CUANDO LAS NUBES oscuras acariciadas por un rubor
rosa pálido caminan a lo largo del horizonte, se me
encoge el corazón. Son criaturas tristes que huyen
porque no las quiere nadie. El viento gruñe y ellas
corren y van desapareciendo dejando el murmullo y la
frescura de su llanto.
Tras ellas sale Lorenzo, el rey de los cielos,
guardián de la antesala del paraíso, sonriente,
ganador de la última batalla celestial. El muy
traicionero acaricia con tiernos rayos los pétalos
de las flores hasta que son incapaces de negarse a
tal cálido cariño. Cuando las tiene bajo su encanto,
abrasa a las indefensas sin piedad, exterminando sus
vidas.
A la Luna es a quien más quiero. Cuando llega su
hora, nos presta su silenciosa compañía. Amiga de
todos, no hace daño a nadie. Muda contempla los
sueños y protege las ilusiones, y dolorida comparte
los llantos de los pobres. A veces, se esconde,
incapaz de seguir con su soledad, viendo que otros
gozan de tanta compañía.
Las estrellas son las más extrañas de todas. Están
llenas de vida. A veces, escucho su canto a la
libertad y las envidio. Son las criaturas más bellas
del firmamento. Si pudiera, viviría en una de ellas. |