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—HERNÁN OLAGARAY HA muerto —dijo, y lo
repitió marcando las sílabas—:
Her-nán-O-la-ga-ray está muerto.
No sabía si se sentía contento por la
expectación que la noticia que traía había
producido en la célula, o si lo estaba
porque esto le permitiría acceder a una
posición preponderante en la Institución.
Olagaray había sido siempre una pieza clave,
de modo que la consternación y la
incredulidad hacían un intenso contrapunto
con la alegría de Angulo, que había corrido
a dar la nueva.
—Ni siquiera se ha quitado la boina —dijo
Ezquerra por lo bajo a Recabarren, que
estaba a su lado.
—Eso no sería nada —respondió este—, ni
siquiera estacionó la citroneta azul. La
dejó tirada ahí, con un neumático reventado
y las puertas abiertas.
La mujer que le había dado muerte, la
Boricua, sin embargo, era una antigua
militante. No sólo eso, sino que era también
su amante más frecuente. Algunos trataron de
ocultarlo, pero antes de borrar las pruebas,
Packi, la encargada de operaciones internet
y el experto en informaciones, Chik, habían
rescatado de su ordenador una gran cantidad
de material escrito y gráfico que demostraba
que no sólo tenían un compromiso de lujuria
tácito, sino que Eleiya, la boricua, era el
vivo retrato de su abuela Catalina de
Armijo. Esto significaba que no sólo
Olagaray había sido purgado, sino que en
modo alguno podía evitarse que la purga se
extendiera a los otros involucrados,
llegando incluso a Angulo, Packi, y, por
supuesto, la propia Eleiya que, como se
supo, había sido sembrada en el movimiento
con el exclusivo fin de deshacerse de
Olagaray.
El más grave problema estaba en Irizarri,
que había escapado del país en un avión de
Panagra (el último vuelo de esta línea antes
de cerrar, ya definitivamente, sus
operaciones), escondido por agentes de la
Elerti Zatiketa de la Kutxa Donostiarra, en
la cola del aparato. Lo que nadie supo, sino
hasta que fue demasiado tarde, es que
Malgrite o Irizarri, o Uriberri, u Ólmerok,
y también Pszczuckovszky Yarozlaveiev, como
era conocido por la organización bielorrusa
Mamutzarak Apokaliptikoak, cuyo agente, Paul
Petit, pilotaba la nave de aquel memorable y
tardío último vuelo de abril de Panagra,
había, ya, entregado la información
clasificada dentro de un tarro de cerveza.
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¿Quién la había recibido? Ese era el dilema
ahora. ¿Sospechosos? Varios, a saber: En
primer lugar, Angulo, que había estado
jugando con el tarro de cerveza que alguien
le había facilitado a Irizarri y que, en una
hábil maniobra, este había entregado al Dogo
blanco en las afueras de La Taberna del
Alabardero. Segundo sospechoso, casi
seguramente culpable, era Javier Aparecido,
el culto y elegante editor que captura al
vuelo el tarro de cerveza que Angulo recibe
de Ólmerok. Tuvo tiempo suficiente para
quitar la documentación mientras fingía
evadir a Dogo, el perro blanco, y devolver
el tarro a Angulo. Tercera sospechosa, y la
que yo elegiría si tuviera que señalar a
alguien, aun cuando nadie me ha preguntado,
Paz Vega, jefa del departamento de lectura
de la editorial y amante compañera de
Aparecido en esta reunión. Nadie la vio
tomar el tarro de cerveza; sin embargo,
nadie puede asegurar que ese era el tarro de
cerveza que contenía la información. Cuarto
posible culpable, y, en todo caso, cómplice
seguro, es Juan Darién Fundador y su gemelo
José Daniel Fundador. No se sabe a ciencia
cierta cuál de los dos encontró, en forma
aparentemente incidental, a Pszczuckovszky
Yarozlaveiev a las puertas de la Taberna del
Albardero y le ofreció una cerveza. Es
probable que Fundador, o su gemelo, al decir
en forma despreciativa:
—¡Hostias, otro coñazo con un sudaca! —sólo
haya estado dando un santo y seña necesario,
que fue respondido con la entrega, dentro
del tarro de cerveza que él mismo bebía, de
los cuatro cartapacios que contenían el
archivo completo de la revuelta de mayo. Los
testigos presenciales aseguran que el más
rubio de los gemelos jamás estuvo ahí; sin
embargo, y a pesar que Juan Darién Fundador
es en extremo moreno, es en todo igual e
indistinguible de su gemelo albino José
Daniel, por lo que esta versión es en modo
alguno nada creíble. Hay también más
argumentos.
Como sea, no creo que fuera casualidad que
en esta casa de seguridad se hallaran todos
los mencionados al mismo tiempo culpándose
unos a otros. Sólo faltaba la mujer gruesa
que subió a la citroneta azul y acompañaba a
Angulo. Este declaro que:
—No la conocía de nada. Se subió de pronto a
la citroneta al virar yo, desde la calle de
Bailén a la de San Quintín, hacia la
izquierda. Sobre la marcha, abrió la puerta
y dijo: Siempre es más fácil a la izquierda
—y ya estaba sentada junto a mí—. Angulo
aseguró que le había mostrado su credencial
y que era institucional.
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—Dijo llamarse Angustia Noble, lo que no
coincidía con su credencial, desde luego. Lo
extraño hubiera sido que coincidiera. Y
luego relató que —me obligó a virar en la
calle de Arrieta y entrar por Felipe V hasta
la Taberna del Alabardero. No te detengas,
me dijo, te giras en Paiva y quedas mirando
hacia la Cuesta Santo Domingo mientras
entrego esto— y dice Angulo que le habría
mostrado un alfanje de colección, con rubíes
incrustados en la hoja y una cucharita de
porcelana con dibujos que representaban la
coronación de Felipe V bajo el roble de
Guernica, en color azul.
—¿No es mona? —le dijo—. Es para el gazpacho
—se rio. Mientras Angustia hacía la entrega
(Angulo juró bajo tortura no haber visto en
qué lugar se entregó tan extraño objeto), él
jugó con Dogo con un tarro de cerveza que el
can traía en el hocico.
—Hacía meses que el Dogo rondaba cerca de la
Plaza de Isabel II con ese tarro de cerveza
—aseguró. Cuando Angustia volvió, Irizarri
o, si se quiere, Uriberri o Yarozlaveiev o
también Ólmerok y más y más, ya había
ingresado con Javier Aparecido a la taberna,
y ya daba su discurso. Al menos, esto fue lo
que Angulo juró sobre el Manual de
Protocolos de la Institución y que
Aparecido desmintió tajante:
—¡Imposible! —lo detuvo—. Angulo subió a la
Citroën (nunca le llamaba citroneta porque,
decía, podía
frustrar algún negocio) llevando el tarro de
cerveza.
—¡Jamás! —se quejó el de la boina—. El tarro
lo recogió Paz Vega. Lo recuerdo, pues
comentó que en la frase de la graduación
alcohólica sobraba una coma.
Con todo lo dicho es extraño que el jurado
haya declarado inocentes del crimen y de
asociación ilícita a la Organización y haya
considerado que la muerte de Olagaray había
sido un suicidio desgarrador debido al
síndrome de la página blanca. Como sea, nada
se pudo demostrar a partir del momento que
Angustia Noble se presentó ante el jurado
con su credencial de la Institución, y era
una mujer alta, esbelta, de ojos amarillos y
penetrantes, con los que hipnotizó al
jurado.
Angulo fue nombrado jefe de la célula, se le
regaló un cuaderno escolar de papel
cuadriculado y fue el único orador en los
funerales apoteósicos de Olagaray, donde se
bebió sidra de manzana de la región de
l'Après-Midi y chardonay blanc d'Avignon,
según estaba estipulado en el protocolo para
los héroes caídos en combate.
—El agente EC, como solíamos llamarle, nunca
fue profeta en su tierra— dijo, y fue
aplaudido según se merece.
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Kepa Uriberri
nace en un invierno austral,
en Santiago de Chile, a
mediados del siglo pasado,
con un nombre diferente. A
comienzos del actual,
empieza a escribir, así como
se llega a una fiesta a la
que no se ha sido invitado.
Para no ser notado, oculta
su nombre real con uno
ficticio, que el destino,
quizás por broma, lo ha ido
convirtiendo en verdadero.
Hoy, cuando escribe, y
quizás para siempre, ha
llegado a ser Kepa Uriberri.
No ha cultivado honores, ni
títulos, ni reconocimientos
excepto el agrado de ser
leído por algunos pocos en
su literatura abierta y
gratuita, depositada en la
gran red universal.
El Kepa Uriberri que escribe
es autor de novelas como
La extraña muerte de Orlita
Olmedo (Amazon.com,
2014), Así se muere (Amazon.com,
2014), Rubirosa
(editada en PDF y disponible
en la red, 2014), El
metropolitano (Amazon.com,
2014), La revolución en
Samarkanda (Amazon.com,
2015), La sociedad (Amazon.com,
2016), La rodilla del
gigante (Amazon.com,
2017), El peor comienzo
(Amazon.com, 2018), Ellos
son mis amigos (Amazón.com,
2019), Ramoneando (Amazon.com,
2020) y El Testimonio (Amazon.com,
2021), entre otras.
Y se le puede leer en «Peregrinos
y sus Letras», «Adamar»,
«Pluma y Tintero» y,
desde luego, y desde hace
muchos años, en «Gibralfaro».
«NaranjaPlatano»
y «El
lugar literario de Kepa
Uriberri»
son sus sitios propios de
libre expresión.
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 1. Página 3. Año XXIII. II Época. Número 118.
Enero-Marzo 2024. ISSN 1696-9294.
Director: José Antonio Molero
Benavides. Copyright © 2024 Kepa Uriberri.
Diseño y maquetación: EdiBez. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2024 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte.
Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga
& Ediciones Digitales Bezmiliana.
Calle Castillón, 3. 29.730. Rincón de la Victoria (Málaga). | |
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