osé Gálvez
Ginachero es
uno de los
pocos
personajes
nacidos en
nuestra
ciudad —muy
dada al
pronto
olvido— del
que los
malagueños
aún guardan
el recuerdo
de su
nombre. A la
base de esta
singular
circunstancia
puede
hallarse la
impronta que
dejó en
muchos
aspectos de
la Málaga en
que vivió,
pues intensa
fue la
actividad
que desplegó
a lo largo
de su vida y
múltiples
fueron las
actividades
que se
vieron
implicadas
en el ámbito
de su
interés.
Persona
dotada de
gran
personalidad,
aguda
inteligente,
capacidad
emprendedora,
sentido
intuitivo y
trabajadora,
Gálvez
Ginachero
fue, ya
desde
pequeño, un
alumno
aventajado.
Destacó por
méritos
propios en
el campo de
la medicina,
primero como
estudiante y
más tarde
como
imaginativo
emprendedor
de
iniciativas.
Viajó por
las
universidades
europeas de
más
prestigio y
esto le
sirvió para
desarrollar
su grandiosa
vida
profesional.
Pero lo que
mejor puede
explicar la
presencia
del doctor
Gálvez en la
memoria
malagueña
es, como
veremos, su
dedicación
incansable a
la medicina
y altruista
preocupación
por la
atención
clínica y
hospitalaria;
no poco
influye en
esta
cuestión su
comportamiento
patriótico
con los
heridos de
la campaña
de
Marruecos.
Fue un
hombre que hizo
del trabajo
una norma y
de la
caridad, un
fin. Por todas estas razones, el
exobispo de
Málaga,
monseñor
Antonio
Dorado,
estimó
oportuno
abrir, el 13
de julio del
pasado 2006,
la causa de
beatificación
del famoso
ginecólogo.
En la
ceremonia se
nombró la
comisión
encargada de
evaluar la
oportunidad
de esta
solicitud,
promovida
por la
familia del
galeno
malagueño y
postulada
por el deán
de la
Catedral,
Francisco
García Mota.
Infancia
José Gálvez
Ginachero
nació en
Málaga un 29
de
septiembre
de 1866, un
día muy
lluvioso,
según se
recuerda en
algunas
publicaciones
de la época.
Fueron sus
padres José
Gálvez y
Carmen
Ginachero
Vulpius. Con
tan sólo 5
años ya
tenía una
despierta
inteligencia
y un mirar
interrogante,
lo que,
unido a la
seriedad del
gesto, le
daban
expresión de
una madurez
superior a
la de su
edad. La
influencia
materna fue
muy decisiva
en su niñez,
de tal
manera que,
incluso ya
adulto, toda
decisión o
acto de
alguna
trascendencia
eran
avalados por
su consejo u
opinión.
Cursó la
primera
enseñanza en
el colegio
de San
Rafael,
donde ya
empieza a
destacar
como alumno
aventajado
que siempre
figura entre
los punteros
de la clase,
obteniendo
diplomas de
alumno
aventajado
en todos los
certámenes
en los que
interviene.
Por esta
época, fue
distinguido
con una
medalla de
plata como
“Premio a la
Aplicación”
en un
concurso
convocado
por la
Diputación
Provincial
de Málaga.
Cumplidos
los 8 años,
ingresa en
el Instituto
General y
Técnico de
Segunda
Enseñanza de
la capital
y, tras 5
años de
brillantes
calificaciones,
obtiene el
título de
Bachillerato,
el 11 de
mayo de
1882, por la
Universidad
de Granada,
con una
calificación
de
‘sobresaliente’.
Estudios
superiores
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Fachada principal del Hospital Civil Provincial en la actualidad. |
|
|
En su
juventud, no
tuvo claro,
en un
comienzo,
qué
profesión
iba a
seguir. En
un primer
momento,
pensó en ser
arquitecto,
idea que
pronto
abandona
cuando
siente una
fuerte
llamada al
ministerio
sacerdotal.
Convencida
de las
posibilidades
intelectuales
del joven
Gálvez, su
madre,
aunque
creyente y
católica
practicante,
ejerce sobre
él toda su
influencia
maternal
hasta que
logra
disuadirlo
de lo que
ella
consideraba
una decisión
poco madura.
Este aspecto
de su
intimidad
espiritual
no quedó del
todo apagado
en el fondo
de su alma,
como
tendremos
ocasión de
comprobar
más adelante
en los
profundos
vínculos que
se creó con
lo religioso
a lo largo
de toda su
vida.
Finalmente,
se decide
por ser
médico, y,
en 1882,
recién
concluido el
Bachillerato, se
matricula
del primer
curso de
carrera en
la
Universidad
de Granada.
Durante su
primer año
de estancia
en esta
ciudad,
conoce a
Francisco
Herrera
Fernández,
con quien
traba una
gran
amistad. En
segundo
curso,
obtiene
‘matrícula
de honor’ en
todas las
asignaturas.
A partir de
aquí, su
expediente
académico se
distingue
por sus
excelentes
calificaciones.
En 1888, con
tan sólo 22
años,
obtiene el
título de
licenciado
en Medicina.
Este mismo
año se
traslada a
Madrid para
completar
sus estudios
superiores.
Concretamente,
el 31 de
mayo de 1890
obtiene, con
24 años, el
doctorado
por la
Universidad
Complutense,
con la
calificación
de
‘sobresaliente
cum laude’.
En su afán
de saber,
entre 1890 y
1892,
recorre las
más famosas
instituciones
médicas de
Europa.
Amplió sus
estudios en
París,
siendo
discípulo de
doctores de
gran
renombre,
como Pinard,
de Varnier y
Farabeuf,
entre otros.
Será con
estos
grandes
maestros con
quienes va a
adquirir su
reconocida
destreza en
el
quirófano.
En Francia,
conocerá
también al
prestigioso
médico
hispanocubano
Joaquín
Albarrán y
Domínguez
(1860-1912),
quien le
dará a
conocer
parte de su
trabajo en
el campo de
la neurosis.
A finales de
1892, se
traslada de
París a
Berlín para
continuar su
formación.
Allí tendrá
ocasión de
estudiar en
las aulas de
los
prestigiosos
médicos
Olshausen y
Vert.
Convencido
de la
necesidad de
la vida
sana, desde
muy temprano
hizo suyo el
principio de
“mens
sana in
corpore
sano”.
Así, a
diario tenía
el hábito de
realizar
algún tipo
de
ejercicio,
actividad
que no
dejaría de
practicar ni
siquiera en
la cárcel,
cuando
estuvo
detenido
durante la
Guerra
Civil.
Vida
profesional
El 27 de
noviembre de
1893,
nombrado por
la
Diputación
de Málaga,
ingresa como
médico de
Obstetricia
en el Cuerpo
Facultativo
del Hospital
Civil
Provincial,
centro
hospitalario
del que
sería
director
años más
tarde y
donde hizo
gala de lo
aprendido en
Granada,
París y
Alemania.
Sus libros
de visita
registran la
cifra
aproximada
de ciento
cincuenta
mil mujeres
sólo en este
Hospital,
número
excepcionalmente
alcanzado
por un
profesional
de la
medicina.
Sus nuevas
técnicas
implantadas
en cuanto a
higiene y
tratamiento
para evitar
la tasa de
mortalidad
entre madres
y recién
nacidos le
hizo ser
reconocido
como el más
prestigioso
médico en la
medicina
ginecológica
de su
tiempo.
Una anécdota
curiosa de
esta época
de su vida
hace
referencia a
una cantaora
malagueña,
de dudosa
reputación
moral,
conocida en
el mundillo
de la
farándula
por “la
Trini”. Esta
mujer fue
ingresada
para ser
intervenida
quirúrgicamente
de un mal
que la
aquejaba,
pero Gálvez,
de
arraigadas
convicciones
religiosas,
le dijo que,
antes de su
operación,
sería muy
conveniente
que se viera
con un
sacerdote
para que
arreglase
sus
controversias
espirituales.
Ella, mujer
de un genio
irreprimible,
se negó
diciendo que
“¡Antes
muerta que
ver un
cura!”,
actitud
personal que
el doctor
Gálvez
respetó sin
objeción.
Una vez
operada y ya
dispuesta
para recibir
el alta
médica, “la
Trini” le
manifestó
explícitamente
al médico
que, antes
de la
intervención,
y en un acto
voluntario
de
convicción
sincera,
había hecho
llamar a un
sacerdote y
que se había
confesado.
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El Dr. Gálvez con su esposa y sus dos hijas. |
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El 28 de
junio de
1894, la
Corporación
Provincial
acuerda
asignarle un
salario
anual de
2.500 pts.,
estipendio
que le
asegura la
permanencia
en la
clínica pero
que no le
basta para
cubrir sus
necesidades
personales.
Gálvez se
decide
entonces por
preparar las
oposiciones
a Cirugía,
que gana
meritoriamente
el 7 de
enero de
1895.
Cabe decir
que Gálvez
Ginachero
fue el
primer
ginecólogo
cirujano en
practicar en
Andalucía
una cesárea
“post
mortem”. El
hecho tuvo
sonado eco
no sólo en
Málaga, sino
también en
el mundo
médico
andaluz, y
fue llevado
a cabo el 13
de julio de
1898. El
neonato
venido al
mundo de
esta forma
fue una
niña, que,
posteriormente,
sería
conocida
como ‘la
Niña de la
Ciencia’, y
de la que él
sería poco
después su
padrino de
bautismo.
Vida
religiosa
De profundas
convicciones
religiosas y
amante de su
labor
clínica, sus
horas de
jornada
diaria eran
distribuidas
entre las
prácticas
religiosas,
el trabajo
de la
medicina y
la tutela
familiar. En
1915, se
inscribe en
la
iniciativa
religiosa de
la Sección
Adoradora
Nocturna,
como
adorador
activo. En
su Junta
General
celebrada el
8 de febrero
de 1931, fue
elegido
presidente
de dicha
organización.
El 19 de
febrero de
1936, fue
sustituido
por Julio
Fernández,
el cual le
nombró
vicepresidente.
Tras la
Guerra
Civil, fue
otra vez
nombrado
presidente,
cargo al que
renuncia en
1947 por
razones de
trabajo.
Este
espíritu
profundamente
cristiano se
ponía de
manifiesto
en todas sus
acciones y
se apoyaba
en un
acentuado
desprendimiento
de los
bienes
materiales.
Sus más
destacadas
virtudes
fueron la
piedad, el
amor al
trabajo y su
caridad y
era tenido
por hombre
de visita
diaria a la
Virgen de
los
Salesianos,
María
Auxiliadora
y al
Santísimo.
Su hogar fue
un auténtico
modelo de
vida
cristiana,
siendo la
oración una
preocupación
continua.
Durante las
operaciones,
rezaba por
el alma de
los operados
en el
Hospital
Civil. Antes
de empezar
una
operación
quirúrgica,
hacía con el
bisturí la
señal de la
cruz sobre
la región
que iba a
ser objeto
de
intervención.
Por otra
parte, no
son pocos
los casos de
enfermos
que, al no
poder ser
atendidos en
el Hospital
Civil por
falta de
espacio o de
personal,
eran
llevados a
su clínica
privada,
donde eran
curados sin
cobrarles
nada, sólo
por el
beneplácito
de verles
sanos y a
salvo en sus
manos.
En mayo de
1931, el
doctor
Gálvez vivió
los horrores
del
anticlericalismo
de los
políticos
malagueños
con la
proclamación
de la II
República,
cuando el
Palacio
Episcopal
fue quemado
por unos
jóvenes
republicanos
el 11 de ese
mismo mes.
Las
asociaciones
obreras
agrarias
Gálvez
Ginachero y Félix
Corrales
Aparicio fueron
artífices de
la expansión
del
catolicismo
obrero en
los pueblos
del valle
del
Guadalhorce
y de la
Costa del
Sol
Occidental,
donde
predominaban
las pequeñas
y medianas
propiedades,
sobre las
cuales ellos
fueron
organizando
pequeñas
asociaciones
de tipo
religioso.
Estas
asociaciones
obreras
agrarias de
carácter
católico
estaban
tuteladas
por la
jerarquía
eclesiástica
y
presentaron
una
diferenciada
incidencia
geográfica.
En el norte
del país,
con una
mayor
implantación,
los
sindicatos
católicos
funcionaron
de manera
cooperativista,
crearon
cajas de
ahorro y
tomaron
medidas
beneficiosas,
como los
créditos
agrícolas.
También
realizaron
una labor
social y
educativa
muy
significativas,
como la
puesta en
funcionamiento
de escuelas
nocturnas
para los
obreros y
colegios
para niños.
|
|
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|
Carlos de Haya, capitán de aviación y esposo de Josefina, segunda hija del Dr. Gálvez. |
|
|
La hoy muy
atractiva
localidad de
Campanillas
había sido
uno de los
primeros
lugares de
la provincia
de Málaga
donde se
constituyó
un sindicato
de marcado
carácter
religioso.
En efecto, a
principios
de 1919, en
la iglesia
parroquial
se formalizó
el Sindicato
Agrícola
Católico de
Campanillas,
cuyo primer
presidente
fue Félix
Corrales
Aparicio,
administrador
del Cortijo
Quintana,
propiedad
del doctor
Gálvez.
Gálvez
Ginachero,
presidente
del Colegio
de Médicos
El 15 de
junio de
1921, Gálvez
Ginachero
resulta
elegido por
votación
presidente
del Colegio
de Médicos
de Málaga,
en
reconocimiento
a su
importancia
en el campo
de la
Medicina y
por sus
dotes como
personaje
relevante en
la vida
pública
malacitana.
El año
siguiente,
el 20 de
octubre de
1922, recibe
la noticia
de su
designación
como
consiliario
segundo de
la Real
Academia de
Bellas Artes
de San
Telmo, de la
que en 1923
ocupa el
cargo de
director,
con varias
interrupciones
por motivos
políticos.
Ese mismo
año, es
nombrado
también
director del
Hospital
Provincial.
No obstante
el
reconocimiento
que su labor
merecía por
todas
partes,
también tuvo
detractores,
particularmente
entre sus
compañeros
del Colegio
de Médicos,
que
discreparon
de su gran
dedicación
en muchos de
los ámbitos
de la vida
pública y
médica de
Málaga. De
este modo,
en la
llamada
“Moción de
Censura al
Dr. Gálvez”,
redactada
por un
miembro de
la Junta
Directiva
del Colegio
Médico
entrante
después de
su renuncia
de éste,
puede
leerse:
“Desde hace
algunos
años, el
Colegio
Médico de
Málaga era
un feudo
para el
Presidente
D. José
Gálvez. Los
componentes
de la Junta
por él
presidida, y
que en las
últimas
elecciones
verificadas
ocuparon sus
cargos ante
la
indiferencia
de la clase
médica
malagueña y
con el
concurso de
algunos
Delegados
Gubernativos
que
condujeron
hasta el pie
de la urna
donde se
efectuaba la
votación, a
unos cuantos
médicos
rurales,
nada podía
hacer en
beneficio de
sus
compañeros
por muy
buena
voluntad que
tuviera.”
La verdad es
que la
moción
prosperó
porque se
fundamentaba
en muchas
circunstancias
que se
ajustaban a
la realidad.
El doctor
Gálvez era
alcalde de
Málaga,
Médico-Director
del Hospital
Civil,
Decano de la
Beneficencia
Provincial,
Director de
la Casa
Maternidad
de Madrid y
Presidente
del Colegio
de Médicos,
en otros
muchos
cargos, todo
lo cual,
lógicamente,
le menguaba
el tiempo
necesario
para
ocuparse con
detenimiento
y seriedad a
cualquiera
de las
titularidades
cuya
responsabilidad
le había
sido
confiada.
Muchos
cargos
simultáneos.
Ésta fue la
causa de su
fracaso. Y
lo peor es
que en esa
Junta había
valiosos
elementos
que hubieran
servido
perfectamente
para
ostentar los
intereses de
la comunidad
médica y
hospitalaria,
pero su
presidente,
el doctor
Gálvez, no
hacía ni
dejaba
hacer. La
eterna
historia del
perro del
hortelano…
Vida
personal
En 1904, el
doctor
Gálvez
contrae
matrimonio
con María
Moll
Sampelayo en
una
ceremonia
que se
celebró en
la Capilla
del Hospital
Noble. Con
ella tuvo
tres hijos:
María del
Carmen,
Josefina y
José. El
benjamín de
la familia
siguió los
pasos de su
padre
dedicando su
vida a la
medicina.
Sus dos
hijas se
casaron con
Joaquín
García
Morato y
Carlos de Haya
González de Ubieta,
respectivamente,
ambos
militares de
reconocido
prestigio
pertenecientes
al cuerpo de
la aviación
española.
Su casa,
ubicada en
el número
uno de la
calle
Cister, fue
construida
entre 1717 y
1720 por
encargo de
María
Agustín,
viuda del
capitán Blas
de Zea.
Durante el
reinado de
Isabel II
(1843-1868),
fue Casa
Consistorial,
hasta que el
edificio fue
desmantelado
durante la
revolución
liberal de
1868 (la
“Gloriosa”).
Posteriormente,
fue Casa de
Correos,
hasta que la
familia
Gálvez lo
adquiere
para
restaurarlo
y utilizarlo
como
vivienda. Se
trata de un
caserón
grande de
estilo
barroco. En
su fachada
hay dos
grandes
escudos, uno
corresponde
a los Zea y
el de la
izquierda a
los
Salvatierra
de Torrox. A
principio de
los años
setenta del
pasado
siglo, fue
declarado
monumento
histórico-artístico.
|
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El capitán de aviación Joaquín García Morato, casado con María del Carmen, primera hija del Dr. Gálvez. |
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|
|
Tres fueron
los rasgos
más
señalados de
su
personalidad:
la piedad,
el laconismo
y el
trabajo. Así
se puede
definir su
vida
completa, ya
que estos
rasgos eran
significativos
y siempre
actuaba a
partir de
ellos. Todas
sus lecturas
se basaban
en libros
científicos
y nunca leyó
novela ni
poesía. Hay
que destacar
su caridad,
ya que
rechazó la
herencia de
sus padres
para dársela
a su hermana
viuda. Era
un hombre de
voluntad
férrea,
temperamento
típicamente
alemán,
parquedad de
expresión,
humildad y
carencia
absoluta de
vanagloria,
pero no por
la rectitud
y severidad
de su
carácter
estaba
exento de
cariño y
afabilidad
en el trato
hacia los
que le
rodeaban.
También
disfrutaba
de un agudo
sentido del
humor.
Gálvez
Ginachero y
la
Ginecología
Desde tiempo
atrás, la
Diputación
Provincial
de Madrid
regentaba la
Casa de
Maternidad e
Inclusa de
la calle
Mesón de
Paredes. A
pesar de
estar en la
capital del
Reino, era
un edificio
casi en
ruinas y las
estadísticas
de
mortalidad
de las
madres eran
enormes.
En una
visita que
realizó a
esta
‘pseudoclínica’,
el doctor
Gálvez tuvo
la idea de
reformarla,
idea que
comunicó de
inmediato a
Amalia
Loring,
marquesa de
Silvela,
quien se
ofreció a
prestar
desinteresadamente
su ayuda
desde aquel
preciso
instante. Se
renovó el
edificio en
muchas de
sus
prestaciones,
quedando
convertido
en la Casa y
Clínica de
Maternidad
de Madrid.
Pero el
doctor
Gálvez
quería
mejorar aún
más esa
casa. Con
esas miras,
acudió de
nuevo a la
marquesa de
Silvela para
que
transmitiese
esos
propósitos a
la reina
madre, doña
María
Cristina, la
cual apoyó y
ayudó a que
se crease la
Casa de
Salud de
Santa
Cristina,
que sería
inaugurada
en 1924 por
Alfonso XIII
y de la que
Gálvez fue
nombrado
director. De
este modo,
José Gálvez
fue
cofundador
de la casa
de la salud
de Santa
Cristina en
Madrid,
institución
modelo en su
tiempo y que
arrastra su
fama hasta
nuestros
días
También se
hizo cargo
de la
enseñanza
teórica y
práctica de
las matronas
o
comadronas.
Tuvo empeño
en
formarlas,
ya que las
consideraba
completamente
necesarias
como
auxiliares
de los
médicos para
la atención
de las
pacientes.
Así, tras
sus
actuaciones
en Madrid,
vio cumplido
uno de sus
sueños con
la ayuda de
doña Amalia
Loring: la
creación de
las Escuelas
de Matronas
de Madrid,
en calle
O´Donell, y
de Málaga.
Añádase a lo
anterior, la
idea que
tuvo, junto
con
Francisco
García
Guerrero, de
construir
una “Casa de
Socorro
modelo”, que
finalmente
se llevó a
la práctica.
Alcalde
Málaga
Durante la
dictadura de
Miguel Primo
de Rivera,
el doctor
Gálvez
resultó
nombrado
alcalde de
Málaga el 3
de octubre
de 1923,
responsabilidad
que ostentó
hasta el 10
de abril de
1926. No
militó en
ningún
partido
político y
casi todas
las obras
que propuso
durante su
responsabilidad
consistorial
se llevaron
a cabo
satisfactoriamente.
Como primer
edil de
Málaga,
redactó el
Proyecto del
Plan General
de Grandes
Reformas de
Málaga, que
comprendía:
obras en la
red de
alcantarillado,
mejora y
acondicionamiento
de la traída
de agua
desde
Torremolinos
para el
abastecimiento
de la
ciudad,
pavimentación
de calzadas
y aceras,
construcción
de nuevas
escuelas y
la
construcción
de más
hospitales.
De igual
manera,
durante su
alcaldía, se
celebró la
Exposición
de Málaga,
inaugurada
el 17 de
agosto de
1924, que
tuvo gran
resonancia
nacional e
internacional.
Además, el
conjunto de
viviendas y
el entorno
territorial
que
conformaban
lo que hoy
se llama
Torremolinos
quedaron
anexionados
a Málaga
como parte
de su
municipio.
|
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El Dr. Gálvez con una promoción de alumna de la Escuela de Matronas fundada por él. |
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No escatimó
en ayuda
personal y
filantrópica
para cuantas
instituciones
benéficas,
hospitalarias,
profesionales
e incluso
deportivas
le eran
solicitadas.
Aprovechó
esta etapa
para dotar
al Hospital
Civil de los
mejores
servicios y
prestaciones
económicas,
ya que la
institución
dependía de
la
beneficencia
municipal.
Al poco
tiempo de
ser nombrado
alcalde,
empieza a
pensar en la
necesidad de
abandonar su
labor
consistorial,
al darse
cuenta de
que esa
dedicación
le estaba
apartando en
exceso de su
profesión de
médico. No
obstante, no
será hasta
casi tres
años más
tarde, el 21
de mayo de
1926, cuando
presente su
dimisión.
Al terminar
su mandato,
el cabildo
municipal
hizo constar
que “puso
toda su
buena
voluntad e
inteligencia
al servicio
de los
intereses de
Málaga,
sacrificándose
moral y
materialmente
en el
desempeño de
su cargo”, y
propuso al
pleno
municipal su
nombramiento
como Alcalde
Honorario en
atención a
su esmerado
y extenso
servicio a
la ciudad,
que el
doctor
Gálvez
aceptó.
Manuel Pérez
Brian, que
posteriormente
fue alcalde,
escribió: “Málaga
no podrá
olvidar
nunca el
paso por su
Casa
Capitular
del doctor
Gálvez
Ginachero,
durante el
cual se hizo
acreedor al
título de
Alcalde
Honorario,
que tan
justamente
le fue más
tarde
otorgado por
el Consejo
Municipal”.
El doctor
Gálvez y la
II República
El 27 de
mayo de
1931,
proclamada
ya la II
República,
el
presidente
del Gobierno
Provisional
republicano
de Málaga,
de
manifiesta
trayectoria
antirreligiosa
y
anticlerical,
destituye al
doctor
Gálvez del
cargo de
consiliario
segundo de
la Real
Academia de
Bellas Artes
de San
Telmo,
función que
había
desempeñado
desde su
nombramiento
en octubre
de 1922.
El 10 de
agosto de
1932,
mientras
salía del
hospital,
fue detenido
por
sospechoso
de conspirar
contra el
régimen y
estuvo tres
días
detenido.
Fue liberado
gracias a un
informe
proveniente
de Madrid
alegando su
inocencia y
a la
clamorosa
manifestación
que
protagonizaron
en su favor
los enfermos
de lepra que
había en el
hospital,
que le
profesaban
un gran
cariño.
Después de
ser puesto
en libertad,
estimó
conveniente
borrar de su
vida todo
matiz que
pudiera
vincularlo o
relacionarlo
con la
política. El
26 de
septiembre
de 1932,
presenta la
dimisión del
cargo de
Decano y
Director del
Hospital
Provincial,
que es
aceptada sin
comentario
alguno el 30
de ese mismo
mes.
La Guerra
Civil
A los poco
meses de
haberse
iniciado la
Guerra
Civil, el
doctor
Gálvez,
cuando se
hallaba en
Málaga
buscando
documentación
sobre los
nacionales,
fue hecho
prisionero
por una
patrulla
republicana
en febrero
de 1937 y
conducido al
cuartel de
la FAI,
ubicado en
el colegio
de los
Salesianos,
donde fue
sometido a
un severo
interrogatorio
por
espionaje.
El tribunal
que se
constituyó
para
juzgarlo le
interrogó
con
insultos,
tildándolo
de burgués
que vive a
costa de la
sangre de
los pobres,
y le
preguntaron
si
trabajaba.
Don José les
contestó con
sangre fría:
«Más que
vosotros,
que
seguramente
habréis
nacido en
mis brazos a
altas horas
de la noche
y después,
al llegar el
día, a pesar
de ello, he
continuado
mi trabajo
en el
hospital
curando las
enfermedades
de vuestras
madres.
Vosotros
tenéis horas
fijas de
descanso: yo
no». Los
anarquistas
quedaron
admirados
con aquella
respuesta y,
después de
comprobar la
declaración
y constatar
la vida
ejemplar de
aquel
hombre, se
apresuraron
a llevarlo
al
sanatorio.
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Don Jesús Corchón Martínez, primer director de la Escuelas del Ave María de Málaga, fotografiado con una promoción de la sección de Formación Profesional. |
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Pero el
trago más
amargo que
sufrió el
doctor
Gálvez
durante este
periodo
bélico se
debió al
amargo
trance de
ver a su
hija
Josefina,
casada con
el capitán
Carlos de
Haya
González,
famoso
piloto del
ejército de
Franco,
convertida
en rehén de
los rojos y
encarcelada
en los
sótanos del
Gobierno
Civil,
estando
embarazada
de mellizos.
Luego, con
la huida de
los
republicanos
hacia
Almería, en
los albores
de la caída
de Málaga,
fue
trasladada a
Valencia.
Por fin,
este asunto
quedó
felizmente
zanjado
cuando
Josefina fue
canjeada por
Arthur
Koestler,
escritor
británico de
origen
húngaro,
miembro del
Partido
Comunista y
colaborador
de Stalin.
Por otra
parte, María
del Carmen
Gálvez Moll,
hermana
mayor de
Josefina,
también
estaba
casada con
otro
aviador, el
laureado
comandante
Joaquín
García-Morato
Castaño, as
de ases de
la Aviación
Nacional.
Lamentablemente,
ambas
hermanas se
quedaron
viudas muy
jóvenes.
Carlos de
Haya pereció
en acción de
guerra en el
frente de
Teruel el 21
de febrero
de 1938, al
ser
derribado
por los
rojos el
avión que
pilotaba, y
Joaquín
García-Morato
encontraría
la muerte
nada más
terminada la
Guerra
Civil, el 4
de abril de
1939, a los
36 años de
edad, cuando
se estrelló
con su
aparato Fiat
3-51 unos
metros antes
de llegar al
aeródromo de
Griñón, tras
haber tomado
unas vistas
aéreas para
una película
de guerra.
Las nietas
del José
Gálvez
recuerdan
también su
actuación
durante la
Guerra
Civil, que,
como hombre
creyente y
de condición
humanitaria,
salvó la
vida de
muchos
malagueños
de uno y
otro bando,
a quienes
escondía en
su clínica
haciéndolos
pasar por
enfermos o
por los que
intercedía
ante el
Gobierno
Civil.
Las escuelas
del Ave
María
El doctor
Gálvez fue
también
cofundador
de las
Escuelas del
Ave María en
Málaga. En
efecto; el
23 de julio
de 1943,
José Gálvez
y siete
personas más
crean el
Patronato de
la fundación
denominada
Escuelas del
Ave María.
Su objetivo
era prestar
ayuda a los
niños de las
clases más
desfavorecidas
de la
ciudad,
siguiendo el
ejemplo de
las de
Granada,
creadas por
el padre
Andrés
Manjón.
Ciertamente,
algunas ya
funcionaban
en Málaga
desde 1906,
cuando
fueron
creadas por
Diego López
Linares,
aunque lo
hacían con
muchas
dificultades
por la
escasez de
medios.
El 5 de
agosto de
1943 se
firmó la
Escritura
fundacional
con 26
artículos,
más uno
transitorio.
En ella se
hacía
constar los
miembros
fundadores,
las
condiciones
de la
institución
y el
espíritu que
los animaba.
También se
dejaba
constancia
de que los
bienes con
que se
iniciaba
procedían de
la herencia
de María
Moll, esposa
difunta de
José Gálvez.
El canónigo
y director
de las
Escuelas del
Ave María,
Jesús
Corchón,
dijo del
doctor
Gálvez: «Don
José, como
aquel adalid
de la
ciencia
pedagógica,
don Andrés
Manjón, no
le ha
estorbado
ser un genio
para sentir
en su
corazón las
miserias de
la parte más
débil de la
humanidad,
que es la
infancia...
por la
acción de la
caridad
cristiana...
con el
bisturí que
lo único que
raja es el
interesado
egoísmo y el
propio
bolsillo,
para
cicatrizar
las heridas
que este
viejo vicio
y la falta
de compasión
cristiana
dejaron
frescas y
aún
sangrantes
en el tierno
corazón
infantil».
Su
jubilación
El 29 de
septiembre
de 1936, el
doctor
Gálvez
cumplía los
70 años y se
acercaba la
fecha de su
jubilación,
la cual le
fue admitida
el 10 de
octubre.
Este proceso
se llevó a
efecto en
una sesión
en la que se
dice que es
jubilado
forzosamente
por razón de
edad y se le
asigna una
pensión
equivalente
a las cuatro
quintas
partes del
sueldo
regulador
(6.560
pesetas).
El 30 de
septiembre
de 1946, al
cumplir sus
80 años, la
Diputación
Provincial y
el Cuerpo de
Médicos de
su
Beneficencia
le dedican
un homenaje
en el
hospital. El
5 de octubre
de ese mismo
año, se creó
el “Premio
Gálvez
Ginachero”,
con el
objetivo de
otorgarlo
anualmente
al mejor
trabajo
inédito, de
tema libre y
sin límites
de
extensión.
Últimos días
El trabajo
continuo fue
el talismán
de su larga
vida.
Gracias al
constante
deporte,
siempre gozó
de buena
salud. Ya en
su vejez, se
obsesionó y
tenía mucho
temor a la
muerte.
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El Dr. Gálvez con el profesor Olivakrona, fotografiado en los jardines de La Alcazaba, con motivo de una visita de éste a Málaga. |
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Renunció a
la herencia
paterna en
beneficio de
una hermana
viuda. Murió
tras haber
repartido,
entre sus
familiares y
sus
innumerables
obras
benéficas,
todo lo que
ganó durante
su dilatada
vida
profesional.
No dejó a
sus hijos
prácticamente
nada de lo
mucho que
había
ganado.
«Como lo he
ganado, lo
he gastado.
Calificadlo
de vanidad o
de caridad»,
fue la
explicación
que dio en
el lecho de
muerte.
En los
últimos días
de enero de
1952, sus
fuerzas van
mermando
considerablemente.
El 19 de
febrero, sus
extremidades
inferiores
no responden
a la
voluntad. Su
gravedad
empeora día
a día. El
día 29 de
abril,
pierde toda
relación
sensorial y
el obispo
acude a
visitarlo.
Cuando éste
se marcha,
su corazón
late por
última vez.
José Gálvez
Ginachero,
el “Doctor
Gálvez”,
fallece el
día 30 por
la mañana y
a los 86
años de
edad.
Se instala
la capilla
ardiente en
la iglesia
del Hospital
Civil
Provincial.
La santa
misa de
corpore
insepulto
fue oficiada
por el
obispo de
Málaga, más
tarde
cardenal
Ángel
Herrera
Oria, quien
recordó al
médico
malagueño
con el
siguiente
escrito:
«Ornamento y
gloria de su
ciudad
natal,
sigue,
después de
muerto,
haciendo
bien a sus
convecinos,
porque el
recuerdo de
sus virtudes
y la imagen
perenne de
su vida
ejemplar e
inmaculada
son, para
todos los
malagueños,
una
exhortación
constante a
pasar por
este mundo
como pasó
él, fue
discípulo
del divino
Maestro,
derramando
beneficios».
Su sepelio
constituyó
una rotunda
manifestación
de duelo,
especialmente
entre las
clases
populares.
Reconocimientos
Alfonso XIII
le concedió
la Gran Cruz
del Mérito
Militar con
distintivo
blanco en
julio de
1922, como
premio a su
altruista
labor y
comportamiento
patriótico
con los
heridos de
la campaña
de
Marruecos,
distinción
que le
impuso el
general Cano
Ortega,
entonces
Gobernador
Militar de
Málaga, en
un acto
celebrado en
el Hospital
Civil
Provincial
el 30 de
noviembre de
1923.
Málaga le
levantó un
monumento en
los jardines
de la
Catedral, en
la fachada
norte,
frente al
Hospital que
lleva su
nombre y que
fue su
residencia.
El busto,
obra del
escultor
Adrián
Risueño,
dice lo
siguiente:
“Al Doctor
Gálvez
Ginachero,
insigne
malagueño
que consagró
su vida al
servicio de
España, de
la Ciencia y
de la
Caridad
Cristiana.
Mayo, 1944”.
El 23 de
mayo de
1947, se le
concede la
Gran Cruz de
la Orden
Civil de
Alfonso X el
Sabio, y el
22 de
febrero de
1952, pocos
meses antes
de morir, el
Consejo de
Ministro le
otorga la
Medalla de
Oro del
Trabajo. Se
dice que
cuando
fueron a
imponerle
esta última
Medalla,
poco antes
de morir, el
ministro le
preguntó si
deseaba
alguna cosa
y éste le
respondió:
«Una
borriquilla
para las
Hermanitas
de los
Pobres. Como
se ha muerto
la que
tenían, ya
no pueden
hacer la
compra y la
necesitan».
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Busto del Dr. Gálvez, situado en el primer patio del Hospital Civil Provincial y erigido en su honor con motivo de sus Bodas de Oro en el centro. |
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La piedad,
caridad y
profesionalidad
del doctor
Gálvez han
quedado
recogidas en
el proceso
de
beatificación
que se
inició el 13
de julio de
2006 por el
monseñor
Antonio
Dorado Soto,
obispo de
Málaga.
Trece mil
folios
recogen los
testimonios
de su vida.
Una comisión
de teólogos
ya ha
analizado su
vertiente
religiosa y
queda por
constituirse
una comisión
de
historiadores
que estudie
su vida en
el contexto
de la época.
El doctor
Manuel
Bustamante
ha escrito:
“Nunca
soportó que
algo dejara
de tenerse a
disposición
de la
enferma, por
caro, escaso
en el
mercado o
difícil o
trabajoso de
conseguir. Y
como así fue
desde el
primer
momento de
su
actuación,
se impuso
moral y
científicamente”.
Y el doctor
Diego
Narbona,
discípulo
del doctor
Gálvez, ha
escrito:
“Toda su
actuación
profesional
ha estado
revestida,
lo mismo que
su vida
privada, de
un hondo
sentido de
dignidad,
revalorizando
el concepto
que el
pueblo tiene
de la
profesión
médica. De
él se puede
decir lo que
alguien dijo
de los
antiguos
castellanos:
que
trabajaban
como si
fueran a
vivir
eternamente
y vivían
como si
fueran a
morir en
aquel
instante. Es
tan elevado
el concepto
de moral
médica que,
ante dudas,
siempre me
pregunté:
¿qué hubiera
hecho en
este caso
don José?”
Sus obras
escritas
No tuvo
mucho tiempo
en su vida
para
escribir,
pero lo que
escribió
tuvo gran
resonancia
médica en su
momento. En
su
producción
escrita hay
dos fases:
una primera,
contenida en
las
‘historias
clínicas’
que redactó
de su mano,
y otra
segunda,
constituida
por
esporádicos
trabajos
traducidos
en una
ponencia al
“II Congreso
Español de
Obstetricia,
Ginecología
y
Pediatría”,
celebrado en
Madrid con
la
denominación
de
Indicaciones
del
tratamiento
quirúrgico
de las
inflamaciones
pelvianas.
Realizó
algunas
publicaciones
en revistas
de la
especialidad,
como es el
caso de
Impresiones
clínicas
acerca del
tratamiento
del cáncer
uterino del
radio,
publicada en
la “Revista
Española de
Obstetricia
y
Ginecología”
(1916). Un
trabajo
titulado
Criterio
terapéutico
en las
estenosis
pélvicas,
aparecido en
las
publicaciones
de la
Maternidad
de Santa
Cristina.
Añádase
también las
conferencias:
Tuberculosis
y embarazo,
pronunciada
en el Ateneo
de Ciencias
de Málaga
(1929);
Cardiopatías
y embarazo,
en la I
Reunión de
Antiguos
Alumnos de
la Facultad
de Medicina
de Granada
(1933), y
Apendicitis
y embarazo,
en un curso
organizado
por el
Hospital
Provincial
de Málaga
(1934).
Tiene en su
haber,
además, el
interesante
prólogo que
encabeza la
Obstetricia
para
Matronas,
por el
doctor F.
Orengo y
Díaz del
Castillo
(1949), y su
artículo
sobre la
‘Historia
del Hospital
Provincial
de Málaga’,
publicado en
el número 1
de los
Anales
de ese
establecimiento,
aparecido en
1946. Nadie
mejor que él
para esa
labor, ya
que vivió 58
años entre
sus paredes. |