EMPEZÓ POR UN PELLIZCO DE sed nocturna. Cuando en
mitad de la madrugada apareció una cucaracha bajo el
frigorífico, domé el pie y, al impulso, me enfundé
la capa del ecologismo para urbanitas necios y seguí
a lo mío, que era de más urgencia, una garganta
pidiendo socorro que la pobre e indefensa criatura.
Remojé el gaznate y la dejé allí, aunque alguna vez
me desvelara pensando que la iba a encontrar en el
otro extremo de la almohada.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, tuve que
revisar toda mi remesa de cruasanes cuando asomaron
otro par de blatodeos* sobre la encimera.
Como la otra noche, se quedaron allí paradas, diría
que mirándome fijamente, apenas moviendo las
antenas. Estuve a punto de ofrecerles café. A punto
de verdad.
A la hora de la comida, ya no eran dos, sino cinco o
seis las que se posicionaron hábilmente buscando un
contrapicado mío, que supongo que debió quedar
estupendo. Casi se me revuelve la sopa en las tripas
cuando empezaron a seguirme por toda la cocina, pero
no fueron más allá y respetaron la zona neutral. Tal
vez fueran coreanas.
Apretó el hambre, pero me fui a la cama sin cenar.
Principalmente por el desagradable sonido de varias
decenas de pequeñas patas sobre mi suelo.
Fue por otro arañazo de sed en la noche. Medio
dormido, cometí la imprudencia de dejarme llevar
hasta la cocina. La luz encendida, como en esos
programas amarillos de la tele en los que reúnen
familias con un fogonazo, reveló al ejército, su
ejército.
Esa vez, ni cuando más tarde he hecho memoria, me
fue imposible contar a todas las cucarachas. Pero
cualquiera me habría preguntado por mi alfombra
nueva antes de poner una marcada cara de asco.
Una de ellas, más marrón y grande que el resto, se
adelantó hasta casi rozarme el pulgar y se levantó
como si, por un momento, se hiciese la bípeda. No sé
muy bien por qué me agaché —educación, supongo;
cortesía ante la potencia ocupante—, pero eso me
sirvió para entender mejor el fino hilo que le hacía
de voz.
—Oiga, ¿ustedes cuándo tienen pensado extinguirse?
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*Sí. Cucarachas. |