a reconstrucción de la huella
islámica en
la ciudad de
Málaga se ve
nublada en
demasiadas
ocasiones
por
numerosos
factores.
Desde el
punto de
vista de la
historiografía,
a excepción
de obras
concretas
que pueden
caracterizarse
como
fiables, las
fuentes de
estudio son
insuficientes
o muy
escasas, si
bien se hace
necesario
aclarar que
esta escasez
no se debe,
en modo
alguno, a la
destrucción
intencionada
a lo largo
de la
historia de
cualquier
vestigio
documental
del dominio
árabe ni
tampoco a la
falta de
interés por
la
conservación
del
patrimonio
histórico
musulmán. De
cualquier
manera,
cualquier
reconstrucción
de la
memoria
islámica en
nuestra
península,
cuyo inicio
podríamos
catalogar
con las
obras de
Francisco
Guillén
Robles y de
Francisco
Javier
Simonet1,
se
encontrará
siempre a la
sombra de la
Reconquista.
Características
socio-políticas
de la
Hispania
visigoda
A finales del siglo VII, las luchas
intestinas
por el poder
entre dos
grandes
familias de
la nobleza
visigoda son
continuas.
Estas
disputas,
unidas a la
crisis
social y
económica
que empieza
a dejarse
notar por
esta época,
llevaron a
la Hispania
visigoda a
una
situación
límite sin
control y de
gran
debilidad
política y
militar.
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Al morir Witiza en el 710, un poderoso grupo de nobles, en disconformidad con la decisión del rey, elige a Rodrigo, duque de la Bética. |
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Sobre el interés de la ciudad de
Málaga en la
época, el
arqueólogo
Rafael
Puertas
Tricas2
dejó un
espléndido
resumen del
papel
político y
estratégico
que cumplió
la ciudad
dentro de la
provincia
Bética como
lugar
codiciado
tanto de
bizantinos
como de
visigodos
por su
estratégica
situación
costera.
El antecedente inmediato a la
invasión fue
una disputa
más en torno
a la
sucesión,
que se
diferenció
de las ya
habituales
por su
severidad y
que sumió al
territorio
nacional
prácticamente
en una
guerra
civil. Todo
empieza
cuando el
rey Witiza,
contraviniendo
las leyes
que los
obispos
habían
promulgado
para la
elección de
los
monarcas,
decide que
Agila, uno
de sus
hijos, le
sucediera
como rey.
Obrando en
consecuencia,
como paso
previo, en
el 708,
primero lo
nombra duque
de la
Tarraconense
y luego lo
asocia al
trono.
Sin embargo, al morir Witiza en el
710, un
poderoso
grupo de
nobles, en
disconformidad
con la
decisión del
rey, elige a
Rodrigo,
duque de la
Bética, para
sucederle al
frente de la
corona. Este
hecho
suscitó un
serio
enfrentamiento
contra la
nobleza
witiziana,
que se
ratifica en
su posición,
reconociendo
a Agila como
rey de la
zona norte
del reino,
las
provincias
Tarraconense
y
Narbonense,
en tanto que
Rodrigo se
queda con el
dominio de
la parte sur
peninsular,
con capital
en Toledo.
Así, el
reino
visigodo de
Hispania
quedaba
fragmentado
en dos
partes, lo
que hace más
patente su
inestabilidad
política y
su debilidad
militar.
A la vista de las circunstancias
anteriores,
no resulta
sorprendente
que Rodrigo
fuera
derrotado en
un comienzo
por los
invasores,
pues apenas
gozaba de
respaldo
alguno, y,
si tenemos
en cuenta
que el poder
político
estaba
dividido,
tampoco
extraña que,
tras su
derrota, no
hubiera
ningún grupo
o magnate
capaz de
actuar como
autoridad
central para
reorganizar
el ejército
y preparar
la defensa
del reino.
Por otra parte, representantes de la
nobleza
bética que
estaba
descontenta
con el nuevo
rey, del
sustrato
romano que
no estaba de
acuerdo con
la
dominación
goda y del
pueblo
hispano-judío,
un colectivo
que se
sentía
oprimido y
perseguido,
mantenían
reuniones
secretas con
los
dirigentes
musulmanes
desde hacía
unos años.
Todos estos
hechos
suponían un
aliciente a
la inminente
incursión de
las tropas
árabes en la
Península.
Por tanto, la debilidad del reino
visigodo de
esta época
puede
atribuirse a
tres
factores
principales:
las
divisiones
internas
entre las
clases
elevadas
acerca de la
sucesión del
reino; el
descontento
de muchos
sectores
sociales
ante los
privilegios
de las
clases
superiores
frente a
otras que se
consideraban
agraviadas,
y, por
consiguiente,
la dudosa
fidelidad
del
ejército,
que se
nutría de
éstas
últimas; y,
finalmente,
las
continuas
persecuciones
de que era
objeto la
comunidad
hispano-judía.
Conquista de
Hispania y
desaparición
del Reino
godo
El primer contingente importante de
musulmanes
puso pie en
el Sur de la
Península
Ibérica en
abril del
año 711.
Todo lo que
sigue a este
momento sólo
se conoce de
manera
confusa o,
en muchos
casos, a
través del
sutil halo
de la
leyenda.
Para los
habitantes
de la
Hispania
visigoda,
esta
conquista
—que
culminaría
en el año
716— supuso
un cambio
drástico en
sus vidas:
el paso de
una cultura
a otra bien
diferente.
En cambio,
para los
árabes, la
invasión del
territorio
representaba
simplemente
una fase más
de un largo
proceso de
expansión
hacia
Occidente,
iniciado más
ochenta años
antes.
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Tarik avanza como un torbellino hacia el interior peninsular y se enfrenta a las tropas de Rodrigo en un valle que la mayoría de los historiadores identifican actualmente ubicado junto al río Barbate, aunque otros perseveran en afirmaciones anteriores de localizarlo junto al Guadalete. El resultado fue una victoria concluyente de los musulmanes sobre las huestes visigodas. |
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|
La disconformidad con la fragmentación
del reino
que había
seguido a la
elección de
Rodrigo I
como rey
frente a
Agila II,
hijo de
Witiza, se
dejaba notar
en un
notable
descontento
de muchos
nobles
contra el
duque de la
Bética. Por
otra parte,
y más al
sur, el
conde
Julián,
exarca
bizantino de
Septa
(Ceuta), no
dejaba de
alentar a
los
dirigentes
musulmanes a
invadir la
Península y
apoderarse
de ella, más
bien por
razones
personales
que por
cuestiones
políticas:
según cuenta
la
tradición, a
causa de una
afrenta
personal con
el propio
Rodrigo. Sea
como fuere,
unos y otros
procuraron
despertar el
interés de
los
musulmanes
hacia
Hispania,
interés que
llegó a su
punto álgido
cuando
Oppas, tío
de Agila y
obispo de
Toledo,
solicita
explícitamente
ayuda a los
musulmanes
para
derrocar al
rey Rodrigo,
y, para
facilitar la
invasión, se
comprometen
a prestar
una ayuda
considerable.
Musa ibn Nusayr, gobernador árabe del
Noroeste de
África,
decide
apoderarse
del reino
godo, a cuyo
fin envía a
Tarik ibn
Ziyad al
frente de un
ejército de
unos siete
mil hombres,
transportados
en naves
proporcionadas
por Julián,
que
desembarca
en Gibraltar3
el 30 de
abril del
711. Tarik
avanza como
un
torbellino
hacia el
interior
peninsular y
se enfrenta
a las tropas
de Rodrigo
en un valle
que la
mayoría de
los
historiadores
identifican
actualmente
ubicado
junto al río
Barbate,
aunque otros
perseveran
en
afirmaciones
anteriores
de
localizarlo
junto al
Guadalete.
El resultado
fue una
victoria
concluyente
de los
musulmanes
sobre las
huestes
visigodas.
Rodrigo
murió en la
batalla o,
en todo
caso,
desapareció,
pues de él
nada se
supo.
En el 712, el propio Musa, acompañado
de su hijo
Abd al-Aziz
ibn Musa y
con un
ejército de
18.000
hombres,
cruza el
Estrecho e
inicia la
conquista de
lo que
quedaba del
territorio
visigodo. Un
año después,
el 30 de
junio del
713, entra
victorioso
en Toledo,
capital del
reino godo.
Al parecer, Agila II, con el fin de
congraciarse
con los
invasores y
de
asegurarse
el trono,
viaja, en el
712, junto
con sus dos
hermanos y
un extenso
séquito, a
Toledo,
donde se
encontraba
Tarik, pero
éste debió
remitirle a
Musa ibn
Nusayr, a la
sazón en
campaña por
el Sur,
quien, no
queriendo
asumir
ninguna
responsabilidad
política de
deslindar
las
pretensiones
al trono del
visigodo de
la invasión
peninsular,
envía al
monarca godo
a Damasco,
para que
fuera el
propio
califa quien
tomara la
última
decisión.
Agila debió
salir de
Hispania el
mismo año
712,
dejando,
probablemente,
la
responsabilidad
de sus
intereses
políticos en
manos de
parientes u
hombres de
su
confianza.
Hacia el 714, debió conocerse en
Hispania la
renuncia
fáctica de
Agila al
trono, y los
magnates
witizianos
de la
Tarraconense
y Narbonense
eligieron a
Ardón como
nuevo rey.
Con todo, se
sabe que
Agila se
mantuvo como
rey en una
zona
reducida del
Norte hasta
su muerte en
el 716.
En 714, Musa ibn Nusayr y Tarik ibn
Ziyad fueron
convocados
ante la
corte de
Damasco, y
el mando
supremo
árabe en
España fue
confiado al
hijo de
Musa, Abd
al-Aziz.
Conquista de
la Málaga
visigoda
|
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|
Tarik ibn
Ziyad, primer dirigente árabe que desembarca en las costas de Hispania,
el 30 de
abril del
711. |
|
|
La población judía, descontenta por
la
persecución
que había
sufrido bajo
la
dominación
goda, se
unió a los
musulmanes
desde el
primer
instante, no
tanto por
pensar que
iban a
encontrar
ellos unos
buenos
amigos
cuanto por
verlos como
unos
opresores
más
benignos.
Por su
parte, el
sustrato de
población
romano-cristiana
quedó
sorprendida
al comienzo
de la
rapidez con
que iban
sucediendo
los
acontecimientos,
pero pronto
empieza a
percatarse
de las
intenciones
de
perpetuarse
de los
nuevos
invasores en
la Península
y espera el
momento más
idóneo para
levantarse
en armas
contra ellos
y alcanzar
su
independencia.
Y el
momento, con
Musa y Tarik
luchando en
el centro
contra el
ejército
godo, se
presentaba
propicio
para
combatir por
la ansiada
independencia.
Y así,
Teodomiro,
un ilustre
magnate godo
de Murcia,
consciente
de las
circunstancias
y temeroso
de la nueva
esclavitud
de que iban
a ser
objeto, se
levanta en
armas contra
los
musulmanes,
y su grito
de rebeldía
halla eco en
Málaga y
Almería.
La única fuente localizada en la que
se describe
y confirma
la conquista
de la ciudad
de Málaga
por Abd
al-Aziz se
halla en la
obra de
Francisco
Guillén
Robles4,
quien nos
dice que el
hijo de
Musa, tras
la partida
de su padre
y de Tarik a
Damasco a
requerimiento
del califa,
fue nombrado
comandante
jefe de las
fuerzas
árabes en
Hispania.
Consciente del grave problema que le
planteaba
esta
sublevación,
el caudillo
musulmán
decide
atajarla con
rapidez,
para lo cual
recluta un
gran
ejército,
principalmente
entre la
población
judía, y
sale al
encuentro de
Teodomiro, a
quien
derrota y,
dando
pruebas de
magnanimidad
con los
vencidos,
perdona la
vida,
contentándose
sólo con su
sumisión5.
A
continuación,
se apodera
de las
comarcas de
Murcia y
Almería, y
entra en las
de Málaga, a
cuya plaza
pone sitio.
Empezó el cerco y Abd al-Aziz
congregó en
torno a la
ciudad lo
más florido
de su
ejército,
pero la
ciudad se
hallaba
perfectamente
defendida
por
importantes
fortificaciones
y su
conquista no
iba a
resultar
fácil. Por
otra parte,
los
malagueños,
decididos a
defender con
las armas
sus vidas y
haciendas,
cerraron las
puertas de
la ciudad y,
vigilando
escrupulosamente
en las
murallas y
baluartes,
impedían las
sorpresas y
hacían
peligroso el
asalto.
Cuando se dudaba de la eficacia del
cerco y una
pronta
redición de
la plaza,
una
circunstancia
casual vino
a favorecer
a los
sitiadores.
El
gobernador
de Málaga,
hombre poco
avisado,
como dice la
crónica
árabe, o
quizás de
gran
corazón,
cansado de
las
molestias
del asedio,
tomó la
costumbre de
salir de la
seguridad de
la plaza a
unos
jardines que
había en los
arrabales,
sin tomar la
precaución
de hacerse
acompañar de
una guardia
y establecer
vigías.
Abd al-Aziz tuvo noticia de esta
imprudencia
y envió a
algunos de
sus más
valientes y
diestros
soldados a
que le
acechasen y
procuraran
cogerle
prisionero.
Sorprendido
por sus
enemigos
entre las
sombras de
la noche, al
desprotegido
cristiano le
fue
imposible
defenderse y
es hecho
prisionero y
llevado a
presencia
del líder
musulmán.
Abd al-Aziz pensó que, con su jefe en
prisión, la
plaza pronto
abandonaría
su
resistencia
y depondría
las armas,
pero Málaga
continuó
resistiendo
con heroica
obstinación
las
continuas y
frecuentes
embestidas
del enemigo.
Ni el hambre
ni las más
ventajosas
condiciones
de rendición
influyeron
en el ánimo
de la brava
población
malagueña.
Estaba admirado el caudillo musulmán
de la
tenacidad
defensiva de
la plaza,
pero, vista
la urgencia
de su
conquista,
decide
tomarla al
asalto. Y
llegada la
noche,
aprovechando
la
oscuridad,
escala las
murallas y
consigue
apoderarse
de la
ciudad, que
es entregada
al más cruel
de los
saqueos, lo
que
proporcionó
a los
conquistadores
un rico y
cuantioso
botín.
|
|
|
|
Un dirham hispano-árabe, acuñado en Almería en tiempos de Abd al-Aziz. |
|
|
|
En este punto conviene dejar
constancia
de que, pese
a la
afirmación
de Guillén
Robles de
que fue Abd
al-Aziz
quien
conquistó la
plaza de
Málaga,
existe una
controversia
historiográfica
sobre esta
cuestión
planteada
por
investigadores
posteriores.
Según José
María Ruiz
Povedano,
existen dos
hipótesis en
torno a la
conquista de
la ciudad de
Málaga. La
primera de
ellas,
basada en
los ‘Ajbar
Machmua,
sostiene la
idea de que
la ciudad
fue sitiada
en el año
711 por un
contingente
enviado por
Tarik ibn
Ziyad al
mando del
general
Zaide ibn
Kesadi, que
ya se había
adueñado de
Archidona,
plaza de
gran
importancia.
La segunda
hipótesis,
extraída de
los
testimonios
de Ibn
Askar,
sostiene,
sin embargo,
que fue Abd
al-Aziz
quien, en el
año 713,
conquista la
actual
ciudad de
Málaga6.
Los conquistadores árabes yemeníes y
beréberes
buscaron
inicialmente
el dominio
de Málaga,
sin duda por
su carácter
de centro
administrativo
y cabecera
del
territorio,
a efectos
del control
político,
económico,
fiscal, etc.
Después de la conquista de la ciudad,
el dirigente
árabe
continuó su
expedición
hacia el
interior del
territorio y
se detuvo en
el
pintoresco
valle donde
existió el
municipio
romano de
Nescania.
Enamorado de
su admirable
clima, de
este cielo
azul tan
hermoso y de
sus
encantadores
vergeles,
fijó durante
un tiempo su
cuartel
general
allí, en
aquel valle,
que se
conocería
más adelante
(y todavía
es así) con
el nombre de
Valle de
Abdalajís.
Según las crónicas árabes de la
época, Abd
al-Aziz se
casó con
Egilona, la
viuda del
rey Rodrigo,
y, al tratar
de liberarse
de la tutela
del
califato, se
ganó la
enemistad de
otros jefes
árabes, que
acabaron por
asesinarle
en el 716.
Con su
muerte
concluye la
fase de
conquista de
la Península
Ibérica.
La Málaga
musulmana
Tras la expedición de Abd al-Aziz, el
territorio
de la actual
provincia de
Málaga quedó
definitivamente
en poder
musulmán: en
un
principio,
los
ejércitos de
Musa y
Tarik,
compuestos
de
bereberes,
de esclavos,
de judíos y
de visigodos
traidores,
fueran
cuales
fueren las
razones,
quemaron
pueblos y
asesinaron a
sus
moradores.
No obstante,
no fue ésa
la práctica
habitual.
Del mismo modo que la incorporación
de la ciudad
al dominio
árabe fue
inmediata,
su
islamización
fue un largo
proceso de
adaptación
en
profundidad
del
territorio y
la ciudad,
así como de
los
pobladores
de las
diversas
etnias que
desde
entonces la
cohabitaron
(hispano-visigodos,
judíos, así
como los
recién
llegados
árabes y
bereberes).
No obstante,
independientemente
de la
rapidez con
que fuese
islamizada,
lo que sí es
seguro es
que la
conquista
trajo
consigo
importantes
cambios en
el
poblamiento
de la
ciudad. Los
primeros
asentamientos
de
conquistadores
árabes
yemeníes
(yundíes)
y bereberes
se llevaron
a cabo sin
grandes
problemas
por parte de
los
hispano-visigodos
que ya
habitaban la
ciudad. Sin
embargo,
gran parte
de la
población se
vio forzada
a huir y
refugiarse
en los
actuales
Montes de
Málaga,
donde vivían
en
refugios-fortalezas
(husun).
Está muy generalizada la errónea idea según la
cual la
guerra santa
o yihad
significaba
que los
musulmanes
dieron a
elegir a los
hispano-visigodos
de la ciudad
«entre la
espada y el
Islam». En
algunos
casos
sucedió así,
pero esto
sólo ocurrió
cuando sus
adversarios
eran
politeístas
o idólatras.
Para los
judíos, los
cristianos y
otros
«pueblos del
libro», es
decir, para
los
monoteístas
con
tradiciones
escritas
—expresión
que se
interpretaba
muy
liberalmente—,
existía una
tercera
posibilidad:
el estatuto
de
dimmíes.
Gracias a
éste, la
población
que
permaneció
en la ciudad
podía,
mediante el
pago de la
capitación,
mantener su
religión y
su derecho
(forum
iudicum).
Además, los
musulmanes
concedieron
a esta
‘población
protegida’
el derecho a
gobernarse
por una
autoridad
elegida de
entre ellos
mismos,
autoridad
que, con el
título de
conde,
estaba
encargada de
asegurar el
orden
interno y de
recaudar los
tributos que
los árabes
les habían
impuesto. En
el Oriente
Medio, este
hombre
responsable
era, por lo
general, el
anterior
jefe
religioso de
un grupo de
creyentes
como, por
ejemplo, un
patriarca o
un obispo.
|
|
|
|
La Alcazaba de Málaga se encuentra en la parte más alta se encuentra el Castillo de Gibralfaro. Su enclave singular, frente al puerto, hace creer que fue una fortificación de la época musulmana. Fue construida por Badis-Maksan y completada por el emir Abderrahman I, entre los años 756 y 788. En 1065, pasó a manos del Reino de Granada, cuyos reyes también la engrandecieron. El edificio fue reformado entre los siglos XIII y XVI, produciéndose una fusión con el de castillo de Gibralfaro. |
|
Debido a esta singular forma de
conquista,
la ciudad no
sufrió una
interrupción
en su vida
urbana, y
esta
continuidad
se hace
patente
incluso en
su
onomástica.
Sin embargo,
los
musulmanes
conquistan
una ciudad
que, desde
hacía
siglos, se
hallaba en
pleno
proceso de
despoblación
y,
consecuentemente,
en
decadencia
de las
actividades
urbanas y
portuarias.
El puerto
permanecería
inoperante y
sus
instalaciones
serían
reemplazadas
por un
cementerio
islámico. La
superficie
habitada era
similar a la
de la ciudad
romana, y la
despoblación
se
incrementó
aún más con
la huida de
muchos
hispano-visigodos
hacia los
ahora
llamados
Montes de
Málaga.
Desde los
primeros
momentos,
sólo un
contingente
árabe se
asentó en la
Málaga árabe
(Malaka),
para lo que
se edificó
la primitiva
Alcazaba,
con objeto
de asegurar
el
mantenimiento
del fisco.
La función
militar-fiscal
de la
Alcazaba
motivó, a
mediados de
siglo VIII,
la
construcción
de una
mezquita en
su parte
baja.
Tiempo después, Malaka sería una de
las ciudades
mejor
consideradas
de toda al-Andalus.
Y así lo
dejarían ver
en sus obras
el cronista
andalusí
Ahmad ibn
Muhammad al-Razi
(887 – 955)
o el viajero
y explorador
Abu Abd
Allah
Muhammad ibn
Battuta
(1304 -
1368).
En suma, más de setecientos años de
dominio
musulmán en
la provincia
de Málaga
del que
apenas hoy
quedan
algunos
vestigios.
La
recuperación
de nuestro
pasado y la
comprensión
de los
hechos que
acontecieron
antaño son
una
responsabilidad
que ha de
asumir el
conjunto de
la sociedad.
Sólo el
conocimiento
del pasado
puede evitar
que se
vuelvan a
caer en los
errores
cometidos.
Conocer el
pasado árabe
de Málaga es
conocer un
poco más a
la Málaga de
hoy: es
conocer sus
calles, su
arquitectura
y, en cierta
medida,
conocer un
poco más a
su gente.
_______________
NOTAS
1 RUIZ POVEDANO, José María (2000):
Málaga,
de musulmana
a cristiana.
1.ª ed., Ed.
Libr. Ágora,
Málaga; pág.
31.
2 Rafael Puertas Tricas fue director
durante 32
años del
Museo de
Bellas Artes
de Málaga.
3 El topónimo ‘Gibraltar’ no es sino
una
derivación
de «yabal
Tarik»,
‘montaña de
Tarik’.
4 Historia de Málaga y su
Provincia
(I),
edición
facsímil de
la de 1874,
Ed. Arguval,
Málaga,
1994; págs.
102-103. El
detalle del
asedio
vuelve a
describirlo
en Málaga
musulmana
(I),
edición
facsímil de
la de 1880,
Ed. Arguval,
Málaga;
págs. 34-35.
5 Sin embargo, en el 713, Abd al-Aziz
llegó a un
acuerdo con
el príncipe
visigodo
Teodomiro y
firmaron el
Pacto de
Teodomiro,
también
conocido
como el
Tratado de
Orihuela.
Según éste,
el señorío
de
Teodomiro,
que
comprendía,
a grandes
rasgos, las
actuales
provincias
de Alicante
y Murcia,
seguía
manteniendo
cierta
independencia,
aunque
debiendo
reconocer la
soberanía
islámica.
Con este
pacto se
logró
también el
respeto de
la libertad
de culto de
los
oriolanos,
previo pago
de un
impuesto
especial.
6 Según José María Ruiz Povedano:
op. cit.,
pág. 32:
«[...] según
sigamos los
‘Ajbar
Machmua o a
Ibn Askar:
la ciudad
fue
conquistada
en el 711
por un
destacamento
enviado por
Tarik o en
el 713 por
Abd al-Aziz». |