l
sábado
18
de
agosto
de
1487,
día
de
San
Luis, obispo
de
Tolosa,
marcó
un
hito
para
la
historia
de
la
ciudad
de
Málaga.
En
esa
fecha,
derrotados
por
las
tropas
castellanas,
los
habitantes
de
la
medina
asisten
absortos
a la
entrada
solemne,
por
la
Puerta
de
Granada,
del
comendador
mayor
de
León
Gutierre
de
Cárdenas
y
otros
nobles,
portando
el
estandarte
real
y el
pendón
de
Santiago.
Desde
allí
organizaron
una
comitiva
en
la
que
iban
Pedro
Díaz
de
Toledo,
primer
obispo
de
Málaga;
el
fraile
mendicante
Juan
de Belalcazar
y
parte
de
la
caballería,
clerecía
y
soldada
del
Real,
y,
entonando
el
Te
Deum,
se
dirigieron
a la
Alcazaba,
en
la
que
enarbolaron
el
pendón,
los
estandartes
y la
cruz.
Dos
días
después,
caía
Gibralfaro,
donde
habían
resistido
épicamente
un
grupo
de
soldados
gomeres
al
mando
de
Hammet
al-Zegrí.
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Portada de la capilla del Sagrario (antes Puerta del Perdón) de la catedral de Málaga. |
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Acababa
de
esta
forma
para
Málaga
un
período
islámico
de
algo
más
de
siete
siglos
para
dar
paso
a un
nuevo
estatus
político,
social
y
religioso
de
la
mano
de
los
Reyes
Católicos,
Isabel
I de
Castilla
y
Fernando
V de
Aragón,
con
la
destrucción
de
la
cultura
musulmana
y la
inmediata
creación
de
un
estado
cristiano
moderno.
Para
lograr
este
objetivo,
los
Reyes
Católicos
llevaron
a
cabo
una
serie
de
medidas
demográficas,
políticas,
urbanísticas
y
religiosas.
Con
respecto
a la
primera,
el
elemento
islámico
es
prácticamente
borrado
de
la
faz
de
la
ciudad.
La
mayor
parte
de
los
musulmanes
malagueños
fue
vendida
en
masa
como
esclavos
al
no
poder
redimirse
por
falta
de
dinero.
Solamente
se
les
permitió
permanecer
en
la
urbe
a
algunas
familias de
conocida
solvencia
social,
como
las
de
Alí
Dordux,
Abulfeda
Arrohaxí
y
Hammet
Alixuili,
entre
otras,
en
calidad
de
mudéjares
o
musulmanes
que
acataban
el
vasallaje
castellano,
constituyendo
la
morería
de
la
ciudad.
Desde hacía ya tiempo, los judíos que vivían en
la
Málaga
musulmana
constituían una población bastante numerosa que se había localizado en la
judería,
un
barrio
exclusivamente
poblado
por
gente
de esta
raza, ubicado
por
entonces
en
una
zona
interior
de
la
ciudad, y que,
desde
el
momento
mismo
de
la
ocupación
cristiana, fue
obligada
a
trasladarse
extramuros, a un arrabal
existente
al
norte
de
la
ciudad. A
partir
de ahora,
la
mayoría
de
la
población
malagueña
la
van
a
constituir
elementos
cristianos
provenientes
de
otras
zonas
andaluzas
y
peninsulares ya
cristianizadas.
En
las
reformas
políticas,
no
vamos
a
detenernos
más
de
lo
necesario:
baste
con
citar
la
constitución
del
concejo
municipal,
cuyo
control
pasó
a
manos
de
la
figura
del
corregidor
como
símbolo
del
poder
real.
En
cuanto
a
las
medidas
urbanísticas,
se
derriban ajimeces y adarves, se
cambian
los
nombres
árabes
de
las
calles
por
nombres
cristianos
y se
abren
otras
nuevas.
Se
llevan
a
cabo
los
Repartimientos,
es
decir,
la
asignación
de
los
campos
y
sus
casas,
que
pasan
a
propietarios
cristianos
vinculados
a
los
Reyes
durante
la
conquista,
bien
por
haberles
ayudado
militarmente,
bien
por
haberles
servido
de
cualquier
otra
forma.
Asimismo,
se hace
entrega
de los
edificios
religiosos
islámicos
al
clero
que
acompañaba
a
los
conquistadores,
de
forma
que
las
mezquitas
se
convirtieron
en
iglesias
y,
en
los
lugares
donde
habían
estado
instalados
los
campamentos
reales durante el asedio,
se
levantaron
conventos
(así,
el
convento
de
la
Victoria,
el
de
la
Trinidad,
etc.).
La
unidad
de
la
fe
católica
De
todo
este
conjunto
de
reformas
que
emprenden
los
conquistadores,
las
religiosas
enfocadas
a
conseguir
la
unidad
católica
van
a
cobrar
una
especial
relevancia,
explicable
si
tenemos
en
cuenta
la
heterogénea
población
que
comenzó
a
habitar
la
ciudad
a
partir
de
su
conquista:
por
un
lado,
estaban
los
mudéjares,
que
jamás
llegaron
a
suponer
peligro
alguno
ya
que,
además
de
escasos,
fueron
convirtiéndose con
el
tiempo al
cristianismo
hasta
su
total
asimilación;
sin
embargo,
no
ocurrió
lo
mismo
con
los
llamados
cristianos
nuevos,
integrados
por
moriscos
y
judíos,
en
su
mayoría
convertidos
al
cristianismo
sólo
en
apariencia
a
fin
de
evitar
su
expulsión.
Por
otro
lado,
el
hecho
de
que
Málaga
tuviese
una
importante
actividad
comercial,
favorecía
la
presencia
en
ella
de
gran
cantidad
de
extranjeros
(genoveses,
portugueses
y de
otras
nacionalidades),
con
el
consiguiente
peligro
de
penetración
de
las
ideas
reformistas
luteranas
que
empezaban
a
expandirse
por
casi
toda
Europa.
Además
del
control
y
vigilancia
de
esta
heterogénea
población, labor
que
llevaría
a
efecto
con
extremo
celo la
Santa
Inquisición,
se
hacían
necesarias
otras
formas
de
ayuda
y
refuerzo
a la
religión
católica
en
contra
de
los
posibles
ataques
de
otros
credos,
siendo
una
de
esas
medidas
la
proliferación
por
la
ciudad
de los
diferentes símbolos relacionados
con dogmas
que
la
sustentan.
Aquí
es
donde
cobra
su
sentido
la
construcción
de
la
Portada
del
Perdón,
pensada
para
ser
fachada
principal
de
la
primera
catedral
que
se
proyecta
para
la
Málaga
cristiana.
Fundación
de
la
primera
catedral
El
afán
por
perpetuar
la
hazaña
de
la
conquista
de
Málaga
como
el
triunfo
del
Cristianismo
sobre
el
Islam,
motiva
a
los
Reyes
Católicos
a
mantener
en
pie
la
mezquita
mayor
y
hacer
de
ella
otro
templo
para
el
culto
al
dios
de
los
cristianos.
Unos
seis
meses
más
tarde,
ya a
comienzos
de
1488,
el
templo
musulmán
de
Málaga
de
mayor
relevancia,
fue
consagrado
por
Pedro
Díaz
de
Toledo y
Ovalle,
el
primer
obispo,
para
convertirlo
en
la
primera
catedral
con
la
advocación
de
Santa
María
de
la
Encarnación.
De
esta
manera,
una
mezquita,
con
su
estructura
y
características
musulmanas
incólumes,
quedaba
convertida
en
un
templo
de
primer
orden
para
la
fe
católica
en
Málaga.
|
|
|
|
Arco de la Portada. |
|
|
|
Y
había
razones
para
ello.
La
ubicación
de
la
mezquita
en
lo
alto
de
un
pequeño
montículo
no
podía
ser
más
idónea,
puesto
que
se
encontraba
en
un
lugar
muy
transitado,
a
orillas
de
la
arteria
principal
de
la
ciudad
(las
calles
Císter
y
Santa
María),
que
unía
el
centro
militar
(la
Alcazaba),
el
comercial
(la
antigua
alcaicería)
y el
también
comercial
y
administrativo
(la hoy
llamada plaza
de
la
Constitución).
Era,
pues,
el
lugar
ideal
para
el
establecimiento
de
una
serie
de
referencias
que
subrayaran
la
prepotencia
del
Cristianismo
católico
en
la
ciudad.
De
Puerta
del
Perdón
a
puerta
del
Sagrario
Pero
las
dimensiones
reducidas
de
la
primitiva
estructura
catedralicia
llevaron
a Diego
Ramírez
de
Villaescusa y de
Haro,
segundo
obispo
de
Málaga, a
edificar,
en
1498,
una
de
mayor
capacidad,
previa
demolición
de
la
catedral
vieja,
de
la
cual solo
se
conservó
el
muro
norte
de
la
misma,
precisamente
donde
estaba
ubicada
la
puerta
principal
de
la
misma,
que,
a su
vez,
había
sido
la
puerta
principal
de
la
primigenia
mezquita
mayor.
Por
consiguiente,
el
origen
de
la
Puerta
del
Perdón
data
de
1498,
aunque
sin
la
monumentalidad
que
iba
a
adquirir
posteriormente,
pues
en
un
principio
no
era
más
que
un
simple
vano. Los problemas que
surgieron en
la
administración
de
las
rentas
de
la
fábrica
de
la
catedral
entre
el
Cabildo
y
los
obispos
hicieron
que
las
obras
se
ralentizaran
más
de
lo
previsto.
Es
en
1514
cuando
se
acomete
la
construcción
de
la
portada-retablo
de
la
Puerta
del
Perdón
tal
como
hoy
la
conocemos,
enmarcando
con
gran
riqueza
ornamental
el
primitivo
vano
que
daba
entrada
al
templo.
Las
obras
continuaron
siendo
lentas
y
las
interrupciones
no
pararon,
hasta
que
la
intervención
del
emperador
Carlos
V
consigue
que
se
agilicen,
de
forma
que,
en
julio
de
1526,
ya
bajo
el
episcopado
de
César
Riario,
estaba
abierta
a la
feligresía.
No
se
sabe
con
seguridad
quiénes
fueron
sus autores,
aunque
hoy sontenidos como
tales
algunos nombres
que
van
desde
Juan Guas
a
Nicolás
Tiller,
pasando
por
Juan
de
Colonia,
Pedro
López
y el
taller
de
Jorge
Fernández.
Las
obras
se
paralizaron
al
darse
cuenta
de
que
estaban
construyendo
la
nueva
catedral
de
Norte
a
Sur,
obviándose
la
orientación
Este-Oeste
de
todo
templo
monoteísta.
Por
otra
parte,
tantas
interrupciones
habían
dejado
el
estilo
pasado
de
época.
Corría
el
siglo
XVI
y
las
corrientes
renacentistas
imperaban
ya
por
toda
Europa.
En
1528,
merced
a la
iniciativa
del
Emperador,
se
reanudan
las
obras
de
la
nueva
catedral.
La
orientación
del
templo
será
ahora
de
Este
a
Oeste,
con
lo
que
la
Portada
del
Perdón
dejó
de
ser
entrada
al
nuevo
templo,
aunque,
con
tiempo,
se
conservó
como
portada
del
Sagrario
una
de
las
capillas
del
nuevo
templo
catedralicio.
Así,
y
narrado
muy
escuetamente,
la
que
iba
a
ser
catedral
de
Santa
María
de
la
Encarnación
pasó, primero, a
ser,
una
vez
descartada
como
tal
por
su
reducida
capacidad
de
acogida,
la
iglesia
de
Santa
María;
luego,
fue
la
primera
parroquia
del
centro de
la
urbe,
hasta
que
éste
se
despobló
y el
templo
fue
agregado
a la cercana
iglesia de
Santiago,
adonde
incluso
se
llegó
a
trasladar
el
Cabildo
cuando
las
obras
de
la
segunda
fase
de
la
nueva
catedral
la
hicieron
inhabitable,
y,
por
último,
quedó
en
capilla.
Características
arquitectónicas
generales
|
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|
|
Figura de Dios Padre con un cetro y una bola del mundo en la mano. |
|
|
La
portada
del
Sagrario
es
esencialmente
iconográfica
y
narrativa.
El
objetivo
principal
que
debía
plasmarse
en
la
fachada
corrió
a
favor
de
los
ideales
religiosos
de
un
sector
de
la Iglesia
española,
entre
los
que
se
encontraban
Francisco
Jiménez
de
Cisneros,
entonces
cardenal
de
España,
y el
propio
obispo
Villaescusa, partidarios
de
la
ortodoxia
y el
centralismo
romano,
frente
a un
modelo
más
independiente
del
que
era
partidaria
la
nueva
monarquía
de
los
Habsburgo.
Prueba
de
esto
es
la
total
ausencia
de
símbolos
referidos
a
ésta,
mientras
que,
por
el
contrario,
están
presentes
los
iconos
relativos
a
personalidades
eclesiásticas.
El
estilo
artístico
que
se
elige
para
llevar
a
cabo
la
obra
es
el
gótico
tardío,
siguiendo
el
modelo
implantado
algunas
décadas
antes
durante
el
reinado
de
los
Reyes
Católicos.
Esto
haría
que
se
introdujesen
temas
iconográficos
usados
en
la
época
medieval,
como
pueden
ser
el
de
los
Apóstoles,
los
Padres
de
la
Iglesia
y
los
Evangelistas,
o
elementos
heráldicos
que
exaltan
a
los
fundadores
y
promotores
de
la
obra,
personalizados
en
el
cardenal
Pedro
González
de
Mendoza,
el
obispo
Pedro
Díaz
de
Toledo
y,
posteriormente,
César
Riario,
aunque,
en
un
principio,
el
escudo
y
sello
que
se
representaron
pudieron
ser
del
obispo
Villaescusa,
promotor
de
la
obra,
que
fueron
sustituidos
por
los
de
Riario,
por
ser
en
su
episcopado
cuando
se
terminó
la
portada.
También
hay
un
aumento
de
la
decoración
vegetal
a
base
de
cardinas,
que
enmarca
y
enriquece
la
obra
a la
vez
que
reafirma
el
dogma
de
la
virginidad
de
María,
que,
en
su
Misterio
de
la
Encarnación,
es
el
motivo
central
del
programa
iconográfico
de
la
portada-retablo.
La
iconografía
de
la
portada:
su
distribución
y
significado
Si
efectuamos
un
análisis
estructural
de
la
fachada,
vemos
cómo esta
se
presenta
dividida
en
tres
registros
agrupados
en
dos
cuerpos.
El
inferior
ocupa
la
mitad
de
la
superficie
y se
organiza
en
torno
al
arco
de
medio
punto
que
sirve
de
acceso.
En
sus
cuatro
arquivoltas
aparece
una
rica
decoración
vegetal
y en
la
tercera
de
ellas
se
sitúa
un
apostolado;
las
jambas
de
la
mencionada
arquivolta
acogen
las
figuras
de
David
e
Isaías.
En
los
contrafuertes
que
enmarcan
la
portada
en
este
nivel
se
ubican
las
figuras
de
los
Cuatro
Evangelistas,
que,
dos
a
dos,
flanquean
las
figuras
del arcángel
Gabriel
y de
la
Virgen,
respectivamente,
en
clara
alusión
al
Misterio
de
la
Encarnación.
El
registro
superior
está
dividido
a su
vez
en
dos
zonas.
La
tangente
al
arco
de
entrada
alberga
en
su
parte
central
la
figura
de
Dios
Padre, con
un
cetro
y
una
bola
del
mundo
en
la
mano,
encuadrado
por
una
moldura
vegetal
de
forma
romboidal,
y, a
ambos
lados
de
ella,
se
sitúan, sobre
dos
peanas
sostenidas
por
hojas
carnosas, el
sello
y el
escudo
de
César Riario,
mientras
que
en
los
contrafuertes
están
colocados
los
Padres
de
la
Iglesia
(San
Agustín
y
San
Ambrosio,
a la
izquierda,
y
San
Gregorio
y
San
Jerónimo,
a la
derecha).
Por
último,
en
la
zona
más
elevada
del
registro
superior,
centrando
la
imagen
de
la
Virgen,
aparecen
los
promotores
de
la
obra
(a
la
izquierda,
el
cardenal
Mendoza
protegido
por
un
ángel
y, a
la
derecha,
el
obispo
Pedro
Díaz
de
Toledo
asistido
por
Santiago,
el
apóstol
abanderado
de
la
Reconquista).
Encima
del
arco,
se
intuye
un
pedrusco
que
puede
simbolizar
a la
Virgen
de
la
O,
una
Virgen
en
estado
de
buena
esperanza.
|
|
|
|
Escudo y sello del obispo César Riario. |
|
|
|
Estos
elementos
iconográficos responden a la problemática religiosa local y
nacional
de
la
época.
La
Portada
del
Sagrario
fue
erigida
como
un
documento
en
el
que
los
fieles
pudieran
percibir
de
forma
directa
los
principios
fundamentales
del
cristianismo
(Misterio
de
la
Encarnación
y
Virginidad
de
María
y la
doble
naturaleza
humana
y
divina
de
Cristo, manifestada
por
los
Apóstoles,
los
Evangelistas
y
los
Profetas
en
el
Antiguo
y
Nuevo
Testamento). Por
otra
parte,
la
hegemonía
que
ejercían
los
poderes
eclesiásticos
queda
plasmada,
como
más
arriba
hemos
aludido,
a
través
de
las
figuras
del
cardenal
Mendoza,
que
restituye
el
obispado
de
Málaga
y
Pedro
Díaz
de
Toledo,
primer
obispo
después
de
la
conquista.
No
deja
de
ser
sintomático
de
la
situación
religiosa
del
momento
el
hecho
de
que
el
cardenal
esté
acompañado
por
un
ángel,
elemento
de
refuerzo
de
la
Iglesia
católica
frente
a
las
críticas
de
los
reformadores
y
apoyo
divino
a la
idea
de
cruzada
y de
restauración
de
la
Iglesia
cristiana
en
los
territorios
conquistados;
por
su
parte,
la
presencia
de
Santiago
asistiendo
al
obispo
deja
clara
la
idea
de
Cruzada
y
Reconquista
magnificada
por
la
monarquía
de
los
Reyes
Católicos.
Finalmente, y a
modo
de
reflexión, hay
que
resaltar
que, en
el
aspecto
artístico, la
Portada
del
Sagrario
es
una
de
las
mejores
obras
del
gótico
tardío
andaluz.
Desgraciadamente,
el
paso
del
tiempo
y la
acción
humana,
junto
con
la
mala
calidad
de
la
piedra,
han
dejado
su
huella
en
esta
obra
de
arte,
encontrándose
en
la
actualidad
deteriorada
en
alguna
de
sus
partes.
Corresponde
a
las
instituciones
civiles
y
religiosas
y a
todos
los
malagueños
en
general
intentar
preservarla
de
la
progresiva
destrucción
a la
que
se
está
viendo
sometida.
|