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AYER FUE EL cumpleaños de Pepito, el gordito comilón del
“pre”. Su mamá trajo bombones, galletitas, caramelos,
las bolsitas de sorpresas... Trajo también globos,
cornetas y pitos; un cubo de chocolate y cientos de
bonetitos, ¡un cumpleaños de verdad!
El aula parecía una bañera llena de burbujas coloridas…
Los globos llenaban las pareces, las ventanas y hasta el
techo. La fiesta estaba hermosa, con música y cantos.
Llegó su papá trayendo la torta… ¡era de chocolate! La
más hermosa torta que yo había visto en seis años. Una
cancha de fútbol con once jugadores. La pelota era un
bombón, que, al bajar sobre la mesa, desapareció… ¡en la
boca de Pepito, por supuesto!, y todo el mundo gritó “¡gooool!”.
La risa fue general, la maestra comenzó el canto y todos
la seguimos… ¡Que lo cumplas feliz! Un coro divino de
pícaras voces, algo desentonado, pero lleno de risas sin
dientes… bueno de verdad.
Al terminar la canción, la mami de Pepito repartió la
torta y comenzó el festín. Todas las caritas inocentes
mostrando manchitas marrones en sus mejillas. Rocío, la
más pequeñita, tenía chocolate hasta en la oreja, sus
manos, su uniforme y en la punta de la nariz. Cuando
Luisito la miró, estalló en carcajadas, todos los niños
la apuntaban con sus deditos sucios y reían sin cesar.
Pepito se puso a observar dejando de lado su torta, que
ya iba por la tercera porción. Todos teníamos la cara
llena de manchas de chocolate y nos chupábamos los dedos
tratando de limpiarlas; otros ensuciaban las mangas
fregándose los labios, y entre risas y carcajadas, fue
pasando la hora.
Abundaban las cachadas, cuando llegó la mamá de Juani y
comenzó el sermón: “¿Cómo te ensuciaste tanto?… ¡Mira
tus manos roñosas!... ¡Qué cara tan sucia!... ¡Mira tu
camisa!... y ta… ta… ta… ¡Ya verás cuando lleguemos a
casa!… ¡Uf!”.
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Todos nos vimos de pronto en la misma situación y
tratamos, por todos los medios, de limpiar esas
manchitas rebeldes que estaban por todas partes, y
cuanto más lo intentábamos, ellas, caprichosas, se
agrandaban y pasaban de un lugar a otro, como si se
burlaran de nosotros.
Iban llegando las mamás y las niñeras; todos los
compañeros salían con la cara triste y los oídos llenos
de amargos reproches.
Al fin, me tocó el turno. Vino a buscarme papá, cuando
ya estaba acabando la fiesta. Bajando mucho la cara y
con las manos metidas hasta el fondo del bolsillo, me
presenté muy sumiso. “Hola, papi…”. Él se paró en la
puerta, pegó un vistazo al aula, que se estaba quedando
vacía de niños, pero llena de desperdicios: un verdadero
revoltijo de cosas.
Con una mano, muy suavemente, me tomó de la barbilla,
levantó mi rostro hasta mirarme a los ojos… Vi en los
suyos el asombro. Abrió, grandes, los ojos, se calló un
instante tratando de identificar los mapas que había
dibujado en mi rostro el chocolate y estalló en
carcajadas.
¡Al fin, pude respirar! Mi papito se acordó de que él
pasó por lo mismo cuando cumplió seis años… y no pudo
regañarme. Nos pusimos de acuerdo, y fuimos a casa de
abuelita para borrar los vestigios de tan hermosa
fiestita.
Llegamos tarde a casa ese día. Le llevamos a mamá una
caja de bombones y, por encima del hombro, papá me guiñó
un ojo. Nuestro pacto quedó sellado: mamá nunca sabría
el secreto de la torta de Pepito.
Yo, de puntillas, dirigí mis pasos hasta el cuarto, y,
rápido como un rayo, me despojé del guardapolvo y, con
la mejor de mis sonrisas, se lo entregué a Mary para que
lo lavara.
Ya vestido de otro modo, regresé el cuarto de costuras,
donde mamá daba puntadas y canturreaba despacito;
estampé un beso en la mejilla de mami y, con una
candidez “insoportable”, suavecito balbucí: “¿Me das un
chocolate, mami?”.
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Este cuento,
en el que la nostalgia se recrea a sus anchas, está publicado en su blog
Reminiscencias.
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Ninfa Estela Duarte Torres
(Ca’acupe, Paraguay).
Escritora, poeta y
correctora de estilo, vive
en Asunción y es profesora
en varios centros y otros
organismos docentes. Ha
publicado varios libros
relacionados con la
didáctica de la lengua y la
literatura, entre ellos:
Manual Práctico de
Ortografía (Nivel
Medio), Caminemos
(Lecturas para Nivel
Primario), San
Lorenzo, su historia, su
gente (investigación
histórica), El Chaco,
mi Patria (Textos
para la Comprensión
Lectora), Mitos
Guaraníes, cuentos y
leyendas (Asunción,
2006), Duetos y
abrazados. Diálogos
románticos (Córdoba,
Argentina, 2005) y
Semblanza de un Luchador,
Ciriaco Duarte (San
Salvador, 2011). Además de
sus obras de creación, cabe
citar las antologías
compartidas: Lenguaje
de Pluma y Tinta
(Ed. Novelarte),
Colores en Tiempos
Literarios (Ed.
Cenediciones),
Conjugando las Artes
(Ed. Novelarte),
Navegando Sueños (La
Barca de Fredy, San
Salvador, 2010),
Horizontes Azules
(La Barca de Fredy, San
Salvador, 2010), Un
Poema para Neruda
(Navegando Sueños, San
Salvador, 2011) y El
Rostro Secreto de Eros
(Parnassus, Buenos Aires,
2011), Latidos del
corazón (Astrid
Pedraza de la Hoz, Bogotá,
2011), Poemas
Oceánicos (La Barca
de Fredy, San Salvador,
2011) y Mil poemas
para Neruda (Alfred
Asís, Chile, 2011).
Su labor creativa ha sido
galardonada en los Concursos
Internacionales de Poesía
Cenediciones y
Novelarte, celebrados en
Córdoba, Argentina, en
reiteradas ocasiones.
Puede leerse su producción
literaria en los blogs: «Ninfa
Duarte»,
«Mis
palabras Azules»
y «Ninfa,
Cuéntame un Cuento».
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 3. Página 4. Año XXII. II Época. Número 117.
Octubre-Diciembre 2023. ISSN 1696-9294.
Director: José Antonio Molero
Benavides. Copyright © 2023 Ninfa Estela Duarte Torres.
Diseño y maquetación: EdiBez. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2023 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte.
Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga
& Ediciones Digitales Bezmiliana.
Calle Castillón, 3. 29.730. Rincón de la Victoria (Málaga). | |
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