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Muy buenos días, huerto. Saludo la frescura
que brota de las ramas de tu durazno en flor;
formada de rosales, tu calle de Florida
mira pasar la Gloria, la Banca y el Sport.
Un pájaro poeta rumia en su buche versos;
chismoso y petulante, charlando va un gorrión;
las plantas trepadoras conversan de política;
las rosas y los lirios del arte y del amor.
[…]
(Rubén DARÍO, fragmento «Del Campo», de su poemario
Prosas Profanas y
otros Poemas,
París, 1901).
LEVANTARME AL CLAREAR el día y echar a andar a buen
paso hasta que traspongo en dirección al campo.
A medida que me alejo del pueblo, empiezo a sentir
una sensación de tranquilidad y relajamiento,
incluso alegría, sí, solo perceptibles por quien
quiere al campo y a la naturaleza.
Es lo que me gusta a mí...
Sentir el crujir de la tierra bajo los pies al pisar
los terrones endurecidos que quedaron en la besana
tras el pausado paso de la yunta.
Atravesar linderos, arroyos y riscos, oliendo a
jara, hinojo y tomillo, que me van marcando el
camino y diciendo que ya estoy cerca del monte.
Es lo que me gusta a mí...
Sorprenderme con una perdiz y su repentino vuelo
acelerado, que pasados unos pasos vuelve de nuevo a
la tierra, segura de haberme despistado y alejado
del nido que estuve a punto de pisar.
Es lo que me gusta a mí...
Aspirar hasta el fondo el aire de cara al llegar a
la montaña y sentir balancearse el quejigo con sus
ramas de carrasca y sus bellotas amargas, y sentarme
de su buena sombra a descansar de la marcha.
Es lo que me gusta a mí...
Y ahí, en la soledad de la sierra y al amparo
de la más generosa quietud del silencio natural,
ordenar mis pensamientos, placenteros unos,
tortuosos cientos, buscando las soluciones a mis
problemas eternos.
Pero ¿a qué vine yo aquí? A disfrutar de la sierra.
Pues disfruta y mira al frente, y no vuelvas la
cabeza. Que los malos pensamientos se irán entre la
maleza. |