on Juan Manuel
es un personaje
que pertenece a
la cultura
española por
partida doble:
su figura
interesa, como
veremos, tanto a
la historia de
España como a
las letras en
lengua
castellana. En
efecto; por una
parte,
pertenecía a la
más alta nobleza
de Castilla y su
influencia en
los
acontecimientos
de la época fue,
desde luego,
indiscutible, y,
por otra, la
crítica le
considera el
prosista más
importante de
las letras del
siglo XIV.
Don Juan
Manuel, nieto y
sobrino de reyes
Perteneciente a
una familia de
alto linaje, del
que se jactó en
no pocas
ocasiones, don
Juan Manuel era
el hijo menor
del infante don
Manuel y de su
segunda esposa
Beatriz de
Saboya; por
tanto, nieto de
Fernando III el
Santo y sobrino
de Alfonso X el
Sabio, y, según
él mismo nos
cuenta en el
Libro de las
armas, había
nacido en
Escalona
(Toledo) el día
5 de mayo de
1282.
Típico señor
feudal
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Alfonso XI el Justiciero, rey de Castilla y de León. |
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Huérfano desde
muy temprana
edad, don Juan
Manuel recibió,
como le
correspondía por
estirpe y la
tradición
cultural de su
familia, una
cuidada
educación en la
que se intentaba
conjugar lo
físico con lo
intelectual.
De su padre
había heredado
el cargo de
Adelantado Mayor
del reino de
Murcia y muchos
señoríos en
tierras de
Castilla y
Valencia, todo
lo cual puso en
sus manos gran
poder político y
social: él mismo
decía que podía
atravesar el
reino de
Castilla, desde
Navarra a
Granada,
pernoctando cada
noche en una
villa o castillo
de su propiedad.
La vida de don
Juan Manuel
discurrió a lo
largo de cuatro
reinados y fue
una constante
lucha. Típico
señor feudal,
participó en los
principales
acontecimientos
de una época
caracterizada
por una
constante
inestabilidad
política que
derivó en
frecuentes
guerras civiles,
en las que no
vaciló en
enfrentarse a
sus reyes ni en
aliarse con el
más fuerte según
su conveniencia
personal; luchó
contra los
moros, pero
cuando era de su
interés, también
se alió con
ellos en contra
de los
cristianos,
intentando, por
todos los medios
a su alcance,
acrecentar su
influencia,
poder y riqueza.
Don Juan Manuel,
la política y
sus guerras
Desde muy
temprano, don
Juan Manuel
intervino en las
luchas
dinásticas entre
Castilla y
Aragón que
planteó el
incumplimiento
del testamento
de Alfonso X el
Sabio tras la
prematura muerte
de don Alfonso
de la Cerda,
designado
heredero al
trono de
Castilla por el
Rey Sabio, en
las que defendió
la causa de don
Sancho, segundo
hijo del rey y
pretendiente a
la corona contra
los designios de
su padre.
Particularmente
intensa fue su
influencia
durante el
reinado de
Alfonso XI el
Justiciero, en
cuya minoría de
edad ocupó, con
el infante don
Pedro, la
corregencia de
Castilla (1319),
cargo que le
permitió
intervenir muy
activamente en
aquel ambiente de
maquinaciones que caracterizó a la
política
castellana de la época. Hubo de
abandonar el cargo en
1325 con motivo
de la mayoría de
edad del
monarca, quien
no cuenta con él
como colaborador
en las tareas
del reino a
causa de la
exagerada
crueldad con que
había procedido
contra sus
enemigos durante
la corregencia.
En 1327 formó a
la cabeza, junto
con don Felipe,
don Juan el
Tuerto y don
Tello de Molina,
de las banderías
contra este
monarca, quien,
en 1329, se ve
obligado a
pactar con él la
reconciliación a
cambio de
reconocerle
todos los
privilegios que
don Juan Manuel
le exigía. Pero en
1335, la negativa del Infante a prestarle
su apoyo en el
cerco de
Gibraltar fue
sobrado motivo para que la
enemistad se
interpusiese de
nuevo entre
ambos, hasta que
en 1337, tras
muchas
vicisitudes,
quedaron
definitivamente
reconciliados.
Sin embargo,
como cristiano
comprometido con
la Reconquista,
tomó parte en la
“política del
Estrecho”. Así,
cuando se avino
de nuevo con
Alfonso XI, don
Juan Manuel
marchó a su lado
en socorro de
Tarifa, sitiada
por los
musulmanes,
apoyados en esta
ocasión por los
benimerines, que
fueron
derrotados en la
batalla del río
Salado (1340),
quedando
liberada la
plaza del
asedio; poco
después, en
1343, participó
también en una
nueva victoria
sobre esta
alianza en la
batalla del río
Palmones, que
propició la toma
de Algeciras
(1344).
Gran amante
de las letras
Don Juan Manuel
fue también un
gran amante del
saber y uno de
los hombres más
cultos de su
época.
Lamentablemente,
en su ajetreada
vida, pocas
veces consiguió
el sosiego y el
tiempo
necesarios para
la creación
literaria. Sin
embargo, aunque
su actividad en
el campo de las
letras ocupó
fundamentalmente
los años finales
de su vida, hay
que reconocerle
a este
controvertido
personaje que
amó la
literatura y que
le consagró una
gran atención.
Don Juan Manuel
tuvo exacta
conciencia de la
magnitud e
importancia de
su esfuerzo, de
ahí su celo por
evitar que los
textos por él
escritos
pudieran sufrir
alguna
alteración a
manos de
copistas o por
el paso del
tiempo, a cuyo
fin depositó sus
originales en el
monasterio de
Peñafiel, para
que, en caso de
duda, pudieran
ser consultados.
Escritor original
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Castillo de Garcimuñoz (Cuenca).
(Imagen cedida por Pedro de Ejea) |
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Don Juan Manuel
admiró a su tío
el Rey Sabio,
cuya labor
literaria
elogiaba, y del
que fue digno
continuador del
empeño por crear
la prosa
literaria
castellana,
pero, a
diferencia de su
tío, lo hace de
modo enteramente
original. Los
rasgos que
diferencian a
ambos personajes
son tres:
a) Las obras
compuestas en la
corte alfonsí
eran, en gran
medida, fruto de
un trabajo
colectivo,
aunque fuesen
corregidas
directamente por
el monarca. Por
el contrario,
don Juan Manuel
escribe
personalmente
las suyas.
Poseen, por
tanto, mayor
unidad
lingüística y
estilística.
b) La mayor
parte de la
producción
literaria del
rey Alfonso
consiste en
traducciones de
obras latinas,
árabes, indias y
hebreas
anteriores. Don
Juan Manuel no
las traduce: se
inspira en
ellas,
elaborando lo
que lee y
expresándolo a
su modo. Y, muy
frecuentemente,
piensa por su
cuenta y aduce
sus propias
experiencias.
c) Si la corte
de Alfonso X
tradujo y
compuso
preferentemente
libros sobre
Astronomía,
Historia y
Derecho, don
Juan Manuel se
siente
especialmente
atraído por
problemas
morales, y
quiere formar
caracteres
recios. Es, ante
todo, un
educador.
De todos estos
rasgos, el
segundo es
fundamental. Las
obras de don
Juan Manuel son
los primeros
textos pensados
y elaborados por
una mente
castellana, sin
la guía de un
modelo que se
traduce o se
refunde.
Personalidad
de Don Juan
Manuel
Don Juan Manuel
es uno de estos
hombres
contradictorios
de sí mismos,
pues entre su
vida y sus obras
hay oposición
enorme. Parece
como si hubiese
tenido una doble
personalidad: la
que actuó en
sociedad y la
que escribió,
porque su modo
de pensar es tan
distinto de su
manera de obrar,
que realmente
son dos
inteligencias y
dos tendencias
distintas. Ya
hemos
considerado
cómo, desde muy
joven, se
muestra como
persona
orgullosa,
cortesano
intrigante,
político
turbulento y
hombre de guerra
fundamentalmente;
sin embargo, a
medida que
avanzan los
años, su actitud
moral va
acercándose a la
que preconiza en
sus obras.
Últimos años de Don Juan Manuel
Apartado ya de
la política
activa y
retirado en su
castillo de
Garcimuñoz, en
Cuenca, vive sus
últimos años
entregado al
repaso y cuidado
de su obra,
cuando le
sobreviene la
muerte el 13 de
junio de 1348.
Su cadáver fue
enterrado en el
monasterio de
los frailes
predicadores de
Peñafiel, a cuya
fundación él
mismo había
contribuido.
Por desgracia,
el códice con
sus manuscritos,
que tan
celosamente
había depositado
allí don Juan
Manuel, se ha
perdido ―como
también se
perdieron sus
restos― a causa
de un incendio
que sufrió el
monasterio, y
sólo a medianas
copias de otras
procedencias
debemos el que
hoy podamos
conocer los
escritos de este
insigne prosista
medieval; con
todo, algunas de
sus obras se han
perdido
definitivamente.
Obras de don
Juan Manuel
Don Juan Manuel
empezó su labor
literaria movido
de la admiración
que profesaba a
su tío Alfonso X
el Sabio. Quizá
por eso, aunque
don Juan Manuel
representa el
punto culminante
de la prosa
castellana del
siglo XIV, se
sintiese
motivado a
manifestarse
como poeta, y
así escribió el
Libro de los
cantares o
de las
cantigas,
colección de
poesías, y las
Reglas como
se debe trovar,
el tratado más
antiguo de
versificación,
ninguno de los
cuales ha
llegado hasta
nosotros.
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Batalla del Salado. Detalle de un cuadro del claustro mudéjar del Real Monasterio de la Puebla de Guadalupe (Cáceres). |
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Otra prueba de
su admiración
por el Rey Sabio
es su incursión
en la
historiografía
(y política) con
la Crónica
abreviada,
resumen de la
Primera Crónica
General de
Alfonso X, que
Don Juan Manuel
redacta hacia
1324, en la que
incluso trata de
imitar el estilo
breve y conciso
de su tío.
Sus otras obras,
con desigual
valor literario,
están escritas
en prosa, y casi
todas poseen un
carácter
didáctico o
moral. Así
ocurre con el
Libro del
caballero y del
escudero
(1326), en el
cual, el primero
aconseja al
segundo acerca
de la caballería
y lo instruye en
Teología,
Astronomía,
etc., el
Libro de los
estados,
(entre 1327 y
1332), que es
algo más que un
tratado de
educación de
príncipes, pues
en él, la
observación de
los diversos
“estados” de la
vida
—incluso
de la miseria y
la muerte—
desengaña de
toda ilusión
mundana y
propone una
actitud de
profundo
ascetismo
religioso, y el
Libro de los
castigos,
también conocido
con el título de
Libro
infinido,
escrito entre
1342 y 1344 para
adoctrinar a su
hijo y gran
ejemplo de la
literatura
didáctica
principesca, tan
importante en la
época.
Don Juan Manuel
es autor también
del Libro de
la caballería,
que no se
conserva, pero
que hubo de
redactarlo antes
de 1325, y del
que se tienen
noticias porque
aparece varias
veces citado en
el Libro de
los estados,
y del que ofrece
algunos
extractos de dos
de sus
capítulos; el
Libro de la caza
(después de
1337); el
Tratado de las
armas
(1342), de
carácter
autobiográfico,
escrito para
glorificación de
sí mismo y de su
familia mediante
la explicación
de sus armas y
atributos
heráldicos, y el
Tratado de la
Asunción de la
Virgen (poco
después de
1342), de
carácter
religioso, en el
que defiende la
asunción de la
Virgen en cuerpo
y alma al Cielo.
Pero la obra
capital de Don
Juan Manuel es
la titulada
Libro de los
ejemplos del
conde Lucanor y
de Patronio,
más conocida
como El Conde
Lucanor,
escrita entre
1325 y 1335, que
no sólo es la
mejor expresión
de sus
cualidades
narrativas, sino
también donde se
hace más
evidente la
intención de
didáctica moral
con que el autor
escribe sus
obras.