
«Te va a follar, te la va a
meter, susurraba en su cuello
Céspedes, y ella, clavaba los
dedos en su espalda carnosa y
aceptaba con un gemido. Hum sí»
(p. 307). Un triángulo que
genera un buen número de
páginas, donde Julia lleva a
cabo una orgía con ambos,
descrita con abundancia por el
autor, que se adentra con
profusión por el ámbito de la
narrativa erótica.
Otros muchos son los personajes
para los que el sexo determina
su existencia, como Jorge el
cobarde (Gorgo) y su novia
Gloria: «Sabe que verá los ojos
enturbiados de Gloria por el
deseo, la cicatriz despótica
tensándose, que tendrá la lengua
de Gloria dentro de su boca y la
boca y la lengua de Gloria
bajando hacia su entrepierna
succionando» (p. 282). |
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Antonio Soler Marcos,
nacido en Málaga el 28 de septiembre
de 1956, inició su carrera en el campo del
relato con Extranjeros en la noche
(1992), ha realizado numerosos trabajos como
guionista de televisión, ha colaborado en
periódicos diarios y suplementos semanales e
impartido conferencias y cursos por todo el
mundo. |
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Antonio
Soler, personaje de Antonio
Soler
Las situaciones cambian, los
focos de atención también, pero
poco a poco vamos enhebrando
esta gran “sábana santa laica de
la cotidianidad” en la que tiene
un espacio amplio la
intervención del Atleta,
trasunto de Antonio Soler, que
trató de ser un corredor en su
juventud y tenía a Sebastián Coe
como uno de sus grandes
adalides. Soler, no obstante,
aparece desdoblado también con
su propio nombre cuando hable de
otros amigos suyos como Garriga
o Taján. Y también aparece con
el seudónimo de Pajarito, aunque
con matices diferenciados que
forman parte del proceso
narrativo. Este trasunto del
escritor Soler evidentemente
forma parte de la creación
novelesca y no significa que lo
recogido sea la realidad aunque
puede haber, y los hay, visos de
la misma.
Este Atleta-Antonio Soler
construye su existencia personal
en cursiva y en primera persona,
con una presencia constante en
sus reflexiones fundamentalmente
de su madre; en menor medida de
su madre o de su hermana… pero
también surgen sus deseos más
profundos y sus frustraciones
más significativas que, en
cierto modo, simbolizan la de
muchos personajes por lo que
estaríamos en presencia de la
temática del desengaño, el revés
y el fracaso como elemento
conductor determinante.
Al hablar de la relación con su
madre dirá que era modesta y
ejemplar: «Me siento, soy, un
traidor. Infinitamente peor que
ella. Un miserable. Porque soy
más inteligente que ella, porque
ella se ha esforzado para que yo
sea mejor que ella y que todos y
solo consigo ser mucho peor» (p.
114). Hasta el punto es esa
dependencia maternal que dirá:
«Sé que el mundo entero sería
una enorme habitación a oscuras
si ella desaparece. El miedo»
(p. 402).
En cambio, sobre el padre la
situación es bien diferente y
esa relación con él la recoge en
el diario que va trasladándonos:
«Ahora pienso cómo sería esta
casa si él estuviera vivo (…) En
el sueño sentía que mi padre era
mi enemigo. Alguien que
interfería en mi vida. Una
amenaza» (p. 220). Más adelante,
a medida que avance la obra,
profundizará en esa relación y
también en la historia del
corredor que pretendió ser junto
a otros: su primo Andrés, Santi
Cánovas, Felipe Vicaría… y el
sentido que en ocasiones poseía
la carrera: «Corría contra mí
mismo. No contra el crono.
Contra mí. Guerra civil. Correr,
romper, correr más romper más, y
en un determinado momento esa
guerra se acaba, me atravesaba,
y entonces me liberaba, volaba…»
(p. 303-304).
El pensamiento del Atleta marca
un ritmo narrativo
extraordinariamente importante
en la obra y una forma de
acceder a la existencia, a su
sentido y a su forma de
descubrirla y darle una razón de
ser a través del atletismo: «El
atletismo me ayudó a crear esa
distancia. Correr. Esa soledad
concentrada. Correr para no
llegar a ninguna parte. Vueltas
a un círculo. Para no llegar a
ninguna parte ni siquiera como
atleta. Correr. Solo correr.
Alejándose de los demás y en el
fondo sin moverme del mismo
sitio (…) Escribir también me
hizo sentirme lejos de los
demás. Solo cerca de uno mismo»
(p. 400).
Surge ese distanciamiento con
respecto a los demás, la
existencia de un disfraz, de una
perspectiva propia. A ello se
une la ausencia de ingenuidad y
la asunción de la resignación
(un pensamiento que lo achaca a
herencia maternal). Y, al mismo
tiempo, su hermana le pregunta
para qué tantos libros
amontonados, para qué corre,
para qué escribe. |
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Antonio Soler,
junto con Eduardo Lago, Jordi
Soler, Enrique Vila-Matas y
Malcolm Otero Barral, es miembro
fundacional de la Orden del Finnegans,
nombre que toma del pub Finnegans, de
la población de Dalkey, al sur de Dublín
(Irlanda), donde los miembros concluyen su
paseo todos el 16 de junio que se reúnen. |
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Ismael, la violencia
Otro de los personajes
relevantes en la novela es el
desequilibrado Ismael, un
personaje violento que genera
situaciones especialmente
dramáticas, que «le gusta
presumir de sus asesinatos
imaginarios» (p. 205) y ansía
coyunda con Consuelo la Giganta
a la que espía: «El objetivo es
compartir durante treinta
segundos el ascensor con ella»
(p. 100); y, cuando se
manifiesta su violencia, la
novela se percibe atroz en esos
barrios lentos, como cuando,
estando en el bar, Danielín
apura la ginebra: «Se dirigen
los dos hacia Ismael, deseoso de
recibirlos entre sus brazos, de
sumergirse en el contacto, en el
olor y la sangre de esos
hombres, esos monigotes que la
vida, generosa, pone a su
alrededor y que dicen lo que
dicen todos, Cabrón, hijoputa,
loco, si muevo la cabeza me saca
un ojo» (p. 265).
Una violencia que está
desencadenada también en el
ámbito familiar, como con su
madre, la recepcionista Amelia (Amel),
que es al mismo tiempo amante de
Rafi Villaplana, un especie de
latin lover, personaje
siniestro y ambicioso, antiguo
legionario, que acosa al
empresario Céspedes, y piensa
que la relación inicial con
Paloma lo sacaría del barrio de
Portada Alta, y después con Jane
(Rice), una pija, hija de un
hombre de negocios.
Otros
En ese recorrido por las
diversas historias donde casi
siempre está presente la
relación sentimental, es de
interés la historia de Pedroche
con Belita. Pedroche es un
hombre sin atributos que se
encuentra entregado a una
mujer-ballena con trastornos
mentales desde la tragedia de su
muerte: «Sabía lo que era tener
un hijo, y todavía más: sabía lo
que era perderlo. Ese dolor de
madre» (p. 155). Y Belita por
momentos se siente sucia y
necesita purificarse.
Hay un grupo de personajes más
jóvenes que muestran la cercanía
con un lenguaje jergal y
coloquial que tratan de
reproducir en ocasiones a través
de los whatsapp. Son el pequeño
delincuente Nene Olmedo, Rai
(Raimundo Arias) y Eduardo
Chinarro, aficionados a cantar
el mundo de la droga, las
ilusiones rotas, la violencia,
la sexualidad... Sin rumbo
cierto, consecuencias de una
sociedad que los ha generado
como un producto vivencial. Y
conectada con uno de estos
personajes, con Nene Olmedo, se
encuentra el mundo propio de La
Penca (Aurori, Aurora Perea
Pemán) y su expresionista
historia de ser una mujer
abusada por el padre. Una
familia rota y violenta en la
que su hermano el Yubri,
delincuente y deficiente mental,
aspira poseer muy altos vuelos
en la delincuencia e incluso
ambiciona matar al padre: «—Hijoputa,
me lo llevo por delante, lo
mato, Penqui»; y le responde su
hermana la Penca: «—Matar,
matar, vas a matar. Tanto matar.
¿A quién vas a matar, a tu
padre?» (p. 358).
Uno de los aspectos que más me
ha llamado la atención de la
novela es la ausencia de
referencias a los pensamientos
políticos de los personajes e
incluso a planteamientos
sociales que impliquen una
visión de la sociedad del
momento. Estos personajes viven
demasiado pendientes de sus
pequeñas vivencias, de sus
pequeñas miserias, de lo
cotidiano, del día a día, sin
pensar en nada que tenga que ver
con algo que trascendentalice
sus vidas. Son personajes que
viven en barrios lentos y
también pendientes de conducir
su existencia por complejos
vericuetos que determinen la
razón de ser y estar en el
mundo.
Una gran novela que le ha
permitido a Soler adentrarse en
la psicología de unos personajes
normales y, desde esa normalidad
conquistada, universalizar sus
conductas y su razón vital. |
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Los miembros de la Orden del Finnegans
se obligan a venerar la novela Ulises,
de James Joyce, y, a ser posible,
asistir cada año en Dublín, el 16
de junio, al Bloomsday, jornada
que culminan, al caer la tarde, en Torre
Martello (arranque de la novela) leyendo
unos fragmentos de Ulises, y
caminando después hasta el Pub Finnegans. |
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Francisco Morales Lomas
(Campillo de Arenas, Jaén,
1957). Licenciado en
Filosofía y Letras, y en
Derecho por la Universidad
de Granada; Doctor en
Filología Hispánica por la
Universidad de Granada;
Catedrático de Lengua
Castellana y Literatura y
Profesor Titular de la
Universidad de Málaga.
Es
Académico de la Academia de
Buenas Letras de Granada, de
la Academia de Artes
Escénicas de España y de
la Real Academia de Córdoba.
Poeta, narrador, dramaturgo,
ensayista, columnista y
crítico literario
perteneciente a la
“Generación de la Transición”.
Su poesía ha sido definida
como fiel representante
del “Humanismo
solidario”,
por su compromiso personal y
sus valores estéticos, y su
teatro pertenece a la
corriente literaria
llamada “Canibalismo
Dramático”.
Es especialista en
literatura española de los
siglos XX y XXI. Es miembro
fundador de la corriente
“Humanismo Solidario”, cuya
Asociación Internacional
Humanismo Solidario preside
desde su fundación.
En la actualidad es
Presidente de la Asociación
Andaluza de Escritores y
Críticos Literarios (AAEC),
Presidente y fundador de la
Asociación Internacional
Humanismo Solidario (AIHS),
Vicepresidente de la
Asociación Colegial de
Escritores de España
(Andalucía) (ACE-A),
Vicepresidente de la
Asociación de Dramaturgos,
Investigadores y Críticos
Literarios de Andalucía
(ADICTA).
Entre los reconocimientos
que ha recibido figuran
haber resultado Finalista,
en los años 1998, 1999 y
2002, del Premio de la
Crítica; Premio Doña Mencía
de Salcedo de teatro 2002;
Finalista del Premio
Nacional de
Literatura (Ensayo), en
2006; Premio Andalucía de la
Crítica en 1998;
Premio Joaquín Guichot de la
Consejería de Educación de
la Junta de Andalucía;
Premio de Periodismo del
Ministerio de Economía; y
Premio Internacional de
teatro José Moreno Arenas
2013, entre otros.
Ha publicado una cincuentena
de títulos hasta el momento,
muchos de los cuales han
sido traducidos a varios
idiomas. En este sentido,
cabe destacar, entre sus
últimas obras líricas, los
poemarios
Noche oscura del cuerpo,
Col. Ancha del
Carmen, Ayuntamiento de
Málaga, 2006; El agua
entre las manos, Col.
Aula de Literatura José
Cadalso, Fundación Municipal
de Cultura ‘Luis Ortega
Brú’, San Roque, 2006; La
última lluvia, Eds.
Carena, Barcelona, 2009;
Elogio de la rutina,
antología, Ayuntamiento
de Roquetas de
Mar, Almería, 2010; y
Puerta del mundo, Eds.
En Huida, Sevilla, 2012.
Dentro del género narrativo,
entre sus últimos títulos
publicados figuran El
secreto del agua,
relato, «Gibralfaro», 79,
enero-marzo 2013; Bajo el
signo de los dioses,
novela, primera entrega de
la trilogía «Imperio del
Sol», Alcalá Grupo Ed.,
2013; Comenzar el futuro,
relato, en «Cuentos
engranados» (Coords.
Carolina Molina y Jesús
Cano), Ed. Transbooks, 2013;
Cautivo, novela,
segunda entrega de la
trilogía «Imperio del Sol»,
Ed. Nazarí, Granada, 2014;
En algún lugar del
corazón, relato,
publicado en «Cervantes
tiene quien le escriba», Eds.
Traspiés, Granada, 2016; y
Puerta Carmona,
novela, tercera entrega de
la trilogía «Imperio del
Sol», Ed. Quadrivium,
Girona, 2016; El viento
entre los lirios,
Colección DRelatos, Eds. En
Huida, Sevilla, 2019.
En el campo de la dramática,
cuenta, entre otras
aportaciones, con títulos
como «El encuentro», en III
Certamen de teatro
Dramaturgo José Moreno
Arenas, Eds. Carena,
Barcelona, 2012; «El
desahucio», V Premio de
teatro Dramaturgo José
Moreno Arenas, Eds. Carena,
Barcelona, 2014; y las
distintas obras aparecidas
en los títulos genérico de
Teatro Caníbal Completo,
volúmenes I, II, III y IV,
Eds. Carena,
Barcelona, 2015-2018.
Y ya, por último, en el
campo de la crítica
literaria, cabe citar: La
lírica conmovedora
de Francisco García Lorca,
discurso de entrada en
la Academia de Buenas Letras
de Granada, Academia de
Buenas Letras de Granada,
2015; Poetas del ’60.
(Una promoción entre
paréntesis), en
colaboración con Alberto
Torés, Ed. El Toro Celeste,
Málaga), 2015; Poética
machadiana en tiempos
convulsos. Antonio Machado
durante la República y la
Guerra Civil, Ed.
Comares, Granada, 2017;
Ser y tiempo, Antología
poética de Emilio Prados,
estudio, edición y selección
de F. Morales Lomas,
Fundación Málaga, Número 24
de la Colección Cuatro
Estaciones, Málaga; La
poesía de Vicente
Aleixandre. Cuarenta años
después del Nobel, en
colaboración con Remedios
Sánchez, Ed. Marcial Pons,
Madrid, 2017; y El hilo
de Ariadna. Literatura y
críticas contemporáneas,
Servicio de Publicaciones de
la Fundación Unicaja,
Málaga, 2018.
Como columnista, ha
colaborado en diversos
medios, como SUR,
La Opinión de Málaga,
Ideal, Diario Málaga,
Diario Siglo XXI,
Wadi-as y Diario La
Torre.
Podéis conocer sus últimas
creaciones a través de su
web «MORALESLOMAS»
y el blog «MORALESLOMAS».
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral. Edición no venal. Sección 3. Página 12. Año XVIII. II Época. Número 104.
Julio-Septiemmbre 2019. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2019 Francisco Morales Lomas.
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