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ALBERTO A. ARIAS nació el 23 de febrero de
1954 en la ciudad de 9 de Julio, provincia
de Buenos Aires, la Argentina, y reside en
la ciudad de Florida, en la misma provincia.
Entre 1972 y 1977 participó en grupos
teatrales y literarios. Fue director de la
revista “Poddema”. Integró, entre 1979 y
1987, el Grupo Surrealista Signo Ascendente.
Es parte del Colectivo Signos del Topo, que
administra el blog
SIGNOS del TOPO,
y dirige la revista homónima, además de
libros, plaquetas y afiches. Desde 2007 ha
difundido por las redes artículos, poemas y
pronunciamientos artísticos, culturales y
políticos. En la edición de las Obras
(1923-69) se va materializando su labor
de recopilación y ordenamiento de los textos
del poeta Jacobo Fijman. Desde 2010 está
abocado a la recopilación y difusión de la
obra y la acción política de la
revolucionaria socialista e
internacionalista Rosa Luxemburg. Para ello
ha fundado, junto con Danara Borge, el
ESPACIO ROSA LUXEMBURG.
Poemas, notas y artículos de su autoría se
han divulgado, entre otros, en las revistas
“Cultura”, “Show”, “Poddema”, “Signo
Ascendente”, “Crisis” (2da. época),
“Clepsidra”, “Hojas del Caminador”, “En
Defensa del Marxismo” y “Signos del Topo”;
en los diarios “La Voz”, “La Razón”, “El
Tiempo” (de la ciudad de Azul), “El Tiempo”
(de la provincia de Tucumán), “Río Negro”
(de la provincia de Río Negro); en los
periódicos “Madres de Plaza de Mayo”, “Nueva
Presencia”, “Prensa Obrera”, “La Estación”,
“Redes Norte”, “Cuentos y Poemas”, y en los
boletines “Arte y Revolución”, “Garabatos” y
“Lucharte”. Además de en los cuadernillos
“Contra el Imperio de la Guerra”, “Los
ríos”, “Arco voltaico y Sitio de cuatro
vientos”, “Equívocos frente al arte”, su
quehacer se difundió en “Los sueños” (con el
artista Luis Morado; edición artesanal,
firmada y numerada, formato caja), en el
volumen de relatos Las muertes y en
los poemarios Himnosis, 1
(antología), Lo (19 poemas), Actas
de Hoambre, Primeros poemas (1974-79),
Poemas de Lo (1976-94) y Gretel, un día un
año (Libro 1 de Las Soleónicas,
en 2019).
1.— ¿Empezamos a conocerte, Alberto?...
Alberto A. Arias (AA).—
Antes de remitirme al pasado, comentaré
sobre el “presente”. Durante los últimos
años hubo una cantidad de sucesos en mi vida
que me impidieron dedicarle todos los
tiempos y esfuerzos a mis pasiones: la
poesía —entendida como actividad del
“qué-hacer-soñar-desear”— y el arte, la
cultura y la política —entendidas como
ámbitos de la lucha emancipadora de las
clases explotadas y oprimidas bajo el
capital, en pos de la revolución proletaria,
el socialismo y la libertad.
Desde este presente, desde donde me juzgo
sin autocomplacencia, al revisar el conjunto
de lo hecho y escrito noto que no es poco lo
concretado desde mis veinte años, a pesar de
algunos extensos lapsos de silencio, a veces
“natural” y elegido, a veces forzado por el
carácter social de nuestras vidas. También
veo que, desde mi adolescencia hasta la
actualidad, tanto los temas, preferencias y
obsesiones como, por así decirlo, el “rumbo”
que tomaron mis escritos y composiciones,
desenvolvieron su marcha por esta trifásica
banda de Moebius elegida a gusto: el amor,
la poesía, la libertad (aunque con desvíos,
tropiezos, enredos y a veces patéticos
extravíos en el bosque sombrío que, según la
temporada y sus meteoros de inclemencia,
algún árbol supuestamente “maravilloso” me
ocultaba). |
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Desde mi adolescencia hasta la actualidad,
tanto los temas, preferencias y obsesiones
como, por así decirlo, el “rumbo” que
tomaron mis escritos y composiciones,
desenvolvieron su marcha por esta trifásica
banda de Moebius elegida a gusto: el amor,
la poesía, la libertad. |
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Amor, poesía, libertad, es decir, lo que el
surrealismo eligió como “objeto y causa” del
deseo; ese norte que a todos sin excepción
nos excede (a los individuos, al surrealismo
y a la revolución proletaria socialista
incluidos), en el sentido en que debe
entenderse, como bien lo dice André Breton
refiriéndose a la libertad, más como una
“fuerza” que como un “estado” —y, agrego,
más como un multiverso en expansión que como
una burbuja cerrada y “autosuficiente”.
2. — ¿Y el pasado?...
AA.—
El “pasado”... Veamos, Rolando; algunos
números y ciertas determinaciones. Nací en
la ciudad de 9 de Julio, en la provincia de
Buenos Aires, el 23 de febrero de 1954. Pero
no tengo patria, soy internacionalista. Mi
matria/patria deseada, que debería
concretarse en este siglo 21, es la
Internacional proletaria y socialista, que
debería ser fundada, expandida e instalada
en el mundo entero si queremos que sea
auténtica y triunfante; es decir, si
deseamos que la humanidad (a la fecha, más
de 7 mil millones de habitantes) tenga
alguna esperanza de salir de su
“prehistoria”. Mientras no exista, me
sentiré inevitablemente ‘apátrida’ y ‘amátrida’.
Vale aclarar: esta Internacional jamás
debiera ser un “aparato”, sino la asociación
más masiva, ágil, igualitarista y efectiva
posible, en función de la humanidad
deseable.
Soy el tercer hijo de una pareja que tuvo
cinco: los tres primeros, varones; luego,
dos mujeres. Mi padre tuvo otros dos hijos
varones con su segunda esposa, Isabel. El
mayor de mis hermanos, Alejandro, se suicidó
a los veinte años (cuando yo tenía quince).
Una de mis hermanas, Laura, falleció en
junio de 2019. Con mi hermana y hermanos
sigo en contacto —la relación con ellos es a
veces asidua e intensa, a veces esporádica.
Ellos son Aníbal, Felicitas, Pedro y
Nicolás.
El amor fundamental brindado por mi madre,
Dora, es lo que me ha permitido llegar a la
sexta década de vida; su fragilidad y
situaciones personales fueron compensadas
con virtudes que dejaron huella en mí: a su
sensibilidad sumaba su interés por la lengua
y la buena literatura; de hecho, fue ella
uno de mis primeros lectores y se mostraba
interesada en lo que hacía poéticamente. De
mi padre, Hipólito, conservo el recuerdo de
numerosos viajes felices y experiencias
campestres y sociales (en relación con su
ocupación como ingeniero agrónomo), así como
políticas, positivas y optimistas. Otras
personas de mi familia (especialmente una
tía y un tío paternos) también han jugado un
rol decisivo en mi desarrollo, aunque no
pude agradecérselos a tiempo.
En mi infancia, pubertad y adolescencia hay
muchos momentos memorables: temporadas en el
campo y en los aires libres; los juegos y
los deportes y sus peripecias; las novias y
los abrazos y los aromas de la eternidad;
los “amigos-para-siempre” que luego hemos de
perder; las pequeñas travesuras vividas como
enormes aventuras; los cielos absorbentes
donde nacen las nubes; los mares y los
campos infinitos donde el ser se agiganta;
los primeros versos leídos; mis primeros
escritos; luego el teatro y el arte... y
¡tanto más!
Pero en este periodo temprano (sobre todo en
la niñez) ha sido quizá demasiado importante
la presencia del pesado conflicto
intrafamiliar y mi deseo y modo y esfuerzos
por salir de allí, cosa que queda patente en
mi poema “La fortaleza” (“—Fue entonces que
construí acá mi primera fortaleza”). También
lo maravilloso, los variopintos conflictos,
el descalabro, la fantasía y la intensidad
amorosa de mis primeros años aparecen
patentes, a veces de soslayo, en muchos de
mis poemas y narraciones. Pero, sobre todo,
aparecen casi concentrados en Gretel, un
día un año —aunque el propósito
consciente de esta obra no haya sido en
absoluto autobiográfico. |
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No tengo patria, soy internacionalista. Mi matria/patria
deseada, que debería concretarse en este
siglo 21, es la Internacional proletaria y
socialista, que debería ser fundada,
expandida e instalada en el mundo entero si
queremos que sea auténtica y triunfante. |
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¡Ay, la adolescencia! Es en este
periodo donde todo hace eclosión
“rimbaudiana”. Mis primeras e
intensas lecturas poéticas
tempranas que me dejaron su
huella fueron: Gustavo Adolfo
Bécquer, Antonio Machado, León
Felipe y Walt Whitman, en la
pubertad y primera adolescencia;
luego, César Vallejo, Oliverio
Girondo, Dylan Thomas, Jacobo
Fijman, William Blake, Novalis,
Friedrich Hölderlin, Gérard de
Nerval, Antonin Artaud, Conde de
Lautréamont, Charles Baudelaire,
Arthur Rimbaud, Guillaume
Apollinaire: Con semejante dosis
en poco tiempo, ¿cómo no
sentirse impulsado a bailar al
borde del abismo como un
galápago enamorado de las ánades
que prometen llevarte por los
cielos con la condición
imposible de cumplir: no abrir
la boca? (me refiero a la fábula
de las ánades y el galápago, del
libro Calila y Dimna).
A continuación: William
Shakespeare, Alfred Jarry,
Bertolt Brecht, Marcel Schowb,
Pierre Reverdy, Georg Büchner...
Luego: André Breton y los
surrealistas, Karl Marx y los
marxistas, Sigmund Freud y
algunos freudianos, sin
olvidarme de unos prematuros
Charles Fourier y Georg Ch.
Lichtenberg... Pero todo ello
leído a menudo abarrotadamente y
no siempre en profundidad, sin
darme mucho tiempo para la mejor
asimilación de tantas cuestiones
teóricas y prácticas de las que,
de algún modo, me sentía
partícipe pleno y que me
proponía encarar y quizá —aunque
sea para mí mismo— en buena
medida resolver.
Hay también algunos narradores
leídos en esa época que me
dejaron “qué desear”: Ray
Bradbury, Horacio Quiroga, José
Revueltas, y algunos “clásicos”,
entre muchos otros.
En fin: un multiverso al que se
ingresa “iniciáticamente” para
tratar de pisar, volar y nadar a
placer por este mundo que nos
toca y nos golpea y nos subleva
y nos hace morir de vida
“supervivida” —ah, sí, el exceso
de sensaciones que buscan su
centro, el cúmulo de
interrogantes que buscan sus
respuestas y verdades, el acopio
de experiencias que quieren
construir realidades nada
fáciles de conciliar y concertar
con este mundo “donde reinan
Eros y Tánatos y sus ejércitos
de Bienmalos y Malbuenos
metiéndosenos hasta en los
tuétanos —que nos tornan seres
casi incomprensibles e
intolerables, —que nos
atraviesan hasta bienmatarnos
mientras nos malviven en su
‘otredad’…” (palabras de un
poema inconcluso).
Solamente años después, pude ya
desear y concertar lecturas más
variadas y de autores no
“inevitables”, sino más a tono
con nuevas búsquedas y una
saludable apertura en abanico:
los poetas Miguel Hernández,
Juan L. Ortiz, Agustín García
Calvo, Ángel Crespo, Mario Satz,
Julio Huasi, por nombrar
solamente algunos poetas
disímiles y en castellano a
quienes aún leo con placer (élan
singulares, confluencias
pasionales, afinidades
electivas). Estoy hablando
exclusivamente de preferencias y
atracciones, entre múltiples y
variadas lecturas. Buenos poetas
y buenos poemas, de hoy y de
ayer, abundan.
Definiendo entonces ese periodo
tan complejo cuan pletórico que
es la primera juventud, digo:
aquí hay como una ruptura y a la
vez continuidad con algo que
apareció en mi adolescencia: la
vocación poética. Sin entrar a
discernir de qué se trata ese
algo, afirmo que desde ese
momento quise y supe que mi vida
estaría atravesada por la poesía
—al menos como la empezaba a
entender: inseparable del amor y
la libertad. “Idealizaciones”
incluidas y jamás renegadas, más
bien “materializadas” de
facto, esa ha sido mi “guía
práctica”. |
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Sin entrar a discernir de qué se
trata ese algo, afirmo que desde ese momento
quise y supe que mi vida estaría atravesada
por la poesía —al menos como la empezaba a
entender: inseparable del amor y la
libertad. |
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Empecé un periplo de búsquedas
grupales en torno del teatro y
la poesía. Y fue entonces que me
dirigí un poco ciego a la
búsqueda de algún “remedio” para
lo que entonces creía que me
aquejaba: una insatisfacción
profunda ante el mundo personal,
familiar y social; es decir, el
mundo entero. La cruel sociedad
de privilegios, posesiones y
explotación en la que vivimos
nos da razones de sobra para
colocar afuera toda la ira que
algunos cargamos desde la edad
en que “no se sabe que no se
sabe”.
3.— Así que el teatro y la
poesía.
AA.—
Sí, yo diría la etapa pre-surrealista.
Hacia 1972, mi primigenia
búsqueda poético-teatral,
pseudoartaudiana, me había
conectado con Alberto Muñoz, con
quien establecimos, durante un
par de años —que parecieron
décadas, como suele suceder a
esa edad—, una fuerte amistad
creativa.
Como pequeñas grandes aventuras
previas a mi periodo (o pasaje)
pleno en el surrealismo, debo
mencionar también —corría 1974—
mi ingreso a una experiencia
colectiva teatral que se llamó
Centro Cultural Alternativo,
heredero de la Comuna Baires.
Tenía yo veinte años.
Publicábamos la revista
“Cultura”, que salíamos a vender
cada noche a la puerta de los
teatros y cines. Prácticas
dramático-teatrales y buenas
lecturas (Jerzy Grotowski y
otros) son lo rescatable de esa
experiencia. Además, compartimos
momentos inolvidables con
Graciela Masetti y Luis Morado,
amigos con quienes aún hoy,
habiendo sorteado todas las
difíciles peripecias de estas
décadas, seguimos encontrándonos
y, en lo posible, interviniendo
creativamente en los ámbitos en
que coincidimos. Salvando esto
tan importante, una atmósfera
recalcitrante de secta
autocomplaciente y
psicológicamente desequilibrada
casi nos asfixia a todos los que
pasamos por esta distorsionada
“comuna”.
En ese momento, concertamos un
“matrimonio” legal con mi pareja
de entonces (juntos integrábamos
la susodicha “comuna”), con la
sola intención de ayudarme a
escapar a la obligación de hacer
el servicio militar, de donde,
sin duda (de eso estaba seguro),
no saldría con vida, dada la
situación política del momento
(transcurría 1974) y mi
incapacidad para tolerar órdenes
de ese estilo. (Dicho sea: ¡no
hay palabras suficientes, ahora
lo sé, para agradecerle a mi
compañera de entonces, Claudia,
ese gesto que también “me salvó
la vida”!).
Tanta crisis sin resolver, más
una situación familiar muy
dolorosa, hicieron que me
escapara al campo. Ya separado
de mi pareja, en 1975 me fui a
Pergamino. Allí viví con mi
padre, su esposa y mis dos
hermanos menores, e hice
trabajos en una quinta
productiva que ellos sostenían.
Comencé a trabajar en la
imprenta de la ciudad y a
participar en el Grupo Literario
Pergamino, para el que redacté
un Manifiesto, que fue publicado
en la principal revista de la
ciudad. Conocí a militantes del
Partido Socialista de los
Trabajadores (“morenista” —por
Nahuel Moreno) y me interesé,
por primera vez, en el marxismo,
en el trotskismo y en la
“revolución permanente” (aunque
las primeras lecturas
surrealistas y vallejianas ya me
habían aproximado sumariamente a
un básico socialismo
revolucionario).
4.— Y después del ’75, al año
siguiente, ya sabemos, el golpe
cívico-militar.
AA.—
Fue a pocos días del golpe
(a mediados de abril, creo) que
viajé a Buenos Aires,
abandonando Pergamino. El
partido me había dado como tarea
traer al local central (con mis
veintidós años, recién
incorporado, militante nada
preparado, y a solo días, como
dije, del golpe criminal), en el
barrio de Once, una buena
cantidad de materiales
políticos. Ahí tenemos una
muestra de la frágil concepción
política y de la errónea
caracterización del golpe del
general genocida Jorge Rafael
Videla por parte de dicha
corriente política. Llegado a
las puertas del local, esperando
que abriesen (había blindaje y
hombres armados custodiando
desde dentro el local), se
acerca un coche con cuatro tipos
adentro; me llaman, y, con total
inconsciencia, me acerco a
ellos. Al tiempo que estos
sátrapas me preguntaban “¿Se
hace la Escuela de Cuadros,
no?”, desde el local dieron un
grito que me salvó la vida,
ordenándome que volviera
inmediatamente. Hoy,
probablemente, estaría en la
lista de las decenas de miles de
secuestrados-desaparecidos. |
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Conocí a militantes del Partido
Socialista de los Trabajadores (“morenista”
—por Nahuel Moreno) y me interesé, por
primera vez, en el marxismo, en el
trotskismo y en la “revolución permanente”
(aunque las primeras lecturas surrealistas y vallejianas
ya me habían aproximado sumariamente a un
básico socialismo revolucionario). |
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Fue entonces que conocí a
Marcelo Gelman, con quien
comencé una tan intensa como
frustrada amistad, truncada
salvajemente por la dictadura
cívico-militar genocida, que lo
secuestró, torturó y asesinó,
junto con su compañera Claudia
(María Claudia García
Iruretagoyena), de 19 años y
embarazada de seis meses.
Como verás, estos hechos que
vienen insistentemente a mi
memoria y nos “marcan”,
funcionan como determinantes que
nos hacen hacer una cosa u otra,
elegir esto o aquello. Se trata,
sí, de estados de “excepción”
medularmente vividos que al fin
constituyen la “norma” y la
“savia” misma (sean las
circunstancias tristes y
terribles, o sean esperanzantes
y propiciadoras de grandes
luchas) de los días que vendrán.
5.— Tuviste tu etapa
surrealista.
AA.—
Surrealista: califico así
este periodo, a sabiendas de que
mi vínculo militante con el
surrealismo como movimiento
abarcó, estrictamente hablando,
“apenas” unos ocho años de mi
vida y de mi actividad poética,
cultural y política. ¡Y qué años
tan intensos!, de 1979 a 1987.
Cabe esta aclaración: “vínculo
militante” significa que
establezco una distinción, que
me parece corresponde, entre la
actividad práctico-teórica, es
decir, la praxis del surrealismo
en la forma de una militancia
concreta en el movimiento
internacional surrealista (en
este caso en la forma de un
grupo activo en la Argentina) y
mi interés profundo, que aún
perdura, por el surrealismo y
todo aquello que este representa
ante mi deseo (a propósito no
digo “ante todos nosotros”): la
lucha irrenunciable por la
libertad, el amor, la poesía, la
revolución emancipadora, la
superación de la prehistoria
humana y de la “civilización
bárbara”.
Por lo tanto, y para no
extenderme, puedo concentrar
algunos datos, sirviéndome de
testimonios valiosos sobre este
periodo vivido por los jóvenes
artistas que constituimos
entonces el grupo surrealista
“Signo Ascendente” y que
levantamos sin dudar, y bien
altas (así en “las habitaciones
poéticas, en los grandes
espacios abiertos del amor, la
desesperación, el placer, la
esperanza, el olvido, la acción
y el sueño” —de “En la noche
ciclotrónica”», en la edición
final de Primeros poemas
(1974-79)— como en las
calles, plazas y barricadas) las
banderas del surrealismo y la
revolución, el lema “amor poesía
libertad” y la esplendente
consigna “transformar el mundo,
cambiar la vida”.
En 1979, tomé la iniciativa de
editar “Poddema. Publicación
periódica para la actividad
poética independiente”. Apareció
con fecha julio-agosto de ese
año terrible. La “función
surrealista de Poddema” (si cabe
decirlo así) en ese momento
histórico es muy bien descrita
por Silvia Guiard en un
magnífico y sucinto testimonio
(“Buenos Aires: El surrealismo
en la lucha contra la
dictadura”, 2006), con estas
palabras:
«Es en 1979 cuando un núcleo —ya
muy reducido con respecto al
grupo original— cruza la línea
que separa el hecho de estudiar
el surrealismo de la decisión de
asumirlo como aventura propia.
Dos hechos jalonan esa
transformación. En agosto, la
aparición de “Poddema”, 1:
editada por iniciativa de
Alberto Valdivia, esta primera
revista —cuyo nombre proviene de
un libro de Henri Michaux—
cuenta con la colaboración de
otros miembros y amigos del
grupo (Silvia Grénier y Luis
Yara) y es adoptada por todos.
En septiembre, la primera
intervención pública colectiva:
la lectura de textos propios,
precedidos por palabras de André
Breton, en un festival de la
Comisión por la Reconstrucción
del Centro de Estudiantes de
Filosofía y Letras (Crecefyl) en
el Club Villa Malcolm, del
barrio de Villa Crespo». |
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Surrealista: califico así este
periodo, a sabiendas de que mi
vínculo militante con el
surrealismo como movimiento
abarcó, estrictamente hablando,
“apenas” unos ocho años de mi
vida y de mi actividad poética,
cultural y política. ¡Y qué años
tan intensos!, de 1979 a 1987. |
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Cabe aclarar que, dada la época
que atravesábamos, Silvia
Grénier y Luis Yara eran los
necesarios seudónimos de la
poeta Silvia Guiard y del
artista Luis Morado; yo firmaba
Alberto Valdivia.
Así que es justo referirse a
“Poddema” (donde incluso en 1979
reivindicaba públicamente el
manifiesto Por un Arte
Revolucionario Independiente,
al que citaba como “de Breton-Rivera”,
eludiendo el nombre de Trotsky
por razones de seguridad), como
una publicación
poética-artística señera y de
vanguardia, aparecida en pleno
periodo dictatorial, capaz de
canalizar un valioso esfuerzo
por quebrar la losa del
silencio… Inmediatamente, este
esfuerzo se manifiesta
concretamente en la formación de
“Signo Ascendente”, un grupo
surrealista militante que surgió
influido “en vivo y directo” por
dos vertientes revolucionarias:
la del surrealismo propiamente
dicho, y la del marxismo
(algunos éramos simpatizantes y
otros militantes del Partido
Obrero).
El valioso testimonio recién
citado es una fuente
privilegiada para conocer este
periodo y las luchas emprendidas
por el grupo que conformamos.
Otro testimonio elocuente del
valor de nuestro compromiso
surrealista lo encontramos en
estos fragmentos de sendas
cartas enviadas desde París, en
1981 y 1985, al grupo
surrealista “Signo Ascendente”
aquí, en Buenos Aires, cartas
que quizá algún día se las pueda
dar a conocer; ahora no
corresponde —es una cuestión de
respeto— que revele quiénes las
firman porque, hasta donde
conozco, nunca tomaron estado
público; se trata de dos
miembros del grupo surrealista
de París:
«París, 29 de mayo de 1981 (…):
A la hora en que el surrealismo
debe, a través del mundo,
enfrentarse con numerosas
dificultades, es reconfortante
ver reanimarse su llama en un
rincón del mundo donde ninguno
de nosotros podía razonablemente
esperar verla rebrotar. El tenor
y el tono de su carta nos llevan
solamente a deplorar que
nuestras relaciones no hayan
podido entablarse más temprano…
(…) No hay, fuera de Praga y
París, actividad colectiva
propiamente surrealista. (…) En
el momento de cerrar esta carta,
recibo ‘Signo ascendente’… (…)
Espero que nada grave interrumpa
la publicación de los números
siguientes…»
«París, 13/12/85 (…):
Compartimos enteramente vuestra
convicción de que el surrealismo
no podrá nunca ser reducido a
una pieza de museo en una
vitrina, ni a un insecto
multicolor en una colección
entomológica, y, menos aún, a
una momia egipcia en excelente
estado de conservación. Está
vivo y lo seguirá estando
mientras en Buenos Aires, en
París o en cualquiera otra parte
existan algunos espíritus lo
bastante obstinados como para
rechazar el ‘principio de
realidad’ y creer en la afinidad
electiva entre la poesía y la
revolución (…) …Ahora que han
reorganizado el grupo, ¿piensan
retomar “Signo Ascendente”? Pese
a sus límites, era la única
publicación surrealista del
mundo entero…»
Palabras tan contundentes
provenientes de dos miembros
notorios del movimiento
surrealista en París,
testimonian la importancia que
tuvo, en plena época de la
dictadura y la transición
“democrática”, el grupo que
iniciamos al calor de las
necesidades surrealistas en la
Argentina, es decir, necesidades
antidictatoriales y
anticapitalistas, poéticas y
liberadoras. |
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Este esfuerzo se manifiesta concretamente en
la formación de “Signo Ascendente”, un grupo
surrealista militante que surgió influido
“en vivo y directo” por dos vertientes
revolucionarias: la del surrealismo
propiamente dicho, y la del marxismo
(algunos éramos simpatizantes y otros
militantes del Partido Obrero). |
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No solo asistíamos e interveníamos en forma grupal en
las marchas, protestas y reuniones políticas, también
colaborábamos con los organismos de lucha por los
derechos humanos y la aparición con vida, especialmente
con los Familiares de detenidos-desaparecidos. En esos
años, y durante bastante tiempo, en algunas paredes del
centro de Buenos Aires se pudo leer la incitante
consigna: “¡Fuera la dictadura! Movimiento surrealista”.
Además del grupo original que conformamos durante varios
años con Alejandro Mael, Silvia Guiard, Julio del Mar y,
luego, con Josefina Quesada y Carmen Bruna, quiero
mencionar a algunos de los compañeros que compartieron,
de un modo u otro y en diferentes periodos (no
necesariamente considerándose surrealistas), tantas
horas de lucha y actividad creativa: Luis Mihovilcevic
(quien en aquellos años se asociaba a nuestras acciones
y discusiones con su publicación expresionista “El
grito”), Cecilia Heredia, Juan Andralis, Sonia
Rodríguez, Carlos Marcaida, Gloria Villa, Juan Perelman,
entre otros.
6.— De tu labor al frente de una editorial, y hasta
donde la fui conociendo a lo largo de los últimos
lustros, destacaría la correspondiente a los poetas
Jacobo Fijman y Alberto Luis Ponzo.
AA.—
Al unir vos estos dos nombres, Fijman y Ponzo, debo
hacer una especie de pausa.
Mi búsqueda de Jacobo Fijman nace allí por los años
“iniciáticos” mencionados (1972), época en la que asistí
al Hospital Neuropsiquiátrico Borda, durante unas pocas
semanas, para participar, con otros jóvenes, de
actividades solidarias y creativas junto con los
internados. Fijman había muerto dos años antes. Como
casi todos por esa época, tuve noticias de la existencia
de Fijman gracias a la revista “Talismán”, editada por
Vicente Zito Lema, cuyo primer número está dedicado
íntegramente a su amigo poeta. Mi “búsqueda” se va
concretando —a partir de entonces y a través de diversos
hitos o “hallazgos”— en un verdadero “encuentro” a
través de las décadas siguientes. Es largo y engorroso
relatar todo lo sucedido en dicho periplo. Basta decir
que este largo periodo llega a concluir provisoriamente
al concretar el primer tomo de las Obras (1923-69)
de Fijman, que incluye todos los poemas suyos que pude
hallar. La primera edición de este libro (la única por
ahora) es de diciembre de 2006. Ya en 1998 había
publicado yo sus narraciones: San Julián el Pobre
(Relatos). En este momento, está muy avanzada la
preparación del segundo tomo de la Obra (1923-69),
que reunirá relatos, ensayos y otras prosas y
testimonios de Fijman.
Conocí a Alberto Luis Ponzo, si mal no recuerdo, en
1989. Fui hasta su casa en Castelar para consultarlo en
relación con la publicación que él había hecho de poemas
de Fijman. Desde entonces, y durante casi tres décadas,
continuó nuestra profunda amistad, que dio múltiples
frutos, sobre todo en la edición de sus poemas. Falleció
el 2 de mayo de 2017. Estaba por cumplir 101 años. Entre
todos sus libros y plaquetas —y son muchos— quiero
destacar la antología que hicimos de buena parte de su
obra en 1996, intitulada 80 vueltas al mundo de todos
los días (ese año cumplía sus 80). Se cuidaba mucho
y bien de la “estridencia literaria” y del embeleso de
la autocontemplación. Se entregaba a los demás y a los
poemas auténticamente, en un “hacer” poético, a la vez
íntimo y social, que le proporcionaba gran placer.
Tiene, además, gran cantidad de poemas realmente
conmovedores, por su capacidad de contemplación de los
“pliegues” de la realidad interior-exterior circundante,
sea individual o colectiva. Todavía me espera, para los
próximos años (¡espero lograrlo!), la realización de una
edición que muestre con justeza su vasta obra y que sea
fuente de inspiración para otros poetas con búsquedas
semejantes a la suya. Con su compañera de toda la vida,
Alba Correa Escandell, ocupan en mí un lugar muy
importante, porque fueron, además, una ininterrumpida
fuente de afecto, respeto, solidaridad y amistad, de
esas que son inolvidables. |
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En esos años, y durante
bastante tiempo, en algunas paredes del
centro de Buenos Aires se pudo leer la
incitante consigna: “¡Fuera la dictadura!
Movimiento surrealista”. |
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7.— Te propongo, digamos, un paréntesis “familiar”.
AA.—
En 1976 conocí a Cecilia Heredia y un año después
ya estábamos conviviendo. Ella modificaría mi vida para
siempre; es sin duda la persona más decisiva.
Atravesamos juntos estas décadas, y faltan palabras para
contar las peripecias e intensidad de lo vivido. Quiero
resumirlo con las de un poema escrito hace mucho:
«…mujer, nave amorosa que guía el vuelo errante de este
que soy, / de este que fui siendo y que siéndolo seré a
tu lado…». Hoy tenemos dos hijos, Julián y Emilio, con
quienes nos acompañamos permanentemente. Y ahora,
también, somos orgullosos abuelos de Lautaro y Tomás.
Cecilia apoyó y compartió muchas de mis actividades
artísticas, poéticas y políticas anteriores. Estos
últimos años integró también el colectivo “Signos del
Topo”. A la fecha, estamos comenzando a preparar una
muestra del fruto creativo de estas décadas juntos. La
denominamos “amor poesía libertad” y estará constituida
por un libro y una muestra o exposición de carácter —así
lo esperamos— más o menos itinerante. Ahora mismo está
ocupándose en la preparación de un par de pequeños
libros con cuentos para niños que escribimos y que ella
ilustró. La obra plástica y el mundo de Cecilia deberían
revelarse aún más ampliamente que lo que lo han hecho
hasta ahora. En nuestra juvenjez, en nuestra vejentud,
esperamos juntos seguir poniendo leños ardientes a la
creación y la actividad poéticas, que son siempre
inevitablemente crítica social y humana para la
transformación del mundo.
8.— Toda una militancia.
AA.—
“Transformación del mundo”, acabo de decir. Claro
está: la histórica consigna surrealista “Transformar el
mundo, cambiar la vida”. Siempre se ha tratado de lo
mismo, diferente cada vez: estar a la altura concreta,
ni idealizante ni utópica, de esta enseña.
A partir de mi salida del grupo surrealista, pasé a
formar parte, en 1988, del equipo de periodistas del
periódico de las Madres de Plaza de Mayo. Allí viví una
enriquecedora experiencia junto a compañeras y
compañeros como María del Rosario Cerruti, Raquel Ángel
y Alberto Guilis, entre otros. Ahora considero que ese
pasaje de un año por el periódico de las Madres me
sirvió también para procesar, sin mayor crisis, mi
alejamiento de aquella intensa actividad grupal
surrealista que había ocupado casi una década de mi
vida. |
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Portadas de
Primeros
poemas (1974-79) (1993).
Gretel, un
día un año (2019).
Jacobo
Fijman. Obras (1923-69). 1. Poesía
(2006). |
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¿Y cómo sigue todo esto? Con mi
incorporación plena, en 1989, al
Partido Obrero (del que era
simpatizante desde 1980), a un
círculo de “intelectuales y
profesionales” cuyo responsable
era Pablo Rieznik, un gran
compañero. Lejos de ser “enviado
a la célula del gas”, como
cuentan los surrealistas
franceses que les ocurrió en el
Partido Comunista, los
compañeros me invitaron a
impulsar y formar parte del
círculo de artistas. Por la
sencilla razón de que el Partido
Obrero, enemigo radical del
stalinismo, tenía en ese
momento, en lo fundamental, una
línea opuesta al anti-intelectualismo
insustancial de algunas
organizaciones de izquierda y al
pro-intelectualismo oportunista
de otras. Allí escribimos
manifiestos y notas, y editamos
algunos números del boletín
“Arte y Revolución”, de breve
vida, pero muy interesante.
Logramos cierta influencia en
medios culturales, educativos y
artísticos. Años después, hacia
el 2000 y 2001, formé parte de
la agrupación “Lucharte” y viví,
en forma intensa y militante, el
periodo del Argentinazo,
incluidas sus asambleas
populares.
Así, en vuelo rápido, podemos
llegar al relato de apenas algo
del presente, ya que, como no
nos cansaremos de anotar, las
palabras suelen constituir una
gigantesca poquedad (si lo
sabremos los escritores y
poetas, ¿no?) a la hora de
pretender describir y abarcar la
totalidad de una experiencia de
vida, cualquiera sea, sobre todo
sus vicisitudes históricas,
pasionales, intelectuales y
psicológicas.
Mis últimos años están “tocados”
profundamente por la actividad
poética en torno a Margen
meridiano (que es el título
que doy al conjunto en marcha de
la que considero mi obra), al
colectivo “Signos del Topo” y al
“Espacio Rosa Luxemburg”.
De “Signos del Topo” quiero
decir que ha sido una
experiencia muy rica y profunda
en lo que hace a su contribución
(en su justa medida) creativa y
crítica en el campo de la
cultura. Quienes consolidamos
durante algunos años esta
peculiar experiencia grupal
fuimos: Osvaldo Cucagna, Luis
Mihovilcevic, Pablo De Cruz,
Cecilia Heredia y yo. No podría
mencionar aquí a los artistas,
intelectuales y militantes con
quienes nos vinculamos, de un
modo u otro, a partir de esta
actividad (aunque entre todos
ellos, que son muchos, sí quiero
mencionar a nuestra compañera y
amiga Liliana Dulbecco). Ahora
mismo estamos debatiendo cómo
continuamos nuestra acción.
En cuanto al “Espacio Rosa
Luxemburg”, se puede decir que,
a pesar de tanto hecho
(recopilación, lecturas,
ordenamiento, debates, etc.),
está casi todo por hacer. Su
inicio se remonta a un momento
(hacia 2009) en que mi vida
personal se vio marcada por una
serie de acontecimientos a los
que tuve que dedicarle toda la
atención. Es mucho y fundamental
lo que se puede hacer para
seguir reivindicando y situando
correctamente la obra, vida y
lucha de Rosa Luxemburg, esta
extraordinaria socialista
revolucionaria e
internacionalista, en el
presente. Su vigencia es
poderosa y me ocupará, así lo
deseo, una buena parte del resto
de mi vida. |
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Portadas de
Actas del
Hoambre (1990).
Poemas de
LO (1976-94) (2014).
LO (19
poemas) (1987). |
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9.— Hablemos de tu obra. O, manos a la obra.
AA.—
Como dije, bajo el título Margen meridiano
voy reuniendo mi obra. Siempre me pareció fundamental
tener una perspectiva general de la misma, incluso
temporalmente hablando. Por eso, hace ya mucho decidí
incluir al pie de cada texto, formando parte
inseparable, el año de composición. El registro
histórico hace al movimiento y a la participación social
y cultural. La ‘intemporalidad’ en devenir se juega en
la temporalidad y en la historia, fuera de la cual no se
concibe la vida humana. Pero es justamente por esto que,
a menudo, cobra valor lo supuestamente “perimido” o
“pasado” (incluidas las “formas”) así como lo que puede
haber de prospectiva en la obra de arte. Me gusta jugar
con las vueltas al pasado y con el devenir. En los
poemas, en el arte, encontramos las posibilidades de
manifestación no consciente de la “concurrencia y
concatenación” históricas efectivamente vividas… y de
ese modo se hace “de hecho” la crítica del instante
temporal/intemporal en el que nos desarrollamos como
seres vivientes. Sincretismo (estoy usando esta palabra
un poco a piacere), multivalencia,
contradicciones vitales en varios planos de la
manifestación poética, son el “medio ambiente” en que
busco y, a veces, me parece “encontrarme a mí mismo”.
Ese es el “magma” y he ahí la “zona” de lo
posible/imposible: el deseo mismo en acción.
Durante muchos años me consideré un “poeta del
(en)sueño”. Luego comprendí que la realidad y
materialidad del sueño, la fantasía, lo simbólico y la
imaginación, tanto como tutti quanti que hay
sobre el planeta Tierra y más allá aun hasta el
multiverso aún no “visto” ni “conocido” ni “fundado”,
son los que nos determinan en forma integral. En esta
sobredeterminación “natural y total” actuamos,
transformando y transformándonos.
Un pequeño poema de pocas líneas, tanto como una obra
artística vasta y complejísima, puede y debe alimentar,
para bien (subrayo eso), un instante de la vida de un
ser humano o de muchos y esto, proyectarse a través de
los tiempos. ¿No constituye así lo que llamamos “el
milagro poético”? Podemos denominarlo “iluminación”, así
como las artes plásticas llaman “iluminar” al acto de
darles colores y perspectivas nuevos a las imágenes
“grises” o blanquinegras, para que cobren vida y nuestra
realidad se alimente de este cambio, de esta
transformación.
Parafraseando a André Breton cuando habla del carácter
de la imagen analógica, del «signo ascendente», podemos
afirmar que la tarea del poeta (del artista) debe ser
«edificante» en el único sentido en que esta palabra
tiene razón de ser en estas landas: una «exigencia que,
en última instancia, bien podría ser de orden ético»
(…), «no reversible» entre unas y otras realidades
convocadas, «volcada en lo posible hacia la salud, el
placer…», y teniendo por «enemigos mortales lo
despreciativo y lo depresivo».
Trabajo simultáneamente en obras diversas. Los poemas
invariablemente los manuscribo. Otros textos puedo
hacerlos a teclado, pero los poemas, no. Son hojas y
cuadernos, y carpetas y archivos con materiales que
luego van construyendo sus pequeños edificios, separados
por “géneros”, y estas secciones toman sus títulos. Voy
reuniendo todos mis poemas en “Alturas del poema”; mis
relatos, cuentos y narraciones en “Narrativario”; mis
artículos, notas, manifiestos y ensayos en “Mensajes
meridianos”, y así en adelante. Otras “series” de “obras
en marcha” y, quizá, de largo aliento, llevan por nombre
Las Soleónicas, Himnosis de Humanía, El
Hoambre, Versiones son amores, y algunas más. |
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Portadas de
Las muertes.
(Relatos)
(2003).
Himnosis
(I) (1985). |
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Mis últimos libros publicados, de gran importancia para
mí, son Poemas de Lo y Gretel, un día un año
(que es el primer libro de Las Soleónicas).
Actualmente, lo que puedo lo difundo por las redes (por
supuesto con mis límites), sea en un blog propio
MARGEN MERIDIANO o en los espacios a mi
alcance. En este momento, también estoy muy entusiasmado
con la lectura a viva voz (para su difusión pública) de
mis poemas, una práctica que siempre acompañó, en la
intimidad, la concreción de mis poemas (ingrediente
indispensable en la “escritura-composición”, “el oído
que canta, que danza sobre las olas de su ceguera…”).
No quiero dejar de mencionar una actividad propia que
avanza íntimamente, sin pausa ni prisa, desde hace ya
por lo menos una década: la actividad
artística-escultórica. Trabajar manualmente, con
materiales de modelado y moldeo, y ligarlos a un
universo poético propio, me está dando, por ahora de
puertas adentro, una satisfacción que quizá alguna vez
pueda mostrar sus frutos. ¿Su origen? Allí hacia mis
doce años de edad, cuando pusieron en mis manos esos
mágicos materiales que se llaman arcilla y plastilina.
Hoy siento que, a esta edad, le faltan días al
calendario, y horas al día, para realizar todo lo que
quiero y pretendo hacer. Pero, ¿no es esto lo que sana y
necesariamente habrá de ocurrirle a cualquiera que
vislumbre delante de sí, aunque sea una mínima porción
de eso que llamamos “actividad poética”?
Pero, como bien se dice: la cantidad de lo hecho no
cuenta, sino la calidad (salvo cuando la primera
transforma a- y se transforma en- la
segunda). Siempre pensé que un artista —mediante un
distanciamiento posible— debería estar en condiciones de
reconocer la cualidad de su propia obra, es decir, sus
características, propiedades y perspectivas. La crítica
siempre es autocrítica —nada ni nadie puede escapar a
esto— y la autocrítica es siempre una acción
teórico-práctica colectiva, aunque no lo parezca, y
aunque tal o cual colectividad, o individuo, no tenga
conciencia inicial de su condición. La crítica es el
núcleo “corrector” de la praxis. La crítica-autocrítica:
he ahí la posibilidad incesante, no solo para las obras
sino para la propia vida individual/social.
Es más: la elaboración misma de una obra suele suceder
en un “no se sabe dónde” de esa zona imaginaria a la que
se regresa una y otra vez para el impulso inicial o
‘iniciático’, zona en la que se irá desenvolviendo la
puesta en juego física, material, afectiva, emocional,
intelectual, política y social de esa “cualidad” (como
dije antes: las características y propiedades singulares
de la cosa de que se trata) capaz de concretar el
impulso vital que ha marcado desde siempre el
“qué-hacer-soñar-desear” poético, que es
individual-colectivo. Impulso vital que Arthur Rimbaud
describió con justeza y parece que (casi) de una vez y
“para siempre” (al menos para este periodo histórico):
«Si lo que trae de allí abajo tiene forma, da la forma
—si es informe, da lo informe».
El hacer poético (que, repito, es un
qué-hacer-soñar-desear) consiste en una pura/impura
“sujetividad” objetiva (‘sujetobjeto’: concatenación
indisoluble), donde no es “uno” el que importa, sino lo
hecho que se mueve (o se detiene, o lo que sea) en una
posibilidad colectiva y mundana por así decir
finita-infinita. De ahí que: «Seres pasan, obras
quedan». «Cuando quedan» —hay que agregar. |
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Signos del Topo nace
en enero de 2006 con la decidida voluntad de
aportar creaciones y
libertades a la lucha por un mundo que
merezca ser vivido. |
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A propósito de todo esto: si en alguna coordenada de los
tiempos alguien se atreviese a intentar una definición
de mi actividad poética, yo vería bien que usara
conceptos similares a los que subrayé en un párrafo que
Dylan Thomas dedica a Wilfred Owen (en su selección “De
pronto, al amanecer”). Salvando las diferencias, me
identifico plenamente —hasta casi poder constituir una
especie de nudo gordiano o mini Manifiesto propio— con
estas palabras:
«No se puede hacer generalizaciones sobre la edad y la
poesía. Los poemas de un hombre, si son buenos poemas,
son siempre muy mayores que él mismo; y a veces no
tienen edad. Sabemos que la forma y la estructura de sus
poemas sufrirían continuos e infatigables cambios;
aunque el propósito que los sostenía hubiera permanecido
inalterable, habría experimentado sin cesar sobre su
técnica, conduciéndola cada vez más adentro, hacia la
intensidad final del lenguaje: las palabras detrás de
las palabras. La poesía, por naturaleza, es
experimental. Todo impulso poético se dirige hacia la
creación de una aventura. Y la aventura es movimiento. Y
el final de toda aventura es un nuevo impulso que otra
vez se resuelve en creación. (…) Los sucesos dictan el
curso de la poesía.»
Con las últimas palabras de esta cita puede quedar clara
mi adscripción a una concepción por así decir
‘monista-dialéctica’ de, también, el quehacer poético,
que en alguna página redefiní así: «una concepción
monista dialéctica del poema», ya que individual y
colectivamente hablando «somos seres histórico-naturales
y meta-psico-físico-sociales».
Sin duda de este modo aparecen condensadas la mayoría de
las cuestiones poéticas que me interesan y a las que
considero haberme entregado, «así como se arroja uno a
la corriente del río». |
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Espacio Rosa Luxeburg
aparece en 2009 con
el propósito de traducir al castellano,
digitalizar y divulgar la obra completa de
Rosa Luxemburgo. |
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ENTREVISTA
realizada través del correo electrónico entre las
ciudades de Florida y Buenos Aires, Argentina, distantes entre sí unos
16 kilómetros, por Rolando
Revagliatti. Año 2020. |
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Rolando Revagliatti
(Buenos Aires,
Argentina, 1945), escritor,
poeta y dramaturgo, comienza
su quehacer literario colaborando
asiduamente con poemas y
relatos en diarios y
revistas, en soporte
digital y papel, y sus
textos han sido
publicados en
numerosos países de
América y Europa, donde
se han traducido al
francés, italiano,
holandés, ruso, rumano,
albanés, portugués, catalán,
vasco, bengalí, asturiano,
inglés, búlgaro,
esperanto, maltés y
alemán.
En la década de los 90,
dirige y edita de las
colecciones de
cuadernillos Musas de Olivari
(1994-1995), los pliegos
literarios Olivari
(1993-1995) y Huasi
(1996-2002).
En dramaturgia cabe
destacar su ensayo Las
piezas de un teatro
(RundiNuskin, Editor,
1991; luego reeditado
por Nostromo Editores,
2004).
Como narrador,
merecen especial mención
sus compilaciones de
cuentos, relatos,
minificciones, tituladas
Historietas del amor
(1991)
y Muestra en prosa
(1994).
Revagliatti se inicia en
el mundo de la lírica
muy joven, publicando
sus primeros poemas en
el periódico “Alberdi”
(1966-1974) y en
diversas revistas
culturales. Su obra
poética, la más extensa
de su creación literaria,
la componen quince
poemarios, con títulos
como De mi mayor
estigma (si mal no me
equivoco) (1993),
Trompifai (1997),
Fundido encadenado
(España, 1998; en
Argentina, 1998),
Picado contrapicado
(1998), Ripio
(1999), Desecho e
izquierdo (1999),
Propaga (2001),
Ardua (Argentina,
2001; Holanda, bilingüe:
castellano-neerlandés,
Stanza, 2006), Corona de
calor (2004), Del
franelero popular
(en colaboración: “7
Poetas Argentinos”,
2005; y en “Lo Erótico y
Otras Yerbas”, 2006),
Obras completas en verso
hasta acá (2007),
Sopita (2008),
Pictórica (2011),
Tomavistas (2012) y
Leo y escribo
(2013). Ha sido incluido en antologías
publicadas en Argentina, Brasil, Perú, México, Chile, Panamá, Estados Unidos, República Dominicana, Venezuela, España, Alemania, Austria, Italia y la India.
Ha colaborado con poemas
en diversas obras
antológicas, como
Letras Contemporáneas
(en portugués, 1998),
Poesía en el Subte
(1999), Poesía
argentina año 2000
(tomo 1, 1999),
Poesía hacia el Nuevo
Milenio (tomo 2),
MeloPoeFant
Internacional
(bilingüe
castellano-alemán;
Alemania, 2004),
Pequeña Antología de la
Poesía Argentina
(selección de Jorge
Santiago Perednik,
2004),
Dramaturgia
Latinoamericana:
Argentina
(en República
Dominicana, 2008);
Italiani d’Altrove
(bilingüe
castellano-italiano;
Italia, 2010),
El Verso Toma la Palabra
(México, 2010),
El cine y la Poesía
Argentina
(selección de Héctor
Freire, 2011) y
Poesía en Libertad
(2013),
Minificcionistas de ‘El
Cuento’. Revista de
Imaginación
(Ficticia Editorial,
México, 2014), entre
otras.
Ha publicado
tres obras antológicas
que recogen una buena
selección de su poesía:
El Revagliastés
(2006), Proponerte
que Creas (Caracas,
Venezuela, 2008) y
Revagliatti. Antología
Poética (2009). Es
autor también de
cuatro poemarios, inéditos en soporte papel,
con los títulos Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo,
Infamélica, Viene junto con
y Habría de abrir,
cada uno de los cuales
cuenta con dos ediciones-e: en PDF y en FLIP (Libro Flash).
Sus libros han sido editados electrónicamente y se hallan disponibles, por ejemplo, en Revagliatti.
Desde 2013 realiza entrevistas a escritores argentinos a través del correo electrónico,
que ven la luz en
diversos sitios de
internet, una primera
selección de los cuales
se halla editada, desde noviembre de 2019,
con el título Documentales. Entrevistas a escritores argentinos,
tomo I.
La obra de Rolando
Revagliatti ha sido
galardonada con diversos
premios y su labor
creativa ha sido
distinguida en múltiples certámenes de poesía de su país y del extranjero.
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 3. Página 13. Año XIX. II Época. Número 107 EXTRA. Julio-Diciembre 2020. ISSN 1696-9294.
Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2020 Rolando Revagliatti.
© Las imágenes se usan exclusivamente como ilustraciones de la entrevista y han sido aportadas en su totalidad por el autor del texto. En todo caso, cualquier derecho que pudiese concurrir sobre las
mismas corresponde a sus creadores.
Diseño y maquetación: EdiBez. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2020 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte.
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Educación. Universidad de Málaga & Ediciones Digitales Bezmiliana.
Calle Castillón, 3, Ático G. 29.730. Rincón de la Victoria (Málaga).
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