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SI NOS HICIÉSEMOS eco de las teorías de
Friedeman,
casi nos olvidaríamos de la Ilustración para centrarnos más
concienzudamente en los años 60 y 70 del pasado siglo XX.
Rousseau
sería un visigodo más, mientras que Martin Luther King y
Ghandi se convertirían en libros de texto de una asignatura,
quizás, llamada “Historia Moderna”.
¿Sabes lo que dice? Que qué diantre pinta la Revolución
Industrial en el Mundo Moderno, que más revolución y mucho
más interesante por su naturalidad y sigilo, la de la
prehistoria, cuando se acuña el concepto de “cultivo” y
¿quién se encargaba, entonces, de la actividad recolectora?
Di, ¿quién? Dice, que no es suya la idea, que lo dijo
Antonio Gala en algún programa reciente de televisión, que
la auténtica revolución, la primera, la madre de todas las
posteriores revoluciones fue llevada a cabo por mujeres.
Friedeman
dice que los hombres, desde entonces, no le perdonaron a la
mujer que los quitase de cazar y que, si no me lo creía, que
se le preguntase a Ernesto H., el amigo de Ordóñez o,
incluso, al GG,
Günter Grass, que le atribuyó a la mujer un tercer pecho en
la Prehistoria. ¡Vaya chaladura, como si no bastase con
dos!...
La implantación de la agricultura y del ganado obligó a los
hombres, por de pronto, a varias cosas a la vez, y ya
sabemos lo que pasa cuando un hombre tiene que hacer dos
cosas al mismo tiempo: termina usando parejas de calcetines
solteros.
Por una lado,
se vieron obligados a llevar una vida sedentaria, carente de
viriles aventuras, y, por eso, tuvieron que inventar la
guerra, para fugar su natural e irracional instinto de ira y
agresividad, no presente en sus congéneres femeninos por
diversas razones de tipo contemplativas.
Tampoco podían los hombres perderse en la intemporalidad de
la persecución, del juego en equipo, del peligro que
representaba la caza... Ahora, tenían que contar los días y
controlar las medidas del trigo, cuestión práctica, pero tan
aburrida para ellos, tan acostumbrados a la acción.
Yo estoy de acuerdo con
Friedeman
y le doy la razón, pero siempre tengo algo que matizar; él
se sorprende y casi no me comprende, pero lo intenta y eso a
mí me gusta… ¡Es tan gratificante el que te tomen en
serio!... |
¿Cómo nos vamos a olvidar de la Ilustración? De acuerdo, no
fue el primero ni el único, pero ha permanecido por los
siglos de los siglos hasta hoy, como el ejemplo modelo y
paradigmático por excelencia de revolución política.
Quizás, el quid esté en tornar las palabras para que
nos fijemos en otros aspectos, aparentemente no tan
espectaculares y jugosos como, por ejemplo, lo fue el
sufragio universal. Es normal que no interese, nosotros
estamos hastiados de sufragio universal.
Menos mal que ahora van a incluir en España los debates
políticos en televisión, espero que la lucha de los leones
en la arena anime un poco al desganado público, pero ¿qué
sabe el público? ¿Se ha dado cuenta el público que hace ya
algún tiempo el PP ha cambiado de colores tornándolos más
suaves, más pastel, concretamente, amarillo apagado y
celeste? No recuerdo, como le ocurre a Winston Smith en
1984, los colores anteriores, sólo sé que han cambiado. El
pobre Winston termina dudando de sí mismo y del cambio, yo
no.
El PSOE no cambiará de colores, de momento, ellos son más
obvios: han cambiado de símbolo sustituyendo la rosa roja
por una Z roja mucho más grande, contundente y agresiva que
la rosa. Unos, en plan corderos, otros, enseñando los
dientes. lo que no sé aún muy bien es a quién va dirigido el
gesto, si al público o a ellos mismos.
Yo, para empezar, al cambiar de objetivo, cambiaría de
nombre y lo llamaría, provisionalmente, “Iluminación”: La
Época de la Iluminación.
A Friedeman, eso de que nosotras mismas establezcamos
nuestras propias prioridades y nomenclaturas, y hasta
nuestro propio idioma, le hace muchísima gracia y se
divierte oyéndome; dice que le enriquece, porque, además,
como estamos constantemente cambiando de parecer, que para
algo somos mujeres, criaturas caracterizadas por su
volatilidad, no deja de ser nunca una sorpresa. Algunas
personas lo confunden con frivolidad, pero eso sólo
demuestra la falta de profundidad de miras, ¿no? |
Volvamos a la Iluminación y su razón de ser. Se trata de una
época en la que vieron la luz un cúmulo de ideas por
entonces aún totalmente desconocidas y a las que hoy estamos
más que habituados, y aquí, el ejemplo que pondría sería el
“nacionalismo”.
El nacionalismo es una patraña conservadora, tan caduca y
antigua como el oficio de dictador de dictados, pero es, en
comparación con el sufragio universal, una idea mala y
peligrosa para la paz mundial, y es que, el nacionalismo no
se percibía en el siglo XVIII como lo entendemos hoy;
entonces, servía para aglutinar y no para separar.
A partir de ese nacionalismo aglutinante y a la par de él,
se iba desarrollando la idea de un nacionalismo separatista
basado en la diversidad cultural y las variaciones
lingüísticas, que es el único que existe en la actualidad,
el que yo digo que es malo malísimo.
Es tan malísimo porque incluimos en él, Dawn y yo, a casi
todas las religiones, por no decir todas, y no decimos todas
porque no nos las conocemos todas, y como no tenemos ganas
ni interés de meternos en el absurdo y obscuro mundo de la
teología, que, para eso, dice Dawn y yo lo confirmo, hay
muchos humanos mucho más fascinantes y dignos de ser objeto
de nuestro estudio. |
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El
nacionalismo no se percibía en el
siglo XVIII como lo entendemos hoy;
entonces, servía para aglutinar y no para separar.
(©
Imagen: blog.desmotivaciones.es) |
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No estaría mal retomar la historia estudiándola desde otra
perspectiva. Se conocía el Imperialismo y el Absolutismo,
pero el Nacionalismo surgió a raíz del descubrimiento de la
guillotina y la pólvora, y ¿quién inventó tan escabrosos
inventos? Di, ¿quién?
Somos americanos (1776) y esas cosas de ahí son negros e
indios; somos franceses (1789) y el más pequeño de nosotros
se llamaba Napoleón; somos alemanes y formamos un
Volk
(1871); somos vascos y tenemos un país llamado Euskal Herria
y, además, nuestra lengua es la más antigua de las que se
hablan en cualquier parte del mundo. Sí, todo eso es verdad,
¿y qué?, mi madre también tiene una lavadora, lo que no
tiene es un Volkswagen. |
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Ninoschka Prado
Ouviña
(Hannover, Alemania,
1970). Hija de
emigrantes
españoles, nació en
Alemania y retornó a
España en 1981.
Diplomada en Maestro
en Lengua Extranjera
(sección Inglés) por
la Universidad de
Málaga, en cuya
Facultad de Ciencias
de la Educación
cursó los estudios
de Magisterio. Ha
cursado asimismo
estudios de
Traducción e
Interpretación en la
Universidad de
Granada.
Lingüista vocacional
y amante de la
Humanidad, se ha
interesado desde
temprana edad por la
Literatura y el Arte
en general. Ágil,
sutil y aguda las
más veces, incisiva
y mordaz en
ocasiones, cultiva
con natural
desenvoltura tanto
la prosa como el
verso. Queda, pues,
justificado que
nuestra revista se
honre en tenerla
como colaboradora.
Una puntualización
personal:
como profesor de
Lengua
que fui durante un
largo periodo de
tiempo,
y como encargado de
la publicación de
estos textos,
responsabilidad que
todavía asumo con
devota entrega,
he de reconocer,
y de ello quiero
dejar aquí especial
constancia, que
Ninoschka fue la
alumna que más me ha
motivado a emprender
cada día mis clases
con afán de
superación y a
continuar
ahora
con renovada ilusión
mi tarea de editor
de cada número que
cada trimestre ve la
luz. |
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 1. Página
3. Año XXIII. II Época. Número 120.
Julio-Septiembre 2024. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2024
Ninoschka Prado Ouviña.
© Las imágenes se usan
exclusivamente como ilustraciones
del texto y han sido tomadas de las
webs que se indican en el pie
correspondiente. Cualquier derecho
que pudiese concurrir sobre ellas
pertenece a su(s) creador(es).
Diseño y maquetación: EdiBez. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2024 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte.
Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga
& Ediciones Digitales Bezmiliana.
Calle Castillón, 3. 29.730. Rincón de la Victoria (Málaga). | |
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