osé
María Escrivá de Balaguer, el
“Santo
Enamorado de Dios”,
../
como
le definen sus seguidores, nació el 9
de enero de 1902 en Barbastro, Huesca,
en el seno de una familia cristiana. Sus
padres le llevaron a la pila bautismal
el día 13 del mismo mes y año, y le
trasmitieron los fundamentos de la fe y
las virtudes cristianas: el amor a los
sacramentos de la Confesión y la
Comunión, el recurso confiado a la
oración, la devoción a la Virgen
Santísima y la ayuda a los más
necesitados.
José
María crece en un hogar alegre y, desde
muy pronto, se manifiesta como un niño
despierto, inteligente y sencillo. Segundo de seis hermanos,
conoce
muy tempranamente la experiencia del
dolor con la muerte de tres hermanas
entre 1910 y 1913 y la ruina económica
de la familia en 1914, lo que le hace
madurar y templar su carácter. Cursa
sus primeros estudios en el colegio de
los Escolapios de Barbastro y acaba el
bachillerato en el Instituto Nacional de
Logroño, adonde se había trasladado su
familia en 1915, al encontrar su padre
un empleo que le permitiría sostener a
los suyos.
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José
María (a la izquierda), junto a
sus hermanos Carmen
(1899-1957) y Santiago
(1919-1994).
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Huellas
en la nieve
En
1917 tiene lugar un acontecimiento que
influirá decisivamente en el futuro del
joven Escrivá de Balaguer. Durante esas
Navidades había caído una intensa nevada sobre
Logroño. Un día, mientras José María
caminaba por la ciudad, ve algo
en el suelo que atrae enormemente la
atención: las huellas heladas de unos
pies sobre la nieve, las pisadas de un
religioso carmelita que caminaba
descalzo por amor a Dios. Entonces, al
ver los sacrificios que otros hacían
por amor a Dios, entiende que Dios le
llamaba a su servicio, y, de este modo,
fiel a este presentimiento, José María
decide hacerse sacerdote para así
cumplir la voluntad divina.
En
1918 entra en el seminario diocesano de
Logroño y, dos años después, en 1920,
se traslada al seminario de Zaragoza,
donde prosigue su formación religiosa
hasta 1922, y, el 28 de marzo de
1925, es ordenado sacerdote.
Escrivá
de Balaguer ejerce su primer ministerio
como sacerdote en la parroquia de
Perdiguera, pequeño pueblo de Zaragoza,
y luego en la capital de la provincia. Pero una inusitada sensación de estar
desaprovechando toda la capacidad de
trabajo de que se sentía capaz le hizo
que, al poco tiempo, en 1927, solicitara
ser trasladado a Madrid para iniciar la
preparación de su doctorado en Derecho. Allí se hace
cargo de la Capellanía del Patronato de
Enfermos, a la vez que atiende a los
pobres, desvalidos y enfermos de algunos barrios
extremos de la capital de España.
Fundación
del Opus Dei
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Fotografía
de sus tiempos de seminarista en
Logroño. |
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Durante
su cotidiana labor en el Patronato, este
inquieto capellán se percata del gran
valor del trabajo como instrumento para
la reafirmación de la fe, y así, el 2
de octubre de 1928, durante los periodos
de reflexión que le propician unos
ejercicios espirituales, concibe la idea
(por
“inspiración
divina”,
según
sus biógrafos) de instituir una
fundación ―revolucionaria en la
historia de la Iglesia― que
tuviese por principio abrir a todos
fieles
“un
nuevo camino de santificación en medio
del mundo, a través del ejercicio del
trabajo profesional ordinario y en el
cumplimiento de los propios deberes
personales, familiares y sociales,
siendo así fermento de intensa vida
cristiana en todos los ambientes”,
sin que ello implicara en modo alguno el
aislamiento del mundo en rigurosa
reclusión monástica ni el voto de
castidad perpetua. El Opus Dei había
nacido. No sabe este clérigo aragonés
la trascendencia que llegaría a
alcanzar en todos los ámbitos una
decisión como la que había tomado.
Desde
entonces, comienza a trabajar en la
Fundación, al tiempo que sigue
ejerciendo el ministerio sacerdotal.
Además, estudia en la Universidad de
Madrid y da clases para mantener a su
familia.
Las
mujeres en el Opus Dei
Pero
José María llega más lejos en su
propósito fundacional. Consciente del
papel de la mujer en una sociedad
moderna, a partir del 14 de febrero de
1930 comienza a implicar también en su
apostolado a las mujeres, propuesta que
se consolidará el 14 de febrero de 1943
con la fundación de la Sociedad
Sacerdotal de la Santa Cruz,
inseparablemente unida al Opus Dei,
entre cuyas atribuciones está también
la ordenación de sacerdotes.
Para
entonces, ya había aparecido la primera
edición de su libro capital, Camino,
que se editó en 1934 con el título de Consideraciones
espirituales, obra central y
síntesis del pensamiento de Escrivá de
Balaguer, que tuvo gran aceptación,
como lo evidencia el haberse vendido
más de cuatro millones de ejemplares y
haber sido traducida a 38 idiomas.
El
obstáculo de la Guerra Civil
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Primer Centro de
mujeres del Opus Dei, donde José María
fundó la Sociedad Sacerdotal de la
Santa Cruz el 14 de febrero de 1943. |
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Pero
la Guerra Civil que estalla en España
supone un serio contratiempo para la
difusión del Opus Dei. La política
anticlerical que había adoptado la II
República desde su primer Gobierno
(abril de 1931), degenera luego en una
terrible y cruenta persecución
religiosa al producirse la insurrección
militar liderada por el general
Francisco Franco el 17 de julio de 1936,
arrojando un saldo de centenares de
sacerdotes asesinados y el saqueo e
incendio de miles de iglesias,
conventos, colegios y edificios de
instituciones religiosas.
Temiendo
por su vida, Escrivá de Balaguer se ve
obligado a huir de Madrid y de la zona
republicana, fugándose a Francia en una
penosa marcha a pie a través de los
Pirineos. Pero el fundador de la Obra no
se arredra ante los desastres de la
guerra, y así, aun a riesgo de su vida,
regresa a España antes de que
concluyese aquel lamentable enfrentamiento entre españoles.
Provisionalmente, se establece en
Burgos, capital de la zona que estaba
bajo control del ejército acaudillado
por el general insurrecto, donde
permanece hasta la conclusión de la
contienda.
Los
problemas de la posguerra
A
partir de 1940, el Opus Dei comienza a
extenderse por toda España. Fueron
años de gran actividad para la Obra,
pero también de sufrimientos para el
fundador, ya que, desde muchos sectores
de la sociedad, e incluso de la misma
Iglesia, su persona comienza a ser
criticada y el sentido de su fundación,
incomprendido. A pesar de esta
oposición, el fundador, al decir de sus
biógrafos, supo sobrellevar siempre
estos problemas con buen humor.
Ese
mismo año, junto con sus hermanos
Santiago y Carmen, solicita incluir «de
Balaguer» tras el primer apellido, para
identificar la procedencia de su rama
familiar. Esta decisión ―inocua
en principio― fue uno de los
objetivos de las críticas de que el
cura de Barbastro fue objeto.
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Escrivá
de Balaguer, en una de sus
múltiples reuniones con los
jóvenes. |
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Expansión
mundial de la Obra
Escrivá
de Balaguer entiende que donde mejor
puede servir a su Fundación es en Roma.
Y así, en 1946, se traslada a vivir a
la Ciudad Eterna. Obtiene el doctorado
en Teología por la Universidad
Lateranense y es nombrado consultor de
dos Congregaciones vaticanas, miembro
honorario de la Pontificia Academia de
Teología y prelado de honor de Su
Santidad.
Entre
1946 y 1950, la Obra recibe las
aprobaciones pontificias, que le
permitirán trabajar al servicio de la
Iglesia Universal. Durante estos años,
la vida de José María ha tomado un
ritmo vertiginoso. En la década de los
cincuenta, promueve la puesta en marcha
de iniciativas que ayuden a resolver
necesidades materiales y espirituales en
diferentes países, naciendo así
universidades, institutos, colegios,
centros de formación profesional,
hospitales, centros de acogida,
etcétera.
Son
años de innovaciones y clamores de
renovación en el seno de la Iglesia.
Los papas de los últimos tiempos
habían tomado conciencia del desfase
social en que vivía la Iglesia de
entonces; habían asumido, por fin, que
el espíritu evangélico vivía
constreñido en la lánguida rutina que
le impone el angosto y rutinario espacio
que va del latín y la sotana al
incienso y el canto gregoriano de los
templos e iglesias. La Iglesia vivía de
espaldas al mundo real y exigía a voces
una reforma desde su mismo seno: se
hacía necesaria una proyección
evangélica al exterior, a la sociedad;
era indispensable una nueva manera
de entender y vivir los Evangelios. Y el
11 de octubre de 1962, tras el fallido
intento ecumenista de mediados del siglo
XIX, el papa Juan
XXIII convocaba el II de los Concilios
Ecuménicos celebrados.
Desde
el inicio del Concilio Vaticano II hasta
su culminación en 1965, mantuvo
estrechos contactos con los padres
conciliares, sobre quienes el cura
aragonés hubo de influir de alguna
manera, pues dos de los principios
doctrinales que han singularizado las
novedosas y revolucionarias conclusiones
conciliares,
“la
llamada universal a la santidad”
y
“la
función de los laicos en la misión de
la Iglesia”,
son
de
evidente orientación opusdeiana, lo que
pone de manifiesto que las ideas de
Escrivá de Balaguer no
habían pasado inadvertidas entre las
altas jerarquías de la Iglesia, pues,
como subrayaría años más tarde su sucesor
al frente del Opus Dei, el también
fallecido Álvaro del Portillo, esos
puntos ya los predicaba Escrivá de
Balaguer desde 1928, y, por ello, no
dudó en considerarle un precursor del
Concilio que cambió a la Iglesia.
Desde
Roma comienza a
impulsar la Obra por todo el mundo, lo
que le lleva a viajar por decenas de
países de Europa, y, en 1970, a México,
para impulsar el establecimiento y
consolidación del Opus Dei en esos
lugares. Ese mismo objetivo le lleva a
realizar, en 1974 y en 1975, dos largos
viajes por América Central y América
del Sur, donde el Opus Dei
logra echar sólidas y fecundas raíces,
y donde, además, celebra reuniones de
catequesis con grupos numerosos de
personas.
Escrivá
de Balaguer no cesa de viajar por el
mundo dando a conocer y fortaleciendo
los principios de su Fundación, empresa
que lo tiene ocupado hasta pocos meses antes de su muerte,
que le acaece en Roma, el 26 de junio
de 1975.
A
su muerte, el Opus Dei
contaba ya con 60.000 miembros,
repartidos por los cinco continentes.
Hoy son casi 85.000. En 1982, Juan Pablo
II concedió a la Obra el rango de
Prelatura. Un año antes, en 1981, ante
la fervorosa solicitud de más de seis
mil fieles de todo el mundo, el Papa
declara abierta la Causa de
canonización. Fue beatificado el 17 de
mayo de 1992 en la plaza de San Pedro
del Vaticano ante más de 200.000
personas.
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Una
instantánea del fundador del
Opus Dei. |
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Obras
de Escrivá de Balaguer
Además
de Camino, Escrivá de Balaguer
publicó también Santo Rosario
(1934), La Abadesa de las Huelgas
(1944), Conversaciones con Monseñor
Escrivá de Balaguer (1968) y Es
Cristo que pasa (1973). Como obras
póstumas, se han editado Amigos de
Dios (1977), Via Crucis
(1981), Surco (1986), Amar a
la Iglesia (1986) y Forja
(1987). Todas ellas se caracterizan por
su gran valor catequístico y doctrinal,
muy en la línea que se había marcado
cuando, en 1927, opta por abandonar su
humilde parroquia de Perdiguera.
Camino
hacia la Santidad
El
proceso de canonización de José María
Escrivá de Balaguer comenzó en 1981, a
los seis años de su muerte y uno
después del tiempo mínimo que exige el
Vaticano, y ha durado casi 21 años.
Desde
la muerte del fundador del Opus Dei en junio de 1975,
habían comenzado a llegar
a la Obra numerosos testimonios de personas de
todo el mundo: unas hablaban del amable
trato que tuvieron con el cura aragonés
fundador del Opus Dei y otras narraban
favores conseguidos gracias a la
intercesión del futuro santo.
La
Postulación informó de que se habían
recibido más de 6.000 cartas
procedentes de 100 países, pidiendo el
inicio de la Causa. De esas personas, 69
eran cardenales, 241 arzobispos, 987
obispos y 41 superiores de órdenes
religiosas. Ante ello, la Postulación
de la Causa, en conformidad con las
normas de la Congregación para la Causa
de los Santos, solicitó la apertura del
proceso, al que da comienzo en 1981,
tras el visto bueno del Vaticano.
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Última
fotografía de José María. Está
tomada el 26 de junio de 1975 en el
Colegio Romano de Santa María, una hora
y media antes de su fallecimiento. |
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Riguroso
proceso
Para
el estudio de los méritos de Escrivá
de Balaguer a su canonización, la
Postulación constituyó dos tribunales,
uno en Roma y otro en Madrid, y, entre
los dos procesos, se celebraron un total
de 982 sesiones y prestaron declaración
92 testigos, todos ellos, personas que
habían tratado personalmente a Escrivá
de Balaguer durante muchos años y que,
por consiguiente, lo conocían
directamente. Las declaraciones de ese
casi centenar de testigos constituyen un
sumario de 22 volúmenes, con un total
de casi 11.000 páginas. Entre esos
testigos, declararon cuatro cardenales,
cuatro arzobispos, siete obispos,
veintiocho sacerdotes y cinco
religiosos; también prestaron
declaración por escrito un centenar de
personas seglares.
No
fue fácil el camino de José María
hacia la santidad. Quizás porque la
mayor parte de las declaraciones
favorables provenía de personas que
estaban vinculadas más o menos
estrechamente
a la Obra o que habían sido favorecidas
por ella, lo cierto es que, desde el
primer momento del inicio del proceso,
se levantaron en contra no pocas
críticas; primero, por voces
procedentes del interior de la Iglesia,
y luego, de ambientes más laicales,
alegando su falta de rigor religioso por
tendencioso y condicionado. Este estado
de cosas motivó que el Postulador de la
Causa, el sacerdote italiano Flavio
Capucci, realizase más indagaciones de
las que son habituales en casos
similares, hasta el punto de que llegó
a decir que la vida de Escrivá de
Balaguer
“fue
pasada por el microscopio”
y que
“fue
un proceso ejemplar, con total rigor”,
poniendo de manifiesto que tales
acusaciones carecían de todo
fundamento.
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Instantáneas
del momento de la Canonización
de José María Escrivá de
Balaguer, fundador del Opus Dei.
En ambas aparece la gran imagen
que se veía colgada en la
fachada de la basílica de San
Pedro. |
La Beatificación:
la curación de
sor Concepción de Boullón
Como
resultas de las pesquisas llevadas a
cabo por ambos tribunales, el 19 de
septiembre de 1989 fueron aprobadas las
llamadas “virtudes heroicas” de
Escrivá de Balaguer, primer paso hacia
el reconocimiento de su santidad. Pero
la Postulación de la Causa era más
exigente aún:
“hacía
falta un milagro”.
Veinte
fueron los casos portentosos que se
atestiguaron ante la Postulación de la
Causa; sin embargo, el milagro que tuvo
lugar por su intercesión y que lo
llevaría a la beatificación se produjo
en la persona de sor Concepción de
Boullón, una monja carmelita de
la Caridad, que sufría de un cáncer en
fase terminal y que se curó de manera
repentina una noche de junio de 1976.
Sor
Concepción de Boullón padecía unas
formaciones tumorales muy dolorosas en
el hombro izquierdo, el pie izquierdo y
en la mano derecha, alguna del tamaño
de una naranja. En pocos meses, sufrió
una disminución de peso, pasando de 82
a 42 kilos. Tras una noche agitada,
cuando los médicos la había desahuciado
ya, sor Concepción se levanta
totalmente curada: los tumores había
desaparecido sin dejar rastro alguno. Lo
sorprendente del caso es que sor Concepción no rezó nunca por su curación,
ni tampoco se inclinó a hacerlo la
Comunidad, porque era tal el temple de
la enferma y tal su conformidad con la
voluntad de Dios, que edificaba con su
comportamiento. Fueron las hermanas de
sor Concepción quienes rezaron por ella, a través de la intercesión de
monseñor Escrivá de Balaguer, desde los últimos meses de 1975.
Es interesante tener este detalle en
cuenta porque así queda excluida toda posible influencia
del subconsciente en la curación de la
enferma.
Tras numerosas investigaciones, la
denominada Consulta Médica determinó,
en 1990, que la curación de la monja no
era explicable para la ciencia médica.
El 6 de julio de 1991, Juan Pablo II
promulgó el decreto que reconocía el
milagro y que daba luz verde a la
beatificación.
Y,
por fin, el 17 de mayo de 1992, el papa
Juan Pablo II proclama Beato a José
María Escrivá de Balaguer en una
ceremonia celebrada en la plaza de San
Pedro del Vaticano, a la que asistieron
más de 200.000 personas procedentes de
todos los continentes.
El
milagro del médico de Almendralejo
Un
año después, en 1993, la Postulación
tiene noticias de la curación milagrosa
de un médico cirujano español, Manuel
Nevado Rey, de 70 años, que vive en
Almendralejo, pueblo de Badajoz. Este
médico extremeño alegó que había
pedido a Dios su curación mediante la
intercesión del beato.
Está
constatado que Manuel Nevado Rey
padecía de radiodermitis crónica, un
cáncer incurable, que le había
obligado a abandonar su trabajo y contra
el que había tomado la firme decisión
de no luchar con medicamentos, visto que
estaba en su fase terminal. A finales de
1992, pocos meses después de la
beatificación, un amigo suyo le
sugirió que encomendara su curación a
José María Escrivá de Balaguer y le
dio una estampa del beato. El médico no
era devoto del ahora santo ni tenía
contactos con la Obra, y metió la
estampa en su cartera sin mayor
interés. Días más tarde, durante un
viaje que realizaba con su esposa a
Viena, notó cómo en Austria era mucha
la devoción al beato. Convencido
entonces de que un milagro sería
posible, comenzó a rezar y pedir su
intercesión. A los pocos días curó.
El 20 de diciembre del pasado 2001, el
Papa firmó el decreto por el que se
reconocía ese milagro y, a principios
de ese año, se fijó la fecha de la
santificación.
Además
del descrito, Flavio Capucci puso de
manifiesto que, desde 1992, año de la
beatificación, fueron presentados 24
milagros más debidos a la intercesión
del beato, y que si la Postulación de
la Causa eligió este caso como milagro
ejemplar, se debía a que era el más
significativo: la ciencia actual no
conoce tumores de ese tipo que hayan
remitido.
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Dos
perspectivas del grandioso
aspecto de asistentes que
presentaba la plaza de San Pedro
el día de la Canonización
de José María Escrivá de
Balaguer. |
El
Papa proclama Santo al fundador del Opus
Dei
Por fin, una soleada mañana de otoño,
el domingo 6 de octubre de 2002, más de
300.000 personas abarrotaban la plaza de
San Pedro del Vaticano y sus calles
adyacentes para asistir a la
canonización del español fundador del
Opus Dei, José María Escrivá de
Balaguer, ceremonia que fue oficiada por
Juan Pablo II en presencia de 16
delegaciones oficiales, encabezadas por
España e Italia.
Fieles
y seguidores del nuevo santo,
procedentes de 84 países, desbordaron
los límites habituales de las
ceremonias en la explanada vaticana y
llenaron la Via della Conciliazione
hasta llegar, en línea recta, a las
márgenes del río Tíber. Cerca de dos
kilómetros separaban al último grupo
de peregrinos del altar levantado bajo
la fachada de San Pedro, donde el Papa
ofició el acto litúrgico, flanqueado
por medio centenar de cardenales,
obispos y representantes de las
delegaciones oficiales.
En
la tribuna instalada a la derecha del
Pontífice se situaron los prelados
llegados de todo el mundo ―entre
ellos medio centenar pertenecientes a la
Conferencia Episcopal Española― y
los miembros de la Curia, y en la de la
izquierda, tomaron asiento las 16
delegaciones oficiales, de las que dos,
España e Italia, tuvieron rango de
misión especial, al ser los países
donde el Santo había nacido y donde
había pasado la mayor parte de su vida.
Unos 85.000 españoles acudieron a la cita.
La
canonización de José María Escrivá
de Balaguer
Con
la canonización de José María
Escrivá de Balaguer se daba
cumplimiento a lo aprobado por el
consistorio de cardenales, presididos
por el Papa Juan Pablo II, en reunión
celebrada al efecto en la Sala
Clementina del Vaticano el anterior 2 de
febrero.
Cabe
decir, por último, que ese mismo 2 de
febrero, el Consistorio había aprobado
también la canonización del beato
español Alonso de Orozco y la de tres
latinoamericanos: el indio mexicano Juan
Diego, proclamación que se celebró el
30 de julio en México, a la que
asistió personalmente Papa; el beato
guatemalteco Pedro de Betancur,
celebrada en Guatemala el 31 de julio,
en presencia también de Juan Pablo II,
y la monja brasileña Paulina del
Corazón Agonizante de Jesús, que,
curiosamente, será la primera Santa del
país con mayor número de católicos
del mundo. El Consistorio decidió
también la fecha en la que serían
proclamados Santos el capuchino italiano
Pío da Pietrelcina ―el famoso
fraile de los estigmas y la bilocación,
venerado por millones de personas―,
que se celebró el 16 de junio pasado, y
los beatos italianos Ignazio da Santhia,
Umile da Bisignano y Benedetta Cambiagio
Frassinello, que fueron igualmente
canonizados en la plaza del Vaticano el
19 de mayo, junto a Orozco y la monja
brasileña.