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FUE UN
DÍA en que José caminaba por la avenida Corrientes. Faltaba
una baldosa y, al pisar ese suelo desnudo, sintió que el
suelo lo chupaba. «El centro de la Tierra me absorbe», pensó
y, al segundo, se dio cuenta de que a nadie podría
confesarle tal sensación.
«A los
67 años no me puede estar pasando esto», se decía, cuando,
al cruzar por el césped de una plaza, le pareció que iba a
hundirse y desaparecer enterrado.
Consultó a un médico amigo, el cual, luego de comprobar que
José no había bebido de más, escuchó su testimonio y después
le confesó que no entendía la razón de ese síntoma y que
probablemente sería una sensación psicológica. Por las
dudas, le tomó la presión arterial y la fiebre, y el
resultado fue normal.
Pero
José empezó a notar que su cuerpo se volvía más denso, más
pesado, sin estar comiendo de más. La solución inmediata era
no transitar caminos de tierra ni calles que no estuvieran
asfaltadas.
Todo
iba bien hasta que creyó que el asfalto mismo se derretía
bajo sus pies cuando cruzaba una avenida y que el centro de
la Tierra comenzaba a succionarlo.
Su
esposa, Gloria, no le creyó cuando se lo contó y temió que
fuera el comienzo de alguna enfermedad neurológica grave.
Hasta que, al salir por el portón de su casa, José comenzó a
hundirse en el piso. Primero fueron los tobillos, y, en unas
horas, ya estaba hasta las rodillas.
Los
vecinos intentaron sacarlo, pero era imposible, la fuerza
que ejercía el centro de la Tierra era más poderosa que un
grupo de hombres musculosos. José iba desapareciendo de a
poco.
Gloria
fue a la municipalidad a solicitar que vinieran a romper la
calle y lo sacaran de allí, pero fue inútil. Le informaron
de que eso requería un trámite judicial y que ellos no
debían destruir la vereda por un incidente común. En
síntesis, la tomaron por loca.
«Esto
me pasa por haber hecho en la vida tantas metidas de pata y
al instante decir: trágame, tierra», murmuraba José ya al
borde de la desesperación. |
Los
medios de comunicación no tardaron en llegar para cubrir la
noticia. Mientras le hacían las preguntas más absurdas, José
sentía que el terreno seguía cediendo bajos sus pies y se
iba, cada vez más, para abajo.
Filósofos, politólogos y científicos discutían, en la
televisión, si José era el exponente del derrumbe del
capitalismo mundial o sólo un pobre desgraciado que había
descubierto que el magma interno del planeta tiende a atraer
los objetos de la superficie.
Finalmente, José fue sólo una cabeza sobresaliendo del
pavimento despidiéndose de todos con amor, y, de golpe,
desapareció dejando un hoyo que rápidamente empleados de
mantenimiento de una empresa telefónica cubrieron para que
no los culparan a ellos de lo sucedido por los trabajos que
hacían en la cuadra.
Cuando
Gloria llegó, todo había pasado ya. Un yogui que meditaba
desde una ventana le gritó que no se preocupara, que José no
se iba a reencarnar, sino que volvería algún día convertido
en un vegetal. Gloria se prometió no volver a pensar nunca
más que su (ahora ex) marido era un arbusto. |
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NOTA del EDITOR
Cuento N.º 9 tomado de su serie
Microcuentos insólitos (para entretenimiento y reflexión de los lectores). |
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Luis Buero.
Psicólogo social,
guionista, escritor
y periodista.
Docente en TEA
Imagen, Universidad
de Morón y
Universidad de
Belgrano. Ha
impartido cursos y
seminarios en ISER y
APTRA.
Es autor de
diferentes obras
para televisión (“Un
Milagro de Cristo en
la Quebrada”,
documental, CANAL 2,
San Luis, 1994) y
radio (“El Tiempo
que Viene”,
periodismo, FM
Comunidad, 1996).
Es, asimismo, autor
de los libros
“Príncipes y Medias
Lunas” (1971),
“Cuentodisea”
(1975), “El Ultimo
Otoño” (1982), “Los
celos en los
vínculos cotidianos”
(2000), ensayo sobre
el comportamiento,
“Microcuentos
insólitos” (2019) y
El hombre que quiso
desnacer (2020).
En 1999 inicia su
trilogía, titulada
“Historia de la
Televisión Argentina
Contada por sus
Protagonistas”, que
corresponde a la
etapa 1951-1996,
obra que fue
publicada por
Editorial Académica
Española, por la que
fue galardonado con
la Faja de Honor de
la S.A.D.E. (1983) y
que recibió la
Mención Especial en
la ceremonia de
entrega del Premio
Martín Fierro 99 de
APTRA (Asociación de
periodistas de la
Televisión y
Radiofonía
Argentinas). La obra
se continúa con
“Historia de la
Televisión Argentina
Contada por sus
Protagonistas,
1997-2008” (2013),
segunda parte de la
anterior, que, a su
vez, fue continuada
con “Historia de la
Televisión Argentina
Contada por sus
Protagonistas.
2009-2018” (2020),
también publicada
por la misma
editorial y que
constituye la
tercera parte de la
saga.
Ha colaborado y
colabora en
periódicos de tirada
diaria y en diversas
revistas de
periodicidad semanal
o mensual, como “La
Nación”, “Clarín
(Buenos Aires), “La
Voz del Interior”
(Córdoba), “La
Prensa”, “Tiempo
Argentino”, “La
Razón”, “Época”
(Corrientes),
“Norte” (Chaco), “La
Mañana Regional” (Daireaux)-La
Huella (San Martín),
“El Diario de la
Mañana” (Escobar),
“El Fundador” ( V.
Gesell), “Publimetro”,
“El Sureño” (Tierra
del Fuego),
“Cosmopolitan” y
“Cambio 16”
(España), entre
otros. |
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 1. Página 1. Año XXIII. II Época. Número 120.
JuLio 2024. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2024
Luis Buero.
© La que hemos utilizado para el
diseño del título del texto se
corresponde con un fotograma del
capítulo titulado "El asfalto",
emitido en 1966 por RTVE, de la
serie televisiva "Historia para no
dormir", magistralmente dirigida por
Narciso Ibáñez Serrador.. Por
consiguiente, cualquier derecho
que pudiese concurrir sobre ella
pertenece a su(s) creador(es).
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