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VERANO, VACACIONES Y añoranzas van
siempre unidos en mis recuerdos. Los
días de enero son casi sinónimos de
soledad, son mi tiempo de entrar en mis
adentros, a la inversa de lo que sucede
con los niños de mi país, para ellos es
tiempo de diversión.
Desde que no tengo niños, mi vida se
desliza lenta y vacía de gritos, pero
llena de recuerdos queridos. Algunos
alegres, pícaros otros, melancólicos los
más.
La historia que hoy he rescatado de mi
gastada memoria tiene matices de un
pasado no muy reciente, pero vivido con
mucha intensidad. Son parcelas de mi
vida que no quisiera olvidar, suspiros
de mi alma que me agradaría retener muy
bien guardados en algún rinconcito,
tibio que puede ser tu corazón.
La melancolía del verano en la ciudad
dirigió mis pasos aquel día hacia la
blanca casita que fuera de mis padres y
que, tras la muerte de ambos, había
quedado vacía, triste y solitaria. Yo
nunca la volví a visitar.
Pero esa tarde mi alma estaba hecha un
ovillo y necesitaba con todas mis ansias
estar a solas en aquel lugar de mis
recuerdos infantiles —tan bellos y
lejanos en el tiempo pero nuevos en mi
mente— para hablar con los duendes que
vienen cuando los dueños se van.
Dicen las abuelas que los espíritus de
los muertos quedan mucho tiempo rondando
los lugares queridos por donde habían
vivido, llamándolos, extrañándolos,
impregnando el lugar con su presencia y
su amor… eso dicen.
Aquella presencia invisible pero tibia y
acogedora era lo que estaba necesitando
para aplacar mi ansia de compañía y
ternura.
Me recibió la estancia en penumbra y un
vaho raro impregnado de eucaliptus; mamá
siempre los tenía distribuidos por los
pasillos en sendos búcaros, o en las
habitaciones para mejorar el ambiente,
lo recordé en ese momento.
Crucé una, dos, tres habitaciones sin
detenerme, hasta abrir la puerta trasera
que daba al pequeño patio; salí al
corredor para aspirar en aire fresco de
afuera.
El patio, pequeñito, estaba vestido de
silencio y hojarascas de nogal. Silencio
de risas, de ternuras, de alas, de amor…
Silencio de ausencias que es como decir
añoranzas de esperar en vano. Una
quietud infinitamente dulce, que me
subió a la garganta, se instaló ahí toda
la tarde para inquietar mis latidos. |
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Los
días de enero son casi sinónimos de
soledad, son mi tiempo de entrar en mis
adentros... Desde que no tengo niños, mi
vida se desliza lenta y vacía de gritos,
pero llena de recuerdos queridos. |
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La casita humilde del barrio obrero hoy
está desierta de los consejos de papá,
las canciones de mamá, los rosarios de
la abuela y las risas infantiles. Solo
el silencio, señor eterno del paso del
tiempo, se pasea perezoso por los
cuartos. Silva bajito, se queja tal vez;
da vueltas y más vueltas buscando la
tibieza de los que ayer la habitaban y
que en las tardes apacibles le brindaban
un poquito de calor.
Miré el cuarto desde ese lugar, me dio
la sensación de que estaba esperando la
llegada de mamá, su vuelta del trabajo
por las tardes y la algarabía de los
abrazos.
Me senté un momento en el corredor,
cerré los ojos… La mecedora de papá
guardaba aún el calorcito de su cuerpo.
Una casa solitaria se parece a un nido,
pensé. Un nido abandonado entre las
ramas de un árbol desnudo, con sus ramas
de esqueleto extendidas hacia el cielo,
sin palabras, sin un porqué… Un
escalofrío recorrió mi columna, como si
el recuerdo tuviera alas y con ellas me
rozara al pasar.
Un largo suspiro salió de mi pecho,
presuroso como si llevara la sombra de
tanto abandono. Exhalé aquel aire
vaciando mis pulmones, tratando de hacer
más leve la nostalgia del ayer. Ellas no
se escapan en un suspiro solamente,
perviven y a veces duelen hasta las
lágrimas.
Los ecos y los trinos, todos se
ausentaron. Solo quedó entre el
silencio… más silencio que silba en mis
oídos y se clava en el corazón, que
ahora late acelerado queriendo huir de
tantos recuerdos que reviven en la carne
y en mi mente. Tiernos momentos,
instantes felices o minutos de grata
dulcedumbre.
¿Era un sueño, un deseo o simplemente un
recuerdo? ¿Por qué entonces ese escozor
en el pecho? Decidí sacudirme para
acallar el alocado galopar de mi
corazón.
Al pararme, mis pies hicieron crujir las
hojas secas del nogal amontonadas por
todas partes; era como un conjuro al
silencio; las hojas lloraban las risas
ausentes, el silencio de baleros, la
falta de goles y de unas manos lanzando
bolitas.
Recordar es muy hermoso si los momentos
pasados lo fueron, por eso pensé que
aquel sitio, sin mis padres, no merecía
toda esta tristeza que me embargaba. Mi
vida y la de mis hermanos fue tan
placentera que debería sentirme feliz de
poderla recordar. Pero debía admitir que
la ausencia física de mis progenitores
me producía una rara sensación. |
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La
melancolía del verano en la ciudad
dirigió mis pasos aquel día hacia la
blanca casita que fuera de mis padres y
que, tras la muerte de ambos, había
quedado vacía, triste y solitaria. |
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Miré hacia en sol; sus últimos rayos
entraban por la ventana buscando los
rizos dorados de mi hermanita menor, o
las negras mechas de mamá para
acariciarlas con su calorcito, como lo
hacía ayer; al rato, sin ellas, salían
por el patio, buscando, llamando, hasta
que al fin se encogían y se alejaban
hacia el poniente rojizo, para volver
mañana a cumplir el mismo ritual. Todo
en aquel sitio seguía el mismo ritmo.
La casa paterna está callada desde hace
dos meses y algo más, con un silencio de
muerte, de olvido. Primero fue mi madre
y, al poco tiempo, papá. La ausencia lo
llevó muy pronto… Un día, sus ojos se
apagaron calladamente, como un débil
candil dejando una oscuridad en el
entorno. El patio quedó en sombras, y
las ventanas se oscurecieron.
Tomé el valor necesario y recorrí las
habitaciones, todo estaba intacto desde
aquel día, no tenía ganas de tocar nada;
allí solo faltaba la risa de mamá. Como
una autómata prendí y volví a apagar
algunas luces en un gesto rutinario. Yo
solo me movía por inercia, sin
conciencia, ni emociones.
Salí de aquella ensoñación, me encontré
sola, parada en medio de mis recuerdos,
en la sala vacía y oscura.
Apresuradamente me dirigí a la salida, y
así como llegué, desaparecí dando vuelta
la esquina, confundida entre la gente.
Verano, vacaciones y añoranzas, así
había comenzado la tarde, pero con la
oscuridad vino la calma. Una gran
satisfacción, el recuerdo cariñoso del
deber cumplido, un amor inmenso que
llenó de ternezas mi alma. Me di cuenta
de que se rompió el hechizo y de que, de
ahora en adelante, vendría con más
calma, segura de que en ese lugar
encontraría la paz. El fresco de la
noche golpeó mi rostro con un airecito
nuevo.
Quizá mi madre me devolvía en esa
caricia la visita de hoy a esa casa
paterna que se llevó mi infancia con
todo su cargamento de travesuras y dejó
a cambio el recuerdo de una hermosa
familia y unos padres maravillosos. |
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Ninfa Estela Duarte Torres
(Ca’acupe, Paraguay). Docente,
correctora, escritora y poeta,
vive en Asunción y es profesora
en varios centros y otros
organismos docentes.
Ha
publicado varios libros
relacionados con la didáctica de
la lengua y la literatura, entre
ellos: Manual Práctico de
Ortografía (Nivel
Medio), Caminemos
(Lecturas para Nivel Primario),
San Lorenzo, su historia,
su gente (investigación
histórica), El Chaco, mi
Patria (Textos para la
Comprensión Lectora),
Mitos Guaraníes, cuentos
y leyendas (Asunción,
2006), Duetos y abrazados.
Diálogos románticos
(Córdoba, Argentina, 2005) y
Semblanza de un Luchador,
Ciriaco Duarte (San
Salvador, 2011). Además de sus
obras de creación, cabe citar
las Antologías compartidas:
Lenguaje de Pluma y Tinta
(Ed. Novelarte), Colores
en Tiempos Literarios
(Ed. Cenediciones),
Conjugando las Artes
(Ed. Novelarte), Navegando
Sueños (La Barca de
Fredy, San Salvador, 2010),
Horizontes Azules (La
Barca de Fredy, San Salvador,
2010), Un Poema para
Neruda (Navegando
Sueños, San Salvador, 2011) y
El Rostro Secreto de Eros
(Parnassus, Buenos Aires, 2011),
Latidos del corazón
(Astrid Pedraza de la Hoz,
Bogotá, 2011), Poemas
Oceánicos (La Barca de
Fredy, San Salvador, 2011)y
Mil poemas para Neruda
(Alfred Asís, Chile, 2011).
Su labor creativa ha sido
galardonada en los Concursos
Internacionales de Poesía
Cenediciones y Novelarte,
celebrados en Córdoba,
Argentina, en reiteradas
ocasiones.
Puede leerse su producción literaria en los blogs: «Ninfa Duarte», «
Mis Palabras Azules» y «Ninfa, Cuéntame un Cuento
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GIBRALFARO. Revista de Creación
Literaria y Humanidades. Publicación
Trimestral. Edición no venal. Sección 1.
Página 2. Año XIX. II Época.
Número 106 EXTRA. Octubre-Diciembre 2020. ISSN 1696-9294. Director: José
Antonio Molero Benavides. Copyright
© 2020 Ninfa Estela Duarte Torres. ©
Las imágenes, extraídas a través del
buscador Google de diferentes sitios
o digitalizadas expresamente por el
autor, se usan exclusivamente como
ilustraciones, y los derechos
pertenecen a su(s) creador(es).
Diseño y maquetación: Edibez. Depósito Legal MA-265-2010. ©
2002-2020 Departamento de Didáctica
de las Lenguas, las Artes y el
Deporte. Facultad de
Ciencias de la Educación.
Universidad de Málaga & Ediciones
Digitales Bezmiliana, Calle Castilión, 3,
Ático G. 29730. Rincón de la Victoria (Málaga). | |
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