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«Todo lo
que es importante ya ha sido pensado.
Se trata de volver a pensarlo
de nuevo.»
Johann
Wolfgang VON GOETHE.
«Un problema deja de serlo cuando no tiene solución.»
Eduardo
MENDOZA.
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EN EL CUARTO más alejado de la puerta hay un joven con los
brazos en una barra y con unos guantes puestos haciendo
dominadas totalmente sudado, cuando, desde la otra punta de la
casa, se oye a una mujer gritar: «¡Aristocles, a cenar!». Baja
de la barra con una agilidad ininteligible y se dirige derecho a
la cocina. Por suerte, hoy tocaba una chuleta de cordero con la
que cualquiera se chupa los dedos; que fuera un auténtico
degustador de la carne no quiere decir que no coma ninguna clase
de verduras ya que para mantenerse en forma, además de realizar
ejercicio frecuentemente, se debe tener una buena alimentación.
La madre dijo:
—Aristocles, este es tu último curso, ¿sabes ya lo que vas a
estudiar?
—Yo quiero ser político, mamá, igual que vosotros, y hacer del
país uno de los más grandes del mundo.
—Esperemos que puedas lograrlo, hijo, pero para ello no uses el
móvil en la mesa, que estamos comiendo.
—Lo siento, mamá, es que acaba de aparecer un Pikachu nivel 900;
es una oportunidad de oro.
—O dejas el móvil ahora mismo o te lo quito durante un mes.
—Vale, mamá.
Se fue a su cuarto a leer su libro favorito, Origen de la
filosofía. Desde el surgimiento de la filosofía en Mileto y
la destrucción de esta ciudad por los persas, el pensamiento de
los primeros filósofos sobre el origen del mundo era algo que
fascinaba a este joven con una vista deficiente y de pelos
morenos; puede que incluso más que la política, pero eso era
algo que no le había dicho a sus padres.
Al día siguiente, se realizaba el protocolo rutinario de pasar
las listas: «Aristocles». Se levantó el joven con unas anchas
espaldas mientras tres mesas más atrás se oye a otro alumno:
«Siéntate, gafúo».
Es una conducta intolerable para un alumno de diecisiete años,
mas el joven ya estaba acostumbrado. No hay forma de tratar con
Dionisos, desde que éramos chicos había sido un prepotente. Es
verdad que sus padres eran los más poderosos del país, pero eso
no es motivo para creerse superior al resto. Era bastante más
fuerte que yo, más guapo y tenía loquito a todas las niñas de
nuestra edad, si merecen este término, porque para estar
enamoradas de él hay que tener un cerebro de mosquito. Le cae
bien a la mayoría debido a su gran capacidad de oratoria y puede
convencer a cualquiera de sus ideas. Esta es la característica
que más odio de él, aparte de que cree saberlo todo y transmitir
el saber a todo el mundo, menudo sofista. Llegó una de mis
clases favoritas, la de gimnasia. Nos pusimos a correr y aquí mi
satisfacción es enorme, ya que el pimpinela de Dionisos no es
capaz de superarme y, además, corro sin gafas, por lo que no
puede burlarse de mí.
Terminada la clase, el profesor en dijo algo que será
transcendental a lo largo de mi vida:
—Eres muy bueno, ¿cómo te llamas?
—Aristocles.
—¿Cómo? Pues yo no pienso llamarte así; te llamaré Platón,
debido a tus grandes omóplatos.
La verdad es que el nombre me encantó. De hecho, me cambié el
nombre de mi cuenta de Instagram de aristocles_2000 a platón,
así que ya me estáis siguiendo.
Estaba tan contento después del descubrimiento de mi nuevo
nombre que decidí irme de nuevo a correr. Puede que me desviase
un poquitín y cogiese un camino bastante oscuro por el que jamás
había pasado, pero lo único que recuerdo antes de ver lo mismo
que un ciego fue una señal con un gráfico parecido a una gruta
pero tampoco le hice mucho caso. Tras la alineación de todos los
astros para que entrase en la gruta, cuyo verdadero nombre
descubriré días después, los habitantes la conocían como la
“caverna”. Corrí dentro de este espacio pequeño y claustrofóbico
hasta que mi cabeza tocó el techo y no pude avanzar más. Empecé
a palpar el suelo con mis sudorosas manos y se me llenaron de
baba, no humana precisamente. Nada más pensarlo, me asusté y me
dirigí hacia el exterior presa del pánico. Los murciélagos o
murciégalos, que se puede decir de las dos maneras, comenzaron
su ataque contra mi semblante arañándolo de tal manera que
parecía el río Nilo cuando Dios mandó las plagas a Egipto. Tras
soltar manotazos a diestro y siniestro sin acertar ni a una
partícula del aire, conseguí salir de la maldita caverna. Ahora
entiendo porque Bruce Wayne se disfraza de este animal. Llegué a
mi casa y a mi madre no se le ocurre otra cosa que realizarme un
interrogatorio a la altura de un agente del FBI: |
—¿Dónde has estado? ¿Qué te ha pasado? ¿Qué te pasa en la cara?
¿Te has peleado?
Le pedí por favor que se calmara y le expliqué todo lo que había
ocurrido. Me curó la cara mientras yo gritaba como un loco en un
manicomio. Además, el pipiolo de mi hermano Glaucón, va y me
suelta:
—¿Qué tal, cara murciélago?
Me dirijo con el puño preparado como una exhalación, mas recordé
todo lo que había aprendido en mis libros de filosofía y, por
los pelos, mi hermano no llora como un bebé. Me doy la vuelta
para irme cuando grita en voz alta:
—Chistaco, chistaco.
La verdad es que se lo merece, ya otro día. Menudo día para
estrenar mi nuevo nombre.
El resto de la semana, Platón estuvo todo el día o en la casa o
en el colegio ya que las heridas no le permitían hacer ningún
tipo de ejercicio físico. Tras haberse terminado su libro de
filosofía, no tenía nada que leer y se dedicaba a jugar a todas
horas a la PlayStation 4 a un juego llamado “Fifa 18”, aunque ni
eso le levantaba el ánimo: !Otra vez de rebote, siempre igual,
encima le doy al palo¡, gritaba. Su madre, harta de escuchar
tantas estulticias, le pidió que se diera una vuelta por el
centro de la ciudad para que se despejase un poco. Mientras
caminaba mirando el precioso cielo despejado y sin ninguna nube,
no había ninguna borrasca, lo cual equivalía a tiempo estable,
recuerdos de la clase de geografía, cuando un señor con barba
blanca lo paró:
—¿Cómo te llamas, muchacho?
—Platón —dije yo sacando pecho por mi nombre.
Me extendió la mano para que se la diera y fui a estrechársela,
mas cuando voy a dársela, se mete la mano en el bolsillo, se
saca un pañuelo y se suena los mocos. El viejo empezó a reírse
mientras me alejaba:
—Me caes bien, chaval.
—Soy Sócrates, encantado.
—¿Usted es Sócrates, el hombre que se convirtió en viral en
Instagram tras subir una foto suya en un balcón con el título
“Yo solo sé que no sé nada”, el filósofo ágrafo?
—El mismo.
—Soy un gran admirador suyo.
—En ese caso, tienes mucho que aprender.
—¿Me enseñaría?
—¿A qué?
—A saberlo todo.
—No te confundas, muchacho, yo no enseño el saber, ayudo a que
las personas reconozcan su ignorancia y se planteen su forma de
vida. ¿Qué es lo que sueles hacer?
—Jugar a la PlayStation 4.
—¿Y eso te hace más feliz o mejor persona?
—La verdad es que no.
—Exacto, porque está relacionado con los objetos, que no nos
hacen felices. Debes potenciar el amor, la alegría que no se
pueden tocar pero son los que realmente nos hace felices.
—¿Y cómo llamarías al amor y a la alegría, maestro?
—Eso me gustaría saber a mí, Platón. Seguiremos otro día, si
tienes alguna duda, háblame al Instagram: partera_sócrates.
Durante nueve meses estuve hablando con Sócrates con frecuencia
y, a pesar de ello, mis calificaciones mejoraron una barbaridad:
en filosofía llegué a sacar un once en un examen. El maestro
estaba enseñándome mucho, dejé de usar el móvil y la PlayStation,
la mayor parte del día la dedicaba a leer o estudiar; si no
estaba con el maestro, me dedicaba a ayudara a los demás y la
felicidad fue en aumento. El día antes de mi graduación,
Sócrates me convocó urgentemente: |
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Alegoría
del mito de la caverna. Perspectiva clásica |
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—Muchacho, mañana no me volverás a ver.
—¿Qué dices, maestro?
—Uno de mis discípulos, con el que hablaba por Skype, me ha
traicionado y culpado de robarle caramelos, y me ha delatado
ante las autoridades.
—Esto es injusto, maestro. Hay alguna posibilidad de que lo
liberen?
—Bueno, mañana me cogerán al alba; el pueblo decidirá si me
liberan a mí o a Benzema.
—¿Qué ha hecho Benzema?
—Fallar muchos goles.
—Estamos perdidos, maestro, la gente querrá seguir riéndose de
sus fallos.
—Lo sé, Platón, por eso te he llamado, porque no sé si voy a
verte más, para despedirme de ti.
—No diga eso, maestro, mis padres trabajan en el gobierno,
podrán liberarle.
—No aceptaré tu ayuda, las leyes están para cumplirlas.
Me fui bastante enfadado, ¿quién habría culpado al maestro? Y,
¿por qué no lo soltarían? A las diez de la mañana, en el centro
de la ciudad había un hombre con un micrófono que decía:
—¿A quién liberamos: a Sócrates o a Benzema?
La multitud no dudó y yo tampoco:
—¡Benzema! ¡Benzema ! ¡Benzema!
¿Cómo podían ser tan cazurros? Tienen delante al hombre más
justo del mundo y lo condenan. Mientras estaba en mis
cavilaciones, el speaker dijo:
—Benzema queda en libertad, y este hombre será juzgado a las
una.
Había todavía un atisbo de esperanza: dependiendo del juez que
tocase, lo soltarían sin cargos o bajo fianza, aun así, el
maestro no tenía dinero, tendría que pagárselo yo, aunque
tampoco hay problema ya que mi familia es adinerada. Para matar
el tiempo, fui al trabajo de mi madre y le expliqué la
situación:
—Ni lo sueñes, que el otro día te dejé cinco céntimos, que
hubiera aguantado las dulces tentaciones.
Así fue cómo mi madre sentenció al maestro; si no se podía pagar
la fianza ni tampoco tenía abogado, habría que confiar en el
veredicto del juez. Llegada la hora, entró el juez que delegó al
pueblo la decisión entre liberar al maestro o al futbolista, era
conocido como Poncio “Pilates” debido a su gran forma física.
—¿Otra vez por aquí, Sócrates? —dijo el juez.
—Así es, señoría.
—No puedo decir que esté sorprendido, entre un ladrón de sugus y
feo fallagoles, estaba claro.
—Déjese de tanta oratoria y haga lo que tenga que hacer.
—Mira, sé que no eres culpable y morir por diez sugus es una
sandez; sin embargo, el pueblo ha hablado y el poder está en el
pueblo, por lo que quedas condenado a muerte.
Me indigné:
—Le echa la culpa al pueblo para no ensuciarse las manos, ¿no?
—Si las manos siempre las tengo sucias, por eso siempre llevo
jabón—, respondió.
Tras la vacilada del juez, se me ocurrieron varias cosas: la
alegría y el amor tienen el nombre de ideas, representaciones
mentales que surgen a partir del razonamiento o la imaginación
de una persona y la capacidad de conocer esas ideas es la
inteligencia. Había que tener en cuenta que esas ideas no eran
tangibles, no cambian, siempre van a estar ahí, al contrario que
las cosas, por lo que pertenecerán a otro mundo, el mundo de las
ideas o del intelecto. Sin embargo, las cosas son tangibles,
múltiples, cambiantes y perecederas y pertenecen al mundo de los
sentidos, también llamado mundo sensible. Lo que acababa de
pasar estaba cambiando mi vida —la segura muerte de mi maestro y
el descubrimiento de la existencia de dos mundos— hizo que me
entraran de ganas de tomarme una cerveza y fui al bar más
cercano, me despisté y entré en un club de striptease. Era todo
oscuridad y todos estaban mirando a hombres y mujeres casi
desnudos bailando mientras les arrojaban dinero. No había mayor
manifestación del mundo sensible que esta, tenía que detenerlo.
Tapé la vista al grupo más grande y comencé mi discurso:
—No vengan a este establecimiento, es el mundo sensible, los
bailes del mundo de las ideas son más divertidos, esto es una
pérdida de tiempo y de dinero, ya podrían leer algo de filosofía
o ayudar a los demás. Aléjense de las sombras y…
Soltaron vituperios con baba incluida:
—!Quítese de en medio! !Canalla! !Piltrafilla! ¡Tontolaba!
¡Gilipuertas!
El último me ofendió bastante y respondí de forma agresiva:
—¡Pues usted es un giliventanas!
Se olvidaron del baile y casi mueren de la risa cuando uno dijo:
—Usted váyase con su mundo sensible a la caverna donde quedó
atrapado.
Ese hombre era un genio, le di las gracias. Era la primera vez
que escribía; no obstante, las ideas me venían rápidamente.
¿Cómo no lo había pensado antes? La caverna es el mundo sensible
y el exterior, el mundo inteligible. Creo que ese recurso
literario se le denomina alegoría. Si bien, debe haber algo más;
el conocimiento del mundo inteligible, como habéis comprobado,
está al alcance de unos pocos, por lo que la salida de la
caverna debe ser complicada. Ya lo tengo, las personas que están
dentro estarán atadas y, una vez que se liberen de las cadenas,
pasarán por una serie de pruebas: la primera será rechazar una
tableta de chocolate, la segunda elegir la bondad y la justicia
antes que la fuerza y la belleza, tercera decir al menos el
nombre de tres filósofos y cuarta y última, la más difícil de
todas, será pronunciar el nombre del jugador africano Uche:
Ikechukwu Tongololiki Mawakavamba Jawarapawara. Los
privilegiados que sean capaces de superar estas pruebas,
alcanzarán el mundo de las ideas, sus almas, claro, y serán los
escogidos para gobernar al resto, y tendrán, por lo tanto, que
volver a la caverna, andando con la cabeza y convencer al resto
de que el chocolate es malo y que aprenderse el nombre completo
de Uche es muy útil. Esto nos lleva a que los atrapados observan
y comen chocolate, partidos de fútbol, programas de televisión,
debate entre sofistas en política,… Conlleva también reconocer
que lo que ven los prisioneros no es conocimiento sino
esfera-cimiento y que el conocimiento se encuentra en las ideas,
que son las que realmente nos harán felices ya que, cuanto más
sabios somos, actuamos de mejor manera y somos más felices. Me
faltaba el título de la obra que llegaría más tarde en un
momento inesperado; estaba en clase sentado terminando los
deberes cuando pasó Dionisos “el sofista” y me dijo: |
—Platón, mito.
Es curioso cómo dos burlas te permiten crear una alegoría, ya
tenía el título: “El mito de la caverna”. Puse la televisión y
se ve en vídeo la cruel muerte de Sócrates; un sinvergüenza se
había encargado de grabarla con su Iphone 8 recién comprado, que
es igual que el anterior modelo pero cambiando el siete por el
ocho, que nunca le dejará grabar nada en la oscuridad de la
caverna en la que vive; se ve a mi maestro, el hombre más justo
del planeta, perdiendo la asfixia a medida que van
introduciéndole sugus de piña entre sus labios destrozados de
tanto masticar y el tubo de la garganta que impedirá el paso del
aire por la faringe. Fue una muerte para algunos bastante
graciosa, realmente era una muerte irónica, nunca mejor dicho ya
que murió atragantado por sugus después de ser sentenciado por
robar sugus, además, me contó en una de nuestras charlas que uno
de los recursos que utilizaba era la ironía. Ya ven que hasta
nuestros mejores aliados pueden volverse en contra nuestra.
Salió en todas las cadenas de televisión y dio la vuelta al
mundo, obviamente en menos tiempo que Phileas Fogg. ¿Cómo era
posible que alguien pudiera cometer tal atrocidad? ¿Por qué el
Estado mostraba esa clase de salvajadas? El Estado no es justo
ni los ciudadanos tampoco. Por lo tanto, mi gran ambición y
sueño, mi dedicación a la política, no era la solución que
requería para la corrupción, los sofistas, la tendencia al mundo
sensible, la oscuridad de la caverna, visualizada en la mayoría
de los individuos de este mundo lleno de contaminación, cambio
climático, consumo, vicios y mentiras… Las almas eran corruptas
y el único lugar en el que alcanzarán la justicia y serán
felices en el mundo de las ideas. Las almas vivían en el mundo
de las ideas, felices hasta que un día en clase de inglés, el
alma irascible le preguntó a la concupiscible:
—¿Cómo se dice hielo?
—Yellow.
—¿Qué dices? Si es ice.
—Tanta fortaleza y tan poco cerebro.
—Te moderas mucho, amiga mía.
Se lo iban a preguntar a la profesora cuando vieron un cubito de
hielo en la ventana, el alma concupiscible dijo:
—Mira, ice un yellow.
El alma irascible se levantó y se tiró encima; se inició una
pelea de las de verdad, era del mundo de las ideas, ambas se
pegaban como almas que lleva el diablo, mientras la racional,
caracterizada por su prudencia, se le partía el alma al ver la
pelea y decidió intervenir:
—No perdáis vuestra alma peleándoos entre vosotras.
Ambos se fueron hacia la prudente y la dejaron inconsciente en
el hospital ideal. Las almas malvadas se castigaron de la forma
más cruel posible, la caída del mundo de las ideas, la pérdida
del conocimiento, la unión con un cuerpo como una prisión y
tener que, de nuevo, volver a obtener toda esas sabiduría y
virtud, para visualizar la Idea del Bien. Se dieron cuenta de
que si el alma racional hubiese sido tenida más en cuenta, no
hubieran sufrido el castigo, y, por lo tanto, el alma racional
era la única que permanecía en el mundo inteligible; de hecho,
subió una foto en las redes sociales del mundo inteligible en la
que aparecían las tres almas y de título: “ Se quedan”. Era la
única que poseía el conocimiento, es decir, debía gobernar para
guiar a los seres humanos a la virtud, puesto que era ella la
que la conocía.
Tras crear la historia de las tres almas hermanas, que le
permitía la creación de su Estado ideal destinado al encuentro
de la justicia, decidió llevar su idea hasta el mismísimo Felipe
VI, aunque el nombre no iba a convencerlo en absoluto,
“República”. Accedería a hablar con él ya que estaba en contacto
con su hija Leonor a través de Facebook y teníamos muy buena
relación; de hecho, la futura heredera al trono y yo compartimos
grandes momentos en la habitación, jugando a ser reyes, claro,
no en otras cosas en las que estáis pensando.
Así, inició el viaje a Madrid, con un aire de renovada juventud,
con una sensación de tristeza tras la muerte de su tan querido
maestro, con toda la vida por delante; el problema era que no
poseía dinero alguno y no quiso pedirlo a sus padres; por
consiguiente, fue andando y vagabundeando hasta llegar.
Una semana después llegó a la capital de España totalmente llena
de banderas rojas y amarillas debido al status quo: amenaza
secesionista de Cataluña. Tras mi llegada a la Moncloa en uno de
esos segways que se han hecho famosos utilizados por los
turistas que visitan el centro político del país con la mayor
producción de aceite y vino de casi todo el mundo. Entré en el
palacio y fui detenido por un gorila de prácticamente dos metros
de altura y tres veces más grande que yo:
— ¿Adónde cree que va?
—Vengo a ver a su Majestad.
—Nombre, por favor.
—Platón.
—El filósofo, ¿no? Pase, pase.
Me crucé con el actual presidente del Gobierno que salía de la
habitación del rey:
—Mire usssted, ¿es el pizzero? Mire usssted, que quiero mi pizza
de jalapeño.
—No, soy Platón, el filósofo.
—Mire usssted, tengo mucha prisssa; no se olvide de que es el
cliente al que la pizzería elige al pizzero y el pizzero el que
elige la pizzería del cliente.
—Por favor, ¿qué está diciendo? Me está enervando con tanta
palabrería.
Aparece por detrás el líder de Podemos:
—No se ponga nervioso, no se ponga nervioso.
Esto era una situación de chiste, era lo más cómico que había
vivido hasta que se abre una puerta y se ve a Pedro Sánchez
enrollado con la reina Leticia.
—Mire usssted, señor Sánchez, ahora mismo se lo diré a toda
España.
—¡Que tenga un feliz 2016, señor presidente!
Menos mal que después de que el presidente del PSOE se fuera,
apareció Su Majestad:
—Platón, pase.
Entré en el despacho, él era mucho más imponente en persona,
hombre robusto de anchas espaldas debido a su entrenamiento en
el ejército español en todos los ámbitos posibles, la decoración
de la sala estaba un poco anticuada, probablemente mantenida
desde la abdicación de su padre, que tiene más problemas en la
cadera que las matemáticas de segundo de Bachillerato. Se sentó
en la silla real, porque existía de verdad, no porque fuese del
rey:
— Mi hija me ha hablado muy bien de usted.
—La verdad es que tenemos muy buena relación.
—Me ha dicho Leonor que tiene algo increíble que ofrecerme.
—Sí, vengo a ofreceros un modelo de Estado en el que no habrá
ninguna injusticia, la “República”.
—No, no, no hables más, ¿eres tonto? No puedo abandonar el poco
poder que tengo. ¡Márchate de aquí ahora mismo!
Se asoma Pablo Iglesias por la puerta:
—Su Majestad, no se ponga nervioso. No se ponga nervioso.
—Cállese, señor Iglesias, y usted, ¡fuera ya!
—Pero, Su Majestad…
—¡Ni su Majestad ni leches! ¡Fuera!
—Solo os preocupáis de mantener el poder y no por el bien del
pueblo, Si no quiere implantarlo en el Estado, lo implantaré
solo en mi casa y será la “Reprivada”. Por cierto, dígale a su
hija que me llame. |
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Alegoría
del mito de la caverna. Perspectiva actual. |
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Salí bastante cabreado del lugar, aunque lo que escuché fuera
algo me alegró:
—¡Felipe cornúo! ¡Que no cabes por la puerta! Todos eran
sofistas; me di cuenta de que necesitaba crear un lugar de
enseñanza para crear gobernantes y ciudadanos justos.
Sin perder un segundo, compré un megáfono e hice promoción en
las calles de Madrid:
—¿Quieren salir de la caverna y contemplar la verdadera
realidad? Pues vengan a la Academia, dirigida por un servidor.
Si quieren más información, el twitter y el Instagram es @la_academia.
Un hombre se me acercó:
—Vamos a ver, pichilla, ¿academia de qué, de lengua,
matemáticas, inglés o de cómo ir por el centro de Madrid
haciendo el palurdo? Como no hay academias hoy en día...
—No se equivoque, la mía es la Academia, el lugar donde su alma
retornará al mundo de las ideas.
—Tú eres tonto, hijo.
Ese fue el único individuo que se me acercó, requería un lugar
con más gente. A mi derecha, se apareció el Santiago Bernabéu a
rebosar y decidí entrar a publicitarme. El partido que se jugaba
era el Real Madrid-Barcelona. El equipo local iba perdiendo tres
goles a cero y, cuando Piqué metió el cuarto gol, se hizo el
silencio profundo y fue cuando me conecté a los altavoces del
estadio:
—Buenas noches a todos, es hora de que dejen de ver las sombras,
se desaten de sus cadenas y suban la escarpada y empinada cuesta
para salir de la caverna y ver la auténtica realidad, el mundo
de las ideas. Si quieren ser felices y que sus almas se
purifiquen, abandonen el estadio ahora mismo y espérenme fuera,
Paulinho balón de oro.
Al finalizar el mensaje, el ochenta por ciento de las personas
dejaron de ver las sombras y se marcharon, empero cuando bajé,
no había nadie. Menudo jarro de agua fría, nunca mejor dicho ya
que alguien desde arriba me había tirado agua fría en la cabeza:
—Váyase de aquí, comebolsas.
Al día siguiente, Piqué me había hablado por twitter: Gracias,
@Platón, por camuflar el sonido del entierro del Real Madrid. De
nada, @Gerard3Piqué, te espero en la Academia. @Platón Déjese de
tonterías, que dice que el fútbol son las sombras de su caverna,
no me quiere usted allí. @Gerard3Piqué Solo quiero que sea
feliz, para ello su alma debe retornar al mundo de las ideas.
La cosa se puso interesante cuando Arbeloa se metió en medio:
@Gerard3Piqué No tienes otra cosa que hacer que meterte con los
demás, has metido un gol nada más, relájate, solo eres guapo y
tienes dinero. @Arbeloa17 Prefiero tener dinero antes que el
conocimiento, repito conocimiento.
Tras la guerra por redes sociales entre Piqué y yo, lo dejé en
su pique personal con Arbeloa. Regresé a casa totalmente
decepcionado aunque con el claro propósito de fundar la
Academia; con la ayuda de mis padres obtuve la financiación para
iniciar el proyecto. Mientras tanto, inicié la promoción por
Instagram, subí una foto mía fuera de la caverna, el título era:
#yo, #caverna, #mundosensible, #prisionero, #liberado, #cadenas,
#mundointeligible, #felicidad.
El primer comentario fue de Cristiano Ronaldo: Si vas a anunciar
algo por la megafonía del Bernabéu, que sea que he ganado el
Balón de oro, cara espátula. El resto de los diez años fueron
monótonos entre fotos, vituperios, atragantamientos con las uvas
en fin de año… hasta que, por fin, llegó el día de apertura de
la Academia. No hubo ningún gran acto y estaba solo cuando se
acercó una mujer con los pelos rizados, ojos marrones, la tez
blanca, relativamente baja, con apariencia alegre y risueña como
si tuviera el mundo a sus pies, llevaba una sudadera negra
debajo de un abrigo turquesa, era el ideal de belleza, no podía
haber otra mujer más bella, preguntó:
—¿Esto es la Facultad de Medicina?
— No, señora, esto es la Academia.
— Gracias.
Jamás había sentido tanta pena de que alguien se fuera desde el
maestro, mas esa vez era diferente, más intenso.
Una voz interrumpió mis pensamientos:
—¿Se podría decir que es amor platónico? Menudo ingenio tenía
esa voz. Era un joven de unos diecisiete años de edad, alto y
con barba, parecía un conocedor de la filosofía.
—¿A qué has venido, joven?
—A la Academia, maestro.
Era el primer alumno oficial y tenía muy buena pinta.
—Nombre, por favor.
—Aristóteles.
—¿Aristogato?
—Aristóteles.
—¿Aristocracia?
—Aristóteles.
—Es broma, chaval, jugaba contigo. Encantado de conocerte.
Le tendí la mano para que me la estrechara. Cuando iba a
dármela, me saqué un pañuelo del bolsillo y me soné los mocos.
Tenía mucho que aprender. |
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José Ignacio Rubio Sánchez
(Málaga, 2000). Estudiante del
doble grado de ADE y Derecho en
las Facultades de Ciencias
Económicas y Empresariales y
Derecho de la Universidad de
Málaga. |
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 1. Página 5. Año XIX. II Época. Número 107.
Julio-Diciembre 2020. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2020 José Ignacio Rubio Sánchez.
© Las imágenes incluidas en esta publicación se usan exclusivamente como ilustraciones del texto, y los derechos de autor pertenecen en exclusiva a su(s) creador(es).
Diseño y maquetación: EdiBez. Depósito Legal MA-265-2010.
© 2002-2020 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga & Ediciones Digitales Bezmiliana.
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