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DADME UN PUNTO de apoyo, y moveré el mundo. ¡Qué
frase! El problema, o tal vez nuestra gran fortuna,
es que cualquier punto en que el hombre ha querido
apoyarse ha sido siempre relativo, y feble. Así es
que al apoyarnos en él para mover nuestros deseos, o
intereses, siempre nos encontramos con que se
requiere que ese punto tenga a su vez un apoyo, y
aquel otro uno más, y así sucesivamente, sin un
punto sólido. El hombre ha construido, pues, todo su
universo necesario sobre premisas y axiomas que, en
general, aceptamos convencionalmente y que hacen que
nuestras sociedades y sus acuerdos sean castillos en
el aire, sin sustento, como etéreas obras
maravillosas, de inestable equilibrio.
Tal vez la misión primera debió de ser: encontrar
ese punto de partida total, en el cual se apoyara
toda la ambición del hombre, que, cuanto más logra,
más desea, y más se aleja de las bases estáticas,
sólidas y permanentes que requeriría. Mientras más
lejos de esa base sólida nos encontramos, más
frecuente parece ser la sensación que no se debe
mirar atrás, y eso ya se suscita de muy antiguo. Tal
vez desde mucho antes del mito de Lot, que, ante la
descomposición social de Sodoma, debe huir con su
familia, con la advertencia de Dios mismo de no
mirar atrás. No debía analizar las consecuencias del
error, con la amenaza de convertirse en estatuas de
sal. Es que tal vez sea más funcional al hombre
satisfacer su ambición, antes que construir sobre
bases sólidas. Quizás esta haga que veamos la
investigación, si bien fascinante, como algo poco
necesario y útil solo mientras resuelve algún
problema.
¿Será este desinterés el que hace que toda verdad
resulte relativa? Y ahora, tan lejos, tan solo una
verdad universal no parece factible. ¿Cuál podría
ser nuestro punto de apoyo? Miro en torno, y pienso
que en cada dominio, en cada ámbito, el espacio es
tan grande, que decidir solo un punto para apoyar
nuestra palanca es tan extenso, que resultará
fatigoso encontrar ese foco inicial esencial. Por
otra parte, mientras más se nos escapa el tiempo,
más amplio es el universo, y mayor es la dificultad.
Es tan agobiante, que ya un principio geométrico
antiguo dice que si tomamos dos puntos cualesquiera,
sin importar su distancia, en el trazo que los une
siempre habrá al menos un punto. Es decir que puedo
dividir hasta el infinito un trazo y siempre habrá
un punto en su interior, que determine otro nuevo
trazo: hasta el infinito, y, por tanto, entre dos
puntos siempre habrá infinitos puntos, e infinitos
trazos, divisibles a su vez infinitamente. Y
entonces surge la pregunta sobrecogedora: siendo
así, ¿qué tamaño tiene el universo, si cada vez que
alguien hurgue entre dos de sus humildes puntos,
este tendrá que tener infinitos otros? ¡Que atroz
distancia! Entre dos seres que se aman, y se besan a
la sombra de una acacia, una tarde de primavera,
siempre habrá una distancia que contiene a su vez,
infinitas distancias.
En algún momento, sin embargo, es razonable pensar
que no había nada: ni espacio, ni tiempo, ni
movimiento, ni amantes, ni acacias, ni primaveras.
Tal vez el universo, en ese momento, era solo un
punto, que podremos llamar Origen. Ese fue nuestro
punto de apoyo, y lo perdimos. ¿Qué tamaño tenía
entonces el universo cuando solo era el Origen?: ¿un
punto?, ¿todo?, ¿cuánto?
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...Es razonable pensar que no
había nada: ni espacio, ni
tiempo, ni movimiento, ni
amantes, ni acacias, ni
primaveras. Tal vez el
universo, en ese momento,
era solo un punto, que
podremos llamar Origen. |
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Y se produjo esa expansión, que es la causa primera.
Al abrirse el Origen, produjo el espacio, y su
antítesis, el tiempo; y su medio de continuidad, la
frecuencia, y entre ambos, infinitos fenómenos con
infinitas reglas, con infinitos modelos para
entenderlas. ¿Cuál fue, entonces, el tamaño, en esa
fracción inicial, del universo?: ¿un punto?, ¿todo?,
¿cuánto?
La expansión continúa. Dicen que el universo sigue
eternamente expandiéndose, y entre dos instantes
siempre habrá un instante más, en el tiempo y un
punto en el espacio, por lo que desde que el
universo tuvo Origen, el tiempo fue hecho de
infinitos instantes, y el espacio de infinitos
puntos. Entonces se produce la tentación: el
universo es infinito. Pero eso es falso, pues
entonces el universo sería básicamente paradojal, en
tanto que algo que es cada vez más expandido no
puede haber llegado a ser infinito, pues se
detendría su expansión; así pues, se podrá decir que
ahora el universo es enorme, o inconmensurable, pero
si algo es cierto, es que su tamaño es finito.
Pero entonces, ¿qué tamaño tiene el universo? Desde
siempre el universo ha existido. Antes del tiempo,
sin importar cuánto haya transcurrido, o lo que se
pueda calcular, en especial porque cualquier error
sería, en tamaño temporal tan enorme, que podría
superar en muchas veces el total del calculo; antes,
no hubo universo. Y si el universo dejara de
existir, se terminaría el tiempo, pues no tendría
dónde transcurrir. No sé cuánto sea el tiempo, y no
importa, si entre dos instantes fugaces siempre
habrá otro instante: si entre el deseo y su
consumación siempre existirá un momento para el
anhelo. Así, de ese modo, el universo ha consumido
todo el tiempo que hay, y sin importar deseos,
anhelos, o clímax, todo el tiempo está dentro del
universo. También dentro de esta cápsula temporal,
el transcurso necesario dio origen al espacio, todo
el cual, sin importar cuántos lugares amados haya
entre otros dos queridos, o no recordados, permanece
todo dentro del gran límite universal, que ya se
sabe: finito. El tamaño del universo es, por lo
tanto, todo el tamaño, y el tiempo del universo es
todo el tiempo, sin importar cuánto se expanda el
espacio ni cuánto transcurra el tiempo.
Tal vez este sea el único punto de apoyo. |
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Kepa Uriberri
nace en un invierno austral,
en Santiago de Chile, a
mediados del siglo pasado,
con un nombre diferente. A
comienzos del actual,
empieza a escribir, así como
se llega a una fiesta a la
que no se ha sido invitado.
Para no ser notado, oculta
su nombre real con uno
ficticio, que el destino,
quizás por broma, lo ha ido
convirtiendo en verdadero.
Hoy, cuando escribe, y
quizás para siempre, ha
llegado a ser Kepa Uriberri.
No ha cultivado honores, ni
títulos, ni reconocimientos
excepto el agrado de ser
leído por algunos pocos en
su literatura abierta y
gratuita, depositada en la
gran red universal.
Al Kepa Uriberri que escribe
se le puede leer en «Peregrinos
y sus Letras», «Adamar»,
«Pluma y Tintero» y,
desde luego, y desde hace
muchos años, en «Gibralfaro».
«NaranjaPlatano»
y «El
lugar literario de Kepa
Uriberri»
son sus sitios propios de
libre expresión.
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral. Edición no venal. Sección 1. Página 3. Año XIX. II Época. Número 106 EXTRA.
Enero-Junio 2020. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2020 Kepa Uriberri.
© La imagen incluida en esta publicación ha sido aportada por el autor del texto y se usa exclusivamente como ilustración. Diseño y maquetación: EdiBez. Depósito Legal MA-265-2010.
© 2002-2020 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga & Ediciones Digitales Bezmiliana. Calle Castillón, 3, Ático G. 29.730. Rincón de la Victoria (Málaga). | |
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