n la caricatura lírica de Alberti en Españoles de tres mundos, dice Juan
Ramón Jiménez:
«Cuando se descuelgue su séptimo manto de amanerada elocuencia, tire al abismo
su varita de habilidad, se evada netamente de su actual sobrerromanticismo, y en
la ramazón de su disgregada labia excesiva aísle otra vez la hermosa ave fresca
de su voz una, […] Rafael Alberti le va a decir a lo no mirado una gran cosa del
tamaño por lo menos del mar de Cádiz, el más bello mar, para mí, del mundo, el
golfo más rico de poesía sudoeste que yo conozco».
No es preciso plantearnos si el poeta del Puerto de Santa María, cuyas cenizas
se incorporaron al mar de la bahía de Cádiz y a sus extensos fondos, se
desprendió o no de cuanto Juan Ramón Jiménez considera amanerada elocuencia,
varita de habilidad, sobrerromanticismo y excesiva labia disgregada, pero,
ciertamente, nos ha dejado una obra tan intensa, extensa y variada como el mar
gaditano. Por lo menos.
En la poesía de Alberti, en una u otra época, en uno u otro libro, podemos
encontrar amanerada elocuencia, habilidad versal, sobrerromanticismo, labia
excesiva y, tal vez, disgregada… pero también voz fresca, popular, altamente
lírica. Todos los registros posibles de un gran poeta.
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Rafael Alberti y María Teresa León. |
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Alberti comienza lo que él mismo llama su vocación literaria en 1921 y, tras
unos primeros versos, en 1925, publica Marinero en tierra, editado por
Biblioteca Nueva y Premio Nacional de Literatura con un Jurado formado por Ramón
Menéndez Pidal, Carlos Arniches, Antonio Machado, Gabriel Miró y José Moreno
Villa. Estamos en su etapa de poesía neopopular, con ritmos de cancionero como
forma de composición predominante. Consideremos el ejemplo del “Madrigal de
Blanca-Nieve”, con disposición estrófica que recuerda al zéjel medieval:
Blanca-nieve se fue al mar.
¡Se habrá derretido ya! |
Estribillo |
Blanca-nieve, flor del Norte,
se fue al mar del Mediodía,
para su cuerpo bañar. |
Mudanza (versos 3 y 4)
Verso de vuelta |
¡Se habrá derretido ya! |
Estribillo |
Blanca-nieve, Blanca-y-fría,
¿por qué te fuiste a la mar
para tu cuerpo bañar? |
Mudanza (versos 7 y 8)
Verso de vuelta |
¡Te habrás derretido ya! |
Estribillo |
De 1925 es también La amante, publicado por Litoral, donde persisten los
ritmos populares. Por estas fechas ha conocido a José Bergamín, quien escribe
para este libro un breve texto titulado “El alegre (Rafael Alberti)”:
«Cuando decía sus cancioncillas, poniéndose la mano ante la boca como una bocina
para pregonarlas, todo se llenaba de alegría, de la alegría del pregón matutino:
una alegría frutal, verde y fresca...»
Los poemas de este libro aparecen con la indicación del lugar en el que sitúa el
‛pregón’, el motivo. Está viajando por Castilla y el país vasco. Por ejemplo, en
Sala de los Infantes (Burgos) data la siguiente canción: “Pregón del Amanecer”:
¡Arriba, trabajadores
madrugadores.
¡En una mulita parda,
baja la aurora a la plaza
el aura de los clamores,
trabajadores.
¡Toquen el cuerno los cazadores,
hinquen el hacha los leñadores;
a los pinares el ganadico,
pastores!
En 1926, en “Rute” («un pueblo dramático de la provincia de Córdoba», dice él),
inicia El alba del alhelí, que completa en Almería con poemas marineros,
que recuerdan los de su primer libro. Es el año que visita Málaga y, en esta
ciudad, a Emilio Prados y a Manuel Altolaguirre, en la Imprenta Sur. Éstos le
regalan el último número impreso de Litoral, que califica Alberti como
«la mejor revista de poesía de aquellos años». Colabora por primera vez en la
Revista de Occidente, creada y dirigida por Ortega y Gasset.
En 1927, según dice en sus memorias, La arboleda perdida, ya se siente
cansado del ritmo popular, del poema breve. Ha comenzado el grupo del 27 el
homenaje a Góngora, el poeta vilipendiado hasta entonces y considerado genial.
Comienza la etapa gongorina de Alberti, con tonos modernistas, barroquismo y
estrofismo clásico.
Cuando en su caricatura lírica habla Juan Ramón Jiménez de los trajes de este
poeta, dice que cuando la marinera se le quedó tan en hilo que le daba vergüenza
salir a la calle, comenzó a vestir trajes antiguos y de última moda: «traje
macizo de siglo de oro rubendarioso». Es, naturalmente, la alusión caricaturesca
a esta etapa, a la que pertenece el siguiente soneto:
AMARANTA
...calzó de viento...
Góngora
Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados.
Pórticos de limones desviados
por el canal que asciende a tu garganta.
Rojo, un puente de rizos se adelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.
La soledad, dormida en la espesura,
calza su pie de céfiro y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.
Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura,
entre Amaranta y su amador se tiende.
El libro de esta etapa es Cal y canto, que también recoge poemas que
conectan con la vanguardia. Por ejemplo, el poema “A Miss X, enterrada en el
viento del Oeste”, o “Madrigal al billete del tranvía”, o “Venus en el
ascensor”. Se publica en 1929 por Revista de Occidente junto a otro libro
vanguardista, esta vez, de tonos surrealistas, Sobre los ángeles, que es
acogido con éxito, ya en el año de su publicación, año en el que también
comienza la lucha social, en concreto contra la dictadura de Primo de Rivera.
Sabemos que el surrealismo nace en Francia ligado a luchas sociales, a
movimientos de izquierdas. No es raro que del surrealismo pasen los autores a la
poesía social y política. Ya le ocurrió a Emilio Prados y le va a ocurrir a
Alberti, quien este año de 1929 escribe su Elegía cívica y su ‛profético’
Sermones y moradas. Viste el traje negro y azafrán de aficionado a
profeta, según Juan Ramón Jiménez en el libro citado.
De este año es también el traje de payaso Yo era un tonto y lo que he visto
me ha hecho dos tontos, título tomado de unos versos de Calderón de la
Barca. Recoge en este libro elementos del cine de la época (Chaplin, Buster
Keaton, Harold Lloyd...), en un tono lúdico, a veces, absurdo, en ocasiones
disparatado, trágico o tierno. Así, en su poema “En el día de su muerte a maano
armaada, leemos:
Decidme de una vez si no fue alegre todo aquello.
5 x 5 entonces no eran todavía 25
ni el alba había pensado en la negra existencia de los malos cuchillos.
Yo te juro a la luna no ser cocinero,
tú me juras a la luna no ser cocinera,
él nos jura a la luna no ser siquiera humo de tan tristísima cocina.
¿Quién ha muerto?
La oca está arrepentida de ser pato;
el gorrión de ser profesor de lengua china; el gallo, de ser hombre;
yo, de tener talento y admirar lo desgraciada
que suele ser en el invierno la suela de un zapato.
A una
reina se le ha perdido su corona,
a un
presidente de república su sombrero,
a
mí...
Creo que a mí no se me ha perdido nada,
que a
mí nunca se me ha perdido nada,
que a
mí...
¿Qué quiere decir
buenos días?
Los títulos siguientes son indicativo del tono del libro: “A Rafael Alberti le
preocupa mucho ese perro que casualmente hace su pequeña necesidad contra la
luna”, “Stan Laurel y Oliver Hardy rompen sin ganas 75 ó 76 automóviles y luego
afirman que de todo tuvo la culpa una cáscara de plátano”.
En 1930 conoce a la escritora María Teresa León, con quien se casa. En 1931
estrena su primera obra de teatro, El hombre deshabitado, y se proclama
la II República, que acaba con la Monarquía de Alfonso XIII y va a marcar un
periodo fundamental tanto para el grupo del 27 como para toda España, sobre todo
por su trágico final, con la guerra civil de 1936. En Consignas,
publicado en 1933, recoge una serie de poemas de corte revolucionario. Su
militancia en el Partido Comunista de España comienza en esta época. Hasta 1934
no aparece un nuevo libro de poemas de Alberti, pero su actividad cultural,
literaria y de relaciones es extraordinaria: viaja por Europa, vive una
temporada en París estudiando el teatro europeo, va a Berlín, visita la Unión
Soviética, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda..., conociendo a personalidades
destacadas de la vida cultural y política. Entre 1933-1934 dice que «empieza a
ser un poeta en la calle»: escribe poemas satíricos y de agitación, que recita
en actos políticos, en las bibliotecas obreras, en las plazas públicas.
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Rafael Alberti y María Teresa León con su hija
Aitana.
Punta del Este (Uruguay), hacia 1948. |
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En 1934 funda con María Teresa León, su esposa, la revista Octubre, de
intención revolucionaria. Viaja a Moscú, donde se encuentra cuando estalla la
revolución de los mineros asturianos. De regreso, pasa por Estambul, Atenas,
Nápoles y Roma, donde es huésped de Valle-Inclán. No puede regresar a España y
desde París marcha a América para dar conferencias y recitales.
Verte y no verte
es de 1935 y está dedicado a la memoria de Ignacio Sánchez Mejías, el torero
poeta, amigo de poetas. Como a Lorca, que escribe Llanto por Ignacio Sánchez
Mejías, la muerte de éste le afecta hasta el punto de escribir una sentida
elegía. Y lo hace mientras viaja por América, entre conferencias y recitales.
1936 es el año del regreso a España, de su intervención en la campaña por el
Frente Popular, del estallido de la guerra civil. Es nombrado secretario de la
Alianza de Intelectuales Antifascistas y trabaja en dirección de revistas (El
Mono Azul, por ejemplo). Escribe poemas, como Prados y otros, para ser
leídos en la radio para los combatientes en el frente republicano. Capital de
la gloria, que Alberti llamará más tarde El poeta en la calle (1938)
es el título que reúne estos y otros poemas, tan de circunstancias y de gran
valor histórico-pragmático, si no tanto literario. El fusilamiento de Lorca en
Granada es motivo de pesar que se vierte obra poética.
Entre el clavel y la espada,
escrito entre 1939 y 1940 (en París, el mar y Argentina) y publicado en 1941,
año del nacimiento de su hija Aitana en Buenos Aires. Es un libro de formas
variadas (estrofas clásicas como el soneto, poemas dialogados al modo del
teatro, versos libres, coplas populares...) y variada temática, a la que no es
ajena la guerra:
Ahora me siento ligero,
como vosotros, ahora
que estoy cargado de muertos.
Voy a crecer, a subir.
Voy a escalaros
ahora que tengo mil años.
¡Detenedme, que ya subo!
¡Paradme que ya os alcanzo!
No me dejéis, ya en el viento,
mirar abajo.
El famoso poema “Se equivocó la paloma” pertenece a esta obra.
Continúa su actividad teatral, sus viajes, su vida cultural. Pleamar, de
1942-1944, primer libro de poesía escrito totalmente en América. La primera
parte se titula “Aitana”, a quien, por supuesto, la dedica:
Para ti, niña Aitana,
remontando los ríos,
este ramo de agua.
De agua dulce, ramito,
que no de agua salada.
Agua de azúcar, ramo,
ramito, que no amarga.
Remontando los ríos,
Este ramos de agua.
A 1948 pertenece la publicación de A la pintura. Salmo de alegría en honor
del pueblo de Israel, con música del maestro Jacobo Ficher. Ese mismo año,
un poco más tarde, publica el libro de poemas A la pintura. (Poema del color
y la línea), dedicado a Picasso y con prólogo de Vicente Aleixandre.
Viaja, publica, estrena obras de teatro, da recitales y conferencias. Y escribe
poesía. En 1963 regresa definitivamente a Europa y se instala en Roma. Pinta,
hace grabados y, por supuesto, escribe. Por ejemplo, en 1964 publica con
grabados suyos X sonetos romanos. Su actividad pictórica predomina sobre
la literaria hasta los años setenta.
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Congreso de los
Diputados. Rafael Alberti, entre Dolores Ibarruri "Pasionaria" e
Ignacio Gallego.
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En Poemas diversos (1945-1959), agrupa obras de estos años; en Poemas
de Punta del Este (1945-1956), publica canciones y “pequeños diarios en
prosa” sobre diversos temas: «Hoy el mar y los pinos uruguayos me consuelan. Y
las canciones que me suben ya en mitad de la vida, se hacen más hondas y ligeras
arrulladas por ellos. [...] Sin duda, yo soy un poeta para quien los ojos son
las manos de su poesía». Recordemos que Juan Ramón Jiménez alude a «lo no
mirado», que tendrá algún día eco en la obra de Alberti. Y éste dirá: «Si no lo
veo, soy un poeta mudo». Explica la doble faceta de poeta pintor, de pintor
poeta, de poeta que pinta con su palabra, de pintor que hace poesía con sus
pinceles, sus rotuladores, sus grabados, sus lápices.
Retornos a lo vivo lejano (1948-1956)
es un libro de nostalgias, desde la Argentina. El mismo declara que es un libro
sin fin, como la crónica de los momentos mejores o peores de su vida. Baladas
y canciones del Paraná (1953-1954), constituye, en cierto sentido, una
vuelta a los orígenes, al cancionero de Marinero en tierra:
En un verso de ocho sílabas
¿qué no cabrá,
si en una y tan solo en ella
cabe el mar?
Ocho sílabas son muchas
para cantar.
Me basta una que tenga
por dentro el mar.
Aunque también escribe versos libres y versículos. Un tema que recuerda el ya
lejano Futurismo es “Balada de la bicicleta con alas”, si bien sus connotaciones
y sentimientos están muy lejos del elogio a los motivos mecanicistas:
A los cincuenta años, hoy, tengo una bicicleta.
Muchos tienen un yate
y muchos más un automóvil
y hay muchos que también tienen ya un avión.
Pero yo / a mis cincuenta años justos, tengo solo una bicicleta.
He escrito y publicado innumerables versos.
Casi todos hablan del mar
y también de los bosques, los ángeles y las llanuras.
He cantado las guerras justificadas,
la paz y las revoluciones.
Ahora soy nada más que un desterrado...
… … …
Su nostalgia de España se deja ver en cualquier punto del poema y, por supuesto,
del libro.
Son muchos los versos, como se recoge en la cita anterior, que escribe Alberti,
si bien la crítica señala que Sobre los ángeles es su mejor libro. Es
cuestión de gustos. Aunque, ciertamente, no se puede contar entre sus obras
mejores el conjunto de versos cargados de propaganda política y escritos, a
veces, como tal. Son tributos que el poeta ha de pagar a su tiempo, a sus
filias, a su ideología. No obstante, dentro de las obras El poeta en la calle
(tres libros) que agrupan Las coplas de Juan Panadero (1949-1977) hay
también poemas memorables, incluso admitiendo su corte tendencioso:
... … …
Pero se olvidan que el mar
no es esa ola que acaba
sino la que va a empezar.
Y cuando la mar comienza,
no hay playa que ponga dique
ni aire en contra que la venza.
Para terminar este recorrido por la obra poética de Alberti hemos de decir que
la palabra de un poeta no muere con el hombre. La obra de un poeta perdura en el
tiempo y está por descubrir todavía el verdadero valor de su lírica. Juan Ramón
Jiménez nos lo pinta vestido con trajes diversos, muy distintos entre sí. Y,
ciertamente, son muy variados los tonos de su obra, pero, por encima o por
debajo de las apariencias, late el corazón, el verso, de un verdadero poeta, tan
grande como el mar de Cádiz. Por lo menos.
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