amián
Ramírez
Lozano,
actualmente
vicario
parroquial
de la
Asunción (en
las
inmediaciones
de Cruz de
Humilladero)
desde
noviembre de
2004,
capellán del
Cementerio
de San
Gabriel
desde el
mismo
momento,
confesor de
los jóvenes
del Colegio
Ave María
(zona de
Huelin) y
director
espiritual
de la
Hermandad
del Rocío de
nuestra
ciudad,
nació en
Málaga el 5
de mayo de
1974, fruto
del
matrimonio
de José y
Pastora.
Primeros
estudios
El menor de
cuatro
hermanos,
Damián fue
educado en
los valores
cristianos,
buen
estudiante y
muy
responsable
de sus
deberes
familiares.
Desde
pequeño, su
comportamiento
ya daba
muestras de
la que sería
la vocación
a la que
entregaría
toda su
vida, hecho
que, en más
de una
ocasión,
tanto sus
maestros
como los
propios
familiares
no dudaron
en
reconocer.
Por
proximidad a
su
domicilio,
cursó los
estudios de
EGB en el
Colegio
Doctor
Fleming, de
Málaga,
donde superó
todos los
cursos con
buenas notas
y sin ningún
tipo de
contratiempo
académico,
ya que fue
un alumno
que sabía
afrontar con
responsabilidad
y entusiasmo
sus
compromisos
con las
tareas
escolares.
Recibió
la Primera
Comunión en
1982. Por
este tiempo,
el pequeño
Damián
establece un
vínculo muy
especial con
el quehacer
de su
parroquia,
ayudando
como
monaguillo
al sacerdote
titular en
la
celebración
de la misa.
Finalizados
los estudios
de BUP y
COU, estuvo
a punto de
orientar su
vida hacia
la enseñanza
y solicitar
la admisión,
para
estudiar
Magisterio,
en la
Facultad de
Ciencias de
la Educación
de la
Universidad
de Málaga,
pero,
afortunadamente
para la
comunidad
cristiana
malagueña,
Damián
estaba ya
profundamente
marcado por
el bien
hacer de
todas las
personas que
Dios había
puesto en su
camino,
destacando
entre ellos
el padre
Francisco
Ballester.
Con sus
consejos,
respeto
personal y
ejemplo de
vida, este
sacerdote
fue un
modelo de
comportamiento
para Damián
y demás
niños que
colaboraban
como
monaguillos
en su
parroquia, a
quienes
siempre
trataba,
pese a sus
cortas
edades, como
si fuesen
personas
mayores,
además de
transmitirles
una
felicidad y
una paz
interior que
calaron
profundamente
en el alma
del joven.
Francisco
Ballester,
su querida
familia y
las
catequesis a
las que de
niño asistía
fueron los
verdaderos
desencadenantes
del
descubrimiento
de su
verdadera
vocación. El
propio
Damián
considera la
vocación en
su caso no
como una
llamada
repentina de
Dios, sino
como “un
chispear del
que no te
das cuenta y
que, cuando
eres
consciente,
estás calado
hasta los
huesos”.
En 1993, el
joven
Damián,
cuando
contaba con
19 años
apenas
cumplidos,
tomó la
determinación
de encaminar
su vida
hacia Dios y
ponerla al
servicio de
los demás, y
fue así como
ingresó en
el Seminario
Diocesano de
Málaga,
donde estuvo
interno, a
excepción de
las salidas
que se
llevaban a
cabo para el
ejercicio de
labores
pastorales,
durante
siete años,
dedicado a
la formación
de su
espíritu y
al cultivo
de materias
como
Teología,
Sagradas
Escrituras o
Psicología,
consciente
de su
utilidad en
el empeño de
construir el
Reino de los
Cielos en
este mundo.
Damián es
ordenado
sacerdote
Finalmente,
y tras tan
largo
periodo de
preparación
para la
nueva vida
que le
esperaba,
fue ordenado
sacerdote
por nuestro
actual
obispo, don
Antonio
Dorado Soto,
el 2 de
septiembre
de 2000 en
la Santa
Basílica
Catedral de
Málaga.
Pese a que
la primera
misa la
celebró en
la parroquia
de San José
(zona de
Carranque),
ya que era
allí donde
asistía
diariamente
a oír misa
como un
feligrés
más, su
primer
destino como
párroco fue,
sin embargo,
un pequeño
pueblo de la
Axarquía
llamado
Frigiliana,
cubriendo
también la
zona de Maro.
Sin duda,
este primer
encargo
parroquial
marcó
profundamente
la
trayectoria
del joven
sacerdote,
que, en
armonía,
respeto y
convivencia
con los
habitantes
de ambos
pueblos,
descubrió el
verdadero
servicio a
los demás y
la
orientación
del
testimonio
evangélico
que debía
transmitir.
Consciente
de la
complejidad
de la labor
que le ha
sido
encomendada,
el joven
cura se
repite cada
día la frase
que lleva
grabada en
su alianza,
símbolo de
su eterno
vínculo con
Dios: “En
todo, amar,
servir y
confiar”.
Su labor
pastoral
El padre
Damián se
nos confiesa
un enamorado
de Santa
Teresa de
Lisieux,
particularmente
desde que
conoció la
vida
modélica de
esta
religiosa a
través de la
lectura de
su
biografía.
Pese a la
dificultad
de la
soledad
física que
conlleva el
ejercicio
del
sacerdocio y
de sufrir la
cruda
realidad de
sentirse
instrumentalizado
por muchos,
por ésos que
muchas veces
acuden al
cura en
provecho
propio y al
que,
conseguidos
sus
propósitos,
rápidamente
abandonan,
el padre
Damián se
siente
tremendamente
reconfortado
en su
ministerio
por su labor
con los
enfermos y
el trato
cotidiano
con la gente
sencilla de
su barrio
parroquial.
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Es precioso ver y escuchar a una persona joven, llena de paz, feliz, y con toda la tranquilidad del que se siente amado por Dios. |
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Damián
descubrió
esta
vocación de
atender a
los enfermos
durante sus
salidas del
Seminario,
que le
permitieron
prestar su
trabajo en
diferentes
lugares como
las
residencias
de San Juan
de Dios, las
Hermanitas
de los
Pobres,
Cotolengo…Hizo
suyo aquel
pasaje del
Evangelio
que se
resume en
esta frase:
“Es a la
oveja
perdida a la
que salió
Jesús a
buscar, no a
la que tenía
asegurada en
su rebaño”.
Consciente
de la falta
que hace
escuchar al
prójimo en
el mundo en
el que
vivimos,
Damián es un
perfecto
‘escuchador’
y un gran
intermediario
de Dios.
Considera
que, aunque
lentamente,
la Iglesia
va caminando
hacia
nuestros
tiempos y es
de la
opinión que
debe seguir
en esa
línea,
manteniendo,
desde luego,
las raíces
fundacionales
que la
sustentan
como
institución.
Damián en
nada se
identifica
con el cura
tradicional
de los
sermones
de
púlpito.
Una actitud
por y para
el pueblo
Consciente
de que en la
sociedad
actual es
cada vez más
difícil para
las personas
mantener
fija la
atención en
unos
determinados
principios y
donde las
celebraciones
religiosas
han pasado a
ser meras
pomposidades
y festejos,
Damián se
enfrenta a
toda esta
problemática
religiosa de
un modo
diferente. Y
diferente es
considerado
por las casi
cuatrocientas
personas que
prefieren
celebrar la
eucaristía
con él,
aunque ello
les suponga
tener que
realizar
algún
desplazamiento
en coche.
Y reitero
diferente
porque, pese
a que
estructura
la misa en
las mismas
partes y
celebra de
igual manera
los ritos
eclesiásticos
en cualquier
parroquia de
nuestra
ciudad, bien
cierto es
que usa un
lenguaje por
y para el
pueblo. Un
lenguaje que
pueda ser
entendido
por todos y
cada uno de
los
presentes,
desde un
abogado a un
niño que
está
preparándose
para recibir
su primera
comunión.
Y es que
Damián es un
cura del
siglo XXI.
Saber
sacarle
provecho a
los medios
audiovisuales
que la
tecnología
pone a
nuestro
alcance,
introduciendo
música
ambiental en
los momentos
del clímax
eucarístico,
e incluso
proyectando
sobre el
altar
secuencias
de imágenes
elaboradas
en Power
Point, a fin
de que todos
los fieles
puedan
seguir y
comprender
más
fácilmente
sus
explicaciones
y
aclaraciones
sobre las
lecturas
evangélicas
y demás
textos
bíblicos.
Lamentablemente,
esta manera
de llevar el
Evangelio a
las gentes
ha sido
incomprendida
por algunos
e, incluso,
criticada
por otros
sacerdotes
de nuestra
diócesis;
con todo,
Damián, mi
párroco, no
ha perdido
su norte y
continúa con
su labor de
hormiguita
en la
construcción
de un mundo
mejor.
Su ideario
de vida
Damián
estructura
su propia
vida en
cinco
grandes
bloques:
-
Primero:
Deseo de
Dios y de
ser feliz.
-
Segundo:
Búsqueda de
Dios a
través de
las
personas,
los
Sacramentos,
la
catequesis…
-
Tercero:
Encuentro
personal con
Dios, en
orden a un
enamoramiento
de Dios.
-
Cuarto:
Sentir los
sentimientos
y
profundizar
en Dios.
-
Quinto:
Transmisión
del mensaje
evangélico.
Éstos son
los pasos
que el
propio
Damián cree
que está
recorriendo
y por los
que lucha a
diario.
Es precioso
ver y
escuchar a
una persona
joven, llena
de paz,
feliz, y con
toda la
tranquilidad
del que se
siente amado
por Dios.
Éste es el
verdadero
secreto de
Damián, un
cura del
siglo XXI.