ituada 
																		en una 
																		colina 
																		próxima 
																		a la 
																		villa de 
																		Santillana 
																		del Mar, 
																		en 
																		Cantabria 
																		(España), 
																		la Cueva 
																		de 
																		Altamira 
																		ha 
																		preservado 
																		en sus 
																		entrañas 
																		hasta 
																		nuestros 
																		días uno 
																		de los 
																		ciclos 
																		pictóricos 
																		más 
																		importantes 
																		de la 
																		Prehistoria 
																		de la 
																		Humanidad 
																		no solo 
																		de la 
																		península 
																		Ibérica 
																		sino de 
																		Europa 
																		occidental. 
																		Al 
																		comienzo 
																		de su 
																		hallazgo, 
																		su 
																		autenticidad 
																		histórica 
																		hubo de 
																		tropezar 
																		con el 
																		tenaz 
																		escepticismo 
																		de 
																		algunos 
																		expertos, 
																		pero una 
																		vez fue 
																		reconocida 
																		mundialmente, 
																		su 
																		contribución 
																		al 
																		conocimiento 
																		de las 
																		manifestaciones 
																		artísticas 
																		de 
																		aquellos 
																		hombres 
																		antiguos 
																		ha sido 
																		tan 
																		relevante 
																		que le 
																		ha 
																		merecido 
																		con 
																		razón el 
																		apelativo 
																		de 
																		«Capilla 
																		Sixtina» 
																		del arte 
																		rupestre 
																		cuaternario. 
																		Los 
																		estudios 
																		arqueológicos 
																		llevados 
																		a cabo 
																		hasta 
																		ahora de 
																		las 
																		pinturas 
																		y 
																		grabados 
																		de la 
																		cueva 
																		ubican 
																		su 
																		pertenencia 
																		a toda a 
																		esa 
																		extensa 
																		etapa de 
																		la 
																		cultura 
																		humana 
																		que se 
																		ha 
																		llamado 
																		Paleolítico 
																		Superior, 
																		de 
																		manera 
																		principal 
																		a los 
																		períodos 
																		Solutrense 
																		(entre 
																		16.500 y 
																		14.000 
																		años a. 
																		C.) y 
																		Magdaleniense 
																		(unos 
																		18.000 
																		años a. 
																		C.), 
																		aunque 
																		posteriores 
																		estudios 
																		con 
																		series 
																		de 
																		uranio 
																		remontan 
																		la 
																		antigüedad 
																		de 
																		algunas 
																		de sus 
																		manifestaciones 
																		artísticas 
																		al 
																		Gravetiense 
																		(hace 
																		unos 
																		30.000 
																		años), e 
																		incluso 
																		a 35.600 
																		años, a 
																		comienzos 
																		del 
																		Auriñaciense. 
																		Contiene 
																		pinturas 
																		polícromas, 
																		negras, 
																		rojas y 
																		ocres, y 
																		grabados 
																		que 
																		representan 
																		figuras 
																		animales 
																		y 
																		antropomorfas. 
																		Aunque 
																		los 
																		dibujos 
																		son 
																		abstractos 
																		y no 
																		figurativos, 
																		el 
																		estilo 
																		de gran 
																		parte de 
																		las 
																		obras se 
																		enmarca 
																		en la 
																		denominada 
																		Escuela 
																		Franco-cantábrica», 
																		caracterizada 
																		por el 
																		realismo 
																		de las 
																		figuras 
																		representadas.
																		
																			
																				|  |  | 
																			
																				|  | 
 | 
																			
																				|  | Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888), aficionado a los estudios de Prehistoria, mostró desde pequeño su interés en las Ciencias Naturales, la Botánica y la Geología. En 1870 fue el protagonista del descubrimiento  de la Cueva de Altamira, la «Capilla Sixtina del Arte Cuaternario». | 
																			
																				|  |  | 
																		
																		
																		
																		
																		Descubrimiento
																		
																		
																		La Cueva 
																		de 
																		Altamira 
																		fue 
																		descubierta 
																		de forma 
																		casual 
																		en 1868. 
																		El 
																		hallazgo 
																		lo llevó 
																		a cabo 
																		un 
																		cazador, 
																		llamado 
																		Modesto 
																		Cubillas, 
																		cuando 
																		intentaba 
																		liberar 
																		a su 
																		perro, 
																		que 
																		había 
																		quedado 
																		atrapado 
																		entre 
																		las 
																		grietas 
																		de unas 
																		rocas al 
																		perseguir 
																		a una 
																		pieza. 
																		En un 
																		principio 
																		se llamó 
																		la 
																		«cueva 
																		de Juan 
																		Montero», 
																		nombre 
																		del 
																		aparcero 
																		de la 
																		finca en 
																		que se 
																		hallaba 
																		la 
																		gruta.
																		
																		
																		En 
																		aquellos 
																		primeros 
																		momentos, 
																		la 
																		noticia 
																		del 
																		descubrimiento 
																		de una 
																		cueva no 
																		tuvo la 
																		menor 
																		trascendencia 
																		entre 
																		los 
																		intelectuales 
																		y las 
																		gentes 
																		de la 
																		zona. Es 
																		un 
																		terreno 
																		kárstico 
																		como 
																		aquel, 
																		caracterizado 
																		por 
																		estar 
																		horadado 
																		de miles 
																		de 
																		grutas y 
																		cavernas 
																		de todo 
																		tamaño y 
																		profundidad, 
																		la 
																		presencia 
																		de una 
																		más no 
																		supuso 
																		novedad 
																		alguna.
																		
																		
																		Sería 
																		por 
																		estas 
																		fechas 
																		cuando 
																		Marcelino 
																		Sanz de 
																		Sautuola, 
																		erudito 
																		en 
																		Paleontología, 
																		hubo de 
																		tener 
																		directamente 
																		noticias 
																		de la 
																		existencia 
																		de la 
																		cueva 
																		por boca 
																		del 
																		mismo 
																		Cubillas, 
																		amigo 
																		suyo. No 
																		obstante, 
																		Sanz de 
																		Sautuola 
																		no la 
																		visitaría 
																		hasta 7 
																		años 
																		después, 
																		en 1875. 
																		La 
																		recorrió 
																		en su 
																		totalidad 
																		y 
																		reconoció 
																		algunos 
																		signos 
																		abstractos, 
																		como 
																		rayas 
																		negras 
																		repetidas, 
																		a las 
																		que no 
																		dio, en 
																		un 
																		principio, 
																		importancia 
																		alguna, 
																		considerándolas 
																		obra 
																		casual 
																		de 
																		alguna 
																		persona. 
																		Cuatro 
																		años más 
																		tarde, 
																		en el 
																		verano 
																		de 1879, 
																		volvió 
																		Sautuola 
																		por 
																		segunda 
																		vez a 
																		Altamira. 
																		Tenía 
																		interés 
																		en 
																		excavar 
																		la 
																		entrada 
																		de la 
																		cueva a 
																		ver si 
																		podía 
																		encontrar 
																		algún 
																		vestigio 
																		prehistórico, 
																		como 
																		huesos y 
																		formas 
																		de 
																		sílex. 
																		En esta 
																		ocasión, 
																		lo hizo 
																		acompañado 
																		por su 
																		hija 
																		María, 
																		de 9 
																		años1.
																		
																		
																		El 
																		descubrimiento 
																		del 
																		tesoro 
																		pictórico 
																		de la 
																		cueva lo 
																		realizó, 
																		en 
																		realidad, 
																		la niña. 
																		Mientras 
																		el padre 
																		se 
																		hallaba 
																		en la 
																		boca de 
																		la gruta 
																		curioseando 
																		por uno 
																		y otro 
																		sitio, 
																		la 
																		pequeña 
																		María se 
																		adentró 
																		hasta 
																		llegar a 
																		una de 
																		las 
																		salas de 
																		la 
																		gruta. 
																		Allí, a 
																		la luz 
																		de una 
																		antorcha, 
																		vio unas 
																		pinturas 
																		en el 
																		techo 
																		que le 
																		llamaron 
																		la 
																		atención 
																		y corrió 
																		a 
																		decírselo 
																		a su 
																		padre. 
																		Sautuola 
																		quedó 
																		sorprendido 
																		y 
																		maravillado 
																		al 
																		contemplar 
																		el 
																		grandioso 
																		conjunto 
																		de 
																		pinturas 
																		de 
																		animales 
																		y 
																		personas; 
																		eran 
																		tantas 
																		las 
																		figuras 
																		que casi 
																		cubrían 
																		la 
																		totalidad 
																		de la 
																		bóveda.
																		
																		
																		
																		Autenticidad 
																		de las 
																		pinturas
																		
																		
																		En 1880, 
																		Sautuola 
																		publica 
																		un breve 
																		opúsculo 
																		titulado
																		
																		Breves 
																		apuntes 
																		sobre 
																		algunos 
																		objetos 
																		prehistóricos, 
																		en el 
																		que daba 
																		cuenta 
																		del 
																		hallazgo 
																		y 
																		detallaba 
																		algunas 
																		de sus 
																		pesquisas, 
																		afirmando 
																		origen 
																		prehistórico 
																		de las 
																		pinturas; 
																		su 
																		trabajo 
																		incluía 
																		una 
																		reproducción 
																		gráfica 
																		de la 
																		cueva. 
																		Ese 
																		mismo 
																		año 
																		expuso 
																		sus 
																		tesis al 
																		catedrático 
																		de 
																		Geología 
																		de la 
																		Universidad 
																		de 
																		Madrid, 
																		Juan de 
																		Vilanova2, 
																		que las 
																		acogió 
																		como 
																		propias. 
																		Pese a 
																		todo, la 
																		opinión 
																		de 
																		Sautuola 
																		no fue 
																		aceptada 
																		por los 
																		franceses 
																		Cartailhac, 
																		Mortillet 
																		y Harlé, 
																		por 
																		entonces 
																		los 
																		científicos 
																		más 
																		expertos 
																		en 
																		estudios 
																		prehistóricos 
																		y 
																		paleontológicos 
																		de 
																		Europa.
																		
																		
																		La 
																		riqueza 
																		artística 
																		del 
																		descubrimiento 
																		era 
																		tanta y 
																		tan 
																		sorprendente 
																		que 
																		provocaba 
																		la 
																		lógica 
																		desconfianza 
																		de los 
																		estudiosos. 
																		Incluso 
																		se llegó 
																		a 
																		insinuar 
																		que 
																		había 
																		sido el 
																		propio 
																		Sautuola 
																		quien 
																		había 
																		pintado 
																		aquellas 
																		figuras 
																		entre 
																		las dos 
																		visitas 
																		que 
																		realizó 
																		a la 
																		caverna, 
																		negando 
																		así su 
																		origen 
																		paleolítico.
																		
																			
																				
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																					|  | El «Bisonte Encogido», una de las pinturas más expresivas y admiradas de todo el conjunto. Está pintado sobre un abultamiento de la bóveda. |  | 
																				
																					|  | 
																			
																		 
																		
																		
																		La 
																		muerte 
																		de 
																		Sautuola 
																		en 1888 
																		y la del 
																		profesor 
																		Vilanova, 
																		su gran 
																		valedor, 
																		en 1892, 
																		parecían 
																		condenar 
																		al 
																		silencio 
																		definitivo 
																		la 
																		consideración 
																		prehistórica 
																		de las 
																		pinturas 
																		de 
																		Altamira. 
																		Sin 
																		embargo, 
																		los 
																		descubrimientos 
																		realizados 
																		en 
																		Francia 
																		en los 
																		años 
																		últimos 
																		del 
																		siglo 
																		XIX, que 
																		arrojaron 
																		como 
																		resultado 
																		el 
																		hallazgo 
																		de 
																		varias 
																		cuevas 
																		con 
																		cuantiosas 
																		pinturas, 
																		y la 
																		ingente 
																		labor 
																		desplegada 
																		por los 
																		eminentes 
																		arqueólogos 
																		franceses 
																		Henri 
																		Breuil3 
																		y Émile 
																		Cartailhac4, 
																		principalmente, 
																		imprimieron 
																		un 
																		cambio 
																		radical 
																		en la 
																		opinión 
																		intelectual 
																		sobre la 
																		autenticidad 
																		histórica 
																		de aquel 
																		descubrimiento 
																		sobre el 
																		Paleolítico 
																		español. 
																		Y, 
																		aunque 
																		no 
																		dejarían 
																		de 
																		faltar 
																		todavía 
																		detractores 
																		impenitentes 
																		durante 
																		aquellos 
																		primeros 
																		años, a 
																		partir 
																		de la 
																		publicación 
																		de las 
																		opiniones 
																		de estos 
																		insignes 
																		expertos, 
																		la 
																		naturaleza 
																		prehistórica 
																		de 
																		Altamira 
																		fue ya 
																		un hecho 
																		reconocido 
																		universalmente.
																		
																		
																		
																		Características
																		
																		
																		Es la de 
																		Altamira 
																		una 
																		cueva 
																		fósil de 
																		unos 300 
																		metros 
																		de 
																		desarrollo 
																		longitudinal, 
																		cuya 
																		entrada 
																		había 
																		permanecido 
																		clausurada 
																		a causa 
																		de un 
																		derrumbe 
																		natural 
																		que tuvo 
																		lugar 
																		hace 
																		unos 
																		13.000 
																		años. 
																		Presenta 
																		una 
																		estructura 
																		sencilla 
																		formada 
																		por una 
																		galería 
																		con 
																		escasas 
																		ramificaciones.
																		
																		
																		En la 
																		actualidad, 
																		toda la 
																		gruta se 
																		halla 
																		definida 
																		en 
																		varias 
																		zonas, 
																		que, si 
																		bien no 
																		tienen 
																		todas 
																		nombres 
																		propios 
																		consensuados 
																		y 
																		generalmente 
																		admitidos, 
																		son las 
																		que se 
																		mencionan 
																		con más 
																		frecuencia; 
																		se trata 
																		del 
																		vestíbulo, 
																		la «Gran 
																		Sala de 
																		los 
																		Polícromos», 
																		la gran 
																		sala de 
																		las 
																		figuras 
																		esquemáticas 
																		(tectiformes), 
																		la 
																		galería, 
																		la sala 
																		del 
																		bisonte 
																		negro, 
																		la «Sala 
																		de la 
																		Hoya» y 
																		la «Cola 
																		de 
																		caballo».
																		
																		
																		La 
																		entrada 
																		da 
																		acceso a 
																		un 
																		amplio 
																		vestíbulo, 
																		que hubo 
																		de estar 
																		iluminado 
																		por la 
																		luz 
																		natural 
																		antes de 
																		que se 
																		produjese 
																		el 
																		derrumbe, 
																		y que, 
																		por sus 
																		características 
																		de 
																		acomodo, 
																		pudo ser 
																		con toda 
																		probabilidad 
																		el 
																		habitáculo 
																		de la 
																		cueva 
																		preferentemente 
																		habitado 
																		por 
																		generaciones 
																		de 
																		familias 
																		primitivas 
																		desde 
																		comienzos 
																		del 
																		Paleolítico 
																		Superior. 
																		Las 
																		excavaciones 
																		arqueológicas 
																		principales 
																		que se 
																		han 
																		practicado 
																		en esta 
																		sala a 
																		lo largo 
																		de la 
																		historia 
																		han 
																		sacado a 
																		la luz 
																		muchas 
																		piezas 
																		de 
																		interés 
																		que han 
																		ayudado 
																		a las 
																		dataciones 
																		y a 
																		comprender 
																		la forma 
																		de vida 
																		prehistórica.
																		
																		
																		Descendiendo 
																		ligeramente, 
																		y 
																		actualmente 
																		separado 
																		del 
																		vestíbulo 
																		por un 
																		muro 
																		artificial, 
																		se 
																		encuentra 
																		la 
																		estancia 
																		principal, 
																		la zona 
																		que 
																		siempre 
																		sorprende 
																		a todo 
																		el que 
																		la 
																		visita 
																		por su 
																		espectacularidad. 
																		Se trata 
																		de la 
																		«Gran 
																		Sala de 
																		los 
																		Polícromos», 
																		también 
																		llamada 
																		«Sala de 
																		los 
																		Animales», 
																		«Gran 
																		Sala», 
																		«Gran 
																		Techo», 
																		«Sala de 
																		los 
																		Frescos», 
																		«Gran 
																		Salón» y 
																		otros 
																		muchos 
																		nombres 
																		más. Es 
																		la sala 
																		del gran 
																		conjunto 
																		de 
																		pinturas 
																		polícromas, 
																		el 
																		recinto 
																		que, por 
																		su 
																		grandiosidad 
																		pictórica, 
																		fue 
																		apodado 
																		por 
																		Déchelette5 
																		la 
																		«Capilla 
																		Sixtina 
																		del Arte 
																		Cuaternario».
																		
																			
																				
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																					|  | La «Gran Cierva», la mayor de todas la figuras representadas, tiene 2,25 metros. Manifiesta una perfección técnica magistral. |  | 
																				
																					|  | 
																			
																		 
																		
																		
																		Su 
																		bóveda 
																		sigue 
																		manteniendo 
																		los 18 m 
																		de largo 
																		por 9 m 
																		de ancho 
																		de 
																		origen, 
																		pero su 
																		altura 
																		originaria 
																		(entre 
																		190 y 
																		110 cm) 
																		ha 
																		aumentado 
																		al 
																		rebajarse 
																		el suelo 
																		para 
																		facilitar 
																		la 
																		cómoda 
																		contemplación 
																		de las 
																		pinturas, 
																		facilidad 
																		que no 
																		compartió 
																		desde 
																		luego el 
																		artista, 
																		obligado 
																		a 
																		realizar 
																		su 
																		trabajo 
																		en 
																		forzada 
																		posición 
																		por la 
																		escasa 
																		altura. 
																		En su 
																		techo se 
																		representa 
																		casi un 
																		centenar 
																		de 
																		animales 
																		y signos 
																		que dan 
																		como 
																		resultado 
																		una 
																		composición 
																		de gran 
																		movimiento 
																		y 
																		belleza, 
																		única en 
																		el arte 
																		paleolítico. 
																		En 
																		tiempos 
																		prehistóricos 
																		debió de 
																		recibir 
																		algo de 
																		iluminación 
																		natural 
																		desde la 
																		apertura 
																		a través 
																		del 
																		vestíbulo, 
																		si bien 
																		sería 
																		insuficiente 
																		para 
																		poder 
																		realizar 
																		el 
																		trabajo 
																		polícromo 
																		y de 
																		conjunto.
																		
																		
																		Continúa 
																		con una 
																		galería 
																		rectilínea, 
																		ligeramente 
																		descendente, 
																		en la 
																		que 
																		también 
																		encontramos 
																		numerosos 
																		grabados 
																		a lo 
																		largo de 
																		su 
																		recorrido, 
																		aunque 
																		está 
																		bastante 
																		alterada 
																		por 
																		construcciones 
																		modernas 
																		destinadas 
																		a evitar 
																		posibles 
																		derrumbes. 
																		De aquí 
																		se 
																		accede a 
																		un ancho 
																		corredor 
																		que 
																		desemboca 
																		en una 
																		sala 
																		amplia 
																		(conocida 
																		como «la 
																		Hoya»), 
																		que 
																		continúa 
																		por una 
																		galería 
																		estrecha 
																		y 
																		sinuosa, 
																		denominada 
																		«Cola de 
																		Caballo», 
																		donde se 
																		concentra 
																		una 
																		serie de 
																		signos 
																		negros 
																		que se 
																		asemejan 
																		a techos 
																		de 
																		madera o 
																		a 
																		trampas 
																		de caza. 
																		El fondo 
																		se hace 
																		impracticable.
																		
																		
																		
																		Iconografía
																		
																		
																		Las 
																		representaciones 
																		rupestres 
																		de 
																		Altamira 
																		podrían 
																		ser 
																		imágenes 
																		de 
																		significado 
																		religioso, 
																		ritos de 
																		fertilidad, 
																		ceremonias 
																		para 
																		propiciar 
																		la caza.
																		
																		
																		El 
																		animal 
																		más 
																		representado 
																		es el 
																		bisonte, 
																		del que 
																		pueden 
																		distinguirse 
																		dieciséis 
																		ejemplares 
																		de 
																		diversos 
																		tamaños 
																		y 
																		posturas 
																		(grandes, 
																		medianos 
																		y 
																		pequeños; 
																		de pie, 
																		agachados, 
																		sin 
																		cabeza, 
																		saltando, 
																		en 
																		movimiento 
																		o 
																		quietos, 
																		con la 
																		cabeza 
																		vuelta, 
																		etcétera), 
																		y 
																		dibujados 
																		con 
																		diferentes 
																		técnicas 
																		pictóricas. 
																		Junto a 
																		caballos, 
																		se 
																		observan 
																		también 
																		ciervos 
																		y 
																		múltiples 
																		figuras 
																		esquemáticas.
																		
																			
																				
																					|  | 
																				
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 |  | 
																				
																					|  | El «Caballo Ocre», situado en uno de los extremos de la bóveda, fue interpretado por arqueólogo Breuil como una de las figuras más antiguas del techo. |  | 
																				
																					|  | 
																			
																		 
																		
																		
																		Los 
																		artistas 
																		de la 
																		Cueva de 
																		Altamira 
																		dieron 
																		solución 
																		a varios 
																		de los 
																		problemas 
																		técnicos 
																		que la 
																		representación 
																		plástica 
																		tuvo 
																		desde 
																		sus 
																		orígenes 
																		en el 
																		Paleolítico: 
																		el 
																		realismo 
																		anatómico, 
																		el 
																		volumen, 
																		el 
																		movimiento 
																		y la 
																		policromía.
																		
																		
																		La 
																		sensación 
																		de 
																		realismo 
																		se 
																		consigue 
																		mediante 
																		el 
																		aprovechamiento 
																		de los 
																		abultamientos 
																		naturales 
																		de la 
																		roca, 
																		que 
																		crean 
																		así la 
																		ilusión 
																		de 
																		volumen. 
																		Colabora 
																		a esta 
																		función 
																		la 
																		viveza 
																		de los 
																		colores 
																		que 
																		rellenan 
																		las 
																		superficies 
																		interiores 
																		de color 
																		rojo, 
																		negro, 
																		amarillo 
																		o pardo 
																		y la 
																		técnica 
																		del 
																		dibujo y 
																		del 
																		grabado, 
																		que 
																		delimita 
																		fielmente 
																		los 
																		contornos 
																		de las 
																		figuras.
																		
																		
																		Destaca 
																		y 
																		maravilla 
																		el 
																		«Bisonte 
																		Encogido», 
																		una de 
																		las 
																		pinturas 
																		más 
																		expresivas 
																		y 
																		admiradas 
																		de todo 
																		el 
																		conjunto. 
																		Está 
																		pintado 
																		sobre un 
																		abultamiento 
																		de la 
																		bóveda. 
																		El 
																		artista 
																		supo 
																		encajar 
																		en ese 
																		espacio 
																		la 
																		figura 
																		del 
																		bisonte, 
																		encogiéndolo, 
																		plegando 
																		sus 
																		patas y 
																		forzando 
																		la 
																		posición 
																		de la 
																		cabeza 
																		hacia 
																		abajo. 
																		Todo 
																		ello 
																		pone de 
																		manifiesto 
																		el 
																		espíritu 
																		de 
																		observación 
																		naturalista 
																		de su 
																		realizador 
																		y la 
																		enorme 
																		capacidad 
																		expresiva 
																		de la 
																		composición.
																		
																		
																		La «Gran 
																		Cierva», 
																		la mayor 
																		de todas 
																		la 
																		figuras 
																		representadas, 
																		tiene 
																		2,25 
																		metros. 
																		Manifiesta 
																		una 
																		perfección 
																		técnica 
																		magistral. 
																		La 
																		estilización 
																		de las 
																		extremidades, 
																		la 
																		firmeza 
																		del 
																		trazo 
																		grabado 
																		y el 
																		modelado 
																		cromático 
																		le dotan 
																		de un 
																		gran 
																		realismo. 
																		No 
																		obstante, 
																		su 
																		factura 
																		algo 
																		pesada 
																		acusa 
																		una 
																		cierta 
																		deformación, 
																		seguramente 
																		debida 
																		al 
																		cercano 
																		punto de 
																		vista 
																		con que 
																		hubo de 
																		dibujarla 
																		su 
																		autor. 
																		Debajo 
																		del 
																		cuello 
																		de la 
																		cierva 
																		aparece 
																		un 
																		pequeño 
																		bisonte 
																		en trazo 
																		negro.
																		
																		
																		El 
																		«Caballo 
																		Ocre», 
																		situado 
																		en uno 
																		de los 
																		extremos 
																		de la 
																		bóveda, 
																		fue 
																		interpretado 
																		por 
																		arqueólogo 
																		Breuil 
																		como una 
																		de las 
																		figuras 
																		más 
																		antiguas 
																		del 
																		techo. 
																		Este 
																		tipo de 
																		poni 
																		debió de 
																		ser 
																		frecuente 
																		en la 
																		cornisa 
																		cantábrica, 
																		pues 
																		también 
																		lo vemos 
																		representado 
																		en la 
																		Cueva de 
																		Tito 
																		Bustillo6; 
																		además, 
																		es 
																		posible 
																		que sea 
																		de la 
																		misma 
																		tipología 
																		que el 
																		representado 
																		en la 
																		Cueva de 
																		los 
																		Casares7, 
																		en la 
																		provincia 
																		de 
																		Guadalajara.
																		
																		
																		Los 
																		colores 
																		más 
																		usados 
																		fueron 
																		el 
																		negro, 
																		el rojo, 
																		el 
																		amarillo, 
																		el pardo 
																		y algún 
																		tono 
																		violáceo. 
																		El 
																		conjunto 
																		que 
																		forman 
																		los 
																		setenta 
																		grabados 
																		incisos 
																		sobre 
																		roca y 
																		las casi 
																		cien 
																		figuras 
																		pintadas 
																		impresiona 
																		por el 
																		vivo 
																		realismo 
																		de los 
																		bisontes, 
																		ciervos, 
																		jabalíes 
																		y 
																		caballos 
																		allí 
																		representados, 
																		pero lo 
																		que da 
																		más 
																		valor al 
																		arte 
																		rupestre 
																		de la 
																		Cueva de 
																		Altamira 
																		es, sin 
																		lugar a 
																		dudas, 
																		el 
																		carácter 
																		excepcional 
																		de su 
																		policromía. 
																		Las 
																		pinturas 
																		de 
																		Altamira 
																		se 
																		pueden 
																		considerar 
																		como el 
																		logro 
																		más 
																		avanzado, 
																		culturalmente 
																		hablando, 
																		que se 
																		tiene de 
																		la época 
																		paleolítica.
																		
																			
																				
																					|  | 
																				
																					|  | 
 |  | 
																				
																					|  |  Manada de ciervos. |  | 
																				
																					|  | 
																			
																		 
																		
																		
																		
																		Técnicas 
																		pictóricas
																		
																		
																		La 
																		pintura 
																		está 
																		hecha 
																		con 
																		pigmentos 
																		minerales 
																		ocres, 
																		marrones, 
																		amarillentos 
																		y 
																		rojizos, 
																		mezclados 
																		con 
																		aglutinantes 
																		como la 
																		grasa 
																		animal, 
																		y el 
																		contorno 
																		de 
																		líneas 
																		negras 
																		de las 
																		figuras 
																		se 
																		realiza 
																		con 
																		carbón 
																		vegetal. 
																		Los 
																		colores 
																		se 
																		aplicaron 
																		con los 
																		dedos, 
																		con 
																		algún 
																		utensilio 
																		a modo 
																		de 
																		pincel 
																		y, en 
																		ocasiones, 
																		soplando 
																		la 
																		pintura 
																		a modo 
																		de 
																		aerógrafo.
																		
																		
																		El 
																		volumen 
																		de las 
																		imágenes 
																		lo 
																		logran 
																		estos 
																		artistas 
																		primitivos 
																		aprovechando 
																		magistralmente 
																		el 
																		relieve 
																		natural 
																		de la 
																		roca, 
																		que a 
																		veces 
																		procuran 
																		modelar 
																		interiormente 
																		para dar 
																		un 
																		efecto 
																		de 
																		volumen 
																		y 
																		movilidad.
																		
																		
																		Y, en 
																		fin, la 
																		impresión 
																		de 
																		movimiento 
																		que 
																		puede 
																		observarse 
																		en la 
																		figuras 
																		se logra 
																		recurriendo 
																		al 
																		relieve 
																		de la 
																		misma 
																		cueva y 
																		al 
																		raspado 
																		de 
																		ciertas 
																		zonas a 
																		fin de 
																		aportar 
																		a las 
																		representaciones 
																		gran 
																		dinamismo 
																		y 
																		expresividad.
																		
																		
																		
																		Significado 
																		del arte 
																		de 
																		Altamira
																		
																		
																		Las 
																		pinturas 
																		polícromas 
																		de 
																		Altamira 
																		proyectan 
																		los 
																		orígenes 
																		del arte 
																		a 
																		distancias 
																		insospechadas, 
																		arrinconando 
																		la idea 
																		de que 
																		el 
																		hombre 
																		del 
																		Paleolítico 
																		era un 
																		salvaje 
																		incapaz 
																		de 
																		creación 
																		artística. 
																		La 
																		incógnita 
																		se cifra 
																		todavía 
																		en 
																		conocer 
																		las 
																		razones 
																		que 
																		pudieron 
																		motivar 
																		esas 
																		creaciones 
																		artísticas 
																		de tan 
																		alta 
																		calidad, 
																		aunque 
																		esto 
																		constituye 
																		un 
																		problema 
																		común a 
																		todo el 
																		arte 
																		paleolítico.
																		
																		
																		Sin que 
																		ello 
																		suponga 
																		la 
																		negación 
																		de 
																		anhelos 
																		artísticos, 
																		palpables 
																		en estas 
																		pinturas 
																		parietales, 
																		las 
																		investigaciones 
																		actuales 
																		han 
																		puesto 
																		de 
																		relieve 
																		la 
																		existencia 
																		de 
																		motivaciones 
																		de tipo 
																		mágico 
																		encaminadas 
																		a 
																		propiciar 
																		la caza 
																		y a 
																		asegurar 
																		la 
																		fecundidad 
																		de la 
																		especie 
																		representada. 
																		Recientemente 
																		ha 
																		cobrado 
																		fuerza 
																		la 
																		hipótesis 
																		de que 
																		el arte 
																		paleolítico 
																		tiene 
																		una 
																		organización 
																		interna 
																		pensada 
																		en 
																		función 
																		de un 
																		simbolismo 
																		metafísico, 
																		lo cual 
																		supone 
																		admitir 
																		que las 
																		cuevas 
																		son como 
																		santuarios 
																		que 
																		recogen 
																		un 
																		sistema 
																		de 
																		creencias 
																		o dogma 
																		religioso.
																		
																			
																				
																					|  | 
																				
																					|  | 
 |  | 
																				
																					|  |  Manada de bisontes. |  | 
																				
																					|  | 
																			
																		 
																		
																		
																		Estas 
																		conclusiones 
																		se basan 
																		en el 
																		estudio 
																		de los 
																		inventarios 
																		de 
																		figuras, 
																		signos y 
																		asociaciones 
																		en que 
																		aparecen, 
																		todo 
																		ello 
																		tratado 
																		con 
																		computadoras. 
																		Otro 
																		aspecto 
																		de este 
																		planteamiento 
																		novedoso 
																		es 
																		desestimar 
																		la 
																		tradicional 
																		tesis de 
																		que en 
																		las 
																		pinturas 
																		paleolíticas 
																		hispano-francesas 
																		no hay 
																		escenas, 
																		sino 
																		animales 
																		aislados. 
																		Pero 
																		todo 
																		esto no 
																		es más 
																		que una 
																		opinión 
																		todavía 
																		no 
																		demostrada.
																		
																		
																		Sin 
																		embargo, 
																		parece 
																		que, 
																		aunque 
																		muy 
																		escasamente, 
																		van 
																		surgiendo 
																		hallazgos 
																		que 
																		podrían 
																		probar 
																		que el 
																		hombre 
																		iba 
																		formando 
																		asuntos 
																		previamente 
																		planificados, 
																		pues del 
																		conjunto 
																		de 
																		pinturas 
																		inventariadas 
																		puede 
																		inferirse 
																		una 
																		cierta y 
																		armónica 
																		repartición 
																		de 
																		temas.
																		
																		
																		En todo 
																		caso, la 
																		vena 
																		artística 
																		y la 
																		intención 
																		mágica 
																		son 
																		constataciones 
																		de valor 
																		científico, 
																		a partir 
																		de las 
																		cuales 
																		debe 
																		seguir 
																		buscándose 
																		el 
																		sistema 
																		de ideas 
																		que las 
																		produjo: 
																		el arte 
																		de 
																		Altamira 
																		debe 
																		captarse 
																		como 
																		onda 
																		receptora 
																		de la 
																		filosofía 
																		humana, 
																		pues en 
																		aquellas 
																		paredes 
																		se 
																		plasma 
																		el 
																		misterio 
																		de la 
																		vida y 
																		la 
																		muerte.
																		
																		
																		
																		La Cueva 
																		de 
																		Altamira, 
																		«Patrimonio 
																		de la 
																		Humanidad»
																		
																		
																		Durante 
																		los años 
																		1960 y 
																		1970, 
																		los 
																		numerosos 
																		visitantes 
																		que 
																		accedieron 
																		a la 
																		cueva 
																		hicieron 
																		peligrar 
																		su 
																		microclima 
																		y la 
																		conservación 
																		misma de 
																		las 
																		pinturas, 
																		lo que 
																		indujo a 
																		pensar 
																		en la 
																		conveniencia 
																		de 
																		cerrar 
																		Altamira 
																		al 
																		público. 
																		En 1977, 
																		la cueva 
																		fue 
																		clausurada 
																		al 
																		público 
																		para, 
																		luego, 
																		en 1982, 
																		volver a 
																		abrirse 
																		y 
																		permitir 
																		el 
																		acceso a 
																		un 
																		restringido 
																		número 
																		de 
																		visitantes 
																		por día.
																		
																		
																		Pero el 
																		amplio 
																		número 
																		de 
																		personas 
																		que 
																		deseaba 
																		ver la 
																		cueva y 
																		el largo 
																		periodo 
																		de 
																		espera 
																		que 
																		había 
																		que 
																		observar 
																		para 
																		acceder 
																		a ella 
																		(más de 
																		un año) 
																		plantearon 
																		la 
																		necesidad 
																		de 
																		construir 
																		una 
																		réplica 
																		para su 
																		visita. 
																		Y así, 
																		desde 
																		2001, 
																		junto a 
																		la cueva 
																		se 
																		levanta 
																		el Museo 
																		Arqueológico 
																		Nacional 
																		y Centro 
																		de 
																		Investigación 
																		de 
																		Altamira, 
																		obra del 
																		arquitecto 
																		Juan 
																		Navarro 
																		Baldeweg, 
																		en cuyo 
																		jardín 
																		está la 
																		llamada 
																		«NeoCueva 
																		de 
																		Altamira», 
																		la 
																		reproducción 
																		más fiel 
																		que 
																		existe 
																		de la 
																		original 
																		y dotada 
																		de una 
																		estructura 
																		muy 
																		similar 
																		a como 
																		fue hace 
																		15.000 
																		años. 
																		Actualmente, 
																		desde 
																		septiembre 
																		de 2002, 
																		la Cueva 
																		de 
																		Altamira 
																		está 
																		cerrada 
																		al 
																		público 
																		por 
																		razones 
																		de 
																		conservación.
																		
																		
																		La Cueva 
																		de 
																		Altamira 
																		es 
																		propiedad 
																		del 
																		Estado 
																		español 
																		y en 
																		1985 fue 
																		declarada 
																		«Patrimonio 
																		de la 
																		Humanidad» 
																		por la 
																		UNESCO.
																		
																			
																				
																					|  | 
																				
																					|  | 
 |  | 
																				
																					|  |  Escena de caza colectiva. |  | 
																				
																					|  | 
																			
																		 
																		
																		   
																		
																		
																		__________
																		
																		
																		NOTAS
																		
																		
																		
																		1 
																		Juan 
																		Vilanova 
																		y Piera 
																		(1821-1893), 
																		geólogo 
																		y 
																		paleontólogo 
																		español, 
																		fue un 
																		referente 
																		de la 
																		Paleontología, 
																		Geología 
																		y 
																		Prehistoria 
																		en la 
																		segunda 
																		mitad 
																		del 
																		siglo 
																		XIX. Una 
																		de las 
																		máximas 
																		autoridades 
																		en estas 
																		disciplinas 
																		en 
																		España, 
																		se 
																		empeñó 
																		en 
																		incorporar 
																		la 
																		ciencia 
																		española 
																		al 
																		estado 
																		de 
																		investigación 
																		europea. 
																		Vilanova 
																		fue 
																		también 
																		uno de 
																		los 
																		iniciadores 
																		en 
																		España 
																		de las 
																		investigaciones 
																		sobre la 
																		Prehistoria. 
																		Su más 
																		conocida 
																		aportación 
																		es la 
																		relativa 
																		a la 
																		Cuevas 
																		de 
																		Altamira, 
																		cuya 
																		autenticidad 
																		defendió 
																		tenazmente 
																		frente a 
																		las 
																		infundadas 
																		críticas 
																		de los 
																		especialistas 
																		franceses.
																		
																		
																		
																		2 
																		En 1875, 
																		Marcelino 
																		Sanz de 
																		Sautuola 
																		(1831-1888) 
																		realizó 
																		un 
																		primer 
																		sondeo 
																		en la 
																		cueva, 
																		en cuyo 
																		vestíbulo 
																		halla 
																		objetos 
																		de 
																		sílex, 
																		azagayas, 
																		agujas, 
																		conchas 
																		y restos 
																		de 
																		fauna. 
																		En otra 
																		de sus 
																		visitas 
																		a la 
																		cueva, 
																		la que 
																		realiza 
																		en 1879, 
																		su hija 
																		se queda 
																		mirando 
																		a un 
																		techo y 
																		exclama 
																		sorprendida: 
																		«¡Mira, 
																		papá; 
																		bueyes 
																		pintados!». 
																		Un niña 
																		había 
																		descubierto 
																		el 
																		primer 
																		testimonio 
																		de arte 
																		rupestre 
																		paleolítico, 
																		la 
																		primera 
																		evidencia 
																		artística 
																		del 
																		hombre 
																		prehistórico.
																		
																		
																		3. Émile 
																		Cartailhac 
																		(1845-1921), 
																		arqueólogo 
																		francés 
																		opuesto 
																		en un 
																		principio 
																		al 
																		reconocimiento 
																		prehistórico 
																		de la 
																		cueva. 
																		Tras el 
																		descubrimiento 
																		en 
																		Francia 
																		de otras 
																		muestras 
																		artísticas 
																		del 
																		Paleolítico, 
																		y 
																		visitar 
																		la Cueva 
																		de 
																		Altamira 
																		y 
																		constatar 
																		la 
																		importancia 
																		del 
																		contenido, 
																		deja 
																		constancia 
																		de sus 
																		conclusiones, 
																		en 1902, 
																		en su 
																		famoso 
																		estudio
																		La 
																		grotte 
																		d'Altamira, 
																		Espagne. 
																		Mea 
																		culpa 
																		d'un 
																		sceptique, 
																		en el 
																		que 
																		reconoce 
																		públicamente 
																		su error 
																		al 
																		despreciar 
																		el 
																		hallazgo 
																		de Sanz 
																		de 
																		Sautuola.
																		
																		
																		4. Henri 
																		Breuil 
																		(1877-1961), 
																		sacerdote 
																		y 
																		arqueólogo 
																		francés, 
																		estudioso 
																		del arte 
																		parietal, 
																		publica 
																		en 1906
																		La 
																		caverne 
																		d’Altamira 
																		à 
																		Santillane.
																		
																		
																		5. Joseph 
																		Déchelette 
																		(1862-1914), 
																		arqueólogo 
																		francés, 
																		conocido 
																		por ser 
																		uno de 
																		los 
																		mayores 
																		precursores 
																		de la 
																		ceramología 
																		antigua. 
																		Se 
																		encuentra 
																		entre 
																		los 
																		primeros 
																		expertos 
																		en 
																		encontrar 
																		la 
																		relación 
																		entre la 
																		Cultura 
																		de La 
																		Tène y 
																		la 
																		civilización 
																		celta. 
																		Su labor 
																		en la 
																		crítica 
																		del arte 
																		destacó 
																		por su 
																		preocupación 
																		en crear 
																		y 
																		sistematizar 
																		términos 
																		para las 
																		nuevas 
																		épocas y 
																		objetos. 
																		En su 
																		opinión, 
																		la 
																		posibilidad 
																		de 
																		transmitir 
																		la 
																		información 
																		se 
																		fundamentaba, 
																		en 
																		primer 
																		lugar, 
																		en el 
																		establecimiento 
																		de un 
																		vocabulario 
																		unificado 
																		y 
																		actualizado.
																		
																		
																		6. La 
																		Cueva de 
																		Tito 
																		Bustillo 
																		(o «El 
																		Pozu'l 
																		Ramu», 
																		en 
																		asturiano) 
																		es una 
																		cueva 
																		con 
																		pinturas 
																		prehistóricas 
																		datadas 
																		entre el 
																		22 000 y 
																		el 10 
																		000 a. 
																		C. Esta 
																		gruta se 
																		halla 
																		situada 
																		en 
																		Ribadesella, 
																		en el 
																		Principado 
																		de 
																		Asturias 
																		(España). 
																		Fue 
																		descubierta 
																		en 1968 
																		por el 
																		grupo de 
																		espeleología 
																		‘Torreblanca’, 
																		entre 
																		cuyos 
																		componentes 
																		se 
																		encontraba 
																		Celestino 
																		Bustillo, 
																		llamado 
																		«Tito 
																		Bustillo». 
																		Días más 
																		tarde, 
																		«Tito 
																		Bustillo» 
																		falleció 
																		en un 
																		accidente 
																		de 
																		montaña 
																		y, en 
																		reconocimiento 
																		a su 
																		labor en 
																		este 
																		campo, 
																		le fue 
																		puesto 
																		su 
																		nombre a 
																		esta 
																		cueva. 
																		Está 
																		incluida 
																		en la 
																		lista 
																		del 
																		Patrimonio 
																		de la 
																		Humanidad 
																		de la 
																		UNESCO 
																		desde 
																		julio de 
																		2008, 
																		dentro 
																		del 
																		conjunto 
																		«Cueva 
																		de 
																		Altamira 
																		y arte 
																		rupestre 
																		paleolítico 
																		del 
																		Norte de 
																		España».
																		
																		
																		7. La 
																		Cueva de 
																		los 
																		Casares 
																		contiene 
																		grabados 
																		y 
																		pinturas 
																		prehistóricas 
																		y restos 
																		arqueológicos, 
																		paleontológico 
																		y 
																		paleoantropológicos. 
																		Se 
																		encuentra 
																		en el 
																		Parque 
																		Natural 
																		del Alto 
																		Tajo, a 
																		1162 
																		metros 
																		de 
																		altitud 
																		sobre el 
																		nivel 
																		del mar, 
																		en el 
																		término 
																		municipal 
																		de Riba 
																		de 
																		Saelices, 
																		en las 
																		orillas 
																		del río 
																		Linares, 
																		en la 
																		provincia 
																		de 
																		Guadalajara, 
																		España. 
																		Existen 
																		referencias 
																		de la 
																		cueva 
																		desde, 
																		al 
																		menos, 
																		la 
																		primera 
																		mitad 
																		del 
																		siglo 
																		XIX, 
																		pero no 
																		es hasta 
																		1933 
																		cuando 
																		se hace 
																		la 
																		primera 
																		referencia 
																		de los 
																		grabados 
																		y demás 
																		restos 
																		prehistóricos 
																		de su 
																		interior.