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DE ROSA A SÁNDALO
LA ENCONTRÓ DORMIDA, respiraba lento; su
cuerpo olía a rosas más que las rosas
mismas. Se acercó lentamente y besó
frente, mejillas, los labios
entreabiertos; se deslizó por el cuello,
por hombros y se detuvo en la punta de
los senos.
La miró y vio que sus pestañas, las alas
de sus párpados, se despegaban apenas.
El brillo de los azabaches que escondían
su intensa mirada logró encandilarlo.
Cerró sus ojos y prosiguió el camino:
vientre, cintura, pubis, muslos,
piernas, y en sus pies volvió a
detenerse.
La lluvia
de besos despertó al volcán, su lava se
diseminaba por las fuertes columnas que
guardaban el cráter.
Desde la almohada, ella lo miraba con
fuego en los ojos, pedía susurrando más
y más lluvia para calmar la erupción de
aquel volcán que contenía todas las
hogueras de su geografía.
Nunca pudo negarse a su ruego, y comenzó
un camino ascendente por aquella
extensión divina del que era adicto.
Esta vez con lengua, boca, manos.
La recorrió toda, llegando al cráter. Su
cuerpo no pudo menos que deslizarse
dentro y extinguirse en aquel fuego que
lo consumía hasta desaparecer como hace
la ceniza tras el viento.
Ella exhaló un suspiro, y las alas de
sus párpados aletearon suavemente y se
volvió a dormir oliendo esta vez a
madera de sándalo, el perfume que él
usaba siempre cuando volvía para caer en
su mortal telaraña.
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¿CON QUIÉN?
CUANDO ELLA VOLVIÓ después de
abandonarlo, él, amorosamente, lavó sus
pies llagados, besó las heridas que
denunciaban sus labios marchitos, y, al
mirar su mirada triste, comprendió que
de ningún modo había dejado de amarla ni
lo haría jamás.
Le permitió quedarse, ocupar su lugar en
la cama, pero no pudo tocarla, aunque lo
deseaba como siempre, o más que antes.
Se dio cuenta dolorosamente de que no
podría perdonarle el error de haberlo
dejado por alguien que no la había amado
y además la dañara tanto que su sonrisa
era ahora una fría mueca. Su corazón
estaba en una encrucijada: la amaba,
pero no perdonaba su traición.
Con dolor, armó su maleta y dejó la casa
cuando ella dormía, quizás soñando con
él o ¿con el otro? |
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Cerró sus ojos y prosiguió el camino: vientre, cintura, pubis, muslos, piernas, y en sus pies volvió a detenerse. La lluvia de besos despertó al volcán, su lava se diseminaba por las fuertes columnas que guardaban el cráter. |
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LAS PUERTAS DEL ALMA
CUANDO HABÍA DECIDIDO no volver a amar,
él, llegó con un cielo en sus ojos tan
calmo, que aplacó su corazón un tanto
defraudado.
Su voz despertó los pájaros dormidos de
su alma decepcionada. El roce de su piel
erizó su sangre, y miles de locos
corceles trotaron sus venas embravecidos
hasta chocar en sus sienes
impulsivamente.
En ese momento descubrió que nadie es
invulnerable cuando el amor llega sin
aviso y toca las puertas del alma.
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EL PIANISTA
SÁBADO, MEDIANOCHE. SUS manos tocaban el
piano. Poca gente en el burdel, y su
boca moría por un whisky, su lengua
agonizaba por su sexo. Y la noche era
eterna… no terminaba nunca para poder
soñarla en soledad, las horas parecían
haberse detenido.
Mientras, ella apretaba sus piernas
pensando en él, desvelada en la celda de
otros brazos que la oprimían fuertemente
por la cintura.
La noche se hacía perpetua, infinita
como la distancia que los separaba.
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PRESENTE EN EL TIEMPO
YO ERA EN la mesa de luz tan solo un
recuerdo enmarcado, y en su corazón
desgastado ya no quedaba ni mi sombra,
pero sus ojos, ahora dos gorriones
ciegos, mudos, parecía que querían
decirme algo.
Lo miré con ternura, el amor ya se había
escapado de mí hacía mucho tiempo, como
el rencor que alguna vez destilara
veneno en mis entrañas, ni siquiera pude
recordar desde cuándo todo eso se había
evaporado de mi vida dando lugar a la
paz y al perdón.
Besé su frente afiebrada, acaricié su
cabello cano y crecido, demasiado para
su gusto, tomé su mano fría y pálida,
solo atiné a decirle:
—Dormí, descansa, estaré aquí cuando
despiertes.
Me miró con tristeza, con toda la
tristeza del mundo en su mirada
comprimida. Cerró los ojos, murmuró
apenas un perdón que salía de su alma
como último suspiro antes de partir para
siempre.
Solté su mano y vi su rostro olvidado
por años o quizás rechazado, y
aquellos, sus ojos centelleantes de
ayer, los que había amado tanto, ahora
los veía como nunca estampados en la
fisonomía de mis hijos, supe que ya
jamás negaría que fue parte de mi vida,
aunque pensara tantas veces que lo había
olvidado, comprendí entonces que por
siempre estaría presente en el tiempo
que aún quedaba por vivir. |
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...Y aquellos, sus ojos centelleantes de ayer, los que había amado tanto, ahora los veía como nunca estampados en la fisonomía de mis hijos, supe que ya jamás negaría que fue parte de mi vida, aunque pensara tantas veces que lo había olvidado... |
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EL HOMBRE REVELADO
EL FANTASMA DE un hombre, su imagen
viril me perseguía cada noche. El hombre
que dormía a mi lado plácidamente ni
imaginaba que en mi mente y en mis
sueños intermitentes un hombre me
desvelaba. Sin que él lo supiera,
trepaba por mis pensamientos, lo sentía
volar sobre mí igual que un ave rapaz
sobre su presa.
Nunca lo había visto, jamás oí su voz,
en ningún momento su piel, su dorada
piel, había rozado mi cuerpo. Pero
estaba ahí, cada noche, en cada sueño
que terminaba despertándome,
desvelándome.
Durante el día, mi mente lo borraba
totalmente. Y este otro hombre, el que
me amaba, acariciaba mi piel, mordía mis
labios y pretendía encender mis hogueras
internas… ya no lo lograba, aunque se
esforzara.
¿Dónde había quedado mi deseo por él?
¿Dónde el amor que me uniera a su vida?
¿Dónde… dónde? No encontraba respuestas,
aun no pensando en mi fantasma nocturno.
Una noche, no recuerdo cuándo realmente,
mi hombre revelado en mis sueños
desapareció. Y dormí toda la noche de un
solo tirón. Al despertar, vi a mi otro
hombre, al que me acompañara los últimos
quince años de mi vida. Era un espectro
frente a mí, no tardé en darme cuenta de
que pronto partiría. Fue una tarde de
invierno cruel y frío, lo encontré en el
patio, entre hojas secas y árboles
vacíos de vida. Estaba tirado, el cuerpo
encogido, los labios azules y el
silencio rodeando su cuerpo.
Lo despedí al día siguiente entre las
lágrimas y los pésame de toda la familia
y amigos. No podía llorar. No entendía
nada de nada, hasta que lo vi entre la
multitud de personas que me habían
acompañado.
Era él, mi hombre fantasma, el
desconocido que alterara mis sueños. El
hombre que se revelara en mis noches de
intermitentes sueños, aquel que se
borrara de mí, cada vez que el alba
volteaba su rosicler sobre mi cuerpo
deseoso de su roce. |
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Ángela Teresa Grigera Moreno
(Argentina, 1953). Se define
a sí misma con una sentencia
simple, tan simple quizás
que solo puedan descifrarla
quienes la conocen mucho
porque, en la exacta
dimensión de las palabras,
Ángela Teresa es,
simplemente, una mujer de
tantas, de tantas mujeres
que, a su condición de
tales, añaden la de madres,
hijas, esposas, hermanas,
hacedoras de milagros con un
pedazo de género, enfermera
de sus enfermos, sudante del
pan ganado con su frente,
sus manos, sus pies y sus
horas de obstinación para
vencer el cansancio y las
frustraciones aledañas,
simplemente mujer. Enamorada
del amor, de la pasión del
amor, que es la pasión de la
vida, y del sentir
intensamente todo el tiempo,
cada segundo.
Ha participado en varios
foros poéticos y colaborado
en dos antologías, una
editada en España por el
foro “La esquina de las
Letras” (Ediciones Malberte,
2003) y la otra, por
Ediciones Lulu (2008).
En 2004 es distinguida con
una mención especial en el
III Concurso de “La Poesía
del Mundo Diplomático”, en
Washington D.C., con el
poema Sin Brújula ni
Sextante. Ese mismo año
recibe reconocimiento en
Facebook con su poema
titulado Nuestros Nombres
Prohibidos, como «el
mejor poema con rima». En
2014 participó con una
selección de poemas en
“Grito de Mujer”, en el
evento organizado en Miami
por ELILUC, así como en su
segunda antología poética
editada por Mery Larrinua
en Ediciones Lulu.
Colaboradora habitual de «ArgentinauUniversal.info»,
es titular de los blogs «Poemas
para mi Amor»
y «En
Memoria De Tu Amor»,
en los que mantiene
informados a sus lectores de
su continua producción
lírica.
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 1. Página 4. Año XVIII. II Época. Número 104.
Julio-Septiembre 2019. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2019 Ángela Teresa Grigera Moreno.
© Las imágenes incluidas en esta publicación han sido tomadas, a través del buscador Google, de sendos fondos de imágenes
gratuitas y se usan exclusivamente como ilustraciones del texto.
En todo caso, los derechos de autor que pudieran concurrir sobre ellas pertenecen en exclusiva a su(s) creador(es).
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