«Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.»
MIGUEL HERNÁNDEZ
osa Virginia Martínez Araujo, educadora, trabajadora social,
periodista, escritora (poetisa, dramaturga, cuentista, ensayista,
articulista y narradora), nace en una zona rural cercana a las
riberas del Lago de Maracaibo, Venezuela, en plena primavera, el 1
de mayo de 1915.
Su padre, Don Martínez, un hombre de hacienda, del que quedó
huérfana muy temprano; su madre, Alcira Araujo, una maestra de
escuela rural, y tres hermanas, Olga, Rosario y Elvira Luisa,
conforman su familia.
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Rosa Virginia Martínez Araujo, Maracaibo,
Zulia (Venezuela), 1915 - Maracaibo, 1983. |
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Contexto socio-político de la autora
Transcurre su infancia entre haciendas, hatos y pueblos, lugares de
su trabajo y fuentes de la mayoría de sus poemas que denuncian las
miserables condiciones en que vive la gente en el medio rural. Así,
desde muy temprana edad, nace en ella el desasosiego por el
desamparo en que sume la pobreza, tema que, unido al amor, el
desamor y la muerte son los cuatro puntales que prevalecen en su
obra.
Es evidente que el contexto histórico-social en el que le toca vivir
a la joven Rosa Virginia, bamboleado por bruscos cambios sociales y
políticos, influye directamente en ella, pues nace en la segunda
década del siglo XX, en plena dictadura del general Juan Vicente
Gómez, y su niñez, adolescencia y primera juventud se deslizan en un
sistema social en el que el rol de la mujer, en el proyecto «hacer
patria», está reducido todavía a conformar el hogar, educar los
hijos y someterse al marido y a la usanza de las buenas costumbres
acordes con el decimonónico Manual de Urbanidad y Buenas Maneras
(1854), redactado por Manuel Antonio Carreño.
La primera gran huelga petrolera durante el gobierno de López
Contreras que sucede a la muerte de Gómez, trae como consecuencia la
represión de los nacientes partidos políticos y se acosa a la
Universidad Central de Venezuela; después, un pequeño respiro en el
mandato de Isaías Medina Angarita, con la legalización de los
partidos Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista Venezolano (PCV),
y el fifty-fifty de la Ley de Hidrocarburos, para luego
retroceder con un golpe de Estado que instaura una Junta
Revolucionaria de Gobierno; dos años después, la efímera regencia de
Rómulo Gallegos, derrocado para asentar un gobierno militar de cariz
dictatorial; luego, una nueva Junta Militar de Gobierno con Carlos
Delgado Chalbaud y, de nuevo, un derrocamiento con su asesinato y la
subida al poder del dictador Marcos Pérez Jiménez hasta 1958, y otra
Junta Cívico-Militar con Wolfgang Larrazábal presidiéndola; a partir
de 1964, se «ordenarán» los presidentes constitucionales, cuando
muere la poetisa a finales del período del presidente Luis Herrera
Campins.
Por este etapa de su vida, Rosa Virginia trabaja como educadora de
Primaria en el magisterio zuliano, es activista en el Ateneo
Infantil ‘Tachoncito’, que funciona en los para entonces barrios
marginales de Sierra Maestra y del que su hermana Elvira es la
directora.
Como periodista, dirige la página femenina del diario Panorama,
trabaja en la redacción de los semanarios Ecos de Gloria,
Prismas, Ideas, Horizonte, Patria, Diario de Occidente, Crítica, El
Vespertino, Maracaibo y varias publicaciones de Caracas,
Colombia, Ecuador y otros países de habla hispana.
Es miembro de la sección en Zulia de la ‘Asociación Venezolana de
Periodistas’ (AVP), del Ateneo de Maracaibo, de la ‘Asociación
Femenina’, del ‘Círculo Artístico’ del Zulia en su sección de
Literatura, de la ‘Asociación de Escritores Venezolanos’ (AEV), del
‘Centro Cultural de Maracaibo’ (1950-1968), de cuya fundación fue
parte activa y fundamental, y de la agrupación teatral ‘Sábado’.
Comienza a interesarse por las teorías teosóficas y del espiritismo,
en las cuales la inicia Elio Soto, un amigo de la familia. En sus
actividades de orden espiritual, es precursora y presidenta de la
‘Logia Teosófica’ del Zulia, del ‘Centro de Estudios Psíquicos’ y
del ‘Centro Orión’, y coopera con la agrupación ‘Luz Masónica’.
Mantiene contactos con otros intelectuales de su tiempo y entorno
geográfico (no solamente de su terruño, sino también de otros países
de Latinoamérica), con quienes intercambia impresiones, ideas,
ensayos, poemas, artículos e inquietudes, lo que le facilita vivir
de una forma más plena sus dos grandes pasiones: la poesía y su
preocupación por la condición social y espiritual de la pobreza en
la sociedad.
Rosa Virginia, en su afán de asombro frente a la vida y al
conocimiento, con una especial sensibilidad por el desposeído
social, su entusiasmo por todo aquello que mejore la condición de la
mujer venezolana y el acrecentado amor por la niñez, forja con esos
temas su obra literaria.
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La mayor parte de su creación poética es expresión del
contexto social que marca las fibras de su sensibilidad,
expresión de una individualidad, pero, en este caso, no
conce-bida a la orilla de la comunidad. |
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Cabe señalar que no tiene casi nunca apoyo oficial, lo que la obliga
a editar sus libros con su propia y escasa pecunia, para después
distribuirlos, con excelsa generosidad, entre familiares y
amistades.
Desde su fundación en 1945 y hasta 1946, Rosa Virginia pertenece al
grupo literario ‘Tierra’, asociación que desaparece en 1948, cuando
varios de sus miembros son detenidos tras el derrocamiento del
Gobierno de Rómulo Gallegos por un Gobierno instaurado de facto.
El grupo ‘Tierra’ solía reunirse en la misma casa de la poetisa, en
la calle El Jabón o Ayacucho. Allí comulgan literariamente el poeta
barloventeño Pedro Lhaya, Humberto Campos Brice, director de las
revistas estudiantiles Baralt (1931) y Pegaso (1934);
Hercolino Adrianza Álvarez, estudiante de Derecho en esa época y
fundador de Cuociente; José Ramón Pocaterra, que venía de
‘Seremos’; el periodista José Antonio Ugas Morán, Mercedes Bermúdez
de Belloso, poetisa que se desliza del postmodernismo a la
vanguardia; el poeta revolucionario Espartaco González, romántico y
uno de los fundadores del Partido Comunista en el Zulia; el
recitador Carlos Parra Bernal, el pintor José Fernández (FEZ) y
nuestra poetisa Rosa Virginia Martínez, todos, protegidos
espiritualmente por José Antonio Butrón Olivares, consejero de este
grupo y de Cauce, viejo poeta de Los Mechudos y Ariel.
Un grupo ciertamente diverso, con voces y tendencias diferentes,
quienes, con su refrescante poesía, son el vínculo con sus variados
matices entre la poesía udonperiana y la modernidad vanguardista del
surrealismo de ‘Apocalipsis’. Sus reuniones, además de las que
celebran en la casa de la Rosa Virginia, suelen realizarse en el
café Ritz, frente a la plaza Bolívar. Celebran recitales
radiofónicos, realizan publicaciones en prensa, se interrelacionan
con algunos exviernistas en ‘El Bruno’, y con Andrés Mariño Palacios
de ‘Contrapunto’, en Caracas.
En esos momentos, con la influencia de los poetas León Felipe y
Nicolás Guillén, recién incorporados a las actividades de la ‘Peña
Literaria del Club Comercio’ de Maracaibo, se gesta el intento de la
creación del grupo ‘Cuociente’.
Desde su inicio en 1951 hasta su final, en 1956, Rosa Virginia
Martínez pertenece al grupo literario ‘Cauce’, en un tiempo de
crisis literaria en el Zulia. ‘Cauce’ se crea el día de la
conmemoración de los 25 años de la muerte del poeta Udón Pérez, el
24 de julio de 1951.
En su quehacer literario publican en el diario Panorama,
recuerdan en sus recitales al poeta Ismael Urdaneta y tratan de
rescatar del olvido a los valores literarios del pasado de la región
zuliana.
‘Cauce’ es un grupo numeroso; entre sus miembros figuran Marín
Fonseca, Ida Dos Santos, Berthy Ríos, José Ramón Ortega, Evaristo
Fernández Ocando, Martín Áñez, Marghot Díaz Urdaneta, Mercedes
Bermúdez de Belloso, Ramiro Larreal Sánchez, Gloria Alba Molero,
José Bravo Ríos, José Antonio Borjas Sánchez, Gastón Parra Luzardo,
Gilberto Mora Muñoz, Aníbal Briceño, Ramón Ávila Girón, Elsa Silva
Negrón, José Semprún, Ramiro Fuentes Castellano y nuestra poetisa
Rosa Virginia Martínez. Pero con la persecución política de varios
de sus miembros por el dictador Marcos Pérez Jiménez, el grupo se
desintegra desapareciendo para siempre.
Por esa época, en 1955, Rosa Virginia recibe una mención honorífica
en el certamen de poesía promovido por el Ejecutivo del estado
Zulia.
Nacida en Maracaibo, Estado de Zulia, Rosa Virginia Martínez Araujo,
poetisa, docente e intelectual, muere
en plena primavera, el 25 de abril de
1983, en su ciudad natal, en Maracaibo, la ciudad que amó
profundamente toda su vida, donde, además de ejercer la educación
como profesión durante casi 30 años, cultivó todas las artes, la
escritura, la poesía y la pintura.
Orientación y sentido de este estudio crítico
Este artículo, al que hemos dado el título de «Rosa Virginia
Martínez. Viento ebrio: una llamada poética de conciencia hacia la
pobreza», trata sobre una poetisa maracaibera, zuliana, venezolana,
con cuyo poemario Viento Ebrio, el segundo de sus libros
entre sus numerosas publicaciones, vigoriza decisivamente su
condición como la escritora que pretende abrir los ojos a la
realidad que viven los rincones pobres de su tierra y la de todos.
La mayor parte de su creación poética es expresión del contexto
social que marca las fibras de su sensibilidad, expresión de una
individualidad, pero, en este caso, no concebida a la orilla de la
comunidad. La poetisa no puede ser indiferente al entorno social en
que vive, y parte de su obra, de una u otra manera, será una
protesta contra la realidad, comprometida con su época y su gente,
consciente de sus raíces y de la realidad del país.
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La poetisa no puede ser indiferente al entorno social en
que vive, y parte de su obra, de una u otra manera, será
una pro-testa contra la realidad, compro-metida con su
época y su gente, consciente de sus raíces y de la
realidad del país. |
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No debemos descuidar los sucesos y los cambios sociales en el que se
desenvuelve nuestra poetisa, pues, de ese marco cultural del país y
de la región, depende en gran parte su lenguaje poético, que es el
lenguaje de su pensamiento; por ello, cuando escribimos sobre su
obra, no debemos dejar de lado nunca esas claves del mundo histórico
en que vive y se desenvuelve la creadora de esta palabra poética:
Mujer de pueblo,
(…)
¿Cómo vas a tener un sitio para el aroma,
sí, aún no tienes
pan,
ni techo que recoja
el azulado viento de la loma?
(…)
¿Cómo quieres
poblar de lumbre la desierta vía,
si no has alcanzado todavía,
un mísero candil
para tu puerta?
(…)
Mujer:
es la hora precisa,
de rescatar tu pan y tu sonrisa. [1]
La poetisa se enfrenta, según los grupos literarios ‘Tierra’ y
‘Cauce’ que le toca vivir, a una tendencia decidida a mantener
cierta estructura clásica del verso y la ruptura, dilema que ella
soluciona usando signos de puntuación, encabalgamientos, coordinando
versos con conjunciones y subordinando las oraciones. Deshecha la
rima y el metro clásicos, y, en algunas oportunidades, hace uso de
la poesía en prosa, muy utilizada en el romanticismo alemán, un
versolibrismo que apunta a la vanguardia, sin romper la coherencia
ideológica, y, muchas veces, la idea central es señalada en el
título del poema:
Ahora,
mientras hago la siembra:
hijo, ¡no vengas!
A tu virtud no ascenderá
ni un trino,
están llenos de limo
los caminos.
¡Si supieras del íntimo reclamo
de la rosa y el viento,
de la aturdida mariposa leve,
de los peces sin lágrimas ni acento! [2]
El porqué no se atreve a romper definitivamente con los cánones de
la poesía tradicional parece deberse a que, en la búsqueda de un
destinatario para su poesía, quizás la poetisa no siente la
necesidad de manejar nuevas formas más extremas del lenguaje. Le
interesa ser comprendida; su lucha está dirigida contra el momento
histórico y su palabra, que el lector de su verso sepa que, a pesar
de este esfuerzo poético, aun así, no es todavía suficiente para
expresar toda su rica interioridad: brega.
¡Amo todo lo ignoto!
Polvo de cien jornadas pido para mis plantas
De eterna peregrina.
Quiero viajar sin rumbo a través de la escarcha,
De la sombra,
Del viento, de la rosa y la espina.
(…)
¿Quién me ata a este suelo?
Desnuda estoy de anhelos pequeños… [3]
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Es mérito suyo el buscar la identificación americana con su poema
«América», herencia del modernismo; se solidariza con los hombres,
mujeres y niños de su América, de su tiempo. |
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En tiempos de una Venezuela en la que un alto porcentaje de los
niños carece de escuelas, que apenas cuenta con menos de un centenar
de institutos de educación secundaria, Rosa Virginia, perteneciente
a la clase media-pobre, una mujer con conciencia de clases, que no
tiene acceso a ninguna fuente de poder, que encuentra su ser
descolocado frente a la filisteica naciente burguesía
petrolera y toda aquella amalgama que detenta el poder en esos
momentos, formada por comerciantes importadores, empresarios
transnacionales y poseedores de bienes raíces, intenta utilizar la
poesía a manera de rebelión, dando testimonio de su época,
angustiada y decepcionada ante el mundo que le toca vivir:
Para vivir la espera, está mi sangre
como un brote de luz, fuerte y ligera.
De la aurora,
me quedó esta libre fragancia
que no implora ni se mengua.
La sembraré de nuevo
entre guijarros;
en la violencia azul de las espinas;
entre las grietas de los ranchos
oscuros,
donde duermen los niños
pegados a los muros. [1]
Campesino de mi tierra;
ebria de soles desnudos
y de vientos sin regreso,
en los caminos del tiempo
está creciendo una espiga
para los surcos futuros
(…)
Segador de madrugadas:
sobre la cumbre empinada,
está madurando el alba
tu vigilia de luceros.
Una hoz trilla el silencio
de tus gavillas despiertas…
En desvelo de distancias
y de rutas sin regreso, [4]
Es mérito suyo el buscar la identificación americana con su poema
«América», herencia del modernismo; se solidariza con los hombres,
mujeres y niños de su América, de su tiempo, y canta su
desacuerdo y motivación interna, en una concientización de lo
americano:
América:
qué nombre tan dulce quiebra tus cristales,
qué esencia tan pura vierten tus rosales.
¡qué dicha!
tu raza de bronce dicen que es de locos,
porque, paso a paso,
tu millar de pueblos
se irán confundiendo en un largo abrazo.
Mañana —en tu día—,
o cuando amanezca;
desde mis llanuras, montañas y ríos
hasta el Chimborazo do soñó el Vidente,
un viento de triunfo pasará sembrando
la nueva simiente…
la nueva simiente,
en todos los surcos de la tierra ardiente.
(…)
Yo te amo en el grito
de tus mares salvajes;
en la curva empinada
de tus verdes montañas;
en los rojos celajes,
en el cardo,
en las flores; [5]
Rosa Virginia, la búsqueda universal, cósmica, tiene por norte la
integración, y, por aleación, lo indagatorio que encuentra en la
poesía su principal vehículo, instrumento para llegar a la anhelada
ascesis. (María Eugenia Bravo)
Sus poemas «nos cuentan», sus versos «nos cuentan», los vocablos
«nos cuentan», todos ellos sus propias significaciones en el
misterioso camino entre la lectura y la conciencia del lector. La
frase gramatical es respetuosa con las leyes de la sintaxis sin
alejarse del autor, el que nunca desaparece detrás del yo
intemporal, nos habla de sí misma y de sus tiempos, dirigiéndose al
«ser universal»:
A través de todo mi cuerpo menudo,
Quisiera encontrarme.
Contemplo mi barro:
Es frágil y fuerte, es rudo y lozano…
Tiene sed y roca, tiene de sombra y de sol.
(…)
Yo palpo mis ojos,
y, aunque los apriete, descubren paisajes;
y siguen mirando, mirando, mirando…
¿Será que hay un mundo de raudos celajes
En todos los ojos que viven soñando? [6]
Los poetas que escriben en las décadas de los cuarenta y de los
cincuenta, como es la época de esta escritora, expresan ciertos
cambios en nuestra poética, se da un salto, se deja atrás
definitivamente la estructura de la lengua clásica, y se entra en el
versolibrismo, en el verso blanco de la ruptura deliberada con la
rima y el metro. Son décadas difíciles para el poeta venezolano, si
bien se inicia una apertura intelectual intensa, la situación del
país incide inevitablemente en ellos:
Yo quisiera decir:
¡Soy libre!
Caminé sobre el mar,
he girado más que la tierra.
Vengo de la Atlántida sumergida,
de la Lemuria oculta entre los siglos;
de la India fantástica y ungida
con la apacible lumbre
que vierte el Ramayana.
(…)
¡Pero es mentira
la libertad del hombre!
Esta carne rosada me aprisiona,
infinitas murallas se interponen
entre la nube y yo,
y si pretendo
cruzar el mar con mi menudo paso,
me hundiré para siempre
en su regazo,
porque es mentira la libertad del hombre! [7]
Los poemas de Rosa Virginia Martínez son relativamente largos, es
evidente su carácter subjetivo, a pesar de trabajar poco las figuras
metafóricas, éste se construye parcamente, trabaja fundamentalmente
la imagen, omitiendo frecuentemente la metáfora, aún así, aparece
ese expresarse más allá de la palabra marcado por el «hoy» que le
toca vivir y fruto de ese temple de ánimo que la conmueve:
¿Qué ruta prosigue la gris caravana?
¡Caravana obscura, caravana parda…!
¡Cómo marchan todos: iguales y firmes,
rumiando muy hondo canciones de angustia
bajo los aleros de un yugo tan largo!
Van rudos e inquietos
de frente al destino,
sembrando de voces los anchos caminos;
de voces que acaso, bajo las piedras,
se irán enredando con fuerza tremenda.
De voces que acaso irán alcanzando,
las entrañas rojas
y las fibras vivas
de los otros hombres que pueblan la tierra. [8]
Y la poetisa Rosa Virginia Martínez Araujo muere dejando inéditos
tres libros: Cantos en la Bahía, Aroma y Ziruma,
que pasarán al legado familiar, hermanas y sobrinos, quienes deciden
difundirlos para quienes gustan de la poesía.
Cuando yo muera, madre:
no dejes que me recen otros labios extraños,
ni me vistan de blanco
manos torpes y hurañas.
Quiero manos que tallen mi cintura,
que sobre el pecho me coloquen rosas
(…)
Manos leves y buenas que no tiemblen de espanto,
ante el barro ya inmóvil que aguarda el camposanto.
No quiero agua bendita ni palabras dolientes,
(…)
No me cierres los párpados:
quiero ver el misterio
que me espera en el fondo
de la noche más honda. [9]
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Notas:
1 Canto a la
mujer del pueblo
2 La
estrella sumergida
3 Yo soy
cosmopolita
4 Espiga
5 América
6 El poema
del alma ignota
7 Yo
quisiera decir
8 Caravana
9 Cuando yo
muera |