N.º 69

NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2010

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LAS HERMANAS BRONTË

Historia de unas vidas atormentadas

   

Por Mónica Ibras Morales

   

   

   

E

n la Inglaterra del siglo XIX, en una sociedad en la que el papel de la mujer estaba muy delimitado, vieron la luz de este mundo por vez primera las hermanas Brontë: Charlotte, Emily y Anne. Criadas en el seno de una familia irlandesa que practicaba la religión anglicana, las tres hermanas se propusieron, desde un primer momento, luchar contra su tiempo y dedicarse a la literatura, un campo vetado por aquel entonces a las mujeres. Las hermanas Brontë tuvieron que enfrentarse a un entorno hostil, lleno de privaciones tanto materiales como morales, adelantándose a su tiempo con el inicio una lucha que años después sería ganada. Fueron novelistas cuyas obras transcendieron la época victoriana para convertirse en clásicas. Jane Eyre (1847), Cumbres Borrascosas (1847) y Agnes Grey (1847), las tres obras más famosas de estas hermanas, fueron criticadas duramente en la época, pero no porque fueran malas o carecieran de interés, sino porque a la mujer no se le atribuía la capacidad de destacar en el arte. Rompieron los moldes estéticos de su época, pues su producción literaria presenta considerables diferencias con respecto a las principales directrices de la literatura victoriana, cuyas corrientes narrativas básicas eran la crítica de costumbres y el idealismo satírico. Las Brontë forjan en sus obras —cada hermana con matices diferentes— un mundo propio que hunde sus raíces en la tradición.

  

Las Brontë

Charlotte, Emily y Anne Brontë nacieron en Thorton, Yorkshire (al norte de Inglaterra), inmersas en la sociedad inglesa del siglo XIX donde las ocupaciones de las mujeres estaban más bien delimitadas. Este fue el principal problema de estas jóvenes inquietas. Apasionadas de la literatura, vivieron en una época que no las comprendía, puesto que la mujer no tenía cabida en el mundo intelectual. Pese a ello, se propusieron luchar contra su tiempo y dedicarse a ello.

  

Los padres: Patrick y Mary Brontë

Los Brontë conformaban un estrecho núcleo familiar. Charlotte, la mayor de las tres hermanas, nació el 21 de abril de 1816; Emily, dos años después, el 30 de julio de 1818, y Anne, el 17 de enero de 1820.

     
     

  

Charlotte Brontë (1816-1855)

   

Su padre, Patrick Brunty, de origen irlandés, fue primero aprendiz de tejedor, después maestro de escuela y, finalmente, clérigo. En sus tiempos de estudiante de Teología, cambió su apellido, transformándolo en Brontë, palabra derivada del griego y cuyo significado es «trueno». El pastor evangelista fue nombrado en 1820 rector de Haworth, un pueblo de los desolados páramos de Yorkshire, por lo que la familia al completo se mudó, y allí, en la destartalada rectoría, las hermanas vivieron la mayor parte de sus vidas. Todavía se puede visitar la casa: un lúgubre edificio de piedra gris junto al cementerio.

En cuanto a la madre, Mary Branwell, contrajo matrimonio con Patrick Brontë en diciembre de 1812, y en siete años, entre 1813 y 1820, dio a luz a seis hijos, cinco niñas (María, Elizabeth, Charlotte, Emily y Anne) y un varón (Branwell).  Poco antes de que la más pequeña, Anne, cumpliera un año y, a pesar de que Mary era quince años menor que su esposo, cayó enferma de cáncer (aparentemente de útero, aunque algunas fuentes afirman que de estómago) y hubo de guardar cama y, tras siete meses y medio de tremenda agonía, fallecía a la edad de 38 años. Nadie les habló a los niños de la muerte de su madre, ni siquiera su tía Elizabeth Brandwell, hermana de Mary, que era soltera y a quien, por lo tanto, le correspondía cuidar de los enfermos de la familia.

Tía Elizabeth vino a casa de los Brontë a quedarse sólo unos meses, pero terminó viviendo con ellos durante 30 años, hasta el día de su muerte. Era una mujer áspera y de rígidas costumbres religiosas, que se ocupó de la casa y de la crianza, junto con el padre, de los seis niños huérfanos.

Patrick Brontë, por otro lado, fue un personaje extraño que, pese a ser irlandés y paupérrimo, había logrado la proeza de estudiar una carrera en Cambridge. Era alto, guapo y pelirrojo; escribía y publicaba poemas religiosos, prosa didáctica, cartas y artículos políticos. La tradición dice que fue un monstruo de talante ultraconservador y que descuidó fatalmente a sus hijas. Debía de ser, en efecto, un hombre abrasado por su propia rectitud, autoritario y seco; y es cierto que prestaba mucha más atención al único hijo varón, Branwell, y que en su educación invirtió todo su tiempo y su escaso dinero, mientras que las niñas tuvieron que asistir a terribles internados de caridad y hubieron de trabajar desde muy jóvenes.

Pero todo esto era normal en aquella época ya que, por entonces, la mujer carecía de toda consideración social. Lo que resulta paradójico en este caso es que un padre de esa época alentara en sus hijas el amor por la lectura, que debatiera con ellas, desde muy niñas, los asuntos más candentes de la actualidad, educándolas así en los temas serios propios de hombres, o que mirara con permisivos ojos su afición a la escritura, hasta el punto de regalarle a Charlotte un cuaderno de notas. Patrick podría ser políticamente conservador, pero, desde luego, no era nada convencional. Su imaginación desbordada ayudó a que la infancia de las hermanas fuera un lugar maravilloso lleno de libros, arte y juegos, por medio de los cuales se evadían de la aridez del ambiente y de las influencias victorianas de la época.

  

Empieza su educación: Cowan Bridge, un horror que marcó a las hermanas

Transcurrido el tiempo de duelo por la muerte de su esposa, el reverendo Patrick empezó a preocuparse por el futuro de sus hijas. Con Branwell, el varón, no había problemas ya que él se sentía capacitado para educarlo. Pero para las hijas, para quienes descartaba el oficio de modista o vendedora, sólo quedaba la enseñanza. La escuela que Patrick conocía y a la que habían asistido por un tiempo las hijas mayores, María y Elizabeth, sobrepasaba su presupuesto para ingresar a las cinco niñas. Al poco tiempo se abrió una nueva escuela religiosa destinada a niñas necesitadas, llamada Clergy Daughters School Cowan Bridge, en Lancanshire, y el reverendo vio solucionado su problema.

El director de la escuela de Cowan Bridge tenía creencias calvinistas y, por tanto, era de una rigidez que producía terror. Así pues, en julio de 1824, Patrick envió a María y a Elizabeth, convalecientes de sarampión, a dicha escuela. Charlotte y Emily se habían contagiado también, de modo que su partida se pospuso unas semanas.

Cowan Bridge si bien era un internado muy barato para hijas de clérigos, por contra, se había convertido en un lugar infernal donde obligaban a las alumnas a rezar durante horas enteras y seguidas, en ayunas y tiritando de frío. Las mataban de hambre: la comida nos solo resultaba repugnante, sino que estaba manipulada con tan poca higiene que las intoxicaciones eran habituales. También abundaban los castigos: humillaciones y azotes con varas de madera irrompible.

Emily tenía sólo seis años cuando entró junto con Charlotte en esa infernal escuela. Era la más pequeña y la más bonita de todas las alumnas, lo cual la puso en un cierto lugar de privilegio respecto de las demás y siempre comía un poco más que sus hermanas. Alguna maestra piadosa la cobijaba cuando tenía mucho frío, pero la educación calvinista de aquel lugar la conecta con el pecado y la culpa de un modo atroz.

Haber sido testigos inermes del horror de ese lugar marcó a las hermanas para siempre y, sin duda, alimentó ese íntimo conocimiento de la injusticia y del dolor que late febrilmente en sus novelas; de hecho, Charlotte Brontë se inspiró en este colegio para describir el infame colegio Lowood que aparece en su novela Jane Eyre (1847).

     

     

Emily Brontë (1818-1848)

 
   

Cowan Bridge era un matadero: de las 53 alumnas que había por entonces en el internado, una murió en el colegio y once dejaron la escuela enfermas, seis de ellas para fallecer nada más llegar a sus hogares. Entre esas seis estaban dos de las hermanas Brontë: María, que falleció el 6 de mayo de 1825 con 11 años, y Elizabeth, que murió cinco semanas después, a los 10 años. A consecuencia de las condiciones infrahumanas en que vivían las alumnas en esa escuela, María enfermó de tuberculosis, y no sólo se ocupó nadie de su salud, sino que recibía un trato humillante en los helados salones de la escuela. Más aún: nadie del colegio avisó al padre de que su hija mayor estaba muy enfermaba, casi agonizando. Unas semanas después, María regresaría a su casa a morir. Elizabeth la seguiría al poco tiempo, también enferma de tuberculosis.

Charlotte y Emily despedían en poco tiempo a sus dos hermanas mayores. María, que había sido la figura materna, fue llorada para siempre y su muerte marcó, de una forma permanente y furiosa, la personalidad de sus hermanas, sobre todo la de Emily. Ella se preguntaba cómo había sido capaz de comerse aquellos bocados de pan extra cuando su hermana se estaba muriendo y así. La comida pasó a ser una obsesión en su vida.

Emily era una joven de carácter taciturno, casi no hablaba. Su silencio fue cultivado obstinadamente y lo que tenía para decir, lo expresaba con la pluma. Sus problemas con la comida aparecen una y otra vez, tanto en su obra como en su vida.

  

Un bálsamo de paz tras la tragedia, Gondal y Angria

Después de enterrar a sus dos hijas mayores, el reverendo Patrick tomó conciencia al fin de las pésimas condiciones del colegio y sacó inmediatamente a Charlotte y a Emily de Cowan Bridge. Durante los seis años siguientes los niños no salieron de su casa más que para dar cortos paseos por los páramos de los alrededores. A partir de entonces, y salvo unas breves incursiones a unas buenas escuelas de señoritas y a un internado en Bruselas, las hermanas se educaron en Haworth. Allí recibieron clases del padre, cosían, leían y, sobre todo, escribían. Tanto Branwell como las niñas tenían libre acceso a todos los libros de la casa, que eran muchísimos, ya que los protestantes propiciaban la educación de las mujeres. Los periódicos eran otra fuente de información importante. De todos aquellos libros y periódicos se nutrían las mentes de los hermanos Brontë.  Frente al dolor y en el aislamiento de aquel pueblo, los niños se refugiaron en la fantasía. Inventaron mundos paralelos por parejas, transformando en su imaginación unos soldados de madera en personajes de una serie de historias sobre esos mundos imaginarios: Charlotte y Branwell crearon Angria mientras que Emily y Anne idearon Gondal. Durante años confeccionaron libros diminutos escritos en una letra microscópica, que sólo puede leerse con lupa, con las crónicas de sus reinos que eran lugares apasionantes y violentos, luminosos y bárbaros. Si Branwell, por ejemplo, mataba o casaba a un personaje, Charlotte tenía que respetar ese hecho a la hora de escribir sus propias aventuras. En este sentido, los cuatro niños eran como dioses: lo que escribían sucedía. Ese mundo irreal era para ellos más real que la vida de Haworth. Se conservan un centenar de cuadernos escritos a mano, iniciados en 1829, de las crónicas de Angria, pero ninguno de la saga de Gondal, iniciados en 1834, a excepción de algunos poemas de Emily. La relación de estos relatos con las novelas que después escribieron sigue siendo de gran interés para los eruditos. La imaginación y la escritura cumplieron, especialmente en las hermanas, una verdadera función catártica y de autoanálisis. Emily jamás abandonó Gondal, de hecho su única novela, Cumbres borrascosas (1847), que es una de las obras maestras de la literatura, pertenece, por ambiente y tono, a las crónicas gondalianas. Charlotte sí dejó Angria, con grandes esfuerzos, a los 25 años, curiosamente abandonó su mundo de ensueños cuando se enamoró por primera vez. Emily no se enamoró nunca; vivía encerrada en su mundo imaginario y todo parece indicar que sus problemas alimentarios la convirtieron en anoréxica. Eran muy miopes, poco agraciadas, inteligentes, cultas, orgullosas y pobres, con estas características, y en aquella época, el futuro de las Brontë era muy negro. Por entonces las mujeres no podrían entrar en las universidades, y una señorita decente no tenía más posibilidades de trabajo que ser maestra o institutriz. Ambos empleos, humillantes y mal pagados, practicaron las Brontë. Pero lo que ellas deseaban era escribir. De todos lo Brontë, sólo el hermano estaba autorizado a plantearse una carrera de artista. La familia lo mimaba y esperaba que fuese un gran escritor o un gran pintor. Pero Branwell era la esencia misma del fracaso, les dio grandes disgustos por su propensión a la bebida y la droga (opio), su relación con una mujer casada y su triste final.

  

Roe Head, otra piedra en el camino

La pequeña Charlotte era un alma atormentada y con profundas dolencias físicas, que había apreciado muy de cerca la muerte de sus hermanas cuando apenas estaban en la flor de la vida. Su carácter trágico y sombrío cambió al sentirse obligada a asumir el cuidado de sus hermanas Emily y Anne, quienes también dedicaron su vida a un abnegado sufrimiento. Charlotte supo escucharlas y también ser la jefa natural de las hermanas, con una energía y capacidad de organización que fue el motor de las tres.

En 1831, a la edad de 14 años, Charlotte fue enviada al colegio de Roe Head, aparentemente por el hecho de que su padre cayera enfermo. Esta partida marca profundamente la vida de Charlotte, ya que le recordaba la marcha de sus dos hermanas mayores a aquel funesto colegio que provocó que enfermaran y que, en última instancia, las mató.

Además del temor ante la partida, otro elemento debió de ser decisivo en la inestabilidad de esta niña de 14 años: la ‘menarquía’ (aún hoy las niñas inglesas la llaman «la maldición»). Nadie nunca les había hablado a las hermanas de nada que tuviera que ver con la menstruación. Así que, aterrada, parte rumbo a Roe Head. No fue una estancia placentera: fue discriminada por sus compañeras debido a la ropa pasada de moda que usaba y a su tremenda miopía, y, para completar la humillación, las autoridades de la escuela la consideraron una ignorante ya que no sabía nada de lo que se consideraba la educación formal de una joven de esa época. Sin embargo, Charlotte conoce allí a Ellen y Mary, amigas que conservaría por el resto de su vida, que supieron ver algo más en aquella niña de desdichada apariencia. Permaneció en Roe Head un año, tras el cual regresó a casa para seguir estudiando y enseñar a sus hermanas.

     
     

  

Anne Brontë (1820-1849)

   

Pero en 1835, la directora de Roe Head la llama para ocupar un puesto de maestra, por lo que regresa llevando a Emily con ella. En realidad, Charlotte odiaba ese trabajo y ese lugar, y sólo quería escribir. Con 20 años, le envió unos cuantos versos al célebre y laureado poeta Robert Southey, a los que el artista le contestó que eran buenos, pero que «la literatura no puede ser el objetivo de la vida de una mujer, y no debe serlo». El comentario hundió a Charlotte en una de sus grandes depresiones: ella sabía que, como mujer, no debía escribir, e intentó resignarse. Por todo ello entra en períodos de ausencia e hipocondría, e incluso sufre un profundo colapso nervioso. De modo que, a los 22 años, y tras haber trabajado dos años en Roe Head, es enviada a casa de regreso.

Los cuatro años siguientes fueron de un enorme crecimiento artístico y personal para Charlotte, durante los cuales trabajó en varias casas como institutriz y se dedicó a escribir muchísimo. Ya en 1840, se decide a enviar las primeras nouvelles a algunos editores firmando como C. B.

En cuanto a Emily, cuando es contratada junto a Charlotte como maestra de Roe Head, su vida se convierte en una pesadilla. Emily odiaba las clases, odiaba a sus frívolas compañeras y, como sabía que su padre no aceptaría que dejara el trabajo, hizo lo único que podía hacer: dejó de hablar y dejó de comer. Se debilitó tanto que fue enviada a casa y reemplazada por la menor de las hermanas, Anne.

Con sus huelgas de hambre, Emily ejerció siempre control sobre sus actos y sobre su familia. En 1838, a los 20 años, decide trabajar, pero esta vez parte sola. Durante casi tres años no ha hablado con nadie fuera de casa y el miedo le cierra la garganta, pero sabe que debe hacerlo.

Va a Law Hill, cerca de Halifax, donde pasó seis meses como maestra, pero no puede estar sin escribir de día, podría ser vista; así que lo hace por las noches. Es insomne, escribe, no come y su salud se debilita fuertemente. Según palabras de Charlotte, Emily trabajó «desde las seis de la mañana hasta casi las once de la noche, con sólo media hora de descanso», y lo llamó esclavitud.

  

Charlotte y el desamor

En 1842, las hermanas quisieron abrir una escuela privada, pero no tuvieron éxito, de modo que, para mejorar su francés, Charlotte y Emily ingresaron en un internado privado de Bruselas. Allí se produjo un encuentro trascendental para Charlotte al conocer a Constantin Heger, el director de la academia. Por primera vez en sus 26 años, Charlotte recibía atención y estimulación intelectual por parte de un hombre calificado, lo que le lleva a enamorarse en silencio de aquel hombre, que pasaría a convertirse en su primer amor no correspondido.

Tanto Charlotte como Emily son excelentes maestras, por lo que se las contrata para impartir clases de inglés y música a cambio de continuar sus estudios de francés. Pero la diferencia es que, así como Charlotte estaba encantada con todo lo que sucedía, Emily no soportaba ni la ciudad, ni la escuela, ni el director, aversiones que se acrecientan cuando se percata de que su hermana la ha desplazado del centro de su atención y se da cuenta de que se ha enamorado de un hombre casado. No lo puede soportar y vuelve a dejar de comer; está delgadísima y muy débil.

El repentino fallecimiento de su tía Elizabeth, que se encargaba de la casa de la familia, las obligó a volver a Haworth. Pasado un tiempo, Emily se niega a volver a Bruselas y decide quedarse como administradora de la casa y Anne se pone a trabajar como institutriz con una familia cerca de York, en la que también entra a trabajar su hermano Branwell.

Pero Charlotte no podía soportar estar más tiempo alejada de Heger. Regresa sola a Bruselas y entra de nuevo a trabajar como profesora de inglés en el internado. Heger no era, al parecer, muy agraciado físicamente, tenía una actitud autoritaria y, para colmo, estaba casado; sin embargo, era un personaje magnético que atrajo a Charlotte por la atención que le prestaba: le dio buenos consejos para su futuro desarrollo como escritora y leyó atentamente sus primeras tentativas literarias. En este sentido, no es extraño que el interés que Heger mostraba hacia ella entusiasmase a Charlotte, sobre todo después del desprecio sufrido unos años antes por Southey.

     

     

Las hermanas Brontë, entregadas a lo que más les apasionaba, la lectura.

 
   

Pero cuando Charlotte se muestra enamorada, la esposa de Heger comienza a sospechar que algo le sucede a Charlotte con respecto a su marido y deja de dirigirle la palabra, cosa que también hace Heger, que toma partido por su mujer y se distancia cada vez más de su amante. Ella está convencida que Heger la ama, y odia a la esposa de Heger porque cree que ella es quien obstaculiza su unión. Pero todo queda en la imaginación de Charlotte. Las cartas que ella le escribe durante meses van a parar a la basura sin ser abiertas (aún se conservan porque la esposa de Heger las rescató). Esta situación dura seis meses, tras los que, finalmente, ella entiende y acepta que su amor no es correspondido y decide regresar a Inglaterra. Allí fue donde escribió El profesor, su primera obra, que no fue publicada hasta después de su muerte.

  

Primera publicación: Poemas (1846)

En otoño de 1845, el descubrimiento por Charlotte de los poemas de Emily las decidió, en un alarde de decisión y fortaleza, a autopublicar un libro con las poesías de las tres hermanas, que se editó con el título Poemas por Currer, Ellis y Acton Bell (1846), empleando cada hermana, respectivamente, las iniciales de su nombre como seudónimos, de forma que ni sus editores conocían su verdadera identidad: tres solteronas provincianas de 30, 28 y 27 años, respectivamente. Desgraciadamente, sólo se vendieron dos ejemplares. Aún así, la poesía de Emily Brontë ha sido reconocida como una de las mejores de ese siglo, y sigue siendo admirada por su originalidad, su lírica y sus imaginativas referencias personales.

  

1847, un año de publicaciones muy fructífero

Este fue el punto de partida para que cada una de las hermanas se embarcara en escribir su propia novela. La primera que se publicó fue Jane Eyre (1847), de Charlotte (pero aún bajo su seudónimo masculino, Currer), que tuvo un éxito inmediato a pesar de las críticas despiadadas, que no hacían otra cosa que aumentar las ventas. Esta novela provocó un considerable escándalo en la sociedad del momento por la forma directa —‘vulgar’ para la época— de abordar las pasiones de su protagonista. Como toda la obra de las hermanas, Jane Eyre es autobiográfica. Se arma con pedazos de su historia. En Londres no se hablaba de otra cosa que de esa novela, y los círculos literarios se devanaban los sesos por descubrir la identidad de los misteriosos hermanos Bell.

Aparecieron más adelante, y en ese mismo año, Agnes Grey, de Anne, y Cumbres Borrascosas, de Emily. La primera era una árida revelación basada en los comentarios autobiográficos del bajo nivel material y moral de una institutriz victoriana. Es considerado un relato íntimo de amor y humillación en el que el yo más vulnerable se enfrenta al yo más severo.

En cuanto a Cumbres Borrascosas, Emily comienza a escribirla en diciembre de 1845 y la concluye en julio del siguiente año. Fue descalificada por la crítica durante mucho tiempo y tuvo muy mala acogida por el público. La intensidad de su sentimiento y la brutalidad de los personajes, las energías primitivas de amor y odio que impregnan la novela fueron juzgadas como salvajes y burdas por los críticos del siglo XIX.  Su estilo, rudo y salvaje, se aparta por completo del imperante en la literatura de la época, hasta el punto de que la obra yació olvidada por no considerarla, ni siquiera, una buena novela. Pero años después, los críticos comenzaron a preguntarse cómo accedió aquella joven tan aislada geográfica y emocionalmente a ese profundo conocimiento de las actitudes, deseos y motivaciones de los hombres; cómo alguien que no estuvo jamás enamorada y no mantuvo nunca una conversación con un joven pudo escribir semejante historia de amor y pasión.

Debido a la confusión y a la especulación sobre la identidad de las autoras de las diferentes novelas, ellas mismas deciden desvelar su identidad mediante una visita a Londres en la que se dieron a conocer a sus editores y que tuvo una gran repercusión social en la capital.

  

El comienzo del fin: la muerte sigue marcando sus vidas

El año 1848 es fatal para la familia Brontë. Branwell nunca llegó a saber que sus hermanas habían publicado, ya que murió de tuberculosis en septiembre de ese año, no sin antes contagiar a Emily, que fallecería de la misma enfermedad tres meses después, el 19 de diciembre de 1848.

En los últimos meses de vida de su hermano Branwell, Emily fue la persona más allegada a él física y afectivamente. Lo cuida, lo cambia, le da de comer, lo cual provoca que se contagie la enfermedad. En septiembre, tras la muerte de Branwell, Emily se niega sistemáticamente a comer y a que la vea un médico. Jamás consintió quedarse en la cama, se levantaba a las siete todos los días y, entre tosido y tosido, cumplía con sus obligaciones, apoyándose en las paredes cuando le fallaban las fuerzas. Tampoco hablaba, el único sonido que emitía era un quejido de dolor de vez en cuando y la tos persistente. Un rato antes de morir, accedió a que el médico la viera para darle el gusto a su familia, pero lo único que aquel pudo hacer fue firmar el certificado de defunción.

     
     

  

Magnífico y archiconocido fotograma de la más sublime versión llevada al cine de "Cumbres Borrascosas", de Emily Brontë. Producida por Samuel Goldwin y dirigida por William Willer en 1939, fue interpretada, en sus principales papeles, por Laurence Olivier y Merle Oberon.

   

También para entonces, Anne había sido atacada por el mismo mal y murió cinco meses después que Emily, el 28 de mayo de 1849, un año después de publicar su segunda novela, La inquilina de Wildfell, una obra sumamente audaz en sus ideas y por la que se la considera la primera y más completa novela feminista. De Anne, poco se sabe de su escritura previa a Agnes Grey, la novela que la hizo famosa, porque sus escritos gondolianos han desaparecido en su totalidad junto con los de Emily. Al parecer, Anne moldeó su carácter en consonancia con el de su tía Elizabeth, que la marcó profundamente y fue, en gran parte, su figura materna.

De Anne se sabe que estuvo muy enamorada de Weightman, un pastor anglicano a quien esperó durante años pero que jamás la correspondió, y, cuando parecía que eso iba a ocurrir, el pastor murió de cólera. Al poco tiempo de este hecho, murió su amada tía Elizabeth.

Cuando se contagió de tuberculosis, al contrario que su hermana Emily, Anne hizo todo lo posible por curarse. Incluso aceptó la sugerencia del médico de ir a vivir cerca del mar para recuperar su salud. Y hacía allá viajó junto a Charlotte y Ellen, amiga de Charlotte, en 1849. Tras un durísimo y largo viaje, llegaron a Scarborough. Anne se sintió feliz de ver el mar y, agonizante, caminó por la playa. Un anochecer, junto al fuego, murió a los 29 años.

  

La última y más reconocida de los Brontë: Charlotte

Sola y desesperada después de la muerte de sus hermanas, Charlotte quedó viviendo con su padre en Haworth, dedicada a la literatura. En los años siguientes, Charlotte fue varias veces a Londres para promover la publicación de su obra, y a Manchester, donde visitó a su futura biógrafa, la novelista Elizabeth Gaskell, a quien invitó a Haworth. Charlotte se convierte en un personaje muy famoso y por fin reconocida por grandes escritores de la época. Publicó otras dos novelas, Shirley (1849), en la que aborda el impacto de la revolución industrial en su Yorkshire natal, y Villette (1853), en la que recupera como argumento su experiencia en aquel internado de Bruselas que le había marcado para toda su vida. Ambas novelas disfrutaron de enorme éxito.

Además, en 1850 se reeditó Cumbres Borrascosas, con un adjunto de una selección de poemas de Emily y una biografía escrita por la propia Charlotte, pero ¿hasta qué punto fue ésta fiel a la memoria de su hermana? Y aquí se abre un interrogante que intriga a los lectores de Emily Brontë. Según parece, Charlotte revisó la novela de su hermana una vez fallecida, recortando fragmentos con el fin de que Cumbres Borrascosas se pudiera publicar en un solo volumen en lugar de los tres originales, por razones de espacio o tal vez para que su edición resultara mucho más económica; también se le permitió cambiar la puntuación. Y, desde entonces hasta 1963, la versión que corrió del famoso libro y fue objeto de numerosas traducciones, era de Charlotte y no de Emily. Pero en 1963, finalmente, se publicó la versión tal como lo escribió su autora.

En 1854, Charlotte, a pesar de haberse prometido mil veces que jamás lo haría, contrae matrimonio con el joven reverendo Arthur Bell Nichols, coadjutor de su padre y que fue el cuarto hombre en proponérselo. Él estaba profundamente enamorado de ella y ella aprendió a quererlo. Se podría decir que fue feliz por un tiempo, pero, al quedar embarazada, se desata el tremendo final al que parecía estar avocada, como sus hermanas.

Releyendo la obra de Charlotte, se puede comprender el temor profundo a los embarazos y la asociación inconsciente entre nacimiento y muerte (hay que recordar que la madre muere aparentemente a causa de los múltiples partos). De modo que la neurosis se apodera de ella con toda su fuerza.

María, su madre, había muerto a los 38 años. Al poco tiempo de casarse, Charlotte enfermó de tuberculosis, al igual que sus hermanas, y murió el 31 de marzo de 1855, unos días antes de cumplir los 39 años, estando todavía embarazada. Aun así, había empezado otro libro, Emma, que no consiguió terminar.

  

Primera biografía, la despedida de una amiga

El primer libro que se publicó sobre las hermanas Brontë, La vida de Charlotte Brontë (1857), escrito por su amiga, la novelista Elizabeth Gaskell, es una biografía clásica. Destaca también La infancia de las Brontë (1941), de Fannie E. Ratchford, que, por primera vez, apuntó la importancia que tuvieron las sagas infantiles de Angria y Gondal en el desarrollo de su escritura.

Las Brontë apenas si abandonaron físicamente las estrechas paredes de su casa y el páramo vacío, pero se atrevieron a pensar, a imaginar y a transgredir los límites de su tiempo a través de la literatura.

   

   

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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“Anne Brontë (1820-1849), Pseudonym Acton Bell”, en PEGASOS [En línea]. Disponible en web: <http://www.kirjasto.sci.fi/abronte.htm>. (Consulta del 22 de Enero de 2010).

  

  

Mónica Ibars Morales (Sant Feliu de Guixols, Gerona, 1981). Diplomada en Maestro en Lengua Extranjera (Sección Inglés) por la Universidad de Málaga.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. Año IX. II Época. Número 69. Noviembre-Diciembre 2010. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2010 Mónica Ibars Morales. Edición en CD: Depósito Legal MA-265-2010. Disegro Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. © 2002-2010 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

   

   

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