EL CENACHERO
«Allá van sus pescadores
con los oscuros bombachos
columpiando los cenachos
con los brazos cimbradores.
Del pregón a los clamores
hinchan las venas del cuello:
Y en cada pescado bello
se ve una escama distinta,
en cada escama una tinta
y en cada tinta un destello.»
SALVADOR RUEDA (1857-1933).
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PARA LOS HABITANTES de la Málaga del siglo XIX y
primera mitad del XX, e incluso puede que antes, era
muy habitual ver, en ciertos puntos de las playas
del litoral, un numeroso grupo de marengos [1]
esforzándose por traer el copo desde sus jábegas [2]
hasta el rebalaje [3], mientras montones de cenachos
yacían esparcidos sobre la arena a la espera de ser
llenados con el fresco manjar marino espléndidamente
cedido por las aguas de la bahía malagueña.
Los cenachos eran unas especies de espuertas
medianamente grandes, con una o dos asas,
construidas de forma artesanal con esparto, planta
de hojas muy duras que aún abunda en las sierras
malagueñas, aunque, en otros sitios, esta suerte de
capachos podía elaborarse con hojas grandes de
palma, enlazadas entre sí.
En cualquier caso, el cenacho estaba destinado al
transporte de carnes, pescados, frutas, hortalizas o
cosas similares. Pero en Málaga, el cenacho estaba
construido, esencialmente, de esparto y su utilidad
se concretaba en servir de recipiente de pescado
para poder transportarlo para su posterior venta por
las calles malagueñas.
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Es de mañana. Los marengos acaban de dejar el copo en el rebalaje, a cuyo entorno empiezan ya a acudir la gente.
(Foto: Chiringuito Picasso @PicassoChiringo). |
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LOS CENACHOS ERAN TRANSPORTADOS POR UNA PERSONA
Los cenachos eran transportados pendiendo de los
brazos, dispuestos en jarras como una balanza, por
los vendedores ambulantes de pescado, normalmente
boquerones, los llamados vitorianos [4], aunque
también podían ser chanquetes, jurelitos y
sardinitas, y ranchos de pulpos, almejas, coquinas,
pintarrojas y otros revueltos marinos, y se
disponían a vocearlos por las calles de los barrios
de la ciudad.
Ataviado de un fajín, con ambos cenachos colgados de
los brazos al principio y cuando estaban llenos,
para pasar luego, conforme se iban vaciando, a los
antebrazos y de ahí a las muñecas, cuando ya el
pescado estaba vendido o casi vendido, este vendedor
ambulante de pescado era una estampa muy frecuente
de ver en las callejuelas de la ciudad por la
mañana.
Pregonando sin cansancio, con voz habitualmente
ronca y varonil, hasta con gracia castiza muchas
veces, el cenachero correteaba los rincones del
centro y barriadas con una salmodia tan singular que
llamó la atención del poeta modernista Salvador
Rueda, quien lo fotografió en uno de sus poemas con
un realismo increíble: «¡Niña, los vitorianos!»,
«¡Jurelitos plateados!», «¡Niña, que están
vivos...!» y otras frases similares formaban parte
de su pregón mercantil.
EL CENACHERO EN LA HISTORIA DE MÁLAGA
Posiblemente, esta imagen romántica que nos llega
del vendedor ambulante de boquerones malagueño no
hubiera pasado de ahí a no ser por Bonifacio
Carrasco, que tomó posesión del Gobierno Civil de
Málaga el 20 de noviembre de 1876, y, en su efímero
mandato, que no llegó a los ocho meses, fue
suficiente para asentar las bases por las que sería
recordado y para que el llamado “cenachero” llegase
hasta nuestros días como verdadero icono de la
ciudad.
Corría, pues, el año 1876, ya en su recta final,
cuando al político mencionado se le ocurrió convocar
un certamen que abarcaba una doble perspectiva
artística, poética una, con el objetivo de
seleccionar una oda a las glorias de Málaga, y
pictórica la otra, para premiar un cuadro con el
tema de un vendedor de boquerones en el acto de
anunciar la mercancía por las calles de Málaga.
La convocatoria de ambos certámenes se hizo pública
la última semana del mes de diciembre de ese año.
Curiosamente, tan singular vendedor ambulante de
pescado no era conocido todavía con el nombre, hoy
tan familiar, de ‘cenachero’. Se comenzó a llamar
así a partir de popularizarse su figura a través de
la obra pictórica que lo recreaba.
Por tanto, nuestro querido, típico y entrañable
cenachero ha cumplido ya sus primeros 142 años de
edad como personaje que, reproducido en un cuadro,
representa el que quizá fuera otro de los primeros
oficios, con los de las artes del barro, al que
dedicaban sus afanes nuestros lejanos ancestros.
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Los cenachos en Málaga estaban construidos de esparto y llevaban el pescado de la bahía malagueña a la ciudad.
(Foto: Chiringuito Picasso @PicassoChiringo).
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EL ‘CENACHERO’ GALARDONADO
En enero de 1877 se dio a conocer el fallo del
galardón, al que habían concurrido siete pintores,
cada uno de ellos con una versión distinta pero
acertada, y hasta hermosa del personaje. Así, por
ejemplo, el cuadro que se había alzado con el primer
premio, que aparecía firmado por Leoncio Talavera,
presentaba a un cenachero joven, retador y bien
resuelto de carácter (la cabeza hacia atrás,
voceando la mercancía, como obligando a adquirirla).
El vendedor está plantado en una calle típica, que
bien pudiera ser la de los Cristos, y, tras él, se
observa la marca indicativa de que, en tal lugar, un
hombre encontró la muerte de forma violenta, según
era costumbre de la época.
El otro cuadro que destacó fue galardonado con el
único accésit de la convocatoria, y había sido
pintado por Luis Grarite, que sitúa al personaje a
la entrada de calle Agua, justamente delante de la
capillita del Rescate. Es un cenachero bravo, quizá
más auténtico que el anterior y que, enfajado y con
la balanza romana colgándole del hombro derecho,
alcanzó gran verosimilitud como tipo medio del
vendedor de pescado que dominaba las pregoneras
calles de entonces.
Merece ser mencionada también la versión de José del
Nido, que resultó menos vistosa, pero, al estar
ambientada en La Coracha, le otorgaba al pregón del
personaje una dimensión y resonancia distintas a las
obras con las que competía. Por su parte, la versión
que presentó el pintor Félix Inhiesta no hacía del
cenachero un personaje bizarro y atractivo, pero
tenía la gran virtud de haberlo situado ante la
fachada del antiquísimo hospital de Santo Tomé
(frente a la portada del Sagrario), todavía no
destruido por los terremotos de finales de 1884,
donde se percibían los motivos arquitectónicos
mudejarizantes del edificio, dejando ver el precioso
cierre del portón, una portada de piedra muy bien
labrada y el que fue famoso ajimez del hospital
mandado fundar por el caballero Hinestrosa.
EL ‘CENACHERO’, ICONO DE LA CIUDAD DE MÁLAGA
Lo que Bonifacio Carrasco jamás pudo haber
sospechado al convocar su certamen hace ya tantos
años es que, al fin, la ciudad iba a reconocer en
los cenacheros la existencia de una tipología
laboral netamente malagueña, una manera peculiar y
exclusiva de transportar, pregonar y vender el
producto de la bahía por parte de unos personajes
que subsistían con la práctica del duro ejercicio,
primero, de echar las redes para pescar; luego, de
sacar el copo y seleccionar del rancho los mejores y
más plateados boquerones, para, en fin, llevarlos a
los barrios, donde vivían los principales
consumidores.
A partir del momento en que los ciudadanos conocen
el cenachero ganador del certamen y el Ayuntamiento
comienza a utilizar aquella versión como icono para
anunciar eventos locales e incluso para ilustrar
algunas publicaciones propias, la ciudadanía lo
adopta como símbolo de los barrios malagueños. De
ahí que, con el paso de los años, quedara convertido
en uno de los símbolos más queridos y más
representativos de la ciudad.
Ni que decir tiene que una parte de la burguesía
industrial, comercial y hasta cultural de aquella
Málaga de finales del siglo XIX y primera mitad del
siglo pasado distaba mucho de aceptarlo como símbolo
de su ciudad. Era evidente que aquel personaje
distaba una enormidad de otros símbolos adoptados ya
por las influyentes familias locales y ocasionales
dirigentes de lo cultural, pues un pescador
malvestido vendiendo pescado por la calle era,
precisamente, la idea más alejada del refinamiento
que se pretendía reconocer en aquella Málaga ni del
concepto de modernidad con que se tenía proyectado
atraer el interés de los foráneos.
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Esta foto fue hecha en los años 50 en la playa de
Fuengirola y representa al típico cenachero
de Málaga (también llamado el bolichero
por esta parte de la costa) vendiendo
sardinas. Donada por Ángel Vicente Hernández, Museo virtual de viejas fotos.
Foto: Chiringuito Picasso @PicassoChiringo). |
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EL ‘CENACHERO’, UN PRESENTE PROTOCOLARIO
El que ya se tenía como uno de los iconos más
conocidos de Málaga va a conocer su verdadera
popularidad a finales de la década de los cincuenta,
no solo entre los malagueños sino entre la mucha
gente de fuera que lo adquiría como recuerdo de su
estancia en la ciudad o, simplemente, como la figura
representativa de una curiosa labor típicamente
malagueña.
En mayo de 1958 resulta elegido para regir el
Consistorio malagueño el abogado Francisco
García Grana [5], entre cuyos objetivos municipales
estaba el firme propósito de hacer de Málaga una
ciudad moderna y cosmopolita, atractiva al turismo
nacional y extranjero por entonces todavía
incipiente.
Como era de esperar la visita de personas
influyentes de todos los ámbitos, el nuevo alcalde
encarga al joven escultor malagueño Jaime Fernández
Pimentel [6] el diseño de unos bocetos con los
motivos más representativos de Málaga, con la idea
de que nuestra ciudad dispusiese de un regalo
protocolario que guardase relación con algo
cultural, típico o característico de la ciudad.
Hacia 1959, Fernández Pimentel se presenta en el
despacho del primer edil portando una carpeta con
los dibujos preliminares de diferentes figuras.
Desde el comienzo de la exposición de los rasgos
principales y decorativos del motivo pictórico, el
que más le gustó al alcalde fue el que representaba
a un cenachero en el ejercicio de su faena.
García Grana termina decidiéndose por este boceto, y
le encarga al joven artista la modelación de una
partida de estatuillas, de unos 30 cm de altura, con
el motivo seleccionado, al que, sin embargo, debía
introducirle algunas modificaciones, consistes en
sustituir la persona mayor del dibujo por otra más
joven, de silueta esbelta y con el sombrero un poco
para atrás. Esta pequeña efigie del cenachero fue
tan aplaudida que los encargos municipales se
sucedieron: primero, las gaviotas del recinto
musical Eduardo Ocón y, luego, la escultura de un
cenachero para la inminente nueva plaza de la
Marina.
Para dibujar ese primer boceto, Fernández Pimentel
se había inspirado en Diego, un pescador real de la
capital, hombre ya de cierta edad, al que el artista
nunca vio en persona pero cuyas risotadas y bromas
sí escuchaba a diario en la distancia, cuando
pregonaba por la calle Carretería. La persona que
sirvió de modelo para la estatuilla se llamaba Pepe
y era natural de Almayate (Málaga). Un hermano de
esta persona va a desempeñar un papel relevante en
un nuevo proyecto municipal para Málaga.
El "Cenachero", escultura de bronce de 2,10 m de
altura, que representa a un tipo popular malagueño de
vendedor de pescado.
La figura es obra de Jaime Fernández Pimentel y
en 1964 se colocó como adorno de la Plaza de la
Marina.
(Foto de «Elena»,
en www.flickr/fotos). |
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UNA ESCULTURA PÚBLICA PARA EL ‘CENACHERO’
En efecto; el afán reformador del alcalde iba más
allá. Uno de los objetivos más ambiciosos de García
Grana se concretaba en la remodelación de la
céntrica plaza de la Marina, el sitio más
emblemático de una ciudad que vive del mar y cara al
mar.
Por el propio Fernández Pimentel hoy se sabe que, a
comienzos de la década de los sesenta, el artista
recibió de parte del alcalde un primer encargo para
la decoración de esa plaza, consistente en una
fuente, cuya maqueta llegó a realizar y que, en su
esencia, se componía de un plato principal, de un
metro de diámetro, que vertía su agua a otro plato,
a distinto nivel, que tenía forma de una gran
concha, en cuyo seno se representaba el nacimiento
de Málaga, que salía a la vida con una perla en la
mano. La fuente con ese motivo le gustó mucho a
García Grana, pero no puedo evitar la desaprobación
de parte del Consistorio a causa de los reparos que
objetaron contra la figura que simbolizaba a Málaga
naciendo, una chica desnuda, imagen que muchos
concejales consideraron indecorosa en una vía por la
que cada año había de transitar el trono de la
Esperanza.
La fuente no prosperó, pero sí la escultura del
cenachero. Como modelo escogió a un marengo de
Almayate, Manolo “el Petaca”, por estar embarcado en
esos momentos su hermano de Pepe, que había posado
para la versión pequeña del Cenachero.
El autor empezó la obra en su taller de Almayate,
tomando como referencia la estatuilla de tamaño
pequeño. Allí la modeló, primero, en barro, a tamaño
natural, con unos 2,10 m de altura; luego hizo una
remodelación en escayola, que el artista conserva
todavía; a continuación, la obra pasó por la fase de
cera para quedar concluida, en fin, con su fundición
en bronce en Madrid.
La escultura se inaugura el Día de Reyes de 1964 en
la plaza de la Marina en medio de una gran
expectación. El “Cenachero” quedó emplazado en la
esquina oeste de la plaza y se convirtió de
inmediato en un hito de Málaga. Ese mismo año,
García Grana le encarga para la misma plaza la
escultura del “Biznaguero”, que fue colocada en la
parte este de la plaza. Allí, ambas esculturas
recibieron ‘culto’ ciudadano durante muchos años,
hasta que, por unas razones turbias de difícil
comprensión, que tocaremos de pasada a continuación,
fueron trasladadas al paseo de la Farola.
En 1989, la escultura del “Cenachero” es objeto de
una campaña de desprestigio de parte de un
periodista local (del que Pimentel no ha querido
facilitar el nombre), quien le atribuyó a la
escultura un supuesto «mal fario», divulgando
malintencionadamente como cierta la fábula de que el
Ayuntamiento había obsequiado una figurita del
cenachero a unas monjas y que estas la habían
rechazado alegando que era portadora de mala suerte.
El alcalde socialista de entonces, Pedro Aparicio
Sánchez, en apariencia presionado por aquella
adversa campaña de prensa, decidió retirarla del
centro, trasladándola al Paseo de la Farola. Otro
tanto se decidió con el “Biznaguero”.
Francisco García Grana, alcalde de Málaga
de 1958 a 1964. Por iniciativa suya se remodeló la
Plaza de la Marina, en la que se ubicó, en un primer
momento, la escultura del “Cenachero”.
(Foto: La
Opinión de Málaga, 29 Diciembre 2013). |
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No ha quedado clarificada la cuestión de si aquella
innoble campaña de desprestigio se debió a una
iniciativa individual del periodista, y si contó o
no con la aquiescencia del Ayuntamiento. Lo cierto
es que, para Fernández Pimentel, es una evidencia
irrefutable que el responsable de la campaña hubo de
sentirse apoyado por la complicidad del alcalde (de
quien también cabe la posibilidad de pensar la
posibilidad de haber sido el instigador), temeroso
de las protestas de los malagueños por un traslado
injustificado y no explicado de la estatua desde la
plaza de la Marina.
Finalmente, en 2004, siendo alcalde el abogado
Francisco de la Torre Prados, el “Cenachero” fue
trasladado «de forma provisional, hasta encontrarle
un emplazamiento más digno a una de las figuras más
emblemáticas de Málaga», a la parte baja de la plaza
de la Marina, una ubicación de escasa visibilidad y
un tanto apartada de las visitas del público, que,
desde el primer momento, no fue del agrado del autor
por razón de que pasa inadvertida a los transeúntes.
Allí permanece todavía.
EL CENACHERO, HOY
Actualmente, la implantación de la figura del
“Cenachero” como icono de Málaga es tal que ha dado
nombre propio a las cosas más dispares, como
cafeterías, bares, chiringuitos de playa,
marisquerías, restaurantes, clínicas veterinarias,
freidurías, hoteles, pensiones, empresas de
alquileres de apartamentos, hasta el Boletín
informativo del Círculo Filatélico y Numismático de
Málaga se llama “El Cenachero”.
En homenaje al hermanamiento entre Málaga y la
ciudad estadounidense de Mobile, en Alabama, nuestra
ciudad hizo donación de una réplica de la escultura
el “Cenachero”. La efigie se encuentra situada en
una fuente en la allí llamada Málaga Plaza, que es
una plaza dedicada a la ciudad española y que está
muy cerca de la Spanish Plaza, donde ondean varias
banderas españolas y donde están instalados los
‘Arcos de la amistad’, también donados por la ciudad
de Málaga.
Como nota curiosa cabe mencionar que el molde de
escayola que Fernández Pimentel utilizó para esa
réplica es el mismo que empleó para la moldura de la
escultura de Málaga, moldura que todavía conserva.
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Juan Fernández Pimentel, autor de la escultura el "Cenachero" en 2013, junto a su obra, 50 años después.
Foto: La Opinión de Málaga, 4 Marzo 2013). |
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NOTAS
1. marengo.
m. Pescador. Hombre que vive dedicado al mar. || 2.
Relacionado con cualquier actividad en el mar.
2. jábega.
f. Barca grande de remos que se emplea en el arte de
la pesca del mismo nombre. Es de forma muy
característica, y lleva pintado en la proa un ojo de
indiscutible reminiscencia fenicia.
3. rebalaje.
m. Zona de la playa con forma de escalón no muy
pronunciado, originado por el continuo romper de las
olas y su reflujo. Sobre el rebalaje se extendían
redes, varaban las jábegas y se echaba y extraía el
copo. Cuando ocurría la saca del copo, las familias
no marengas se acercaban entonces al rebalaje para
adquirir a buen precio el pescado recién ganado a la
mar. Era el medio donde se movían tralladores,
cenacheros, pimpis, barateros, charranes y toda la
tipología humana playera, cada cual desarrollando su
tarea para su diaria manunteción a costa del
producto de la mar.
4. vitoriano.
m. (red. de Victoriano). Tipo de boquerón menudo, de
carne blanca y finísima, que se pesca junto a las
playas malagueñas, generalmente por septiembre,
fecha en la que se conmemora la festividad de la
patrona de Málaga, la Virgen de la Victoria.
5. Francisco García Grana.
Francisco García Grana (Málaga, 1913 - 2000),
abogado, alcalde de Málaga de 1958 a 1964 y
procurador en Cortes por el apartado de
Administración Local durante ese mismo periodo de
tiempo. Nada más comenzar su mandato municipal, tuvo
que realojar a las familias del Arroyo del Cuarto,
un núcleo de chabolas que había sido arrasado por la
inundación que sufrió Málaga el 4 de diciembre de
1958, en una barriada que edificó y que lleva su
nombre, la “4 de Diciembre-García Grana”, en el
distrito de Cruz de Humilladero. Durante su mandato,
Málaga abandona definitivamente la posguerra y entra
en un periodo de prosperidad económica que coincide
con el ‘boom’ del turismo. Entre las obras
emblemáticas de este alcalde se encuentran la nueva
solería de la calle Marqués de Larios, la tribuna de
los Pobres, el Auditorio Eduardo Ocón, el traslado
de la Feria al Parque de Málaga, la Feria de La
Trinidad, la remodelación de la Plaza de la Marina,
con las estatuas del “Cenachero” y el “Biznaguero”,
el jardín de la Plaza de La Victoria, la avenida de
La Rosaleda, la primera facultad de Ciencias
Políticas, Económicas y Sociales, la nueva
iluminación y acerado de numerosos barrios y la
puesta en marcha de un programa de embellecimiento
de la ciudad con el que Málaga consigue el Primer
Premio Nacional del Turismo. Ocupó los cargos de
cónsul de Dinamarca, Académico de San Telmo,
presidente de la Cruz Roja y hermano mayor de
la Hermandad Sacramental del Rocío y de la Hermandad
de la Virgen de la Victoria. Entre 1968 y 1977 fue
decano del Colegio de Abogados de Málaga. Fue
nombrado Hijo Predilecto de Málaga y fue distinguido
con la Medalla de Oro de la Ciudad. En 2001, un año
después de su muerte, el Ayuntamiento de la ciudad
acordó dedicarle un busto, realizado por Jaime F.
Pimentel, en la plaza de la Marina. Está considerado
por muchos malagueños el «mejor alcalde de la Málaga
del siglo XX». (WP).
6. Jaime Fernández Pimentel.
Más conocido por Jaime Pimentel (1933, Málaga),
escultor de profesión, pasó su juventud en la
localidad de Los Rubios, en el municipio de Rincón
de la Victoria, Málaga. Trabajó como arquitecto de
interiores en Noruega, donde también estudia
técnicas de escultura. Trabajó también en Estados
Unidos, haciendo bustos por encargo. Miembro de la
Real Academia de Bellas Artes de San Telmo ha
realizado obras icónicas de Málaga como son el
“Cenachero” o el burrito “Platero” del Parque. Otras
obras destacadas del artista son la estatua del “Biznaguero”,
la “Niña de Benalmádena”, las gaviotas del Parque
del Retiro de Madrid, las gaviotas que se elevan en
la parte superior del Auditorio Eduardo Ocón, el
monumento a la diosa fenicia Noctiluca en el paseo
marítimo de Rincón de la Victoria o el “Jabegote”
del Paseo de Larios de Torre del Mar. El escultor ha
sido reconocido en diversos homenajes y con
diferentes galardones; entre otros, el Escudo de Oro
de la ciudad de Vélez-Málaga (2007), el Premio
Piyayo (concedido por el Centro Cultural Flamenco
‘El Cenachero’ (2008), el Premio Estrella Feniké
(2008) e Hijo Adoptivo del Rincón de la Victoria. (WP). |