N.º 74

NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2011

11

   

   

   

   

   

   

   

ROSA VIRGINIA MARTÍNEZ.

«VIENTO EBRIO»:

Una llamada poética de conciencia hacia la pobreza

   

Por María Cristina Solaeche

   

   

   

«Carne de yugo, ha nacido

más humillado que bello

con el cuello perseguido

      por el yugo para el cuello.

  

Empieza a sentir,  y siente

la vida como una guerra

y a dar fatigosamente

en los huesos de la tierra.»

  

MIGUEL HERNÁNDEZ

  

  

R

osa Virginia Martínez Araujo, educadora, trabajadora social, periodista, escritora (poetisa, dramaturga, cuentista, ensayista, articulista y narradora), nace en una zona rural cercana a las riberas del Lago de Maracaibo, Venezuela, en plena primavera, el 1 de mayo de 1915.

Su padre, Don Martínez, un hombre de hacienda, del que quedó huérfana muy temprano; su madre, Alcira Araujo, una maestra de escuela rural, y tres hermanas, Olga, Rosario y Elvira Luisa, conforman su familia.

     
     

  

Rosa Virginia Martínez Araujo, Maracaibo, Zulia (Venezuela), 1915 - Maracaibo, 1983.

   

Contexto socio-político de la autora

Transcurre su infancia entre haciendas, hatos y pueblos, lugares de su trabajo y fuentes de la mayoría de sus poemas que denuncian las miserables condiciones en que vive la gente en el medio rural. Así, desde muy temprana edad, nace en ella el desasosiego por el desamparo en que sume la pobreza, tema que, unido al amor, el desamor y la muerte son los cuatro puntales que prevalecen en su obra.

Es evidente que el contexto histórico-social en el que le toca vivir a la joven Rosa Virginia, bamboleado por bruscos cambios sociales y políticos, influye directamente en ella, pues nace en la segunda década del siglo XX, en plena dictadura del general Juan Vicente Gómez, y su niñez, adolescencia y primera juventud se deslizan en un sistema social en el que el rol de la mujer, en el proyecto «hacer patria», está reducido todavía a conformar el hogar, educar los hijos y someterse al marido y a la usanza de las buenas costumbres acordes con el decimonónico Manual de Urbanidad y Buenas Maneras (1854), redactado por Manuel Antonio Carreño.

La primera gran huelga petrolera durante el gobierno de López Contreras que sucede a la muerte de Gómez, trae como consecuencia la represión de los nacientes partidos políticos y se acosa a la Universidad Central de Venezuela; después, un pequeño respiro en el mandato de Isaías Medina Angarita, con la legalización de los partidos Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista Venezolano (PCV), y el  fifty-fifty de la Ley de Hidrocarburos, para luego retroceder con un golpe de Estado que instaura una Junta Revolucionaria de Gobierno; dos años después, la efímera regencia de Rómulo Gallegos, derrocado para asentar un gobierno militar de cariz dictatorial; luego, una nueva Junta Militar de Gobierno con Carlos Delgado Chalbaud y, de nuevo, un derrocamiento con su asesinato y la subida al poder del dictador Marcos Pérez Jiménez hasta 1958, y otra Junta Cívico-Militar con Wolfgang Larrazábal presidiéndola; a partir de 1964, se «ordenarán» los presidentes constitucionales, cuando muere la poetisa a finales del período del presidente Luis Herrera Campins.

Por este etapa de su vida, Rosa Virginia trabaja como educadora de Primaria en el magisterio zuliano, es activista en el Ateneo Infantil ‘Tachoncito’, que funciona en los para entonces barrios marginales de Sierra Maestra y del que su hermana Elvira es la directora.

Como periodista, dirige la página femenina del diario Panorama, trabaja en la redacción de los semanarios Ecos de Gloria, Prismas, Ideas, Horizonte,  Patria, Diario de Occidente, Crítica, El Vespertino, Maracaibo y varias publicaciones de Caracas, Colombia, Ecuador y otros países de habla hispana.

Es miembro de la sección en Zulia de la ‘Asociación Venezolana de Periodistas’ (AVP), del Ateneo de Maracaibo, de la ‘Asociación Femenina’, del ‘Círculo Artístico’ del Zulia en su sección de Literatura, de la ‘Asociación de Escritores Venezolanos’ (AEV), del ‘Centro Cultural de Maracaibo’ (1950-1968), de cuya fundación fue parte activa y fundamental, y de la agrupación teatral ‘Sábado’.

Comienza a interesarse por las teorías teosóficas y del espiritismo, en las cuales la inicia Elio Soto, un amigo de la familia. En sus actividades de orden espiritual, es precursora y presidenta de la ‘Logia Teosófica’ del Zulia, del ‘Centro de Estudios Psíquicos’ y del ‘Centro Orión’, y coopera con la agrupación ‘Luz Masónica’.

Mantiene contactos con otros intelectuales de su tiempo y entorno geográfico (no solamente de su terruño, sino también de otros países de Latinoamérica), con quienes intercambia impresiones, ideas, ensayos, poemas, artículos e inquietudes, lo que le facilita vivir de una forma más plena sus dos grandes pasiones: la poesía y su preocupación por la condición social y espiritual de la pobreza en la sociedad.

Rosa Virginia, en su afán de asombro frente a la vida y al conocimiento, con una especial sensibilidad por el desposeído social, su entusiasmo por todo aquello que mejore la condición de la mujer venezolana y el acrecentado amor por la niñez, forja con esos temas su obra literaria.

     

     

La mayor parte de su creación poética es expresión del contexto social que marca las fibras de su sensibilidad, expresión de una individualidad, pero, en este caso, no conce-bida a la orilla de la comunidad.

 
   

Cabe señalar que no tiene casi nunca apoyo oficial, lo que la obliga a editar sus libros con su propia y escasa pecunia, para después distribuirlos, con excelsa generosidad, entre familiares y amistades.

Desde su fundación en 1945 y hasta 1946, Rosa Virginia pertenece al grupo literario ‘Tierra’, asociación que desaparece en 1948, cuando varios de sus miembros son detenidos tras el derrocamiento del Gobierno de Rómulo Gallegos por un Gobierno instaurado de facto.

El grupo ‘Tierra’ solía reunirse en la misma casa de la poetisa, en la calle El Jabón o Ayacucho. Allí comulgan literariamente el poeta barloventeño Pedro Lhaya, Humberto Campos Brice, director de las revistas estudiantiles Baralt (1931) y Pegaso (1934); Hercolino Adrianza Álvarez, estudiante de Derecho en esa época y fundador de Cuociente; José Ramón Pocaterra, que venía de ‘Seremos’; el periodista José Antonio Ugas Morán, Mercedes Bermúdez de Belloso, poetisa que se desliza del postmodernismo a la vanguardia; el poeta revolucionario Espartaco González, romántico y uno de los fundadores del Partido Comunista en el Zulia; el recitador Carlos Parra Bernal, el pintor José Fernández (FEZ) y nuestra poetisa Rosa Virginia Martínez, todos, protegidos espiritualmente por José Antonio Butrón Olivares, consejero de este grupo y de Cauce, viejo poeta de Los Mechudos y Ariel.

Un grupo ciertamente diverso, con voces y tendencias diferentes, quienes, con su refrescante poesía, son el vínculo con sus variados matices entre la poesía udonperiana y la modernidad vanguardista del surrealismo de ‘Apocalipsis’. Sus reuniones, además de las que celebran en la casa de la Rosa Virginia, suelen realizarse en el café Ritz, frente a la plaza Bolívar. Celebran recitales radiofónicos, realizan publicaciones en prensa, se interrelacionan con algunos exviernistas en ‘El Bruno’, y con Andrés Mariño Palacios de ‘Contrapunto’, en Caracas.

En esos momentos, con la influencia de los poetas León Felipe y Nicolás Guillén, recién incorporados a las actividades de la ‘Peña Literaria del Club Comercio’ de Maracaibo, se gesta el intento de la creación del grupo ‘Cuociente’.

Desde su inicio en 1951 hasta su final, en 1956, Rosa Virginia Martínez  pertenece al grupo literario ‘Cauce’, en un tiempo de crisis literaria en el Zulia. ‘Cauce’ se crea el día de la conmemoración de los 25 años de la muerte del poeta Udón Pérez, el 24 de julio de 1951.

En su quehacer literario publican en el diario Panorama, recuerdan en sus recitales al poeta Ismael Urdaneta y tratan de rescatar del olvido a los valores literarios del pasado de la región zuliana.

‘Cauce’ es un grupo numeroso; entre sus miembros figuran Marín Fonseca, Ida Dos Santos, Berthy Ríos, José Ramón Ortega, Evaristo Fernández Ocando, Martín Áñez, Marghot Díaz Urdaneta, Mercedes Bermúdez de Belloso, Ramiro Larreal Sánchez, Gloria Alba Molero, José Bravo Ríos, José Antonio Borjas Sánchez, Gastón Parra Luzardo, Gilberto Mora Muñoz, Aníbal Briceño, Ramón Ávila Girón, Elsa Silva Negrón, José Semprún, Ramiro Fuentes Castellano y nuestra poetisa Rosa Virginia Martínez. Pero con la persecución política de varios de sus miembros por el dictador Marcos Pérez Jiménez, el grupo se desintegra desapareciendo para siempre.  

Por esa época, en 1955, Rosa Virginia recibe una mención honorífica en el certamen de poesía promovido por el Ejecutivo del estado Zulia.

Nacida en Maracaibo, Estado de Zulia, Rosa Virginia Martínez Araujo, poetisa, docente e intelectual, muere en plena primavera, el 25 de abril de 1983, en su ciudad natal, en Maracaibo, la ciudad que amó profundamente toda su vida, donde, además de ejercer la educación como profesión durante casi 30 años, cultivó todas las artes, la escritura, la poesía y la pintura.

Orientación y sentido de este estudio crítico

Este artículo, al que hemos dado el título de «Rosa Virginia Martínez. Viento ebrio: una llamada poética de conciencia hacia la pobreza», trata sobre una poetisa maracaibera, zuliana, venezolana, con cuyo poemario Viento Ebrio, el segundo de sus libros entre sus numerosas publicaciones, vigoriza decisivamente su condición como la escritora que pretende abrir los ojos a la realidad que viven los rincones pobres de su tierra y la de todos.

La mayor parte de su creación poética es expresión del contexto social que marca las fibras de su sensibilidad, expresión de una individualidad, pero, en este caso, no concebida a la orilla de la comunidad. La poetisa no puede ser indiferente al entorno social en que vive, y parte de su obra, de una u otra manera, será una protesta contra la realidad, comprometida con su época y su gente, consciente de sus raíces y de la realidad del país.

     
     

  

La poetisa no puede ser indiferente al entorno social en que vive, y parte de su obra, de una u otra manera, será una pro-testa contra la realidad, compro-metida con su época y su gente, consciente de sus raíces y de la realidad del país.

   

No debemos descuidar los sucesos y los cambios sociales en el que se desenvuelve nuestra poetisa, pues, de ese marco cultural del país y de la región, depende en gran parte su lenguaje poético, que es el lenguaje de su pensamiento; por ello, cuando escribimos sobre su obra, no debemos dejar de lado nunca esas claves del mundo histórico en que vive y se desenvuelve la creadora de esta palabra poética:

     

          Mujer de pueblo,

(…)

¿Cómo vas a tener un sitio para el aroma,

sí, aún no tienes

pan,

ni techo que recoja

el azulado viento de la loma?

(…)

¿Cómo quieres

poblar de lumbre la desierta vía,

si no has alcanzado todavía,

un mísero candil

para tu puerta?

(…)

          Mujer:

es la hora precisa,

de rescatar tu pan y tu sonrisa. [1]

 

La poetisa se enfrenta, según los grupos literarios ‘Tierra’ y ‘Cauce’ que le toca vivir, a una tendencia decidida a mantener cierta estructura clásica del verso y la ruptura, dilema que ella soluciona usando signos de puntuación, encabalgamientos, coordinando versos con conjunciones y subordinando las oraciones. Deshecha la rima y el metro clásicos, y, en algunas oportunidades, hace uso de la poesía en prosa, muy utilizada en el romanticismo alemán, un versolibrismo que apunta a la vanguardia, sin romper la coherencia ideológica, y, muchas veces, la idea central es señalada en el título del poema:

 

          Ahora,

mientras hago la siembra:

hijo, ¡no vengas!

A tu virtud no ascenderá

     ni un trino,

están llenos de limo

los caminos.

¡Si supieras del íntimo reclamo

de la rosa y el viento,

de la aturdida mariposa leve,

de los peces sin lágrimas ni acento! [2]

  

El porqué no se atreve a romper definitivamente con los cánones de la poesía tradicional parece deberse a que, en la búsqueda de un destinatario para su poesía, quizás la poetisa no siente la necesidad de manejar nuevas formas más extremas del lenguaje. Le interesa ser comprendida; su lucha está dirigida contra el momento histórico y su palabra, que el lector de su verso sepa que, a pesar de este esfuerzo poético, aun así, no es todavía suficiente para expresar toda su rica interioridad: brega.

  

          ¡Amo todo lo ignoto!

Polvo de cien jornadas pido para mis plantas

De eterna peregrina.

Quiero viajar sin rumbo a través de la escarcha,

De la sombra,

Del viento, de la rosa y la espina.

(…)

          ¿Quién me ata a este suelo?

Desnuda estoy de anhelos pequeños… [3]

  

     

     

Es mérito suyo el buscar la identificación americana con su poema «América», herencia del modernismo; se solidariza con los hombres, mujeres y niños de su América, de su tiempo.

 
   

En tiempos de una Venezuela en la que un alto porcentaje de los niños carece de escuelas, que apenas cuenta con menos de un centenar de institutos de educación secundaria, Rosa Virginia, perteneciente a la clase media-pobre, una mujer con conciencia de clases, que no tiene acceso a ninguna fuente de poder, que encuentra su ser descolocado frente a la filisteica naciente burguesía petrolera y toda aquella amalgama que detenta el poder en esos momentos, formada por comerciantes importadores, empresarios transnacionales y poseedores de bienes raíces, intenta utilizar la poesía a manera de rebelión, dando testimonio de su época, angustiada y decepcionada ante el mundo que le toca vivir:

  

          Para vivir la espera, está mi sangre

como un brote de luz, fuerte y ligera.

De la aurora,

me quedó esta libre fragancia

que no implora ni se mengua.

          La sembraré de nuevo

entre guijarros;

en la violencia azul de las espinas;

entre las grietas de los ranchos

oscuros,

donde duermen los niños

pegados a los muros. [1]

 

          Campesino de mi tierra;

ebria de soles desnudos

y de vientos sin regreso,

en los caminos del tiempo

está creciendo una espiga

para los surcos futuros

(…)

          Segador de madrugadas:

sobre la cumbre empinada,

está madurando el alba

tu vigilia de luceros.

    

          Una hoz trilla el silencio

de tus gavillas despiertas…

          En desvelo de distancias

y de rutas sin regreso, [4]

 

Es mérito suyo el buscar la identificación americana con su poema «América», herencia del modernismo; se solidariza con los hombres, mujeres y niños de su América, de su tiempo, y canta su desacuerdo y motivación interna, en una concientización de lo americano:

 

          América:

qué nombre tan dulce quiebra tus cristales,

qué esencia tan pura vierten tus rosales.

¡qué dicha!

tu raza de bronce dicen que es de locos,

porque, paso a paso,

tu millar de pueblos

se irán confundiendo en un largo abrazo.

Mañana —en tu día—,

o cuando amanezca;

desde mis llanuras, montañas y ríos

hasta el Chimborazo do soñó el Vidente,

un viento de triunfo pasará sembrando

la nueva simiente…

la nueva simiente,

en todos los surcos de la tierra ardiente.

(…)

          Yo te amo en el grito

de tus mares salvajes;

en la curva empinada

de tus verdes montañas;

en los rojos celajes,

en el cardo,

en las flores; [5]

 

Rosa Virginia, la búsqueda universal, cósmica, tiene por norte la integración, y, por aleación, lo indagatorio que encuentra en la poesía su principal vehículo, instrumento para llegar a la anhelada ascesis. (María Eugenia Bravo)

Sus poemas «nos cuentan», sus versos «nos cuentan», los vocablos «nos cuentan», todos ellos sus propias significaciones en el misterioso camino entre la lectura y la conciencia del lector. La frase gramatical es respetuosa con las leyes de la sintaxis sin alejarse del autor, el que nunca desaparece detrás del yo intemporal, nos habla de sí misma y de sus tiempos, dirigiéndose al «ser universal»:

 

          A través de todo mi cuerpo menudo,

Quisiera encontrarme.

Contemplo mi barro:

Es frágil y fuerte, es rudo y lozano…

Tiene sed y roca, tiene de sombra y de sol.

(…)

          Yo palpo mis ojos,

y, aunque los apriete, descubren paisajes;

y siguen mirando, mirando, mirando…

¿Será que hay un mundo de raudos celajes

En todos los ojos que viven soñando? [6]

   

Los poetas que escriben en las décadas de los cuarenta y de los cincuenta, como es la época de esta escritora, expresan ciertos cambios en nuestra poética, se da un salto, se deja atrás definitivamente la estructura de la lengua clásica, y se entra en el versolibrismo, en el verso blanco de la ruptura deliberada con la rima y el metro. Son décadas difíciles para el poeta venezolano, si bien se inicia una apertura intelectual intensa, la situación del país incide inevitablemente en ellos:

 

          Yo quisiera decir:

¡Soy libre!

Caminé sobre el mar,

he girado más que la tierra.

Vengo de la Atlántida sumergida,

de la Lemuria oculta entre los siglos;

de la India fantástica y ungida

con la apacible lumbre

que vierte el Ramayana.

(…)

¡Pero es mentira

la libertad del hombre!

Esta carne rosada me aprisiona,

infinitas murallas se interponen

entre la nube y yo,

y si pretendo

cruzar el mar con mi menudo paso,

me hundiré para siempre

en su regazo,

porque es mentira la libertad del hombre! [7]

 

Los poemas de Rosa Virginia Martínez son relativamente largos, es evidente su carácter subjetivo, a pesar de trabajar poco las figuras metafóricas, éste se construye parcamente, trabaja fundamentalmente la imagen, omitiendo frecuentemente la metáfora, aún así, aparece ese expresarse más allá de la palabra marcado por el «hoy» que le toca vivir y fruto de ese temple de ánimo que la conmueve:

 

          ¿Qué ruta prosigue la gris caravana?

¡Caravana obscura, caravana parda…!

 

          ¡Cómo marchan todos: iguales y firmes,

rumiando muy hondo canciones de angustia

bajo los aleros de un yugo tan largo!

 

          Van rudos e inquietos

de frente al destino,

sembrando de voces los anchos caminos;

de voces que acaso, bajo las piedras,

se irán enredando con fuerza tremenda.

De voces que acaso irán alcanzando,

las entrañas rojas

y las fibras vivas

de los otros hombres que pueblan la tierra. [8]

 

Y la poetisa Rosa Virginia Martínez Araujo muere dejando inéditos tres libros: Cantos en la Bahía, Aroma y Ziruma, que pasarán al legado familiar, hermanas y sobrinos, quienes deciden difundirlos para quienes gustan de la poesía.

 

          Cuando yo muera, madre:

no dejes que me recen otros labios extraños,

ni me vistan de blanco

manos torpes y hurañas.

Quiero manos que tallen mi cintura,

que sobre el pecho me coloquen rosas

(…)

Manos leves y buenas que no tiemblen de espanto,

ante el barro ya  inmóvil que aguarda el camposanto.

      

          No quiero agua bendita ni palabras dolientes,

(…)

         

          No me cierres los párpados:

quiero ver el misterio

que me espera en el fondo

de la noche más honda. [9]

  

  

__________

   

Notas:

1 Canto a la mujer del pueblo

2 La estrella sumergida

3 Yo soy cosmopolita

4 Espiga

5 América

6 El poema del alma ignota

7 Yo quisiera decir

8 Caravana

9 Cuando yo muera

   

   

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Extractos de composiciones poéticas de su poemario Viento Ebrio. Poemas, publicado por Ediciones Arte, Barranquilla, Colombia, en 1952. Excepto el primero, tomado del poemario Aroma, disponible en la dirección: <http://rosavirginiamartinez.word-press.com>.

   

   

     

     

 

María  Cristina Solaeche Galera (Maracaibo, Zulia, Venezuela). Licenciada en Educación (Mención Matemática), Magíster en Educación Superior, Licenciada en Matemáticas y Magíster en Matemática Pura por la Universidad de Zulia y Profesora Emérita Titular de la Universidad del Zulia.

     A ella se debe la creación de la Biblioteca de Cultura General “Teresa de la Parra” de la Facultad de Ingeniería Extensión Cabimas (1989). Miembro de la Comisión de Cultura General del Núcleo Universitario de Cabimas durante el periodo 1982-1990, en la actualidad es miembro, entre otras asociaciones, de La Casa de la Poesía del Zulia, La Casa de la Poesía “Mercedes Bermúdez de Belloso” y la Peña Literaria “César David Rincón”.

Colabora en el apartado poético por Venezuela de la revista Sensibles del Sur (editada en Argentina).

     Entre sus publicaciones, cabe citar las siguientes: Un ceratias de Barro y Fuego (Ed. Astrea, Maracibo, 1992); Omar Khayyam: las Matemáticas, la Nada, el Vino y la Amada (EdiLuz, Maracaibo, 2002); “Amor asoma”, en la antología Verano Encantado (Centro de Estudios Poéticos, Madrid, 2002) y los poemarios Un Amor de Miel y Ajenjo (EdiLuz, Maracaibo, 2003), Poemas Ásperos y Oscuros (Astro Data, 2005) y el ensayo biográfico Vinicio Nava Urribarri. Un zuliano leal y un venezolano integral (Ed. Astrea, Maracaibo, 2009), entre otros títulos. En preparación, el poemario El verano de los tamarindos y el ensayo Cien Instrumentos Musicales Venezolanos.

     Su creación literaria ha sido reconocida con diversos premios y galardones, entre los que están el “Vicente López y Planes” (Buenos Aires, 2004); la Mención Peña Literaria “César David Rincón” (Maracaibo, 2004); el Diploma del V Festival Mundial de Poesía (Peña Literaria “César David Rincón”, 2008) y el Diploma del VI Festival de Poesía (Casa de la Poesía “Mercedes Bermúdez de Belloso”, Zulia, 2009).

     Podéis conocer gran parte de su producción crítica y poética en su web personal «MARÍA SOLAECHE». Muy interesante.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. II Época. Año X. Número 74. Noviembre-Diciembre 2011. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2011 María Cristina Solaeche. Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). © 2002-2011 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.