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SIETE AÑITOS Y una vida
grata en casa de mi abuela
paterna, junto a mis tías,
maestras todas, a las que
adoré y con quienes pasé los
momentos más dulces de mi
primera infancia.
Era un domingo de agosto,
uno de esos días fríos con
sol, como los de vacaciones
de invierno, en que, como
tantos fines de semana, nos
proponíamos viajar con mi
abuela, rumbo a Asunción,
para visitar a mis padres y
hermanos.
Esos viajes eran para mí una
delicia, mi más grande
anhelo. Mucho por el destino
a que me conducía y a las
personas que vería, pero más
por el recorrido que me
esperaba: de rodillas en el
asiento, pegaba mis narices
a la ventanilla si hacía
mucho frío o a veces a cielo
abierto, miraba el bello
paisaje que corría en
sentido contrario, como
huyendo del trencito, en el
que viajábamos.
Ese día en especial, mi
alegría era tremenda por ser
el cumpleaños de mi papá, 8
de agosto. Sabía que
estaríamos todos reunidos
alrededor de la mesa, a la
hora del almuerzo. La
alegría se desprendía de mis
labios dibujándose una
permanente sonrisa y mis
duendes estaban tan
despiertos, que bailoteaban
en el pecho sin cesar. |
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Debíamos estar a tiempo para
la comida. Habíamos salido
de la estación de San
Lorenzo a la hora exacta y
el viaje parecía tranquilo,
sin dificultades, hasta que
en cierto tramo del camino,
el tren hizo escuchar
insistentemente su silbato y
disminuyó la marcha más y
más, hasta quedar detenido.
Nadie entendía lo que estaba
pasando, pues no era un
lugar de parada oficial. La
gente se inquietó al sentir
que el silbato seguía
lanzando un “sos”
desesperado. Unos sacaban la
cabeza por la ventanilla,
otros caminaban por los
pasillos para salir a
curiosear, y yo preguntaba,
sin recibir respuestas.
La hora pasaba. Bajaron los
hombres y se ofrecieron para
ayudar, si era posible.
Había pasado casi una hora y
el tren no se movía aún,
cuando apareció un joven con
expresión de gran alegría,
gritando: “¡Son las vacas!
¡Son las vacas!...”.
Se trataba de un ato de
vacas que descansaba
tranquilamente acostado,
durmiendo algunas, sobre los
rieles; eran una buena
cantidad y nadie las
cuidaba.
El conductor del tren trató
de asustarlas con el
silbato, pero ellas no
recibieron el mensaje y
continuaron rumiando
impasibles, hasta que los
hombres bajaron y las
levantaron una a una,
sacándolas de sobre los
rieles. |
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Habíamos salido de la
estación de San Lorenzo a la hora exacta
y el viaje parecía tranquilo, sin dificultades, hasta que en cierto tramo del camino, el tren hizo escuchar insistentemente su silbato y disminuyó la marcha... |
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La tarea de espantarlas
llevó bastante tiempo,
porque las vacas eran muchas
y había que cerciorarse de
que todas se alejaban lo
suficiente de las vías para
poder reanudar la marcha.
Llegamos tarde al encuentro.
La comida estaba fría y papá
ya había vuelto al trabajo.
Mi alegría desapareció y la
tarde se volvió gris y fría.
Pero la satisfacción de mis
viajes en aquel trencito de
sueños y juegos infantiles
siempre me acompañó,
mezclando el agridulce sabor
de la nostalgia familiar con
el encanto subyugante que
motiva en todos aquella
enorme maquinaria que
transportaba a diario
ilusiones, trabajo, alegrías
y duelos… Curiosa fusión de
hierro y magia, nuestro
“Trencito de San Lorenzo”. |
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Ninfa Estela Duarte Torres
(Ca’acupe, Paraguay). Escritora,
poeta y correctora de estilo,
vive en Asunción y es profesora
en varios centros y otros
organismos docentes.
Ha publicado varios libros
relacionados con la didáctica de
la lengua y la literatura, entre
ellos: Manual Práctico de
Ortografía (Nivel
Medio), Caminemos
(Lecturas para Nivel Primario),
San Lorenzo, su historia,
su gente (investigación
histórica), El Chaco, mi
Patria (Textos para la
Comprensión Lectora),
Mitos Guaraníes, cuentos
y leyendas (Asunción,
2006), Duetos y abrazados.
Diálogos románticos
(Córdoba, Argentina, 2005) y
Semblanza de un Luchador,
Ciriaco Duarte (San
Salvador, 2011).
Además de sus obras de creación,
cabe citar las antologías
compartidas: Lenguaje de
Pluma y Tinta (Ed.
Novelarte), Colores en
Tiempos Literarios (Ed.
Cenediciones), Conjugando
las Artes (Ed.
Novelarte), Navegando
Sueños (La Barca de
Fredy, San Salvador, 2010),
Horizontes Azules (La
Barca de Fredy, San Salvador,
2010), Un Poema para
Neruda (Navegando
Sueños, San Salvador, 2011) y
El Rostro Secreto de Eros
(Parnassus, Buenos Aires, 2011),
Latidos del corazón
(Astrid Pedraza de la Hoz,
Bogotá, 2011), Poemas
Oceánicos (La Barca de
Fredy, San Salvador, 2011) y
Mil poemas para Neruda
(Alfred Asís, Chile, 2011).
Su labor creativa ha sido
galardonada en los Concursos
Internacionales de Poesía
Cenediciones y Novelarte,
celebrados en Córdoba,
Argentina, en reiteradas
ocasiones.
Puede leerse su producción
literaria en los blogs: «Ninfa Duarte
», «Mis palabras Azules»
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