«¡A chufla
lo toma la
gente,
y a mí me da
pena
y me causa
un respeto
imponente!»
JOSÉ CARLOS
DE LUNA
unque son
varias las
regiones
españoles
cuya cuna se
arrogan, el
‘Piyayo’ es
un personaje
malagueño,
un artista
de esta
tierra
andaluza que
representa,
como muchos
otros, el
espíritu
artístico de
una época ya
pasada; un
artista que,
además, ha
entrado en
la historia
del flamenco
como creador
de un cante
que algunos
han llegado
a clasificar
(si bien no
muy
acertadamente)
como tango
de Málaga (o
del
‘Piyayo’).
La intención
que ha
motivado
rescribir
una corta
biografía de
este
malagueño
tiene como
objetivo las
nuevas
generaciones
de
malagueños.
Resulta
sorprendente
constatar
cómo la
juventud de
nuestra
tierra no
sabe nada o
casi nada de
la
idiosincrasia
malagueña.
Así,
mientras los
malagueños
de
generaciones
anteriores
saben
quién fue el
‘Piyayo’,
incluso
muchos de
ellos
conocen y recitan de
memoria el
poema que le
dedicó el
también
malagueño
José Carlos
de Luna,
pocos
jóvenes
saben darte
una noción
de este
cantaor; a
algunos les
suena, pero
la mayoría
no tiene de
él la menor
idea.
Si se
trata, pues,
de dar a
conocer
Málaga y su
cultura a
nuestra
juventud,
soy de la
opinión que
llevar a
cabo este
propósito a
través de
sus
personajes
es un buen
procedimiento,
y así, en
las líneas
que siguen,
trataré del
‘Piyayo’, un
gitano de
los círculos
flamencos de
Málaga que
pasó su vida
cantando.
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El barrio del Perchel era, sin duda, uno de los más típicos de la ciudad. |
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El ‘Piyayo’
y el Perchel
Al acercarse
al ‘Piyayo’,
el entorno
referente a
la época
histórica y
los aspectos
sociales y
culturales
juegan un
papel
importante.
No podemos
entender la
idiosincrasia
de un
personaje
como este
hombre, sin
antes
presentar el
entorno en
que le tocó
vivir.
La Málaga de
esos años
era muy
diferente a
lo que es
hoy día. El
barrio del
Perchel era,
sin duda,
uno de los
más típicos
de la
ciudad, y de
él salieron
personajes
que han
destacado en
distintos
ámbitos de
las artes,
la cultura y
la política,
sin olvidar
también
aquellos que
podían
formar un
tipo de
‘picaresca’,
a los
cuales, sin
duda, estaba
bastante
próximo la
figura del
‘Piyayo’.
Podemos
citar a
algunos
personajes
relevantes
que vivieron
en la misma
época del
‘Piyayo’: el
pintor José
Moreno
Carbonero;
el escultor
gitano Juan
Vargas, el
cual creó la
famosa
imagen del
Cristo de
‘los
Gitanos’;
los toreros
Matías Lara
y Paco
Madrid, y la
bailaora ‘la
Repompa’,
singular
artista
tristemente
desaparecida
antes de
tiempo.
En efecto;
parece claro
el carácter
artístico de
este barrio
malagueño
durante
aquellos
años
(1900-1940),
lo cual
viene dado
en parte por
las
carencias
sociales del
mismo, que
eran
suplidas por
ese sentido
vital de la
existencia
tan
particular
que tienen
quienes allí
habitan.
Famosas eran
las fiestas
de los
patios; en
concreto,
las que
ocurrían
durante las
fiestas de
las Cruces
de Mayo, en
la cuales,
haciendo uso
de unos
medios
materiales
muy
humildes, se
conseguía un
verdadero
ambiente de
celebración.
Un ejemplo
es la
creación de
bandas de
música
improvisadas
para tal
ocasión.
Ante la
imposibilidad
de pagar a
músicos, la
voluntariedad
y
disposición
de los
vecinos
sabían
arreglárselas
de tal
manera que
conseguían
lo que
necesitaban:
un tambor,
algún
saxofón y
quizás un
acordeón,
para formar
lo que
popularmente
se
denominaba
“yamba”
(término que
provenía de
‘jazz-band’).
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Famosas eran las fiestas de los patios; en concreto, las que ocurrían durante las fiestas de las Cruces de Mayo, en la cuales, hacien-do uso de unos medios ma-teriales muy humildes, se conseguía un verdadero am-biente de celebración. |
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Además de
las Cruces
de Mayo,
durante el
mes de julio
tenían lugar
las
denominadas
‘Veladillas’,
fiestas en
honor a la
Virgen
marinera
(‘Nuestra
Señora del
Carmen’) que
tanta
devoción
suscitaba en
los
percheleros
de aquella
época.
La
modernización
(y
ampliación)
del barrio
llevada a
cabo en los
años noventa
del pasado
siglo
arrastró no
se sabe
dónde aquel
espíritu que
hoy es
añorado por
los que
vivieron
aquellos
tiempos.
‘El
‘Piyayo’’
Rafael
Flores
Nieto, más
conocido por
el nombre
artístico el
‘Piyayo’,
nació el 1
de mayo del
año 1855 en
Málaga, en
el barrio El
Perchel,
concretamente
en la calle
del
Cañaveral.
Durante su
juventud le
tocó prestar
el servicio
militar en
Cuba, en
donde le
sorprendió
la guerra
hispano-norteamericana
que se
desencadenó
con motivo
del
hundimiento
del Maine
(1898). A
juzgar por
la letra de
algunas
canciones
suya, allí
sufriría
prisión
durante
cierto
tiempo,
hasta que
Estados
Unidos, la
potencia
desencadenante
del
conflicto,
lo liberó.
De su vida
en Cuba en
general,
aparte de lo
ya
mencionado,
no se sabe
mucho. Sin
embargo, su
estancia en
aquella isla
tan querida
de los
españoles (y
todavía lo
es) dejó una
impronta en
el estilo de
su cante,
marcándolo
con los
aires
aguajirados
característicos
de sus
creaciones.
Su vida
cotidiana
De regreso a
Málaga, se
dedicó a la
venta
ambulante de
peines, que,
según
cuentan
quienes
llegaron a
conocerlo,
exhibía al
público en
el bolsillo
superior de
su bien
aprovechada
chaqueta.
Cuando se le
requería,
daba
recitales a
grupos de
particulares,
que lo
llamaban
para que
animase y
diese su
alegría a la
celebración
de cualquier
evento. Cada
día,
acompañado
de su
guitarra, el
‘Piyayo’
recorría las
tabernas y
otros
lugares
donde
pudiera
encontrar un
auditorio
del que
obtener
cantando
unas
monedas. De
esta manera,
entre una y
otra cosa,
el ‘Piyayo’
lograba
reunir un
‘dinerillo’
para su
diario
sustento e
ir tirando
por la vida
con la
dignidad que
aquella vida
le permitía.
Vida
sentimental
del ‘Piyayo’
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Cada día, acompañado de su guitarra, el ‘Piyayo’ reco-rría las tabernas y otros lu-gares donde pudiera encon-trar un auditorio del que obtener cantando unas mo-nedas. |
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Respecto a
su vida
sentimental,
se sabe que
el ‘Piyayo’
se casó con
‘la Chunga’,
una gitana
que vendía
encajes por
las calles.
Pero, poco
tiempo
después, ‘la
Chunga’ y
sus
familiares
se
trasladaron
a Estepona
(Málaga), de
donde
pasaron
posteriormente
a la Línea
de la
Concepción
(Cádiz), por
lo que el
matrimonio
duró sólo un
par de
semanas.
Poco
después, se
unió a otra
gitana
malagueña
llamada la
‘Hampona’
(más
conocida por
‘L´Ampona’),
natural del
Rincón de la
Victoria,
pequeña
localidad de
pescadores
muy cercana
a Málaga.
Muerte del
‘Piyayo’
Rafael
Flores Nieto
murió en
Málaga, en
la plaza de
Santa María,
en una
caseta de
madera que
tenía por
vivienda, el
día 25 de
noviembre de
1940, a los
85 años de
edad, a
consecuencia
de una
arteriosclerosis
severa,
consecuencia
inevitable
de la mala
vida que le
deparó la
mala suerte.
Sus restos
fueron
enterrados
en el
cementerio
de San
Rafael de la
capital.
En 1978, el
Ayuntamiento
de Málaga le
dedicó un
festival
homenaje,
con la
participación
de El
Camarón de
la Isla,
Chano
Lobato, El
Beni de
Cádiz,
Alfredo
Arrebola, El
Boquerón,
Carmen Juan,
Carmen Dios,
Mari de la
Trinidad,
Juan
Habichuela,
Juan El
Africano y
Manolo
Cómitre,
entre otros.
El arte del
‘Piyayo’
Algunos
entendidos
han llegado
a afirmar
que el cante
del ‘Piyayo’
no llegó a
tener
calidad
cantaora, y
menos,
hondura,
afirmación
esta que,
según la
opinión de
nuestro
flamencólogo
Rafael
Arrebola,
debería
hacerse con
prudencia y
admitirse
con mucha
cautela,
pues el
‘Piyayo’
fue, cuanto
menos, un
creador,
algo que
tanto falta
en nuestra
época, tan
pródiga en
cantaores de
dudosa
calidad
artística.
Su cante
—asegura
Arrebola—
tenía una
impronta
personal e
individual
inaudita por
entonces,
hasta el
punto de que
se ha visto
en él un
artista
original.
Ahora bien,
la
creatividad
de su cante
no fueron,
como alguien
los ha
denominado,
los ‘tangos
del
‘Piyayo’,
aunque así
esté
recogido en
la
discografía
de sus
seguidores.
Sus
composiciones
consisten,
en realidad,
en tangos,
pero en
ellos no se
pierde nada
de su
esencia
creadora, ya
que están
dotados de
la
particularidad
de tener una
estructura
irregular,
que lleva, y
nos recuerda
a cada
momento, los
ecos de la
carcelera y
de la
guajira,
forma de
cante a la
que él
recurría
para cantar
letras de
carceleras,
como también
para los
romances.
Por esto
mismo, más
bien debe
hablarse de
‘cante del
‘Piyayo’.
Su biógrafo,
Eusebio
Rioja, nos
ofrece de él
la siguiente
semblanza:
«Su
aportación
al
patrimonio
del flamenco
fue tan
acertada que
nada más que
por una
creación se
le recuerda
a menudo por
los
aficionados.
Se trata de
unos tangos
que se
conocen con
su nombre o
con el de
‘cantes del
Piyayo’, por
sus
peculiaridades,
que hacen a
muchos
desligarlos
del género
para
otorgarle
denominación
propia. Si
van a compás
de tangos,
la verdad es
que sus
tonos varían
–la 7, mi 7,
re en lugar
de mi, la,
sol, fa y el
ritmo se
hace algo
más lento.
Pero lo
particular
es la
melodía. Se
aparta de
las
características
de tangos
para, sobre
su base,
apuntar ecos
de guajiras,
rumores
caribeños y
lograr, en
definitiva,
un estilo
genuino,
agradable y
pegadizo. Y
tanto o más
que la
melodía, lo
son sus
letras. Por
su temática,
con
frecuencia
las hay de
motivos
jocosos y
divertidos,
con alusión
a
situaciones
carcelarias,
de extrema
pobreza,
absurdas y
ridículas.
También las
hay con
lírica
jaculatoria
del terruño,
las que
aluden a las
posesiones
cubanas y al
mundo de la
picaresca
que pululaba
por el
puerto y que
debió
frecuentar
Rafael. En
ellas se
aprecia una
fina
capacidad de
captación de
ideas y
situaciones,
síntesis
exquisita
para
encerrarlas
en sus
estrofas y
un sentido
poético de
calidad.
Pero como
techo de
originalidad,
figuran sus
composiciones
en décimas.
Es la única
vez en todo
el género
flamenco que
se utiliza
esta métrica
nada
popular,
distinta por
completo a
las
habituales y
que no
sabemos de
dónde las
sacaría el
‘Piyayo’».
|
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|
Entre una y otra cosa, el ‘Piya-yo’ lograba reunir un ‘dinerillo’ para su diario sustento e ir tiran-do por la vida con la dignidad que aquella vida le permitía. |
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Por su
parte, Juan
Ballesteros
Moreno opina
del ‘Piyayo’
que «Tenía
una manera
muy peculiar
de
interpretar
su cante y
se
acompañaba
él mismo con
una vieja
guitarra:
algunas de
sus coplas
tenían
cierta
nostalgia de
sus tiempos
como soldado
en la
campaña de
la guerra de
Cuba...
Poseía un
vasto
repertorio
de coplillas
que según
afirmaba, el
mismo
componía...
Un
pintoresco
gitano
malagueño,
viejo y
simpático,
que se
ganaba la
vida
cantando por
bares y
colmaos como
también si
le
solicitaban
para actuar
en algunas
juergas
flamencas».
Es tradición
oral —porque
todavía hay
testigos
oculares—
que el
‘Piyayo’ fue
un buen
cantaor de
soleares y
segurillas.
Y debemos
pensar y
admitir que
estos cantes
tendrían un
eco especial
en la voz
del
gitanismo
‘Piyayo’. En
definitiva,
fue una
verdadera y
auténtica
personalidad
en el
flamenco,
pero da pena
saber que
los
malagueños
no han
conocido
bien a este
celebre
gitano, que
pasó la vida
cantando.
Después hubo
buenos
cantaores
que
continuaron
desarrollando
sus cantes,
entre los
que cabe
destacar a
‘El
Trinitario’,
‘El Chirle’,
Manolillo de
Feria,
Manolillo
‘el Herraor’
y Ángel de
Álora.
He aquí una
muestra de
su arte:
Tangos del
‘Piyayo’
I
En la cámara
de popa
traigo toíto
mi tesoro,
traigo el
caballo de
oro
y la manilla
de copa,
con toíta su
demás tropa,
sotas,
caballos y
reyes,
lo traigo en
tan buenas
leyes
para cuando
salte a
tierra
poner mi
campo de
guerra
y en la
cortina del
muelle.
II
En Málaga,
los serenos
van diciendo
por las
calles
que duerma
el que tenga
sueño
que yo no
despierto a
nadie.
El río busca
su cauce,
las
golondrinas
su nido,
la mujer que
está viuda
va
buscándose
un marido.
Muchachos,
si queréis
novia,
primero le
pisas el pie
y, si te
mira y se
ríe,
achucha, que
tuya es
El poema
El Piyayo
y la
celebridad
de su arte
El nombre de
Rafael
Flores Nieto
‘el Piyayo’
se hizo
célebre
gracias a la
popularidad
que alcanzó
el poema que
le dedicó el
también
malagueño
José Carlos
de Luna
(1890-1965),
repetidamente
publicado y
declamado
por
numerosos
rapsodas, lo
que quiere
decir que,
pese a la
originalidad
de su feliz
obra, su
nombre no
habría
trepado a la
cima de la
fama, de no
haber sido
objeto de
este poema.
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Pasó también al cine de la mano del director Luis Lucia en la película
El Piyayo, producida por Cifesa en 1956 e interpretada por el genial actor Valeriano León. (Detalle del cartel). |
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Lo malo del
poema en
cuestión es
que el
‘Piyayo’ no
salió muy
bien parado.
José Carlos
de Luna se
permitió
unas
licencias
literarias
tan amplias
que, en
realidad,
inventó un
‘Piyayo’ que
muy poco
tenía que
ver con
Rafael
Flores. Así,
por ejemplo,
si bien es
cierto que
era reseco y
renegro, la
verdad es
que de
chicuelo no
tenía nada,
pues
disfrutaba
de una talla
más que
mediana. Por
otra parte,
se ha
constatado
que este
buen hombre
jamás vivió
en el
Altozano ni
tuvo bajo su
custodia a
ningún
nietecillo,
ya que no
tuvo hijos.
También
consideramos
equívoca la
imagen de
gitano
pedigüeño
que iba de
feria en
feria con la
guitarra
bajo el
brazo. Falsa
es también
la imagen de
borrachín
con que nos
lo pinta el
poeta. Y,
sobre todo,
ni era
tomado tan a
chufla por
la gente, ni
su arte era
tan extraño,
ni pedía
limosna por
tangos.
Por lo que
se ha
averiguado
después,
parece ser
que José
Carlos de
Luna inspiró
su
descripción
en la figura
de otro
pintoresco
malagueño de
aquel tiempo
llamado José
Gavira
Navarrete y
conocido por
‘el Rabúo’.
El ‘Piyayo’
no era,
pues, una
especie de
curioso
titiritero
feriante,
sino un
cantaor
profesional,
con dejos
profundos de
artista poco
afortunado
en su
trayectoria;
uno de esos
personajes
tan
habituales
en los
círculos
flamencos de
la Málaga de
entonces,
pero,
también en
este caso,
una persona
entrañable,
simpática y
querida. En
el rastro de
su
personalidad,
además de
ser un
solitario
recalcitrante,
surge
siempre el
recuerdo de
sus
extraordinarios
sentimientos.
El poema
apareció
luego
grabado en
un disco con
la voz
aterciopelada
de Juanito
Valderrama,
el
‘Aristócrata
del Cante’,
famosísimo
cantaor que
aún
permanece en
nuestra
memoria por
haber
dominado
todos los
palos del
cante. Y
pasó también
al cine de
la mano del
director
Luis Lucia
en la
película
El Piyayo,
producida
por Cifesa
en 1956, en
la que el
genial
artista
Valeriano
León aparece
encarnando
el tópico
del
‘Piyayo’.
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La Peña flamenca “El ‘Piyayo” se halla en Rincón de la Victoria. |
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El ‘Piyayo’
en la
actualidad
En la
actualidad,
las huellas
de este
artista
perchelero
pueden verse
aún en la
ciudad de
Málaga. La
Peña
flamenca “El
‘Piyayo”,
situada en
Rincón de la
Victoria, es
un buen
ejemplo de
ello. Los
orígenes de
esta
asociación
se remontan
a 1985,
cuando un
grupo de
amigos,
todos ellos
entusiastas
aficionados
al flamenco,
empezaron a
reunirse una
vez por
semana en el
Bar
Restaurante
Lo Cea para
hablar del
flamenco, y,
esporádicamente,
contrataban
a algún
cantaor y
guitarrista
amigo para
amenizar las
tertulias.
Pasados
algunos
meses, se
atrevieron a
organizar
alguna cena
dentro del
referido
establecimiento,
y, en 1987,
ya de una
manera más
organizada,
le fueron
dando a esas
reuniones la
forma y
estructura
de una
‘asociación’.
Buscaron un
nombre y se
decidieron
por Rafael
Flores Nieto
el ‘Piyayo’,
por el hecho
de ser
malagueño,
por haber
creado un
estilo muy
peculiar y
porque,
durante un
tiempo,
estuvo
vinculado a
una gitana
de Rincón de
la Victoria.
En 1978, el
Ayuntamiento
de Málaga le
dedicó un
festival
homenaje,
con la
participación
de Camarón
de la Isla,
Chano
Lobato, Beni
de Cádiz,
Alfredo
Arrebola, El
Boquerón,
Carmen Juan,
Carmen Dios,
Mari de la
Trinidad,
Juan ‘el
Habichuela’,
Juan ‘el
Africano’ y
Manolo
Cómitre,
entre otros.
Su vieja
guitarra, la
guitarra que
fue testigo
irrecusable
de su
creación y
amiga fiel
de su cante,
se conserva
en el Museo
de la Peña
Juan Breva,
de Málaga.
A modo de
conclusión
Para
concluir lo
que
pretender
ser un
sencillo
homenaje a
este
perchelero,
malagueño
con el
salero y la
gracia de la
Málaga de
antes,
reproducimos
el poema que
le compuso
José Carlos
de Luna,
que, si bien
lo hizo
famoso,
expandió de
él una
imagen que
poco se
correspondía
con la
realidad.
EL ‘PIYAYO’
¿Tú conoces
al
‘Piyayo’:
un
viejecillo
renegro,
reseco y
chicuelo;
la mirada de
gallo
pendenciero
y hocico de
raposo
tiñoso...
que pide
limosna por
tangos
y maldice
cantando
fandangos
gangosos?
¡A chufla lo
toma la
gente,
y a mí me da
pena
y me causa
un respeto
imponente!
… … …
… …
Ata a su
cuerpo una
guitarra,
que chilla
como una
corneja
y zumba como
una
chicharra
y tiene
arrumacos de
vieja
pelleja.
Yo le he
visto
cantando,
babeando
de rabia y
de vino,
bailando
con saltos
felinos,
tocando a
zarpazos
los acordes
de un viejo
‘tangazo’,
y el endeble
‘Piyayo’
jadea,
y suda y
renquea.
Y, a sus
contorsiones
de ardilla,
hace son con
la sucia
calderilla.
¡A chufla lo
toma la
gente,
y a mí me da
pena
y me causa
un respeto
imponente!
… … …
… …
Es su
extraño arte
su cepo y su
cruz,
su vida y su
luz,
su tabaco y
su
aguardientillo...
y su pan y
el de sus
nietecillos:
“churumbeles”
con greñas
de alambre
y panzas de
sapo,
que aúllan
de hambre
tiritando
bajo los
harapos,
sin madre
que lave su
roña;
sin padre
que ‘afane’,
porque pena
una muerte
en Santoña,
sin más
sombra que
la del
abuelo...
¡Poca
sombra,
porque es
tan
chicuelo!
… … …
… …
En El
Altozano
tiene un
cuchitril
—¡a las
vigas
alcanza la
mano!—,
y por lumbre
y por luz,
un candil.
Vacía sus
alforjas
—que son sus
bolsillos—,
bostezando,
los siete
chiquillos
se agrupan
riendo.
Y, entre
carantoñas,
les va
repartiendo
pan y pescao
frito,
con la
parsimonia
de un
antiguo
rito:
—¡Chavales!
¡Pan de flor
de harina…!
Mascarlo
despasio.
Mejó pan no
se come en
palasio.
Y este
pescaíto,
¿no es ná?
¡Sacao uno a
uno del
fondo del má!
¡Gloria pura
él!
… … …
… …
—Las espinas
se comen
tamié,
que tó es
alimento...
… … …
… …
—Así…
despasito,
mu
remascaíto.
—¡No llores,
Manuela!
Tú no pués,
porque no
tiés muelas.
¡Es tan
chiquitita
mi niña
bonita…!
Así,
despacito,
muy
remascadito,
migaja a
migaja —que
dure—,
le van dando
fin
a los cinco
reales que
costó el
festín.
Luego, entre
guiñapos
durmiendo,
por matar el
frío, muy
apiñaditos,
la Virgen
María
contempla al
‘Piyayo’
riendo.
Y hay un
ángel rubio
que besa la
frente
de cada
gitano
chiquito.
¡A chufla lo
toma la
gente...!
Y a mí me da
pena
y me causa
un respeto
imponente! |