HABÍA UNA VEZ un
hombre que tenía
ladrillos en las
orejas. Al
hombre con
ladrillos en las
orejas le
gustaba oír
historias.
A veces, venía
el hombre de las
historias a ver
al hombre que
tenía ladrillos
en las orejas.
Este se quitaba
los ladrillos de
las orejas y
escuchaba
atentamente las
historias que le
contaba el
hombre de las
historias.
Cuando el hombre
de las historias
terminaba de
contar sus
historias y se
marchaba, el
hombre que tenía
ladrillos en las
orejas se volvía
a colocar los
ladrillos en las
orejas, y así,
hasta la
siguiente
historia.
Un día vino el
hombre de las
historias y le
contó al hombre
que tenía
ladrillos en las
orejas una
historia que
hablaba de un
hombre que tenía
ladrillos en las
orejas y que
solo se los
quitaba para oír
historias.
El hombre que
tenía ladrillos
en las orejas
pensó que esta
era una extraña
historia, y
pensando,
pensando… se
olvidó de
ponerse los
ladrillos en las
orejas;
entonces, se le
acercó el hombre
de las historias
y le dijo:
—¿Te preguntas
cuál es el
significado de
esta historia?
Hay gente que
solo oye lo que
quiere oír e
ignora todo lo
demás cuando la
realidad no le
es agradable,
encerrándose en
sí mismo. Son
gente que no
tienen valor
para afrontar la
vida. Mucha
gente lo hace.
¡Gente como tú!
Al oír esto, la
mente del hombre
con ladrillos en
las orejas
sufrió un shock.
Los ladrillos se
hacían cada vez
más pesados en
sus manos y
acabó por
dejarlos caer al
suelo.
Entonces, el
hombre con
ladrillos en las
orejas se dio
cuenta de lo
estúpido de su
comportamiento.
Arrojó lejos de
sí los ladrillos
y se fue con el
hombre de las
historias a
contar historias
de hombres con
ladrillos en las
orejas a otros
hombres con
ladrillos en las
orejas.
—¡Eh, tú! !Sí,
tú!... ¡El que
está leyendo
esta historia!
¿A qué estás
esperando…, a
que venga el
hombre de las
historias?
¡Vamos, vamos,
quítate ya los
ladrillos de las
orejas y vive la
vida sin temor!
Es difícil, pero
vale la pena.
¡Deshazte ya de
tus ladrillos! |